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Obediencia que trae libertad (Elisabeth Elliot)
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Annamarie Sauter: Con nosotras Elisabeth Elliot.
Elisabeth Elliot: Somos propensas a concentrarnos en el lado emocional de las cosas en lugar de en la voluntad. Dios nos ha dado a todas voluntad y emoción. ¿Cuál de ellas gobierna tu vida?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con nosotras para introducir una enseñanza de una mujer que ya se encuentra en la presencia del Señor, pero cuyo legado ha impactado las vidas de incontables mujeres.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Elisabeth Elliot fue una mujer que supo lo que significa perdonar. En 1956, después de estar casada solamente por veintisiete meses, su esposo, Jim Elliot, fue martirizado por los indios Auca junto con otros cuatro misioneros, y todos fallecieron. Meses después, Elisabeth regresó a esa tribu con su bebita y continuó compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo con aquellas …
Annamarie Sauter: Con nosotras Elisabeth Elliot.
Elisabeth Elliot: Somos propensas a concentrarnos en el lado emocional de las cosas en lugar de en la voluntad. Dios nos ha dado a todas voluntad y emoción. ¿Cuál de ellas gobierna tu vida?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con nosotras para introducir una enseñanza de una mujer que ya se encuentra en la presencia del Señor, pero cuyo legado ha impactado las vidas de incontables mujeres.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Elisabeth Elliot fue una mujer que supo lo que significa perdonar. En 1956, después de estar casada solamente por veintisiete meses, su esposo, Jim Elliot, fue martirizado por los indios Auca junto con otros cuatro misioneros, y todos fallecieron. Meses después, Elisabeth regresó a esa tribu con su bebita y continuó compartiendo las buenas nuevas de Jesucristo con aquellas mismas personas que fueron responsables de la muerte de su esposo.
Solamente un entendimiento y un compromiso especial con el principio del perdón de Dios, pudo haber hecho posible que ella hiciera algo como esto. Lo que vamos a escuchar hoy de Elisabeth Elliot no es solo conocimiento intelectual, fue un mensaje de vida para ella. Unámonos a Elisabeth Elliot mientras ella habla a un grupo de mujeres sobre el tema del perdón.
Elisabeth: El Barón Von Hügel escribió: «La ley del sufrimiento y del sacrificio es el único camino al gozo. Perdonar a alguien es un acto de sacrificio. Es renunciar a tus derechos».
Una mañana me llamó una amiga y me dijo: «Elisabeth, necesito tu ayuda». Me contó una historia larga de una pareja de la que ella y su esposo habían sido muy buenos amigos por años. Pero luego cometieron el terrible error de ir de vacaciones juntos. Ya había escuchado que habían pasado algunas cosas desastrosas cuando hicieron eso.
No sé qué era, no recuerdo lo que me dijo. Pero todo se vino abajo durante esas vacaciones, y desde ese tiempo, ella no había hablado con esta otra mujer hasta apenas ayer. Ella me dijo, «Elisabeth, ella me llamó. ¿Puedes creerlo? Me llamó para preguntarme si podía ser la madrina de su nuevo bebé». Esta mujer me dijo, «¿crees que debo aceptar después de lo que ella me hizo?»
«Bueno», le dije, «ciertamente, no te voy a decir que tienes que ser la madrina de su bebé. Eso no es asunto mío. Pero sí sé lo qué tienes que hacer».
Y ella me preguntó, «¿qué debo hacer?»
Le dije, «¿para comenzar, tienes que perdonarla, no crees?»
«¿Perdonarla después de lo que me hizo? ¿Escuchaste lo que te dije de ella? Fue horrible. Todo se derrumbó. ¡Y luego tiene el descaro de venir y preguntarme si quiero ser la madrina de su bebé!»
Entonces le dije, «a ver, espera un momento, ¿qué dice Jesús del perdón?» Solo hubo un silencio.
«Pues, no sé».
