Del Edén a Instagram: misma mentira, mismo dolor

Apuesto a que has jugado alguna versión del juego de la comparación. Tal vez constantemente juzgas si otras chicas son más inteligentes que tú, más populares o atléticas; quizás te encuentras en constante competencia con un hermano mayor o con celebridades que aparecen en la portada de alguna revista. Tal vez siempre estás pendiente de ver quién es más alta o más baja, mejor o peor vestida, o más o menos talentosa que tú. La necesidad irresistible de compararnos parece estar tejida en nuestra naturaleza como mujeres. De hecho, la mayoría de las chicas son maestras en el arte de la comparación y el mundo que nos rodea nos anima a seguir haciéndolo. Las redes sociales son un formato para la comparación, a un solo clic de distancia puedes ver quién está mejor o peor vestida, quién es más gorda o más flaca, o cómo se comparan los matrimonios de las celebridades con el de tus padres.

Puedes hacer «tests» para ver qué tan inteligente, divertida o romántica eres, pero la pregunta es: ¿comparada con quién? Y, aunque es cierto que todas nos comparamos, la mayoría hemos notado que esto nos deja insatisfechas… o peor aún, muchas veces, nuestras comparaciones nos dejan profundamente heridas. Jugar el juego de la comparación es un arma peligrosa, esta trampa ha sido cuidadosamente colocada por nuestro enemigo, él sabe que compararnos con otros lleva a sentimientos de desánimo, insuficiencia y celos; sabe que si logra enfocar nuestra atención en quienes nos rodean, puede distraernos fácilmente de los estándares de Dios.

Una de las armas más poderosas en su arsenal es la sensación de que estamos solas en estas comparaciones, de que somos las únicas que reaccionamos así, que nadie más siente que no puede alcanzar la medida; pero enfrentemos esa mentira aquí juntas. Nuestra necesidad de compararnos no nació en el siglo XXI , no es solo el resultado de los medios que promueven una versión de belleza imposible de alcanzar; el enemigo ha estado poniendo esta trampa desde el principio, y volver a la Palabra de Dios nos muestra que muchas han caído en ella, a menudo con terribles consecuencias, pero una vez más vemos que las llaves para romper esas cadenas proviene de la verdad de Dios. Si regresamos al jardín, encontramos a Satanás usando los mismos viejos trucos; la serpiente se deslizó y convenció a Eva de empezar a compararse con otros, específicamente con Dios. Esto fue, sin duda, muy peligroso.

«Y la serpiente dijo a la mujer: “Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal”». -Génesis 3:4-5

«Serán como Dios», «lo que eres no es suficiente», «necesitas parecerte a alguien más». Estas son las bases de esta mentira. Eva tenía todo lo que necesitaba, pero al mirar a su alrededor y notar que Dios poseía un conocimiento que ella no tenía, dejó que su corazón jugara el juego de la comparación, y un mordisco de pecado vino poco después.

¿Por qué la comparación es tan destructiva? ¿Por qué Satanás nos tentaría a compararnos con otros?

La respuesta es clara cuando estudiamos los resultados; en cada historia de comparación en la Biblia, la comparación lleva a enfocarse en el estándar equivocado. Eva dejó que una serpiente definiera lo que era bueno para ella, en lugar de confiar en el estándar de Dios sobre lo que era mejor; los resultados fueron inmediatos y dolorosos: perdió su hogar en el jardín, perdió su intimidad con Dios, marcó con cicatrices su legado. 

Su hijo tomó una decisión similar, Caín se olvidó de estar agradecido por el favor que sí recibió de parte de Dios y se enfocó en lo que él creía que le faltaba. Él perdió el control, pecó y perdió a su hermano.

Sarai puso su esperanza en lo que podía lograr por sí misma; en lugar de descansar en la promesa de Dios, intentó arrebatar cosas buenas por su cuenta. El estándar de Dios para su vida era mejor, Sus promesas eran suficientes, pero las comparaciones enturbian el panorama.

Las bendiciones de Dios sobre la vida del rey Saúl fueron muchas; en lugar de estar agradecido, sintió celos. Al final, eso lo llevó a la destrucción.

Jesús tenía suficiente amor, propósito y ministerio para los doce discípulos, pero ellos querían establecer una jerarquía. Comenzaron a competir entre ellos y se olvidaron de enfocarse en agradar a su Señor.

Cuando nos comparamos con hermanas, amigas o celebridades, los resultados son los mismos.

Dios es nuestro estándar, Él es nuestro creador y su afirmación sobre nuestro valor vale más que riquezas incalculables. Cuando buscamos los aplausos del hombre en lugar de los de Él, estamos enfocándonos en el estándar equivocado y conformándose con una copia barata.

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos … leer más …

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