¡Disfruta la Palabra!
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth retando a un grupo de estudiantes universitarios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Quiero que ames Su Palabra, que te deleites en ella. Quiero que disfrutes la Palabra de Dios, más de lo que disfrutas la buena comida, más de lo que disfrutas sacar buenas notas, más de lo que disfrutas recibir un aumento de sueldo, más de lo que disfrutas ver una buena película; ¡y esas son cosas buenas! Pero quiero que disfrutes la Palabra de Dios más que cualquiera de esas cosas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora del libro «El Lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 14 de noviembre de 2025.
¿Qué te encanta, qué disfrutas? Quizá podría visitar tu página de Instagram y ver al menos algunas de las cosas que te gustan. Ahora bien, no hay absolutamente …
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth retando a un grupo de estudiantes universitarios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Quiero que ames Su Palabra, que te deleites en ella. Quiero que disfrutes la Palabra de Dios, más de lo que disfrutas la buena comida, más de lo que disfrutas sacar buenas notas, más de lo que disfrutas recibir un aumento de sueldo, más de lo que disfrutas ver una buena película; ¡y esas son cosas buenas! Pero quiero que disfrutes la Palabra de Dios más que cualquiera de esas cosas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora del libro «El Lugar apacible», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 14 de noviembre de 2025.
¿Qué te encanta, qué disfrutas? Quizá podría visitar tu página de Instagram y ver al menos algunas de las cosas que te gustan. Ahora bien, no hay absolutamente nada malo en deleitarse. Pero el grado de tu deleite tiene mucho que ver con el objeto de tu deleite, por lo tanto, es importante que pongamos nuestros deleites en el orden correcto.
En esta corta serie queremos animarte a entrar en la Palabra y a deleitarte en ella ante todo. Hoy es la segunda parte de un mensaje que Nancy dio en una Conferencia de la Semana del Fundador del Instituto Bíblico Moody. El mensaje se titula: «La preciosa Palabra de Dios». Es básicamente un breve vistazo de todo el capítulo del Salmo 119.
Y ayer tuvimos que detenernos justo cuando Nancy estaba en medio de una lista de diez bendiciones que el salmista dice que provienen de la Palabra de Dios.
La primera bendición es: sabiduría y guía.
Número dos: fuerza y vitalidad.
Número tres: libertad.
Número cuatro: esperanza.
Número cinco: consuelo en la aflicción.
Ahora, aquí está Nancy con más sobre «La Preciosa Palabra de Dios (Salmo 119)».
Nancy: Número seis: la vida
Versículo 93 del Salmo 119: «Jamás olvidaré Tus preceptos, porque por ellos me has vivificado».
A principios de esta semana recordamos que Dios creó la vida a través del poder de Su Palabra y que Él nos da vida a través del poder de Su palabra. Así es como preservamos, como ganamos nuestra vida. No podemos vivir sin la Palabra de Dios.
Número siete: La Palabra de Dios nos da la bendición de la liberación de nuestros enemigos.
Versículo 94: «Tuyo soy, Señor, sálvame, pues Tus preceptos he buscado».
Liberación de nuestros enemigos.
Número ocho: paz
Versículo 165: «Mucha paz tienen los que aman Tu ley, y nada los hace tropezar».
Número nueve: Cuando enfrentamos oposición o maldad, como lo haremos o como estamos recibiendo, la Palabra de Dios nos da perseverancia y ayuda.
Versículo 61: «Los lazos de los impíos me han rodeado, pero no me he olvidado de Tu ley».
Versículo 69: «Los soberbios han forjado mentiras contra mí, pero de todo corazón guardaré Tus preceptos».
Versículo 78: «Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentiras; pero yo en Tus preceptos meditaré».
Cuando el salmista fue acusado falsamente, la Palabra de Dios lo ayudó a mantener el rumbo.
Número diez: protección contra el pecado
Y no solo de los pecados de los demás, sino de nuestro propio pecado.
Versículo 11: «En mi corazón he atesorado Tu Palabra para no pecar contra Ti».
Versículo 133: «Afirma mis pasos en Tu Palabra, y que ninguna iniquidad me domine».
