No sé si te sucedió a ti, pero cuando estaba en mi etapa escolar, difícilmente elegía trabajar en equipo cuando había la posibilidad. No fue hasta que me di cuenta que el trabajo en equipo era cada vez más solicitado por los profesores, que empecé a rendirme un poco y aprender a delegar algunas de las responsabilidades, aunque delegaba las más pequeñas.
Muchos años escolares me desgasté buscando hacer todo yo sola porque no confiaba en que los demás pudieran hacer un buen trabajo y prefería pedirles hacer lo mínimo indispensable para que su nombre apareciera en la portada del trabajo que debíamos entregar. De hecho, se volvió hasta una broma que, en los equipos de trabajo, una persona ponía su casa, otra llevaba los snacks, otra sacaba las fotocopias, y la cuarta hacía todo el trabajo de la computadora. Sin embargo, ese no era verdaderamente trabajo en equipo, pues no reflejaba el aprendizaje de cada persona, lo cual era el propósito de los profesores.
En el ministerio de mujeres de la iglesia podemos caer también en esta misma situación. A veces no sabemos cómo trabajar en equipo y organizarnos, otras veces luchamos con delegar tareas «importantes» a otras hermanas, y en otras ocasiones no podemos ponernos de acuerdo en la planificación porque nos cuesta escuchar y queremos hacer lo que entendemos es mejor en nuestra opinión. Si te has encontrado en dificultades a la hora de trabajar en equipo en tu iglesia local con las demás coordinadoras del ministerio, me gustaría que me acompañes a revisar estos 5 principios que podemos aprender de la Palabra del Señor.
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Buscar la dirección del Señor juntas e individualmente
En todo lo que hacemos, dentro y fuera del ministerio, la búsqueda personal de Dios es la columna de nuestras vidas. Podemos tener muchas estrategias para hacer lo que hemos planeado para alcanzar las metas, pero nada de esto tendrá fruto si la dirección de nuestras vidas no viene del Señor. Lo más importante es que estemos seguras de que nuestro corazón está alineado al Señor y que vivimos vidas rendidas a Su voluntad y propósitos para nosotras.
Si practicamos buscar al Señor primero para que dirija nuestro caminar diario, podremos permearlo al grupo de mujeres con las que servimos. Buscar a Dios juntas como equipo de trabajo nos permitirá ver a Cristo y no a nosotras mismas, a no seguir nuestros anhelos, sino hacer la voluntad de Dios. Buscar al Señor individualmente y como grupo traerá unidad y comunicación, y podrán realmente trabajar juntas para la gloria de Dios.
De hecho, uno de los versículos de la Biblia más conocidos es Mateo 6:33 que dice: «Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». ¿Y a qué se refería Cristo con «Su justicia»? Bueno, como parte del Sermón del Monte, el Señor Jesús les dijo que se guardaran de practicar su justicia delante de los hombres (Mt. 5:20), que cualquier acción la hicieran en lo íntimo para que el Padre lo viera, antes de querer que otros los alabaran. También les habló de la oración y el ayuno correcto, y de la importancia de acumular tesoros en el cielo, y no en la tierra, entre otras cosas. Y al ir cerrando esta parte de Su sermón, le dijo a la multitud que lo escuchaba, que buscaran al Señor y Su justicia por sobre todas las cosas.
Hermana, haríamos muy bien en colocarnos en medio de esta multitud y seguir obedientemente este mandato de Cristo. Recuerda que nuestra comunión con Él es más importante en nuestra vida antes de cualquier actividad que queramos hacer para servirle.
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Someterse al liderazgo de los pastores
Uno de los temas con los que más batallamos como mujeres es someternos al liderazgo de los varones que Dios ha puesto en nuestras vidas en las diferentes etapas: padres, esposos, etc., y podemos preguntarnos… ¿También debemos someternos a nuestros pastores?! ¡Sí! Hebreos 13:17 dice: «Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes».
Hermana, una de las maneras en las que tú y tus compañeras de ministerio pueden trabajar mejor en equipo es sometiéndose al liderazgo de aquellos a quienes Dios ha encargado como responsables de las ovejas en tu iglesia local, inclusive para apoyarles cuando haya desacuerdos entre ustedes. ¿Recuerdas cuando Pablo escribió a los Filipenses de un asunto de contienda entre Evodia y Síntique? Él quería que fueran ayudadas para estar en armonía, y le encarga a un compañero fiel en la iglesia que les apoye.
