Más allá de la ternura del pesebre

Lectura bíblica: Lucas 2-4

Creo que no existe un momento más tierno que cuando tienes a un bebé recién nacido en tus brazos. Todavía recuerdo las caritas diminutas de mis hijos cuando los vi por primera vez. Tengo grabado en mi memoria el olor de sus cabecitas delicadas y la suavidad de sus piecitos. Repaso esa sensación cada vez que visito a una amiga que ha dado a luz. No creo que haya algo más encantador que ver a un ser humano en miniatura recién salido del horno. Es que los bebés tienen un atractivo para el corazón maternal que nos deja embelesadas, de hecho, cuando estamos frente a ellos hacemos gestos y sonidos que no haríamos en condiciones normales. Simplemente es demasiada belleza y ternura para ser resistida.

Algo similar pudiera sucedernos cuando nos acercamos a la narrativa de la natividad. El Salvador del mundo envuelto en pañales es una imagen tan tierna que pudiéramos quedarnos ahí suspendidas con la idea del «niño Jesús». Es tanto así que en muchos de nuestros países hispanos, las personas prefieren la imagen de un bebé santo y le celebran como si aún fuese un recién nacido.

Me pregunto si pudiéramos estar tan deslumbradas con lo hermoso de la época y por la imagen tan pulida del pesebre que lleguemos al punto de perder de vista que este acontecimiento fue solo una pieza de un rompecabezas más grande. ¿Podríamos estar tan enternecidas con la idea del «niño Jesús» al punto que ignoremos el resto de su vida? La historia de la natividad fue solo el inicio del plan de rescate de Dios. Si solo nos quedamos fascinadas con el bebé y no miramos hacia delante, correremos el riesgo de perder de vista los eslabones que conectan al coro angelical «gloria a Dios en las alturas», el suspiro agonizante «consumado es», y la tumba vacía.

La obediencia perfecta de Cristo en nuestro lugar es el eslabón que une la ternura del pesebre, la agonía de la cruz y la victoria de la resurrección. En Lucas 2, vemos de cerca el nacimiento de Jesús e inmediatamente leemos cómo el bebé se convirtió en un niño que crecía en gracia y sabiduría; cumpliendo todo conforme a la ley del Señor. Y solo hay que avanzar unos cuantos capítulos para observar al adolescente convertido en un adulto sometido a Dios; haciendo la labor que se le había encomendado. Jesús obedeció a su Padre en su niñez, adolescencia y adultez; lo hizo en cada instante de su vida. Él nunca falló. Él nunca pecó. Siendo completamente santo, tomó el lugar que le correspondía al pecador; y su obediencia perfecta agradó a Dios. (Lucas 3:21-22)

Lo que Adán y Eva no pudieron hacer. Lo que tú y yo jamás podremos alcanzar, Jesús lo logró en nuestro lugar. Nuestro pecado nos hizo merecedores de ira, pero su obediencia perfecta complació a Dios. Su récord sin tacha fue aceptado por el Padre. Él fue la oveja sin mancha sacrificada en el lugar de hombres y mujeres marcados por el pecado. ¡Su nacimiento trajo esperanza y alivio a los corazones cargados de la desobediencia que los apartaba de Dios! Deja que esta verdad llene tu alma de regocijo: Jesús obedeció al Padre en tu lugar cada día de su vida, desde su primer llanto hasta su último suspiro. 

Por la fe en Jesús, el agrado que Él recibió del Padre, también es nuestro. De hecho, por Su obra en nuestro lugar, ahora podemos mirar hacia adelante con esperanza. No tendremos que enfrentar el 2021 como quienes están derrotadas en sus delitos y pecados. ¡Cristo vive! ¡Cristo vive en nosotras! En Él somos facultadas con el mismo poder que le resucitó de entre los muertos para agradarle y para hacer Su voluntad. 

La historia de la navidad no se queda en la ternura del pesebre, se extiende a la oferta de una vida plena en el poder de la resurrección de Cristo. ¡Vive a la luz de esa verdad! Dispón tu corazón a esforzarse al máximo para crecer mientras descansas en la obra perfecta de Jesús. ¡Él te sostendrá hasta el fin!

Su llegada hizo nacer la esperanza y hace arder en nuestros corazones el anhelo por su próxima llegada en la que Él restaurará todas las cosas para siempre. ¡Qué gloriosa esperanza! No te quedes solo con la versión infantil de Jesús. Considera toda su vida, su obediencia hasta la muerte, celebra su resurrección y aguarda su venida.

Reflexiona

  • Cuando meditas acerca del nacimiento de Jesús, ¿consideras el resto de la historia?
  • ¿Cómo te alienta el saber que Jesús vivió una vida perfecta en tu lugar, que recibió el castigo que tú merecías por tus pecados y que resucitó para darte una nueva vida?
  • ¿Estás colocando tu esperanza en tu desempeño o en la obra de Cristo en tu lugar?

Ora

Padre amado, gracias por la provisión que tengo en Cristo Jesús. Gracias por su obediencia perfecta y su muerte en mi lugar. Gracias porque me concediste la fe para depositar mi fe en Él y en su resurrección me has dado vida. Ayúdame a descansar en su obra completa a mi favor y a ofrecer mi vida como un sacrificio vivo en respuesta a tanta gracia y misericordia.

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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