¿Cuál es el mayor antídoto contra el pecado, especialmente contra aquellos pecados que se aferran a nosotros con tanta fuerza? Es la pasión y el afecto por Cristo y por Su Palabra. Cuando nos deleitamos en Él, los placeres del pecado parecen ser algo que no tenemos que tener; algo sin lo que podemos vivir con gusto.
El escritor del Salmo 119 creía que la Palabra de Dios era más que suficiente para cada necesidad que pudiéramos tener en cada situación y en cada momento de la vida. Es por eso que al leer el Salmo 119, vemos que él anhelaba la Palabra de Dios. Tenía hambre de la Palabra de Dios.
Versículo 20: «Quebrantada está mi alma anhelando Tus ordenanzas en todo tiempo».
¿A qué padre no le gustaría que su hijo adolescente dijera eso? «¡Oh padre, mi alma anhela tus reglas en todo momento!». Nadie diría eso. Pero es algo que el salmista sentía hacia Dios y Sus ordenanzas. Versículo 82: «Mis ojos desfallecen esperando Tu Palabra». Versículo 131: «Anhelo Tus mandamientos».
Un líder cristiano en Gran Bretaña dijo: «Más de doscientos millones de personas en el mundo no tienen acceso al alimento espiritual, sin las Escrituras disponibles en su idioma». Sin embargo, nosotros en Occidente, a pesar de poseer más Biblias por hogar de las que jamás utilizaremos, nos estamos muriendo lentamente de hambre porque hemos perdido nuestro apetito, nuestro anhelo por las Escrituras.
Hace unos años conocí a una mujer llamada Margaret Nikol. Ella recordaba vívidamente lo que era no tener acceso a una Biblia. Margaret era concertista de violín y creció en Bulgaria bajo uno de los regímenes más represivos del comunismo.
Cuando Margaret era pequeña, los comunistas confiscaron prácticamente todas las Biblias del país. Pero había una anciana en el pueblo de Margaret que se las arregló para llevarse en secreto una Biblia, y esa Biblia se convirtió en un tesoro compartido por todos los creyentes de aquel pueblo.
Literalmente, cada página, una por una, fue cuidadosamente arrancada de esa Biblia y distribuida, una por una, a los creyentes de ese pueblo. Margaret se alegró mucho al recibir una página que incluía Génesis 16 y 17, una página que atesoró y estudió diligentemente.
Y cuando Margaret estaba en sus treinta, ella fue exiliada a los Estados Unidos. Poco después de llegar a América, sus nuevos amigos le preguntaron: «¿Qué quieres de regalo para Navidad?». Margaret no tuvo que pensar mucho, porque lo que más quería era una Biblia.
Margaret describió el momento en que sus amigos la llevaron a una librería cristiana para hacer la compra. ¡Era la primera vez que veía una Biblia completa!
Ella dijo: «¡Había rojas, negras, verdes, azules y marrones! De todos los tamaños, de todas las formas. ¡Biblias por todas partes!». Y abrumada por esa vista, esta mujer de treinta y siete años se paró en el pasillo de esa librería y lloró, y lloró, y lloró de alegría.
Y puede que hayas visto algunos de esos videos en YouTube de personas en otras partes del mundo que reciben por primera vez la Biblia en su propio idioma. Cuando la avioneta aterriza y se descargan esas cajas, y comienzan a entregarlas y a distribuirlas, la gente empieza a agarrarse y a atropellarse unos a otros, tratando de poner sus manos en una Biblia. Y luego, como habrás visto, ¡empiezan a celebrar!: bailan, cantan, lloran de alegría, extasiados por poder sostener y leer un ejemplar de la Palabra de Dios en su propio idioma.
Entonces, pregunto: ¿por qué la Biblia no nos conmueve de esa manera? ¿Por qué hemos perdido el apetito? ¿Por qué no anhelamos la Palabra de Dios?
El problema es que somos una cultura que se aburre fácilmente. Cada vez hace falta más para emocionarnos. Nada nos sorprende, nada nos escandaliza, nada nos llena de asombro. Hemos perdido nuestra capacidad de asombrarnos, de maravillarnos.
