Escritora invitada: Elisha Galotti
Hace algunas noches me senté en una enorme mesa con un montón de mujeres de mi iglesia; las velas parpadeaban, nuestras Biblias estaban abiertas y hablamos sobre nuestra fe. Estamos leyendo juntas el libro «Conocer a Dios» de J.I. Packer, y pasamos gran parte de la noche hablando sobre su capítulo acerca de la gracia. Fue una gran conversación.
Gracia es una palabra que comunica poder infinito y un amor tierno en una sola y suave sílaba; la gracia es un regalo inmerecido y gratuito que fluye libremente de una fuente que nunca se secará, pero a veces, quizás porque es gratuita, quizás porque nunca termina, quizás porque hablamos de ella con frecuencia; la tratamos con ligereza.
Mientras estábamos sentadas alrededor de esa mesa hablando, comenzamos a preguntarnos cómo podríamos discernir si estábamos tratando la gracia con ligereza o con gratitud, y llegamos a una pregunta reveladora: ¿Estoy afligida por mi pecado?
En cierto modo, nuestra actitud hacia la gracia está determinada menos por cómo hablamos de ella en sí y más por si estamos o no genuinamente afligidas por nuestro pecado.
En la segunda carta de Pablo a los hombres y mujeres que amaba en la iglesia de Corinto, él escribe:
«Porque si bien les causé tristeza con mi carta, no me pesa. Aun cuando me pesó, pues veo que esa carta les causó tristeza, aunque solo por poco tiempo; pero ahora me regocijo, no de que fueron entristecidos, sino de que fueron entristecidos para arrepentimiento; porque fueron entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrieran pérdida alguna de parte nuestra» (2 Co. 7:8-9).
Pablo se regocija de que sus palabras les hayan causado tristeza por lo que esa tristeza produjo en sus vidas: verdadero arrepentimiento.
De nuevo, esa pregunta que traspasa el corazón: ¿Cuándo fue la última vez que sentiste dolor por tu pecado?
¿Estoy exagerando? ¿Deberíamos realmente sentir dolor por pecados pequeños u ordinarios? Seguramente eso era para los puritanos, o el rey David, o pecadores realmente malvados o depravados. ¿Pero yo? ¿Dolor por pecados ordinarios o aceptables; como la apatía, la falta de amabilidad, la impaciencia, la glotonería, la ira, la lujuria, la insatisfacción, el egoísmo, el materialismo, el orgullo?
Cuando el materialismo se filtra, el orgullo me infla, la apatía me enfría, la glotonería llena mi vientre y la lujuria satisface mis ojos, ¿me duele? ¿Me duele mi pecado?
Un corazón desgarrado por el dolor duele, pero Dios a menudo nos guía hacia donde es doloroso y oscuro para que, después, la redención pueda brillar con intensidad.
Mientras hablábamos alrededor de esa mesa, una querida amiga compartió esta reflexión: «Creo que a veces, cuando peco, me frustra más haber pecado otra vez que sentirme realmente afligida por haber pecado contra mi Salvador».
Sus palabras resonaron. Cuando examino mi corazón, sé que a veces mi tristeza por el pecado es una decepción egocéntrica por mi fracaso y no una tristeza piadosa por haber pecado y fallado en amar a Jesús.
Estamos diseñadas para desear el gozo, pero para el cristiano, el verdadero gozo viene solo después de que la tristeza por el pecado conduce al arrepentimiento genuino. En Cristo, en la historia de la redención, hay vida después de la muerte, luz después de la oscuridad y gozo después del dolor.
¿Ahí termina todo? Si hemos identificado una indiferencia hacia la gracia y una falta de dolor por el pecado, ¿nos encogemos de hombros y bajamos la cabeza derrotadas?
Lejos de la derrota, damos un paso dentro de la sombra victoriosa de la cruz y miramos hacia arriba. Jesús estuvo familiarizado con el dolor durante Su vida y llevó nuestro dolor en Su muerte; gracias a Él, ni el pecado ni el dolor nos aplastarán jamás.
«Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores. Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por Sus heridas hemos sido sanados». -Isaías 53:4-5
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Joven Verdadera?
Donar $3¡Hey chicas! Nos encanta escuchar de ustedes, pero nos sentimos limitadas por las formas en que podemos ayudarlas.
Si buscas consejo te animamos a hablar primero con tu pastor o una mujer piadosa en tu vida, ya que ellos sabrán más detalles de ti y te darán seguimiento y ayuda.Lo publicado en la sección de comentarios no necesariamente refleja el punto de vista de Aviva Nuestros Corazones.
Nos reservamos el derecho de remover opiniones que puedan no ser de ayuda o inapropiadas. Puede ser que editemos o removamos tu comentario si: * Requiere o contiene información personal como emails, direcciones, teléfonos. *Ataca a otras lectoras. * Utiliza lenguaje vulgar o profano.
Únete a la conversación