Día 341 | Gálatas 4 – 6
«No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos». -Gálatas 6:9
En los capítulos del día de hoy, leímos que Pablo tocó temas importantes sobre nuestra relación con Dios. Aquí vemos el término de «Abba» y tocará el tema de la libertad que tienen los creyentes.
Capítulo 4
Pablo nos recuerda quiénes éramos y dónde estábamos antes de que Cristo viniera, y nos habla de la «plenitud del tiempo», es decir, el tiempo que Dios tenía dispuesto y establecido para que Cristo viniera. Dios no llega ni antes ni después, sino en el tiempo preciso. Antes de Cristo nosotras estábamos atadas a todo el sistema del mundo y dábamos como bueno y válido todas esas cosas que hacíamos y hasta las justificamos, pero, (esos «pero» de Dios me encantan), Cristo vino a comprar la libertad que tú …
«No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos». -Gálatas 6:9
En los capítulos del día de hoy, leímos que Pablo tocó temas importantes sobre nuestra relación con Dios. Aquí vemos el término de «Abba» y tocará el tema de la libertad que tienen los creyentes.
Capítulo 4
Pablo nos recuerda quiénes éramos y dónde estábamos antes de que Cristo viniera, y nos habla de la «plenitud del tiempo», es decir, el tiempo que Dios tenía dispuesto y establecido para que Cristo viniera. Dios no llega ni antes ni después, sino en el tiempo preciso. Antes de Cristo nosotras estábamos atadas a todo el sistema del mundo y dábamos como bueno y válido todas esas cosas que hacíamos y hasta las justificamos, pero, (esos «pero» de Dios me encantan), Cristo vino a comprar la libertad que tú y yo necesitábamos, para aquellas de nosotras que éramos esclavas bajo la ley; y nos dio ese hermoso regalo de la salvación.
Ahora somos adoptadas como sus propias hijas… ¿¡No te parece asombroso que ahora podemos llamarlo «Abba», ya que no eres enemiga sino hija!? Si eso no hace saltar tu corazón en agradecimiento, no sé qué podría hacerlo. Siempre debemos tener en cuenta que no es que «conocemos a Dios, sino que somos conocidas por Él». Pablo anima a los gálatas a permanecer firmes en la fe y en la forma en que empezaron la carrera, a mantener sus ojos en donde deben de estar. Ese llamado es igual para ti y para mí. Entender estas verdades es lo que nos va a ayudar a no desviarnos.
Capítulo 5
Pablo inicia hablando de la libertad que tenemos en Cristo, pero ojo, esto no es libertad para hacer lo que yo quiero. Pablo nos viene hablando de la esclavitud, del pecado en el cual vivíamos, entonces es a esa libertad que Pablo apunta. Uno de los versículos que más me llamó la atención de este capítulo fue el 13, ya que habla de los deseos de la carne, y conecta esa libertad con el amor, con usar la libertad para servir a los demás y no a mis propios deseos. Pablo no solo se refiere a lo sexual en este sentido, sino que nos enfoca al servicio. Muchas veces usamos esa libertad de manera equivocada, y en nombre de la libertad nos insultamos, nos maltratamos, creamos chismes, conflictos, nos destruimos los unos a los otros, dañamos el testimonio de los demás y terminamos pareciéndonos a los fariseos más que a Cristo.
Pablo nos relata la lucha que hay entre los deseos de la carne y los del Espíritu, pero hace una aclaración importante. Los frutos que produzcas demostrarán realmente lo que controla tu vida, si la carne o el Espíritu. Si el Espíritu nos guía, entonces no estamos bajo la ley, entonces nuestras vidas no deberían ser una lista de cosas que cotejamos, sino que las cosas que agradan a Dios van a fluir de manera natural y no algo que hago con el fin de «ganar el favor de Dios».
Apunta en el versículo 22 a lo que debe ser ese fruto del Espíritu que debe ser exhibido por el creyente; aunque es una lista, se trata de un solo fruto. Esto es algo que debemos orar y pedirle al Señor que nos dé todos los días; esas cosas no son cosas que salen de manera natural o que yo puedo hacer en mis propias fuerzas. Necesito del Espíritu operando en mí; yo necesito alimentar las cosas del Espíritu y no de la carne para poder dar el fruto que Dios espera. Cuando sucumbimos ante el pecado, es allí donde perdemos esa libertad que recibimos de Cristo. La libertad en Cristo no descarta las reglas morales, las obras de la carne son evidentes y se deben evitar. Este fruto del Espíritu, como lo sugiere su analogía, debe ser cultivado. Tú y yo estamos llamadas a cultivarlo, a velar por esos frutos mientras nos amamos unos a otros.
Capítulo 6
Hacia el final de esta carta vemos a Pablo animándonos a que nos guardemos del orgullo espiritual; no creernos más importantes que los demás y a ver con misericordia a aquellos que han pecado o han caído. Debemos mantener nuestros ojos y mentes alertas de nuestra naturaleza caída, tomar en consideración al hermano débil, a restaurarlo «en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». No creernos más que él, ayudarlo en lugar de acusarlo, lidiar con el pecado de manera bíblica sin destruir al hermano que ha pecado. Nosotras también podríamos estar en su lugar el día de mañana. Les habla a aquellos que enseñan y les hace una advertencia seria: Dios no puede ser burlado. Todo lo que siembres, cosecharás; el que siembra para la carne, cosechará para la carne.
Al final del capítulo hace una referencia interesante: dice que escribió con letras grandes, quizá el equivalente hoy día sería cuando escribimos en mayúsculas para hacer notar algo importante…
«Los que desean agradar en la carne tratan de obligarlos a que se circunciden, simplemente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo».
En lo único que debemos gloriarnos es en la cruz de Cristo, cuidado de poner o agregar a las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo. Que nuestras vidas sean un reflejo de lo que Cristo nos pide que reflejemos.
¿Qué aprendiste de esta carta?
¿Cómo ves reflejado el carácter de Cristo?
¿Qué áreas el Espíritu Santo te mostró para cambiar hoy?
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