La Biblia nos llama a hacer discípulos y ser discípulos de Cristo (Mt. 28:19-20), y lo hacemos porque Cristo nos ha comisionado para hacerlo, nos ha dado una nueva identidad para vivirla con otras y nos ha dado a Su Espíritu para que no sea en nuestras fuerzas, sino en las de Él. ¿Cómo hacemos discípulos de Cristo? El pasaje nos responde de una manera sencilla, pero profunda: «Enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (v. 20a).
La palabra «guardar» significa: vigilar, conservar, custodiar. Como hermanas en Cristo, estamos llamadas a vigilar nuestro corazón según los mandamientos de Dios, y a ayudar a nuestras hermanas a vigilarlo también. Por eso, Pablo hace un llamado Colosenses 3:16: «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría, enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales». ¿Qué vamos a enseñarnos y qué debemos exhortarles a nuestras hermanas? Lo que Dios enseña en Su Palabra. ¿Por qué lo hacemos? Porque amamos a nuestras hermanas, amamos al Señor y Su verdad.
Así que, si Dios ha puesto en tu corazón iniciar un estudio bíblico en tu hogar o en la iglesia y cuentas con el apoyo de tu esposo (si es el caso) y de tus pastores, quiero darte algunos consejos.
Comienza con oración
Busca al Señor en cuanto al tema y los recursos que usarás. Considera algunos de nuestros favoritos en Aviva Nuestros Corazones.
Pídele a Dios que te dirija hacia mujeres de diferentes edades para invitarlas a unirse en este caminar. (¡Los grupos de edades mixtas suelen ser más edificantes y ofrecen la posibilidad de mentoría de forma natural!)
Haz difusión por medio de correo electrónico o algún anuncio en tu iglesia local. Procura dejar espacio para que las mujeres registradas puedan invitar a amigas. ¿A quién no le gusta tener una compañera de estudio bíblico?
Prepara tu corazón para guiar a otras, acercándote a Jesús y pidiéndole un avivamiento fresco.
Comienza a orar por las mujeres a quienes vas a dirigir; ora para que tengan corazones enseñables, sed de la verdad, y que el estudio bíblico sea una prioridad para ellas.
Ora para que Dios levante otra compañera con un corazón similar al tuyo para compartir la carga.
Considera los detalles
¿Tu grupo será continuo o limitado a un periodo específico de tiempo? ¿Se reunirán durante el día o en la noche? Si no se reunirán en tu casa o en un espacio público, coordina con los líderes o pastores de tu iglesia para conseguir un lugar y un horario conveniente.
¿Cuántas sesiones recomienda el estudio que seleccionaste? Agrega una reunión introductoria para conocerse y distribuir el material. Este primer encuentro debe entusiasmar a las mujeres con el estudio de la Palabra de Dios y el poder del evangelio para transformar. (Te recomendamos estos recursos de Aviva Nuestros Corazones).
¿Ofrecerás cuidado de niños? ¿Qué ofrecerán de comida, dependiendo de la hora?
Prepara un programa o cronograma para mantener a todas en el mismo rumbo, y también un pacto de grupo pequeño. Es decir, un acuerdo en horarios, días, estudio bíblico, y la dinámica del grupo. Además, considera que todas pueden aportar para el refrigerio, para copias o lo que se necesite. ¡Hazlas parte!
Cuando la última sesión haya terminado, celebren todo lo que Dios ha hecho organizando una reunión adicional con comida y testimonios.
Cultiva relaciones
Los grupos pequeños son la familia de Dios, trata a las integrantes como tal. Sé un canal de amor y compasión al conectar intencionalmente a las mujeres entre sí, y mantén al grupo informado sobre lo que sucede en la vida de cada una. Anima a las integrantes a reunirse fuera del grupo. Podrías implementar compañeras de oración para fomentar amistades más cercanas.
A medida que tu tiempo lo permita, haz el esfuerzo de contactar a cada mujer entre sesiones de la manera que funcione mejor, ya sea por una llamada, una cita para tomar café, un mensaje de texto o una nota escrita a mano. Cuando identifiques dones en tus hermanas, empieza a orar por ellas y usa sus dones para el servicio del grupo. No hay nada mejor para un sentido de pertenencia en un grupo pequeño que las mujeres usando sus dones para bendecir a otras.
En cada reunión, dedica un breve tiempo para conocerse mejor, de modo que pronto las participantes se sientan cómodas, profundizando juntas. Esto se puede lograr con una dinámica, rompehielos o pidiendo a una mujer que comparta más sobre su vida en cada sesión. Una de mis dinámicas favoritas es pedirle a una integrante que lleve un objeto que represente algo significativo de su vida y comparta por qué lo es.
Tómense tiempo para reír y disfrutar juntas mediante reuniones ocasionales sin otro propósito que estrechar los lazos como mujeres que comparten el amor de Cristo.
Evalúa el grupo
Evalúa y busca retroalimentación. Cada semana, conversa con la hermana que te está acompañando o con quien juntas están iniciando el estudio bíblico, sobre cómo pueden mejorar en la dirección del grupo. Solicita su perspectiva.
Evalúa cómo está respondiendo el grupo al tiempo destinado para la discusión, la oración, la comunión y la enseñanza. ¿Están participando? ¿Se sienten cómodas haciendo preguntas? (Tranquila, no necesitas tener todas las respuestas; está perfectamente bien decir que investigarás y responderás después.)
Evalúa tu corazón y cómo estás mostrando a Cristo. Pídele a Dios que abra tus ojos a ver las necesidades de las hermanas para ministrar Su Palabra con un consejo o con una ayuda práctica.
Durante el estudio, invita a las mujeres a comenzar su propio grupo enseñando el mismo material a otras. Comparte la visión de ver a más mujeres florecer al estudiar y aplicar las verdades de la feminidad bíblica y Tito 2.
¡Sigue adelante! Continúa el camino eligiendo otro estudio para que tu grupo pueda seguir creciendo. Estas son relaciones que perduran y tienen impacto eterno.
Termina (y continúa) con oración.
Ora diariamente tanto como te sea posible por cada integrante de tu grupo, y exhórtalas a orar unas por otras.
Ora para que Dios te haga crecer como maestra o facilitadora, mientras le agradeces por haberte confiado el gozo y el privilegio de servirle a Él y a Sus amadas hijas.
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