Le repetí las palabras que ella conocía perfectamente bien, «perdona nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mat. 6:12).
Ella contestó, «¿realmente es eso lo que dice?»
Le dije: «Sí, y además, cuando Jesús terminó esa oración, se volvió hacia Sus discípulos y dijo, «si no perdonas a tu hermano de corazón, tampoco mi Padre en el cielo te perdonará».
Hubo un silencio del otro lado… «¿Eso es lo que dice?»
Y le dije: «Sí».
Ahora, eso suena simple, pero no es fácil. Nunca confundas lo simple con lo fácil. Hay muchas cosas que son muy difíciles de hacer, pero son perfectamente simples porque Dios te está diciendo: «Esto es lo que quiero que hagas».
Esa es una lección que ustedes madres tienen que enseñarles a sus niños pequeños. Es muy simple decirle a un niño que se vaya a su dormitorio hasta que pueda salir de allí con una cara feliz. Eso es lo que mi mamá decía. «No me gusta esa cara que estás poniendo, y no queremos estar viéndola. Vete a tu dormitorio hasta que encuentres una cara feliz». Y bueno, esta niña sabía perfectamente que tenía que irse a su dormitorio, pero le tomaba mucho tiempo encontrar esa cara feliz.
¿Por qué no cargas con el agravio?
Amy Carmichael tiene una historia maravillosa, una bella historia de un cierto hombre hindú en un pueblo completamente hindú, y él se hizo cristiano. Y claro, se regó la noticia. Fue odiado por la gente debido a su testimonio.
Así que uno de los hombres del lugar, decidió que probaría la realidad de este asunto del cristianismo. Él pidió usar el buey y la carreta del hombre cristiano. Y el cristiano le dijo: «Toma mi buey y mi carreta y toma el forraje para el buey también». El hindú estaba asombrado, conmovido, y avergonzado. Estaba demasiado avergonzado como para ir y hacer lo que el cristiano le había dicho que hiciera. No pasó mucho tiempo hasta que él se convirtiera en cristiano por esa asombrosa respuesta.
Jesús nos dice en Mateo 5, que hagamos algunas cosas escandalosas, ¿verdad? Si alguien toma tu túnica dale tu capa. Si alguien quiere que vayas con él una milla, ve dos millas. ¿Entonces por qué no dejas que te traten injustamente? Mateo 16, nos dice que nos neguemos a nosotros mismos.
Efesios 4:32 es otro texto que quiero que veamos. Comenzando con el versículo 31: «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia». Me gusta la franqueza que la Nueva Versión Internacional usa aquí. «Abandona toda amargura». Puedo oír a algunas de ustedes decir, «bueno, en realidad he luchado con eso por mucho tiempo». ¿Amigas, ustedes saben lo que esa «lucha» quiere decir en un caso como ese? ¿Qué quiere decir?
Margaret Ashmore sabe exactamente lo que quiere decir eso. Ella me lo ha escuchado decir más de una vez. La mayoría de las veces esa lucha no es más que obediencia retardada. Ahora, sé que hay excepciones. Hay otras maneras en las que luchamos. El apóstol Pablo luchó por las iglesias por las que él era responsable. Si examinamos nuestras conciencias deliberadamente, con claridad, y en la presencia de Dios, pienso que vamos a descubrir que mucho de lo que llamamos «lucha» es obediencia retardada.
«Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, (¿cómo?) así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo». ¿Cómo fue esto? Él tuvo que morir, ¿verdad? Él tuvo que ir a la cruz y morir. Y si no hubiera sido por todo eso, ¿dónde estaríamos?
Hay un himno que dice:
En el Monte Calvario había una cruz, emblema de afrenta y dolor.
Oh yo amo esa cruz, do murió mi Jesús por salvar al más vil pecador.
Oh yo siempre amaré esa cruz, y en sus triunfos mi gloria será,
Y algún día en vez de una cruz, mi corona Jesús me dará.
