«Pero los israelitas clamaron al Señor, y el Señor les levantó un libertador, a Aod, hijo de Gera, el benjamita, el cual era zurdo. Y los israelitas enviaron tributo con él a Eglón, rey de Moab». -Jueces 3:15
¿Estás a punto de rendirte con una oración que has estado presentando a Dios durante mucho tiempo? Tal vez ¿por la esperanza de casarte algún día? Quizás por el regreso de un pródigo… o por la salvación de tus padres. Puede que incluso seas la única en tu iglesia orando por un avivamiento, y parece que nadie más está dispuesta a compartir contigo esa oración. ¿Estás a punto de darte por vencida? Déjame detenerte e invitarte a orar. Una vez más.
¿Te has dado cuenta de cuántas veces la Biblia relata que la nación de Israel clamó al Señor «una y otra vez»? En la Nueva Traducción Viviente, Jueces 3:15 incluso comienza con: «Volvieron a clamar». Una de las razones por las que tuvieron que clamar una y otra vez es simplemente porque (como nosotras) eran propensos a desviarse. ¡Hablando de pródigos! Esas personas rebeldes que se metieron en más líos de los que tú y yo podríamos imaginar. (Si estás clamando a Dios para que te saque a ti, o a alguien que amas, de un problema provocado por el pecado o por decisiones poco sabias, Jueces 3 es una buena lectura).
Notarás que Dios responde al clamor de Su pueblo, incluso cuando han actuado mal (¡a veces necesitamos ese recordatorio!). Jueces 3 revela otra razón por la cual Dios permite que clamemos una y otra vez. El capítulo comienza con una larga lista de todos los enemigos de los israelitas (suficientes motivos para clamar), y el versículo 2 nos informa que Él hizo esto para enseñar sobre la guerra a los descendientes de los israelitas que no tenían experiencia previa en batalla. ¡Wow! Dios estaba entrenando a Su ejército.
Desde hace mucho tiempo me ha encantado el Salmo 144:1 como un recordatorio de que Dios nos entrena para la batalla. El rey David escribió: «Bendito sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, y mis dedos para la batalla». El salmista menciona que la parte más delicada de su cuerpo, sus dedos, son entrenados por Dios para la guerra. Me he preguntado si los menciona porque necesitamos doblarlos en oración.
Amiga, a veces Dios nos está entrenando para batallas más grandes y más importantes en el futuro, y parte de ese entrenamiento es la perseverancia en medio de la lucha. ¡No te quites la armadura! ¡Levántate! ¡Sé valiente! En el poderoso nombre de Jesús ¡eleva esa oración OTRA VEZ!
En 2019, Dios me llevó por lo que solo puedo imaginar como un campo de entrenamiento para la batalla. Con dos preciosas nietas gemelas en camino, tuvimos que interceder momento a momento para que Dios las protegiera, ya que nos dijeron que solo había un cincuenta por ciento de probabilidad de traer a casa a esas dos bebés. En cuanto sus pulmones no nacidos fueron considerados lo suficientemente fuertes, los médicos se apresuraron a traerlas al mundo antes de tiempo para evitar la pérdida de oxígeno debido a la compresión del cordón umbilical.
¡Qué gozo fue saber que teníamos dos niñas sanas, Addie y Zoe! Celebramos en la sala de espera de cuidados intensivos neonatales, pero casi un día después, cuando parecía que las niñas habían superado todas las pruebas de fortaleza con éxito… el pulmón de Addie colapsó. Tuvimos que comenzar a orar otra vez.
Cuando llevamos a ambas bebés a casa semanas después, los médicos prácticamente admitieron que estaban asombrados por la recuperación de Addie. Cada vez que las cargo, susurro: «¡Gracias Jesús!» y estoy tan agradecida de que no nos cansamos de clamar a Dios.
¿Qué orar?
- Ora para que Dios obre de manera que parezca imposible, aunque hayas estado pidiendo por mucho tiempo y te hayas cansado de clamar. Ora de nuevo.
- Pide a Dios que te conceda el deseo de perseverar y que te forme como una guerrera de oración este mes.
¿Cómo orar?
«Bendito sea el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para la guerra, y mis dedos para la batalla. Misericordia mía y fortaleza mía, mi baluarte y mi libertador, escudo mío en quien me he refugiado, El que sujeta a mi pueblo debajo de mí». -Salmo 144:1-2
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