No somos rivales, somos parte del mismo Reino

Durante mis años de soltería, mis compañeras de cuarto y yo teníamos un artículo de John Piper en nuestro refrigerador como recordatorio diario para luchar contra el pecado de la comparación. Aún hoy vuelvo a leerlo con frecuencia ya que sigo luchando con esa tendencia de compararme. 

«Esto dijo [Jesús], dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: “Sígueme”.Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”.Entonces Pedro, al verlo, dijo a Jesús: “Señor, ¿y este, qué?”. Jesús le dijo: “Si Yo quiero que él se quede hasta que Yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme”». -Juan 21:19-22

El verano pasado, mientras las mujeres de nuestra iglesia estudiábamos juntas el evangelio de Juan, recordé una vez más cuán destructiva puede ser la comparación. Los discípulos no eran ajenos a este problema; de hecho Jesús lo confronta directamente en el evangelio de Juan. Pedro, justo después de haber sido restaurado en su relación con Cristo, cae inmediatamente en el juego de la comparación al mirar a otro de los discípulos, Juan. Piper dice lo siguiente sobre la pregunta de Pedro a Jesús. 

«Así es como estamos diseñados los pecadores. Comparación. Comparación. Comparación. Deseamos saber cómo nos posicionamos en comparación con los demás. Hay una especie de satisfacción cuando encontramos a alguien menos capaz que nosotras. Ouch. Hasta el día de hoy, recuerdo una nota de mi asistente en Elliot Hall en mi último año en Wheaton: “Amar es dejar de compararse”. ¿Qué significa eso para ti, Piper? Sígueme».

La trampa de la comparación

La comparación es un problema persistente para nosotras como mujeres. Vemos a una mujer vestida de manera diferente y mentalmente nos colocamos junto a ella, ya sea para sentirnos superiores o para lamentarnos de lo bien que se ve. Observamos a otra joven en cada y comparamos cómo es ella con sus padres, una mejor hija. Observamos a una estudiante en el colegio y medimos nuestro desempeño en función al de ella. Observamos a una compañera de trabajo que sobresale en algo y nos preguntamos por qué no podemos trabajar con la misma velocidad y precisión. O, para hablar de mi experiencia, leo a otra escritora y siento la punzada de la comparación al ver cómo sus frases tan bien elaboradas hacen que las mías parezcan de principiante.

Distintos roles en el Reino

Pero algo más me impactó al estudiar esta última parte de Juan, algo que puso mi lucha con la comparación en una nueva perspectiva. Pedro y Juan cumplieron roles distintos, pero igualmente necesarios, en el establecimiento de la iglesia. Juan vivió muchos años y escribió varios libros del Nuevo Testamento. Pedro fue un líder clave en la expansión de la iglesia (a pesar de sufrir mucha persecución) y según la tradición, fue crucificado de cabeza. Sus vidas se veían muy diferentes, pero ambos fueron necesarios en el reino de Dios. 

Lo mismo sucede con nosotras como escritoras, mujeres, jóvenes, estudiantes, trabajadoras y miembros de la iglesia. Como escritora, puedo decir algo de una manera que llegue justo al corazón de una mujer específica. Sin embargo, puede que otra mujer necesite escuchar a una amiga mía que escribe con un estilo completamente distinto. Ambas voces son necesarias, ambos estilos comunican el mensaje, pero cada persona tiene oídos distintos para diferentes circunstancias. Todas somos necesarias

Una bendición, no una amenaza

En un mundo tan conectado como el nuestro a través de los medios de comunicación, es muy fácil caer en la tentación de comparar nuestras habilidades y logros con los de otra mujer (o dicho con más precisión, con la mujer que aparece en internet). Pero no debemos hacer eso, queridas amigas. Al igual que Pedro y Juan, a cada una de nosotras se nos han dado dones, voces y estilos únicos para ministrar a mujeres que necesitan ver que la Palabra de Dios es verdadera y valiosa en sus vidas. La mujer que escribe con más ingenio o con frases mejor estructuradas que las mías no es una amenaza para mis dones, sino una bendición. Ella ayuda a otras a ver a Dios cuando mis palabras no alcanzan. ¡Eso es un regalo! Ella sirve a la iglesia de la misma manera que yo soy llamada a hacerlo. Puedo apoyarme en ella y aprender de ella, pero jamás debo resentirla. Esto aplica para todos nuestros dones y capacidades.

Hay mucho que celebrar en los dones de otras mujeres a nuestro alrededor. Como mujeres cristianas que anhelamos ver a Dios glorificado en nuestras vidas, tomemos en serio las palabras de nuestro Cristo cuando sentimos que los celos empiezan a asomarse en nuestros corazones por los dones de alguien más: «¿Qué significa eso para ti [tu nombre]? Sígueme.».

¿Necesitas arrepentirte de haber caído en la comparación y animar a una amiga el día de hoy?

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Joven Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

No Photo Avaible for Escritora Invitada

Escritora Invitada

En Aviva Nuestros Corazones contamos con algunos invitados especiales para compartir sobre temas de la vida cristiana y lo que Dios está haciendo en sus vidas.

¡Hey chicas! Nos encanta escuchar de ustedes, pero nos sentimos limitadas por las formas en que podemos ayudarlas.

Si buscas consejo te animamos a hablar primero con tu pastor o una mujer piadosa en tu vida, ya que ellos sabrán más detalles de ti y te darán seguimiento y ayuda.Lo publicado en la sección de comentarios no necesariamente refleja el punto de vista de Aviva Nuestros Corazones.

Nos reservamos el derecho de remover opiniones que puedan no ser de ayuda o inapropiadas. Puede ser que editemos o removamos tu comentario si: * Requiere o contiene información personal como emails, direcciones, teléfonos. *Ataca a otras lectoras. * Utiliza lenguaje vulgar o profano.


Únete a la conversación