Al leer la Biblia me encanta verme identificada con personajes como David, Moisés, Ana, Rut, personas que libraron batallas diarias, a veces terribles, pero que su fe los sostuvo y su caminar con Dios fue hermoso.
Lo más difícil de todo es poder identificarme con un profeta como Jonás, que se negó a hacer la voluntad de Dios abiertamente y que fue desobediente. Si no estás familiarizada con la historia de este profeta, te cuento que él fue enviado por Dios a predicar a Nínive, la ciudad más malvada y pecadora, porque Dios quería darles la oportunidad de que se arrepintieran. Pero Jonás se negó a hacerlo y en cambio huyó a Tarsis, otra ciudad, «lejos de la presencia de Dios» (Jon. 1:3).
Tengo que confesar que en mi vida he tenido mis crisis al estilo Jonás. Ha sido duro reconocerlo para mí misma y sobre todo ante Dios. A veces me he visto ante una situación muy difícil que Dios ha orquestado para mí; ante circunstancias que Él decide no cambiar por largo tiempo a pesar de mi oración; ante eventos que no puedo controlar y me hacen sentir impotente sin querer simplemente descansar en Su Poder y Su Soberanía. En otras, me he desesperado y me he cansado de esperar y he actuado como Jonás.
Me he visto luchar, quejarme…tratar de manipular a Dios y al final de esta terrible experiencia, venir rendida a Sus Pies…quebrantada; entendiendo que Él sabe lo que es mejor para mí y el tiempo en que me conviene; quedando convencida de lo que nos dice Jeremías 29:11: «Porque Yo sé los planes que tengo para vosotros, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza».
¿Qué he aprendido de mis crisis como Jonás?
Primero, que Dios tiene un perfecto cuidado de cada uno de Sus hijos; Él es nuestro Dios y nuestro Hacedor y nosotros el pueblo de Su prado y las ovejas de Su mano, como nos enseña el salmista en Salmo 95:6-7.
Segundo, Él conoce nuestras almas y busca cómo hacer que ellas tengan mayor intimidad con Él. Por eso hay tiempos de desiertos y sequedades.
Si hay situaciones difíciles en tu vida, dolor o pruebas; no huyas como Jonás de la presencia de Dios. Abraza aquello que Dios trae a tu vida y recuerda que Él es el Dios de la paciencia y del consuelo como nos dice Romanos 15:5. Por tanto, Él te dará la gracia para perseverar y el consuelo para seguir con Él…rendida a Él en lugar de huir de Él como Jonás.
¿Has experimentado tiempos de huida como Jonás?
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