«Sed, pues, imitadores de Dios…» Dice en Efesios capítulo 5, versículo 1, «… como hijos amados; y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda, y sacrificio a Dios, como fragante aroma» (vv. 1-2).
Estaba viendo la televisión una noche mientras preparaba la cena. Tenemos una televisión pequeña en la cocina, y ese es el único tiempo que tengo para ver algún programa. Hace varios años, estaba viendo uno de esos programas dirigido por un hombre particularmente sarcástico. Al encender la televisión y ver la pantalla, vi la cara muy seria de un joven que justo en ese momento estaba diciendo «los perdono».
Volví a ver qué canal estaba viendo. No podía creer que escucharía algo así en ese tipo de programa. Alguien en la audiencia se puso de pie rápidamente y dijo, «eso está mal. Después de lo que te hicieron, ¿por qué los perdonarías? Lo que tú estás haciendo es tolerar su maldad. No puedo entender por qué quieres aprobar su maldad».
Y el joven dijo, «no dije que lo apruebo, dije que los perdono». Y mientras continuaba el programa, me di cuenta que estaba viendo al joven que fue golpeado casi hasta la muerte en los amotinamientos de Los Ángeles hace muchos años. Era un chofer de camión. Fue sacado de su camión y golpeado casi hasta la muerte. Y aquí estaba, mirando directo a la audiencia y diciendo, «yo los perdono».
Bueno, esta mujer se levantó rápidamente otra vez y dijo, «no me importa lo que tú dices. Eso es atroz. Cualquiera que perdone a alguien por algo como eso, tiene que estar mal de la cabeza».
Tras lo cual una hermosa mujer se levantó. Estaba muy segura de sí misma, y con una voz bajita dijo, «solo quiero que sepan que yo soy la madre de ese hombre que golpeó a este hombre. Lo que mi hijo le hizo fue horrible. Fue una gran maldad. Pero en la corte, en el momento en que el veredicto fue pronunciado, este joven y yo nos abrazamos. Yo entiendo esto porque somos cristianos. De eso se trata el perdón».
¿Por qué no soportar el agravio? ¿Por qué no aceptar que se nos trate injustamente? Bueno, eso es lo que la Biblia dice.
Muchas de ustedes han escuchado la historia que Corrie Ten Boom relató acerca de cómo ella en una ocasión se encontraba hablando a un grupo en Alemania, mucho tiempo después de la guerra. En la parte trasera del salón ella vio al guardia alemán responsable de matar de hambre a su hermana.
Ella dijo, «al final de la reunión, para mi asombro, vi a este hombre acercarse por el pasillo con su mano extendida. Envié un S.O.S al Señor. Le dije, «Señor, yo no puedo saludar a este hombre». Pero cuando llegó hasta mí, mi mano se extendió. En ese segundo, Dios me dio gracia para decir, te perdono».
Y por supuesto, ella descubrió que él era un hermano en Cristo. Él venía a pedirle perdón.
¿Cuánto tiempo toma eso? Dirás, «bueno, no diré esas palabras hasta que en realidad lo sienta», lo cual muy a menudo simplemente quiere decir, «hasta que me sienta bien». Ahora, recordemos algo –y esto es algo sumamente importante de recordar. Somos propensas a concentrarnos en el lado emocional de las cosas en lugar de en la voluntad. Dios nos ha dado a todas voluntad y emoción. ¿Cuál gobierna tu vida?
Tú sabes que tengo muchos años, los suficientes como para no haber escuchado nada del síndrome premenstrual cuando tenía esa edad. No había tal cosa como el síndrome premenstrual, así que no teníamos excusa para ser antipáticas. Claro, no sé todo lo que eso involucra. Solo he escuchado hablar de ello. Lo escucho todo el tiempo. La gente habla de «bueno, hay ciertos días del mes en que mi familia simplemente no me puede hablar. No quiero hablar con ellos».
Luego hay personas que dicen, «no puedo hablar con nadie hasta que tome mi café». ¿Tienes derecho a ser maleducada y antipática solo porque son las seis de la mañana y no has tomado tu café todavía?