Intentamos leer la Biblia y a veces se nos nublan los ojos porque no nos estimula, no nos entretiene, no nos emociona, no nos parece realmente satisfactorio lo que leemos, o no nos llena plenamente. ¿Y qué hacemos? Recurrimos a otras cosas que esperamos que nos satisfagan y nos traigan placer y alegría. Y en el proceso, perdemos el apetito por el alimento que realmente nos satisface: el pan de vida sin el cual, según Cristo, es imposible vivir.
Proverbios 27, versículo 7, nos dice que: «El hombre saciado aborrece la miel, pero para el hombre hambriento todo lo amargo es dulce». Y vi esto ilustrado en una mujer estadounidense que vivía en otro país y empezó a contactar e interactuar con una bloguera de nuestro ministerio. En el transcurso de varias semanas, intercambiando correos electrónicos, el corazón y los ojos de esta mujer fueron abiertos por el Espíritu Santo. Dios le dio arrepentimiento y fe, y ella entregó su corazón a Cristo y se convirtió de una manera maravillosa.
Varias semanas después, ella envió un correo electrónico a la bloguera con la que había mantenido comunicación, y le dijo:
«He estado leyendo la Biblia en línea en Internet e imprimiendo algunas secciones. Pero me gustaría tener un ejemplar completo que pudiera sostener en mis manos. Entré en Internet para buscar un ejemplar y me di cuenta de que la selección y la variedad de las Biblias es más abrumadora que estar en el pasillo de los cereales de un supermercado estadounidense. ¡Hay tantas opciones!».
Y no hace falta decir que nuestra bloguera le envió inmediatamente una Biblia. Y esta mujer, esta una nueva creyente, estaba extasiada. Ella escribió:
«¡Qué emoción es tener una Biblia! Anoche me quedé hasta muy tarde leyéndola. Es algo totalmente diferente cuando se llega a sostener una copia entera de ella en tus manos, y la lectura continua sin lapsos por el Internet, por las conexiones lentas, etc. ¡Muchas gracias!».
Y bueno, en ese tiempo pasaron ocho meses desde que ella recibió su primera Biblia, cuando un grupo de no creyentes le pidió que dirigiera un estudio para que pudieran conocer mejor acerca su fe. Ella nos escribió para pedirnos que oráramos por ella. Nos dijo: «Es que no soy una oradora pública. No estoy preparada para algo así. Solo he leído la Biblia completa dos veces y ni siquiera he estado en una iglesia que crea en la Biblia».
Así que, aquí vemos a una nueva cristiana en crecimiento, de solo ocho meses de edad en Cristo, que ya había leído toda la Biblia dos veces, y la primera parte de ella, en línea. Eventualmente, esta mujer guió a sus hijos a Cristo, y ha guiado a muchas personas a Cristo, ya que su familia ha sido trasladada a diferentes países en todo el mundo. Su hija es ahora una estudiante en el Instituto Bíblico Moody. ¿No es eso maravilloso?
Llevo leyendo la Palabra de Dios desde que aprendí a leer, más de cincuenta y cinco años, pero debo decir que no la he leído con la frecuencia, fidelidad o fervor que desearía. En mi adolescencia, y como una joven de unos veinte años, hubo momentos en los que luché por creer que realmente era la palabra inerrante de Dios. Y estoy agradecida por las personas que me escucharon y que me ayudaron a atravesar algunas de esas temporadas de duda.
Hace años, cuando el fundador de nuestro ministerio murió de un tumor cerebral, después de haberle rogado a Dios durante meses que le preservara su vida, pasé por un período realmente oscuro durante unos dieciocho meses. Sentía que cada vez que abría la Palabra de Dios y trataba de leer Sus promesas, parecía que se burlaban de mí. Pero esto es lo que me encanta: el Espíritu, en esas y en otras temporadas, seguía atrayendo mi corazón de vuelta a la Palabra, a la Biblia, de regreso a Él, porque la Biblia es la que nos lleva a Cristo, quien es la Palabra Viva.
Hace años, mientras leía la Biblia una y otra vez, y otra vez, y otra vez, no podía imaginarme el increíble cúmulo de alegrías, riquezas, bendiciones y deleites que traería a mi vida. Desde hace un año utilizo una Biblia de apuntes que tiene márgenes anchos con líneas a los lados. Ya voy por la mitad; acabo de pasar la mitad de esa Biblia. No tengo la intención de apresurarme.