Someterse a tus pastores significa honrarlos como la autoridad que Dios ha colocado en tu iglesia local. Nunca pienses que el pastor no va a entender las necesidades de las mujeres, y por eso, solo entre ustedes deben planear y decidir todo lo que hay que hacer en el ministerio. Más bien, hagan parte al pastor en las decisiones que desean tomar, reúnanse con ellos para planificar. Como mujeres encargadas del ministerio, somos colaboradoras de los planes que Dios tiene para Su iglesia a través de la guía de los pastores que ha ordenado para servir. Así que, obedézcamoslos y sométamonos a ellos, permitiéndoles que nos dirijan con gozo y alegría, y no nos volvamos un obstáculo, añadiendo una pesada carga a su llamado divino.
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Mirar a las demás como superiores
Otra de las grandes enseñanzas que podemos tomar del apóstol Pablo a los filipenses es cuando les dijo: «No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás» (Flp. 2:3-4).
Si pusiéramos en práctica este gran principio, el trabajo en equipo se llevaría a cabo de una manera fluida, que podríamos avanzar casi sin obstáculos. Pero nos cuesta, porque nuestro orgullo se interpone y queremos hacer lo que mejor nos parece. Y tal vez podemos tener las mejores intenciones, pero la humildad de reconocer que todas las hermanas del equipo pueden emitir una opinión es indispensable para no terminar buscando lograr nuestras propias metas personales dentro del ministerio.
Así que, dentro del equipo de trabajo de maestras en el ministerio de mujeres, consideremos siempre a las demás primero; escuchemos con atención, estemos dispuestas a orar genuinamente y meditar sobre lo que las demás pueden sugerir y aportar al ministerio. Recuerda que las ovejas de la iglesia son del Señor, que las circunstancias difíciles no se resuelven por las actividades que planeas, ni los pecados se dejan atrás solo si tú intervienes. Es la obra del Señor por medio de Su Palabra, que es enseñada a través de instrumentos de barro que Él usa como medio de gracia para seguir avanzando Su reino.
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Dividir responsabilidades de acuerdo a los dones que Dios ha dado
Todólogas. A veces se nos ha denominado así. Tenemos la costumbre de hacer tantas cosas que caemos en el pensamiento de que nosotras tenemos que hacer todo, y nos cuesta compartir responsabilidades. El orgullo se asoma y pensamos que nadie puede hacerlo mejor que nosotras.
Los corintios también estaban luchando con esto y Pablo, a través del Espíritu Santo, les escribió una carta explicándoles cómo cada persona que conforma la iglesia, el cuerpo de Cristo, es tan importante y necesaria. Mira lo que dice 1 Corintios 12:18-22:
«Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó. Y si todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo. Y el ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”; ni tampoco la cabeza a los pies: “No los necesito”. Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios».
Todos somos necesarios en el cuerpo de Cristo, y en Su bondad, el Señor nos ha dado dones para ponerlos por obra. Pablo se los explicaba unos versículos atrás: hay diversidad de dones, capacidades y maneras de servir, pero todos servimos al mismo Señor. Y estos dones son para el bien de los demás, no para el bien propio, ni para lograr las metas personales. El Señor nos ayude a ver el valor de nuestras hermanas, y cómo el Señor las está equipando para el servicio en Su iglesia.
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Buscar que el objetivo principal del ministerio sea que las mujeres crezcan en su relación con Cristo
Si hay algo que no debemos perder de vista, mis hermanas, es que cualquier cosa en la que busquemos que las mujeres sean edificadas, debe ser en el crecimiento de su relación personal con Cristo. Podemos animarlas a participar en desayunos de mujeres, asistir a conferencias, ir a las reuniones de oración… todos estos eventos que son de edificación para las hermanas. Sin embargo, lo que permitirá que el equipo de trabajo en el ministerio funcione mejor, es que todo lo que hagan apunte a un mismo objetivo: que las hermanas conozcan más a su Salvador y Señor.
El apóstol Juan escribió sobre el mayor gozo en su ministerio, refiriéndose a un hermano en particular. Lo leemos en 3 Juan 1:3-4: «Pues me alegré mucho cuando algunos hermanos vinieron y dieron testimonio de tu fidelidad a la verdad, esto es, de cómo andas en la verdad. No tengo mayor gozo que este: oír que mis hijos andan en la verdad».
Hermana, anima al equipo de trabajo en el ministerio a que en sus oraciones, mentes, planificación y ejecución del ministerio, haya una cosa para alcanzar: que las hermanas anden en la verdad. Y sabemos, que la verdad es Cristo, nuestro Salvador.
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