La iglesia no necesita otra como ella... te necesita a ti

Tengo un amigo al que le gusta recordarme que «no hay bazo en el reino de Dios».

Te lo explicaré con una breve lección de anatomía. El bazo es un órgano diminuto situado a la izquierda del estómago. Dudo que hayas pasado mucho tiempo reflexionando sobre esta maravilla de diez centímetros. Es una parte importante de tu sistema inmunológico, pero a diferencia de tu corazón o tu cerebro, es un órgano sin el que puedes vivir. Si alguna vez te sometes a una esplenectomía, gracias a las maravillas de la medicina moderna, probablemente te recuperes.

No, no has hecho clic en una página de internet sobre medicina y salud por error, pero el bazo golpea una verdad vital de la Palabra de Dios. Lee 1 Corintios 12:12-14. Puede que este pasaje te resulte familiar, pero no lo leas deprisa. Léelo despacio, repetidamente.

«Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero, todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres. A todos se nos dio a beber del mismo Espíritu».

¿Has escuchado que la iglesia es el cuerpo de Cristo? Esa frase se remonta a este pasaje. Pablo está utilizando el cuerpo humano como una lección objetiva de cómo los cristianos dependen unos de otros.

¿Preferirías tener cuatro pies en lugar de dos y dos manos (v. 15)? ¿Te imaginas con cuatro ojos y sin orejas (v. 16)? ¿Te encantaría lo que ves en el espejo si tu reflejo fuera solo un globo ocular gigante (v. 17)?

Si todo el cuerpo fuera un ojo, ¿dónde estaría el sentido del oído? Si todo el cuerpo fuera un oído, ¿dónde estaría el sentido del olfato? Pero, Dios dispuso los miembros en el cuerpo, cada uno de ellos, como quiso. Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Así es, hay muchas partes, pero un solo cuerpo (vv. 17-20).

El punto de Pablo es que no hay bazo en el reino de Dios. No hay ni una sola de nosotras que sea desechable o innecesaria para que el cuerpo (también conocido como la iglesia) funcione correctamente, todos tenemos un papel que desempeñar.

Un llamado a salir de la banca

Estoy convencida de que si realmente creyéramos en este pasaje, nos transformaríamos de dos maneras.

Primero, todos seríamos llamados a salir de la banca. No hay bazo en el reino de Dios, y tampoco hay que calentar los bancos. Ningún cristiano puede quedarse en las gradas, el ministerio no es un deporte para espectadores. Dios nos ha dado a cada una de nosotras dones únicos. Si realmente creyéramos que tenemos un papel vital que desempeñar, nos pondríamos a trabajar usándolos.

No importa cuáles sean esos dones, si reciben miradas de admiración en Instagram, o si otros se ponen de pie y aplauden cuando sirves (o si incluso son conscientes de que lo estás haciendo). Eres un miembro esencial de la iglesia. Necesitamos que hagas aquello para lo que Dios te ha dotado de manera única.

Elimina quirúrgicamente la envidia espiritual

La segunda cosa que ocurre cuando realmente creemos en 1 Corintios 12 es que levantamos nuestros pompones y empezamos a animar a los demás.

¿Te ha pasado alguna vez?

  • Una amiga se va de misión a otro país. En lugar de alegrarte por ella, sientes celos. Cada vez que habla de su próximo viaje, luchas contra el impulso de poner los ojos en blanco.
  • Dios interviene en la vida de alguien mientras tú sigues teniendo necesidades insatisfechas en la tuya. Te cuesta entender por qué Dios responde a sus oraciones y no a las tuyas.
  • En tu grupo de jóvenes hay una chica que tiene talento para la música. Cuando ella adora, la energía de la sala cambia, pero a ti te cuesta concentrarte porque estás muy ocupada deseando poder cambiar de lugar con ella.
  • Mientras desplazas tu feed de Instagram y ves a la gente haciendo cosas GRANDES para el reino de Dios. Tu vida se siente tan pequeña y aburrida. Ver los logros de otras personas te hace sentir mal acerca de los tuyos.

Sabes que estas son cosas buenas, cosas que edifican el Reino, sin embargo, en lo más profundo de ti, sientes algo diferente a la emoción, la alegría y la necesidad de celebrar. Sientes algo muy parecido a la envidia.

Las palabras de Pablo en este pasaje nos animan a cambiar de perspectiva porque la iglesia no necesita a otra como «ella»; la iglesia te necesita a ti. Necesitamos que abraces lo que te hace ser tú de manera única, en lugar de malgastar tu valiosa energía tratando de ser como otra persona. Necesitamos que desenvuelvas los dones que Dios te ha dado en lugar de mirar los dones que Él le ha dado a «ella».

En mi casa lo decimos así: «Cuando sube la marea, todos los barcos del puerto se levantan».

En otras palabras, una victoria para cualquiera de nosotras es una victoria para todas. Cuando cualquiera de nosotras utiliza sus dones y talentos para servir a Cristo y a Su iglesia, todos ganamos. Cuando alguna de nosotras no reconoce y utiliza sus dones, todas salimos perdiendo.

No nos prives de ti

Aunque es posible vivir sin el bazo, no es lo mejor. Ninguna parte del cuerpo es realmente desechable, tú tampoco lo eres. Para que la Iglesia funcione lo mejor posible, necesitamos que hagas lo que solo tú puedes hacer. No nos prives sentándote en la banca o deseando tener dones diferentes. ¡Entra en el juego y sirve para la gloria de Dios!

¿Conoces tus dones espirituales? ¿Los utilizas en beneficio de tu iglesia y de la iglesia en todo el mundo? ¿Te cuesta ver tus dones como esenciales o ver los dones de los demás como una amenaza?

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos … leer más …

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