Es decir, todo esto tiene algo que ver con lo que significa tener un espíritu afable y apacible, lucir como Cristo, exhibir la vida de Cristo en nuestros hogares, no solo en nuestra iglesia, no solo en nuestro vecindario, sino principalmente en nuestros hogares. Si tus hijos no lo ven ahí, si tu esposo no lo ve ahí, estamos en problemas.
En Colosenses 3:13 se nos dice, «… soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro». Y si esa parte no es lo suficientemente difícil, ¿Qué de la última parte? «…como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».
Esto significa que tienes que rendir tu deseo por vindicación, «¡pero ella estaba mal! ¿Por qué tengo que perdonarla?» (Dijo mi amiga). «Te he dado las razones de la Escritura».
Debo renunciar a mi deseo de venganza. Me gustaría ser reivindicada. «Me gustaría que se supiera que yo estaba en lo cierto». Pero Dios no me da ese privilegio. Yo debo renunciar a mi deseo de venganza. Debo renunciar a mi derecho a una disculpa. Eso es difícil. Podrás tener derecho a una disculpa porque la persona verdaderamente te hizo mal, pero, ¿qué tal si tan solo te deshaces de la carga?
Deja de preguntarte a ti misma, «¿cuándo se va a dar cuenta esa mujer de lo que me hizo?» Lo más probable es que nunca se dé cuenta, y no le interese darse cuenta, y quizás hasta lo haya olvidado. Así que, ¿por qué arrastrar toda esa carga terrible de espíritu de venganza y amargura toda la vida?
Estoy segura de que todas conocemos a alguien que es como un tigre en una esquina. Teníamos una persona así en nuestra iglesia. Ella era una mujer que arremetía como un tigre contra cualquiera que se le acercara. Todos le teníamos terror. Nadie quería acercarse a esa pobre mujer. Es decir, estaba muy enojada y nadie parecía saber por qué.
Recuerdo una vez que yo estaba sentada detrás de ella en la iglesia y ella se acababa de quitar su abrigo. Dejó caer su abrigo sobre la banca enfrente de ella, y su abrigo cayó al piso. Se enojó tanto, que agarró su abrigo y lo tiró contra la banca como si fuera culpa del abrigo. Así de enojada estaba. Pero no había duda de que estaba llena de una amargura que no había podido resolver.
Renuncia a tu deseo de venganza. Renuncia a tu derecho a una disculpa. Renuncia al placer que podrías obtener de la humillación de esa persona. Y seamos honestas con nosotras mismas. Sería muy placentero si la persona que nos hizo mal fuera humillada por eso. Rinde tu voluntad. En otras palabras, «poniendo todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo» (2 Cor. 10:5). Cada pensamiento debe ser llevado a la obediencia.
Romano Guardini dijo: «El perdón es renunciar al derecho de administrar justicia por uno mismo». Escribe eso en tu libro. ¿Lo harías? Renuncia al derecho de administrar justicia por ti misma. Renuncia al deseo de que la persona que te ha hecho daño sea castigada. Eso es muy reconfortante, ¿verdad? Ver que la persona que te ha hecho mal recibe algún castigo.
Pero «el perdón es renunciar al territorio cuestionable de los deseos». Dolor por dolor lleva al país abierto de la libertad. El perdón restablece el orden al absolver al delincuente, colocándolo bajo un nuevo y más alto orden de justicia. Aquel que insiste en los derechos (y esta es la parte más importante), aquel que insiste en los derechos se pone a sí mismo fuera de la comunidad de los hombres. Él prefiere ser el juez de los hombres en lugar de ser uno de ellos. Solamente el perdón nos libera de la injusticia de otros». Solamente el perdón nos libera de la injusticia de otros.
Y ahora rápidamente permíteme darte solo cuatro puntos que te enseñarán cómo perdonar.
