Hace muchos pero muuuuuchos años, mi padre tenía una relación perfecta con Dios y la naturaleza. Era el primero en su especie, único, creado a imagen y semejanza del Creador. Él y su mujer pecaron, desobedecieron al Altísimo y el mal entró en la tierra y en nuestros corazones de generación a generación hasta llegar al día de hoy. Aunque jamás lo conocí sé lo difícil que es a veces huir de la tentación...
Como hija de Adán, es fácil para mi creer mentiras, en especial cuando se trata de mi identidad. ¿Ves que fácil se me hace decir que soy hija de Adán cuando en realidad mi nuevo apellido es CRISTO? Fui adoptada por el Padre, el Creador a través de Él, quien redimió la humanidad muriendo en una cruz y pagando por nuestros pecados.
Si cada segundo de tu vida no está permeado por el Evangelio lo estará por otra cosa, no lo necesito solo cada día sino cada instante. En especial hoy cuando se me empieza olvidar que ya no soy quien mi engañoso corazón me hace creer. Soy una hija de Dios, comprada por sangre a quien ahora se le atribuye la justicia de Cristo, y debo vivir como digna de tal llamado, honrándolo cada día de mi vida.
Quizás también estás en medio de confusión y albergas temores, tristezas y pecados que no corresponden con quien eres ahora, quizás te lo has creído tan fuertemente que crees que no puedes salir de esos círculos de lodo que te rodean. Mira la cruz, abraza el precioso Evangelio nuevamente hoy, y deja que te defina. Niégate a vivir como ciudadana de este mundo, renueva tu pasaporte celestial y vuelve al Padre, ora y deja que Su Palabra te susurre quién eres y cómo debes andar, solo sabiendo quién es Él podrás vivir a plenitud quien eres tú.
¿Qué mentiras has creído sobre tu identidad últimamente? ¿Cómo la vida, muerte y resurrección de Jesús afecta eso? ¡Déjanos tu comentario debajo!
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