Masculinidad & feminidad bíblica: Declaración de Danvers

“En diciembre del 1987, el recién formado Consejo de Masculinidad y Feminidad Bíblica se reunió en Danvers, Massachusetts para componer esta declaración.  Antes de listar las afirmaciones comprendidas dentro de esta, hemos incluido una sección detallando los acontecimientos recientes que  han servido como fundamento para dichas afirmaciones.  Ofrecemos este manifiesto al mundo evangélico confiando que dará lugar a discusiones sanas, y con la esperanza de que ganará una vasta aprobación.” 

Fundamento

Hemos sido movidos hacia este propósito por algunos acontecimientos contemporáneos que  hemos observado y que han sido motivo de  preocupación:

  • La gran incertidumbre y confusión que ha llegado a manifestarse en nuestra cultura sobre las diferencias complementarias que existen entre la masculinidad y feminidad;
  • Los efectos trágicos de esta confusión están penetrando el matrimonio como tal; ese tapiz que ha sido tejido por Dios con los preciosos y diversos hilos de la masculinidad y la feminidad;
  • La promoción creciente que se le ha dado al igualitarianismo feminista con las distorsiones que comúnmente le acompañan, o  el abandono y desatención que se le ha dado a  la alegre armonía que debe existir entre  el liderazgo amoroso y humilde de un esposo redimido y el soporte inteligente y dispuesto de este liderazgo por parte de una esposa redimida,  tal como lo ilustran las Escrituras;
  • La vasta ambivalencia que existe con respecto a valores tales como la maternidad, la profesión de ama de casa, y los muchos otros ministerios que han sido históricamente desempeñados por mujeres;
  • Los incrementos en los reclamos sobre la legitimidad de las relaciones sexuales que bíblica e históricamente han sido consideradas ilícitas o perversas, y el aumento en la representación pornográfica de la sexualidad humana;
  • El recrudecimiento del abuso físico y emocional dentro de las familias;
    • La aparición de roles dentro del liderazgo de la iglesia, tanto para mujeres como para hombres,  que no se conforman a las enseñanzas bíblicas, sino que resultan en la deformación del testimonio y fidelidad bíblica;
    • El incremento, preponderancia y aceptación de errores o rarezas  hermenéuticas elaboradas con la intención de re-interpretar significados de textos  que están obviamente claros en la Biblia;
    • La consiguiente amenaza a la autoridad bíblica cuando la claridad de las Escrituras es puesta en riesgo y  cuando la accesibilidad de su significado para las personas comunes y corrientes  retrocede al ámbito restringido del ingenio técnico;
    • Y detrás de todo esto, la aparente conformación de algunos miembros de la iglesia de Cristo al espíritu de estos tiempos, a expensas de la atractiva autenticidad bíblica, que puede reformar en lugar de reflejar nuestra cultura enferma, por medio del poder del Espíritu  Santo.  

Afirmaciones

Basado en nuestro entendimiento de las enseñanzas bíblicas, afirmamos lo siguiente:

Tanto Adán como Eva credos fueron creados a imagen de Dios, igual delante de Dios como personas y distintos en su masculinidad y feminidad. (Gen 1:26-27, 2:18).

  • Las distinciones en los roles masculinos y femeninos son ordenados por Dios como parte del orden de la creación, y esta verdad debe resonar en todo  corazón humano.  (Gen 2:18, 21-24; 1 Co. 11:7-9; 1 Tim 2:12-14).
  • El liderazgo de Adán dentro del matrimonio fue establecido por Dios desde antes de la caída y no fue resultado del pecado.  (Gen 2:16-18, 21-24; 3:1-13; 1 Co. 11:7-9).
  • La caída introdujo distorsiones dentro de las relaciones entre la mujer y el hombre.  (Gen 3:1-7, 12, 16).

 A.  Dentro del hogar, el liderazgo amoroso y humilde del hombre tiende a ser reemplazado por dominio o pasividad; la sumisión voluntaria e inteligente de la mujer tiende a ser reemplazada por el deseo de usurpar la posición o el servilismo. 

B. En la iglesia, el pecado tiende a inclinar a los hombres hacia un  amor mundano por el poder o una abdicación de sus responsabilidades espirituales, e inclina a la mujer a resistirse a las limitaciones de sus roles o a abandonar el uso de sus dones en los ministerios apropiados.

  • El Antiguo Testamento, así como el Nuevo Testamento, manifiestan el alto valor, igualdad y dignidad que Dios le concedió a los roles masculinos y femeninos.  (Gen 1:26-27, 2:18; Gal 3:28). Ambos testamentos también afirman los principios de liderazgo masculino, tanto en la familia como en la comunidad de la iglesia.   (Gen 2:18; Ef 5:21-33; Col 3:18-19; 1 Tim 2:11-15). 

La redención en Cristo apunta hacia la remoción de las distorsiones causadas por la maldición.

  • Dentro de las familias, los esposos deben renunciar al liderazgo áspero, fuerte y egoísta y deben crecer en amor y cuidado hacia sus esposas; las esposas deben renunciar a resistirse a la autoridad de sus esposos y crecer en la sumisión voluntaria y gozosa a esa autoridad.  (Ef 5:21-33; Col 3:18-19; Tito 2:3-5; 1 Pe 3:1-7)
  • En la iglesia, la redención en Cristo le da tanto a los hombres como a las mujeres igual participación en las bendiciones de la salvación; no obstante, algunos de los roles en el gobierno y la enseñanza dentro de la iglesia están restringidos a los hombres.  (Gal 3:28; 1 Co. 11:2-16; 1 Tim 2:11-15). 
  • En todos los ámbitos de la vida Cristo es la autoridad suprema y la guía de todos los hombres y mujeres, de forma tal que ninguna sumisión terrenal, ya sea doméstica, religiosa o civil en alguna ocasión intente convertirse en autoridad que los lleve a pecar. (Dan 3:10-18; He. 4:19-20; 5:27-29; 1 Pe. 3:1-2).

Tanto en hombres como mujeres, el llamado sentimental del corazón hacia algún ministerio nunca deberá imperar sobre los criterios bíblicos.   (1 Tim 2:11-15; 3:1-13; Tito 1:5-9). Contrariamente a ello, la enseñanza bíblica debe permanecer siendo la autoridad para someter a prueba nuestro discernimiento subjetivo de la voluntad de Dios.

Con la mitad de la población mundial fuera del alcance del evangelismo autóctono; con otras numerosas personas perdidas en aquellas sociedades que han escuchado el Evangelio; con las presiones y las miserias de la enfermedad, desnutrición, analfabetismo, ignorancia, desamparo, adicciones, crímenes, encarcelamientos, neurosis, y soledad, ningún hombre o mujer  que sienta pasión por Dios  y de dar a conocer Su gracia en hechos y palabras deberá vivir sin llevar a cabo un ministerio para la gloria de Dios y el bien de este mundo caído.  (1 Co. 12:7-21).

Estamos convencidos de que la negación o el abandono de estos principios llevarán a un incremento de las consecuencias destructivas en nuestras familias, nuestras iglesias y  la cultura en general.