¿Has pensado alguna vez que la feminidad bíblica solo se aplica a mujeres casadas y con hijos? Probablemente esto tiene que ver con el término de «ayuda idónea» que encontramos en el relato de Génesis. Hemos creído (muchas veces por falta de un estudio profundo de la Biblia) que nuestro rol como mujeres está centrado en ese pasaje como una persona que fue creada para alguien más y ya. Nos hemos quedado con esa única referencia, y hemos creído que, entonces, ese rol de ayuda idónea se activa al momento de casarnos.
Lo cierto es que esta afirmación está muy alejada de la realidad. Si profundizamos más, y como lo hemos visto recientemente también en algunos artículos del blog y en la actual temporada del podcast de Joven Verdadera, el significado va más allá de un contexto de ser esposa; somos ayuda idónea dondequiera que nos encontramos y en el contexto en el que nos estamos desarrollando.
Así que, quisiera que me acompañes a ver algunos ejemplos de mujeres de la Biblia que de alguna manera desplegaron este carácter de Dios, ser ezer, una ayuda idónea a las personas que les rodeaban, tal como nuestro Padre es ayudador de Sus hijos.
Rut, siendo viuda, decidió regresar a Belén con su suegra Noemí y ser de apoyo para ella, trabajando arduamente en los campos de Booz para traer comida para su suegra. Ester, un instrumento de Dios en el palacio del rey, aunque su propia vida corriera peligro ayudó a liberar a su pueblo, los judíos, de ser exterminados por el plan malvado de Amán. Lidia, quien dispuso su casa para recibir, junto a otros hermanos, a Pablo y Silas cuando salieron de la cárcel. Y la lista puede seguir con Débora, Jael, Priscila…
Entonces, tomando estas referencias como ejemplo, llego a la conclusión de que ser ayuda idónea está muy relacionado con servir a los demás, actuando en favor de otros con la actitud correcta, con gozo y de manera desinteresada. El servicio, por cierto, no es algo que nos debe hacer sentir pesar (aunque algunas veces se puede sentir así cuando nuestra actitud es incorrecta); por eso, siempre tenemos que voltear a ver a Cristo, nuestro ejemplo por excelencia.
La Biblia dice que Cristo nos dejó ejemplo para seguir Sus pisadas (1 Pedro), y Jesús mismo habló de sí mismo y Su servicio a otros. Él dijo: «Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). También, luego de lavar los pies de Sus discípulos, dijo: «Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan» (Juan 13:15).
Sabemos, pues, que el amor de Cristo es un amor que sirve y ayuda, un amor sacrificial, que cede y da sin esperar nada cambio. ¡Y atención! Este es un servicio desinteresado. Imagínate que Cristo hubiera venido a la tierra esperando algo a cambio de nosotros. Bueno, nunca hubiera venido. O que Dios nos protegiera y proveyera si nosotros primero hacemos algo por Él. ¡Viviríamos en el abandono!
Por eso, para poner en práctica nuestro diseño, debemos voltear a ver nuestro ejemplo de Ayudador, nuestro ezer, que es el Señor. Wow, ¡tenemos un estándar muy alto! Sí, así quiere Dios que seamos, como Él. ¡Qué privilegio!
Ahora que sabemos que podemos ser ayuda idónea a cualquier edad y en cualquier lugar, quisiera darte algunos consejos prácticos de cómo expresar tu feminidad bíblica y ser ayuda idónea en cada etapa en la que te encuentras.
Ayuda en tu hogar
Creo que en el hogar sobran espacios y oportunidades. De pronto pudiéramos pensar que toda la labor del hogar es responsabilidad de alguien más, como nuestra mamá, por ejemplo. Cuando pasamos mucho tiempo en la escuela o en el trabajo, podemos sentir que no tenemos la responsabilidad de ayudar porque llegamos cansadas o porque ya hemos hecho lo suficiente durante el día. Lo cierto es que siempre podemos separar un momento de nuestro tiempo para ayudar en algo, y en la casa siempre habrá algo que hacer. Desde ayudar a lavar la ropa, limpiar la cocina, limpiar baños y preparar la comida, hasta llevar un vaso de agua o un snack a tu papá que llegó cansado de su trabajo.
Es importante decir también que no nada más ayudamos con cosas que podamos hacer manualmente, sino que hay otras maneras. A veces, aunque vivamos en la misma casa, tener muchas actividades puede llevarnos a desconectarnos y no estar al pendiente de las necesidades de otros. Así que, siempre puedes ir al cuarto de tus hermanos y darles palabras de ánimo, escuchar sus inquietudes o problemas, o simplemente darles un abrazo. Puedes ir con tus papás también y preguntarles si necesitan ayuda en oración por algún motivo en particular.
Realmente hay muchas más maneras de ayudar y servir, debemos poner atención a las necesidades de otros.
Ayuda en tu iglesia local
Otro de los lugares donde podemos ser ayuda idónea es en nuestra iglesia local. Esta familia a la que pertenecemos tiene también importantes necesidades en las que podemos ayudar para que sean suplidas. ¿Qué podemos hacer? Si vemos que hay invitados y no tienen Biblia o libro de cantos, nos podemos acercar para compartir de los nuestros. Si estos invitados tienen niños pequeños, podemos ofrecernos a cuidarlos o conducirlos a la escuela dominical. Al final, también podemos acercarnos a estas personas y saludarlas y animarlas a seguir acudiendo para conocer al Señor.
Por otro lado, también hay hermanas que están pasando por situaciones difíciles, ya sea de enfermedad o la pérdida de algún familiar. Siempre podemos acercarnos para dolernos con ellas, darles una palabra de consuelo o acudir a sus hogares para ayudar en los quehaceres y demás necesidades.
Piensa también en las chicas más jóvenes que hay en la iglesia a las que te puedas acercar para animarlas en el camino del Señor y preguntar por sus necesidades para orar por ellas. Este es otro despliegue de nuestra feminidad bíblica, enseñar a las más jóvenes como nos lo muestra Tito 2.
Finalmente, siempre podrás acercarte a tus líderes y pastores para preguntar por las necesidades en las que puedes ayudar y que probablemente han pasado desapercibidas delante de tus ojos.
Ayuda en tu comunidad y lugar de estudio
¿Te has dado cuenta de alguna necesidad en tu vecindario o escuela? Tal vez hay una vecina mayor que normalmente tiene el espacio de entrada de su casa un poco empolvado y tú puedes ayudarla a limpiar, o puedes ofrecerte a hacer sus compras del supermercado o acomodar su alacena. O simplemente darle un poco de tu compañía y hablarle del evangelio.
En la escuela también puedes ser de ayuda para tus compañeros de clase al explicarles un tema que no han entendido o compartir diferentes estrategias de estudio. Y otra vez, ¡hablarles del evangelio! No hay una necesidad más grande que una persona pueda tener y para la que podemos ser instrumento que la de Cristo en la vida de las personas.
Conclusión
Un corazón que ayuda es un corazón siempre atento a las necesidades y oportunidades para servir, no está pensando en sí mismo. Un corazón que ayuda hace todo como fruto de agradecimiento a Dios, nuestro Ayudador.
Así que, no te pierdas del privilegio y bendición de ayudar, pon atención a las necesidades de otros y dispón tu corazón para ser ayuda idónea desde hoy.
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