Solo estoy meditando, escribiendo, orando, reflexionando, le doy vueltas a los versículos una y otra vez en mi corazón, como una joya preciosa que quiero ver desde todos los ángulos. Escribo con letras pequeñas, escucho y le oro de nuevo al Señor. Y quiero decirte que esto ha sido tan dulce para mí.
Mi esposo Robert puede decir que me encanta el tiempo que puedo dedicar a este ejercicio. Es precioso, es dulce, es rico. Aunque algunos días tengo demasiada prisa, estoy segura de que hay días que paso demasiado rápido por encima de algunos pasajes realmente ricos. Pero estoy entrando en la Palabra de Dios, y ella está entrando en mí. Y es tan preciosa.
Hace un tiempo, cuando Greg Thornton me preguntó por primera vez si estaría dispuesta a hablar en esta Semana de Fundadores, me dijo cuál era el tema y yo supe que tenía que decir «sí», porque Dios comenzó a poner una carga en mi corazón; y no solo una carga, sino algo que estaba ansiosa por compartir con ustedes, y eso es el amor por la Palabra de Dios. Y aquí está mi carga para ti, y para mí también, porque necesito esto todos los días de una manera fresca: quiero que ames Su Palabra y que te deleites en ella.
Sí, es inspirada, inerrante, infalible y verdadera. Sí, es poderosa, es importante, es suficiente, es autoritativa. Es todo lo que el Instituto Bíblico Moody defiende, enseña y proclama. Pero además de todas esas cosas y más, también es hermosa, deseable y satisface. También es más dulce que la miel. También es más preciosa que mucho oro. Sí, debemos estudiarla, conocerla, obedecerla y compartirla con los demás. Pero quiero que también la ames.
Quiero que la anheles. Quiero que estés ansiosa por pasar tiempo con el Señor en Su Palabra. Quiero que las horas que pases en Su Palabra, y las horas que yo pase en Su Palabra, sean lo más dulce, lo más profundamente satisfactorio en tu vida y en la mía. Quiero que disfrutes de la Palabra de Dios más de lo que disfrutas de cualquier pecado que se aferra a tu corazón. Quiero que la disfrutes más de lo que disfrutas YouTube o Snapchat, Instagram o Facebook.
Quiero que disfrutes la Palabra de Dios más de lo que disfrutas la buena comida, más de lo que disfrutas sacar buenas notas, más de lo que disfrutas recibir un aumento de sueldo, o ver una buena película, más de lo que disfrutas salir con tus amigos, o estar con tu pareja; y todas esas son cosas buenas. Pero quiero que disfrutes de la Palabra de Dios más que de cualquiera de estas cosas.
¿Cómo cultivamos el hambre por la Palabra de Dios? Es muy sencillo: comiéndola. Comiéndola. Cuando comes comida física, mientras más comes, menos hambre tienes. Pero cuando se trata de la Palabra de Dios, es al revés. Cuanto más comes, más la anhelas. Cuando no tenemos apetito o anhelo o un amor por la Palabra de Dios, ¿sabes por qué es esto? Es porque no la hemos estado comiendo.
Y puede haber otras razones, pero creo que esa es una de las razones más comunes para comer la Palabra de Dios. Puede que necesitemos desconectarnos de algunas cosas menores que nos distraen, que nos dejan vacías e insatisfechas.
¿Cómo nos deleitamos en la Palabra de Dios? ¡Mete tu nariz en la Biblia!» ¡Mete tu nariz en la Palabra! ¡Léela! ¡Léanla! Léela cuando tengas ganas de leerla. Pero también léela cuando no te apetezca leerla. Léela hasta que te apetezca leerla. Empápate de ella. Sumérgete en ella. Medita sobre ella. Recurre a ella en primer lugar y que no sea tu última opción.
A menudo animo a las mujeres que vienen a mí con necesidad de esperanza, sanación o integridad; mujeres que llevan una gran carga, una gran necesidad, o un gran pecado, un gran problema en su pasado. Una de las cosas que digo a menudo es: «Necesitas una mega dosis de las Escrituras».
Hace un tiempo luché contra algunas molestias bronquiales. Y mi dulce esposo me mantenía abastecida con unas megadosis de vitamina C, de Zinc, y de algunas otras cosas.