Número uno: Recibe gracia. No vas a poder perdonar a menos que recibas gracia. Lee Mateo 18:21-35. Me encanta lo que dice Corrie Ten Boom: «Cuando Dios arroja nuestros pecados a las profundidades del mar, Él pone un letrero allí que dice, “prohibida la pesca”».
Número dos: Reconoce el mal. Sé directa y honesta con Dios. Reconoce el hecho de que esta persona te ha hecho mal. Ese es un paso importante. Si no reconoces el mal, no tienes nada que perdonar.
Número tres: Renuncia a todos tus derechos. Jesús dijo, «pierde tu vida por Mi nombre». El perdón es la rendición incondicional de tí misma. Todo esto cae bajo el número 3. Renuncia a todos tus derechos.
Número cuatro: ¿Qué hacer con y por la persona que te ha hecho mal? ¿Qué debo hacer? Bien. Te daré 4 opciones bajo este número cuatro, a, b, c, y d.
- Si la persona pide perdón, perdónala. No tienes que escribir eso. Es muy simple. Si ella pide perdón, claro que dices «sí». «Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
- Si la persona no lo hace, perdónala tú en una transacción privada delante de Dios. Si no te pide perdón, perdónala entre tú y Dios.
- Ora por la persona. Cualquier oposición sucumbirá ante la oración.
- Y probablemente esta es la más difícil de todas. Pide gracia para tratarla como si no hubiera pasado nada. Pide gracia para tratar a esa persona como si no hubiera sucedido nada entre ustedes.
Cuando experimenté una situación muy, muy dolorosa con un miembro de mi familia, Dios me recordó que lo que necesitaba hacer era interceder por él delante de Cristo en lugar de ponerme como una adversaria contra él. Pide gracia para tratarla como si no hubiera pasado nada. Y perdona, como también Dios por causa de Cristo te ha perdonado a ti. Qué alivio, qué paz.
Tantas veces nos quejamos, de ansiedad y de dolor. Todo porque no llevamos, todo a Dios en oración (y aquí podemos incluir el caso de tener que perdonar a alguien).
Confío en que hay algunas hoy que serán aliviadas de esa carga abrumadora. Ve al pie de la cruz. Es asombroso cómo las cosas se ven más simples y más calmadas cuando vamos al pie de la cruz.
Nancy: Hemos estado escuchando a Elisabeth Elliot con un mensaje muy directo y penetrante acerca del perdón. Después de años de ministrar a mujeres, puedo decir que uno de los problemas comunes más mortíferos y destructivos que enfrentamos como mujeres, es todo este asunto de la amargura y nuestro rechazo a soltarla, y estar dispuestas a ser tratadas injustamente si es necesario, y extender perdón a otros como Cristo nos ha perdonado.
Elisabeth nos ha desafiado diciendo, «a veces cuando decimos, estoy luchando, lo que realmente estamos diciendo es, no obedeceré a Dios». Para la mayoría de nosotras, el problema no es que no podemos perdonar si no que decidimos no perdonar. Ahora, no estoy diciendo que la decisión de perdonar es fácil. Pero es una decisión que tenemos que estar dispuestas a tomar si vamos a caminar en libertad.
Así que, ¿a quien necesitas perdonar? ¿Quién pecó contra ti? ¿Quién te ha herido profundamente? Quizás alguien en tu pasado, un padre, un hermano, una vieja amiga, un excompañero, y todavía estás cargando esa herida profunda. Puedo decir que no hay forma de que camines en la libertad, la plenitud y la abundancia que Cristo quiere para ti, hasta que estés dispuesta a decir, «Padre, yo perdono. Decido perdonar, borrar el récord de agravios. Lo dejo ir».
Annamarie: Amén. No dejes pasar este día sin pedirle a Dios sabiduría para tu situación particular, y dispón tu corazón a perdonar. Y mañana, asegúrate de acompañarnos para escuchar acerca de la importancia que tienen nuestros hogares en la sociedad.
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