El engaño de sentirte menos: viviendo con propósito en la soltería Parte 1

Mientras más años paso sentada frente a mujeres solteras, más convencida estoy de que si el enemigo quisiera hacerte la vida imposible, no necesitaría maniobrar demasiado. Bastaría solo con mirar a… 

  • La mujer que no necesita hacer nada para ser amada; la invitan a todos lados, siempre incluida, siempre deseada.
  • La mujer que es admirada y aplaudida, que recibe atención incluso si tú has trabajado más duro o has invertido más tiempo.
  • La mujer que nunca espera, su vida avanza en constantes celebraciones: ascensos, matrimonio, bebés y más...

Ella es tu mejor amiga, tu hermana biológica, tu maestra de estudio bíblico o tu amiga en la iglesia. Ella no quiere que te sientas ignorada, pero tú lo sientes de todos modos. Y esa es precisamente la estrategia del enemigo. No hay necesidad de que descarrile tu vida de forma drástica cuando sembrar la desunión y el descontento simplemente cambiando tu perspectiva. 

Aunque desearía que este tema fuera teórico, lo conozco bien. Muchas veces se manifiesta de maneras pequeñas y sutiles, pero como mujer soltera, el dolor de sentirse invisible, infravalorada o ignorada puede ser enorme. Cuando ves que otras reciben lo que tanto anhelas, y luego llegas a casa vacía, sin pareja que te reciba, es fácil sentirse… bueno, insignificante. 

Pero las Escrituras muestran que tu verdadero significado no proviene de ser el centro del mundo de alguien. La clave para recuperar la alegría durante esta temporada es dejar de medirte por ser el centro de atención y comenzar a considerar a los demás como más importantes que tú, una práctica que no solo te libera de la envidia, sino que refleja a Cristo y construye el tipo de unidad que el enemigo intenta destruir. 

Tu círculo más cercano

Durante el verano, mi grupo de la iglesia organizó una miniserie de dos noches para adultos solteros de entre veinte y treinta años. Mientras mi maestra y yo orábamos por el pasaje bíblico clave de cada noche -el texto que ofrecería un marco bíblico para seguir el ejemplo de Cristo en todo tipo de relaciones, desde la amistad hasta las citas amorosas y el discipulado-, un conjunto de versículos destacó.

«Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito». -Filipenses 2:1-2

Lo que dice a continuación es revelador sobre la iglesia de Filipos. En Filipenses 1:30, Pablo reconoció que los filipenses se encontraban en la misma lucha que él por difundir el evangelio, pero si querían continuar con él y tener éxito, tendrían que lidiar con un problema interno específico, uno que «evidentemente estaba motivado por el egocentrismo de ciertos cristianos»1 . Esto es lo que les dijo:

«No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás» (Flp. 2:3-4).

Pablo sabía que la rivalidad destruye la unidad y que la humildad ofrecería sanación, esto era contracultural. «Antes de la era del Nuevo testamento, la palabra “humildad” tenía una connotación negativa… Transmitía las ideas de ser vil, inepto, miserable, ruin, insignificante. Por lo tanto, la “humildad” no podía haber sido considerada por los paganos como una virtud a la que aspirar»2, pero Jesús había redefinido el concepto para lo seguían. 

Los filipenses fueron criticados por su egoísmo y priorizarse a sí mismos, luego estaba Jesús, quien «se humilló» (v. 8). Ningún hombre jamás había sido más digno de atención y aplausos, sin embargo, Él no los buscó. 

Normalmente pensamos en la humildad de Jesús durante los grandes momentos de Su vida y ministerio: la realidad monumental de la encarnación (Flp. 2:6), el momento en que lavó los pies de Sus discípulos (Jn. 13:4-5), las comidas que compartió con los recaudadores de impuestos y los pecadores (Mc. 2:15-17) y, por supuesto, la muerte que soportó en la cruz (Flp. 2:8). 

Pero también fue perfectamente humilde en los cientos de momentos cotidianos en que interactuaba con la gente a diario. Jesús era el Hijo de Dios, un solo hombre, y nunca hubo un momento en que dejara de considerar a los demás como más importantes que Él mismo. 

¿Te lo imaginas de niño? Cuando Sus hermanos recibían invitaciones a actividades en las que no participaba, Jesús no se compadecía de Sí mismo. Cuando otros despertaban admiración, Él no competía por la atención, aunque era más merecedor. Al crecer y mientras otros luchaban por ser los primeros, Él voluntariamente se convertía en el último. Aquel que merecía el mayor honor se humilló, amando con alegría a quienes vino a servir hasta la muerte, y muerte de cruz.

Este tema es tan necesario que no podemos dejarlo aquí. La próxima semana publicaremos la segunda parte de este blog, donde hablaremos de cómo cultivar los frutos de Cristo en medio de la comparación y la envidia. ¡No te lo pierdas!

1 Robert P. Lightner, “Philippians,” in The Bible Knowledge Commentary: An Exposition of the Scriptures, ed. J. F. Walvoord and R. B. Zuck, vol. 2 (Wheaton, IL: Victor Books, 1985), 653.

2 Richard R. Melick, Philippians, Colossians, Philemon, vol. 32, The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1991), 94.

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Sobre el autor

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Katie Laitkep

Katie trabajaba como maestra en un hospital cuando Dios la llamó a unirse a Revive Our Hearts como escritora del personal. Su sitio web, apatientprocess.com, es un registro de la fidelidad del Señor en las enfermedades crónicas, porque incluso en … leer más …

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