Expuesta

«Tiene que salir bien. Tengo que hacerlo perfecto. No puedo permitirme fallar. No me puedo equivocar. Voy a evitar que me llamen la atención. Oh no…¡fallé! ¿Y ahora qué hago? ¡Qué desastre! Fallé…tengo que decir que me equivoqué, pero tengo miedo que se decepcionen…».

¿Te identificas con alguna de esas frases? Déjame decirte que todo el tiempo, aunque no las diga con mi boca, siempre están en mi mente, y peor aún, siempre están en mi día a día…momento a momento.

Hace unas pocas semanas atrás, mi mamá llegaba de su trabajo y me encontraba trabajando todavía en pijamas a las 2 de la tarde…«Lyan…¿por qué sigues en pijamas? ¿Hoy también tienes mucho trabajo?», esta pregunta me la hizo durante dos semanas. ¿Y sabes qué? Tampoco estaba tomando mi desayuno. Hoy, partiendo de este contexto, quiero compartirte cómo Dios expuso el perfeccionismo tan arraigado en mi corazón con el que tanto he luchado a lo largo de toda mi vida.

Cuando Cristo nos salva, nos hace nuevas criaturas y nos capacita por Su Espíritu para andar como es digno de Él, haciendo todo lo que le agrada (Col. 1:10). Esa es una maravillosa verdad, ¿cierto? ¡Pero cuánto la olvido! Hace una semana estaba leyendo un escrito que trataba sobre el orgullo y el temor al hombre. Mientras iba leyendo me sentía tan identificada con lo que la autora decía. Aquí te comparto la frase que llamó mi atención:

«El temor al hombre es una forma de orgullo. Es lo opuesto al temor a Dios».

«Ese es exactamente mi problema», fue lo primero que pensé. Luego, a mi mente vinieron todos los hábitos pecaminosos, cada pecado, cada lucha, todo lo que he estado lidiando durante años, y que con el paso del tiempo, no pareciera que voy a superar, pero tan pronto vinieron todas estas cosas a mi mente, Dios hizo que mi mente hiciera «¡Clic!» en algo…

Justo allí, en ese momento Dios expuso mi pecado de orgullo y temor al hombre al hacerme ver que, en mi deseo legítimo de querer hacer bien las cosas frente a los demás, en mi deseo de agradarle con mi vida luchando contras mis pecados, Él me mostró que, tristemente, todos mis esfuerzos porque todo siempre me salga bien y que mi vida sea intachable, son solamente la evidencia y muestra de que estaba viviendo para algo y alguien más que no es Dios mismo…

Estaba viviendo para los ojos de los demás, para la aprobación de los demás, para las opiniones de los demás. Pero expuso algo todavía más profundo: mi temor a equivocarme, mi esfuerzo por que todo siempre me salga bien, provenían de la obsesión a no ser desaprobada por las personas.

Estaba viendo a las personas como jueces que dan puntuación a mi desempeño laboral y personal…¿Y sabes algo?, lo peor y lo mejor fue darme cuenta de que así como veía a los demás como mis jueces, así mismo estaba viendo a Dios. Estaba viendo a Dios como un juez.

Y si bien Dios es juez y no pasa por alto el pecado, Su justicia va de la mano con Su amor, Su bondad, Su perdón y Su misericordia, pero yo estaba separando una cosa de la otra. Entendía, aunque no lo dijera con mi boca, que Dios me amaba si yo no pecaba, pero me juzgaba y se decepcionaba si lo hacía. Entonces, para que no me juzgara, todo siempre tenía que salir bien.

Pero, ¿sabes qué es lo más interesante de todo esto? ¡Tanto deseo de perfeccionismo me llevaba a más pecado! Volviendo por un momento al par de semanas que te comenté, en las que mi mamá llegaba de su trabajo y me encontraba en pijama, estaba cometiendo muchos errores en el trabajo, en cosas que conocía y que había hecho miles de veces ya, pues son parte de mi trabajo.

Dios usó esos errores para incomodarme a tal punto en que ni siquiera me sentía bien físicamente, y en mi corazón yo sabía que algo no andaba bien.

Dios fue tan tierno, tan amoroso, tan paciente, tan bondadoso, ¡TAN ÉL!, que poco a poco me fue llevando a entender que mi visión de Él estaba errada. Yo estaba olvidando que Él me rescató de tener que vivir una vida perfecta que no soy capaz de llevar. Yo estaba olvidando que Cristo, ¡y solo Cristo!, vivió la vida perfecta que yo jamás podré vivir.

En Cristo todo está hecho, así que yo no tengo que esforzarme por vivir en mi propia rectitud. Vivir por mi propia rectitud, con el fin de sentirme aprobada, solo produce el efecto contrario: más pecado, más faltas, más sentimientos de condenación. ¿Crees en lo que Cristo ha hecho por ti? Yo entendía que para creer necesitaba primero sentir. ¡Qué mentira tan horrible y tan grande es esa! Dios no nos ha llamado a sentir para creer, ¡sino a creer por fe en Su obra, en Su sacrificio que nos trae verdadera libertad! 

Mientras más creamos en lo que Dios ya ha dicho sobre nosotras y en lo que ha hecho por nosotras, nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestra vida entera, se alineará con Él.

¿Sientes que no puedes acercarte porque has pecado mucho? No hay pecado que Su sangre no cubra.

¿Sientes que no puedes vencer el pecado? No hay lucha que Su cruz no haya vencido ya.

¿Sientes que no has hecho suficiente para agradarle? No hay nada que pueda separarte de Su amor por ti.

Por último, quiero compartir contigo una frase que mencionó el pastor Colin Smith, y que Dios ha usado para continuar transformando mi vida y mi corazón:

«Cristo JAMÁS me dejará en las tinieblas. Él me llevará a casa sana y salva».

¡Mis luchas continúan, pero estoy siendo transformada de gloria en gloria a la imagen de mi Salvador! ¡Gracias, Señor, porque en la cruz hiciste lo que fue necesario para que yo pueda vivir en libertad de tener que hacer de todo para sentir que te agrado y que me apruebas!

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Joven Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Lyan Rojas

Lyan Rojas nació en la República Dominicana. Disfruta de un buen libro con una taza de café, una buena conversación y compartir con amigos. Es licenciada en Psicología Educativa y trabajó como maestra durante 8 años. Actualmente está sirviendo como … leer más …

¡Hey chicas! Nos encanta escuchar de ustedes, pero nos sentimos limitadas por las formas en que podemos ayudarlas.

Si buscas consejo te animamos a hablar primero con tu pastor o una mujer piadosa en tu vida, ya que ellos sabrán más detalles de ti y te darán seguimiento y ayuda.Lo publicado en la sección de comentarios no necesariamente refleja el punto de vista de Aviva Nuestros Corazones.

Nos reservamos el derecho de remover opiniones que puedan no ser de ayuda o inapropiadas. Puede ser que editemos o removamos tu comentario si: * Requiere o contiene información personal como emails, direcciones, teléfonos. *Ataca a otras lectoras. * Utiliza lenguaje vulgar o profano.


Únete a la conversación