No hay una sola de nosotras en esta sala que no necesite más Escritura de la que estamos recibiendo actualmente, si queremos amarla más y deleitarnos en ella. En este evento cantamos este himno:
«Viva luz es Tu verdad en mi oscuridad.
Me guarda en la tentación, sabiduría me da.
Manjar a los hambrientos, a esclavos libertad,
Riquezas al alma pobre es». (para la mia y la tuya)
(«Muestra a Cristo» de Bob Kauflin & Doug Plank)
Quiero proponerte un reto de treinta días. Y creo que si aceptas este reto de treinta días, perderás la cuenta de los días y no querrás parar después de treinta días. Quiero retarte a leer la Palabra y a dar un paso. Pídele a Dios que te muestre cuál debe ser ese paso para crecer en tu amor por la Palabra de Dios y tu deleite en ella. Eso es todo.
Ahora sé que muchos de nosotros ya estamos diariamente en la Palabra de Dios. Pero quiero decirles esto: a lo largo de los años, cuando he hablado de la importancia de estar en la Palabra de Dios y de que la Palabra de Dios entre en nosotros, le he preguntado a muchos grupos, a esposas de pastores, a maestros de estudios bíblicos: ¿Cuántos de ustedes dirían que en esta temporada de su vida no tienen un tiempo diario consistente para leer la Palabra de Dios? E invariablemente, la gran mayoría de las manos se levantan.
Así que no quiero suponer que eso sea un hábito para todos, o incluso para la mayoría de nosotros. Tal vez lo sea o tal vez no. Pero durante los próximos treinta días, ¿podrías decir: «Señor, quiero recibir megadosis de Tu Palabra»?
Y con esto no quiero decir necesariamente que tengas que leer toda la Biblia en treinta días. Tal vez para ti sea simplemente leer el Salmo 119 y quedarte ahí, vivir ahí durante los próximos treinta días. O quizás escoger un pasaje más corto, o tal vez escribir en un diario, detenerte o leer más o más habitualmente. Sea lo que sea, el Espíritu Santo te mostrará cómo crecer en estos próximos treinta días. Y luego, en oración, por el resto de nuestras vidas, podremos amar y deleitarnos en la Palabra de Dios.
¿Oramos?
Quiero concluir repitiendo la oración de Jeremías capítulo 15, versículo 16, que dice: «Cuando se presentaban Tus palabras, yo las comía; Tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón».
Oh Padre, que encontremos Tus palabras, que las comamos, y que ellas se conviertan para nosotros, en nosotros, y luego a través de nosotros y para los demás, en una gran alegría y un deleite. Te lo pedimos por Tu gloria y por Tu gran nombre. Amén.
Débora: Qué poderoso recordatorio de la belleza, dulzura y hermosura de la Palabra de Dios. Esa fue Nancy DeMoss Wolgemuth hablando hace unos años en el Instituto Bíblico Moody.
Nancy mencionó que ella utilizó una Biblia como diario. Y si has considerado esta opción para tu tiempo devocional, tenemos un par de opciones disponibles para ti. Ve a la tienda de nuestro sitio web y busca La Biblia Devocional Mujer Verdadera. Esta Biblia está diseñada para guiarte en un plan de lectura para que puedas leer toda la Biblia en un año y cuenta con espacio a los costados para tomar notas o como Nancy lo hizo, usarlos de diario. Encuentra más información de la Biblia Devocional Mujer Verdadera en AvivaNuestrosCorazones.com.
Antes de terminar el episodio de hoy, quiero mencionarte que este mes de noviembre nuestro recurso destacado por una donación se titula «Una bondad diferente». Este recurso digital basado en Tito 2:5 nos recuerda que el propósito de la bondad es «que la palabra de Dios no sea blasfemada». Amadas, si no vivimos una vida de bondad activa, ¡la gente se burlará de la Palabra de Dios!
Visita nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com para obtener información de este recurso y obtenlo este mes de noviembre por una donación.
El próximo lunes continuaremos en la semana 10 de nuestro estudio «En busca de Dios». Estaremos estudiando sobre la importancia de la pureza sexual, así que no te pierdas la continuación de esta serie en Aviva Nuestros Corazones.
Ayudándote a descubrir y abrazar las verdades de la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas a menos que se indique lo contrario.
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