«¡Claro! ¡Me encantaría enseñar a la próxima generación!». Sorprendida ante mis propias palabras, continué con mi conversación con la asistente del pastor de mi iglesia. Él me había pedido que les enseñara a las adolescentes y jóvenes de nuestra iglesia sobre la feminidad bíblica por seis semanas. Y, para mi sorpresa, yo había accedido. ¡Enfáticamente!
No soy maestra
Como yo lo veo (podría estar equivocada), existen dos tipos de personas: maestras y no maestras. Personas que se tiran al suelo y juegan, y personas que se sientan en una silla y se preguntan qué hacer con estos pequeños seres humanos. Yo pertenezco a esta segunda categoría. Raro, ¿verdad? Quiero decir, ¡soy madre de seis hijos!
Mi esposo, por el contrario, es definitivamente un maestro. Él sabía que quería ser profesor desde que estaba en cuarto grado.
Un día, junto a nuestro hijo adolescente, nos aventuramos a ir a un evento en la escuela de nuestro hijo de once años para el que nos habíamos ofrecido como voluntarios para dirigir un juego. Allí, la división era clara: mientras Michael y Jonah se sentían atraídos por interactuar con los niños, entablar conversaciones triviales, animarles y jugar con ellos, yo era feliz sosteniendo el cubo de los premios, repartiendo en silencio bichos de plástico «de premio» a destinatarios más o menos dispuestos.
Amo a los niños, pero en definitiva no me considero muy buena para interactuar con ellos, ni soy maestra.
Impulsadas por el Espíritu
Sin embargo, el Espíritu Santo me da un tirón de orejas cuando leo las conocidas palabras de Tito 2:3-5:
«Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada».
Ellas deben enseñar lo que es bueno... ¿Quiénes son esas «ellas»? Soy yo. Una madre de seis hijos que no es maestra y está demasiado ocupada. Eres tú, abuela de setenta años que nunca ha enseñado una clase de escuela dominical. ¿Mis amigas solteras de treinta y tantos? Tú también. Chicas universitarias, chicas de bachillerato... ya lo hemos escuchado antes: toda mujer es una mujer mayor para alguien.
¿Cuál es la conclusión? «Innatas» o no, todas debemos ser maestras, mis hermanas. Cada una de nosotras. Ahora hablemos de cómo se podría ver ser eso, especialmente si tu nivel de comodidad a la hora de enseñar a la próxima generación es tan amplio como tu conocimiento de TikTok (Sí, te entiendo).
Consejos de enseñanza, si la enseñanza no es tu fuerte
Yo dije «sí» a enseñar la feminidad bíblica a la próxima generación de mujeres verdaderas, ¡y tú puedes hacer lo mismo! Aquí van algunos consejos que espero sean útiles para las que sienten que la enseñanza no es lo suyo:
- Piensa en la clase como una oportunidad extendida para tener una conversación acerca de un tema cercano a tu corazón.
«No soy maestra», le dije a una amiga que sí lo es, «¡pero puedo hablar de feminidad bíblica todo el día!». En mi preocupación por lo que iba a decir y cómo lo iba a decir, fue útil tener en cuenta que el resultado más importante de la clase no era que yo tuviera mis apuntes teológicos, exegéticos y académicos en una fila meticulosamente planeada. El propósito de la clase era compartir el corazón de Dios por las mujeres y compartir mi pasión por vivir la feminidad de una manera que le agrade a Él, no con perfección, ¡sino con pasión!
- Escoge un libro o un plan de estudios en el cual basar la clase, y apóyate en él.
Esto es especialmente útil en las primeras sesiones. Te recomiendo utilizar «Chicas sabias en un mundo salvaje», un maravilloso libro escrito por Mary Kassian. Este libro es justo lo que necesitamos en este tiempo para responder sabiamente a una cultura que ha inundado las mentes y los ambientes de las jóvenes. Mary Kassian lleva a las jóvenes a través del fascinante relato entre la chica salvaje y la sabia de Proverbios 7. Ella encuentra 20 puntos de contraste y les ayuda a discernir entre lo salvaje y lo sabio.
Elige un libro que sea bíblicamente sólido y entendible para tu grupo de edad objetivo. Una vez que tengas el esquema del libro como marco probable para tus sesiones, el trabajo de preparar una clase desde cero será mucho menos abrumador.
- Cuando sea posible, incorpora la tecnología.
Una de mis metas al trabajar con mi clase era mantenerlas enganchadas a la clase tanto visual como mentalmente. ¡Esto puede ser difícil a las 9 de la mañana un domingo en medio de un año escolar ocupado!
Para hacerlo, hice una presentación en PowerPoint para cada periodo de clase, incorporando algunos gráficos y animaciones creativas. En la presentación, también incluí un videoblog sobre un tema relevante a lo discutido en el grupo. Te recomiendo usar el canal de Joven Verdadera en YouTube, con el propósito de escuchar voces que hablen de temas de luchas reales en las jóvenes y las verdades bíblicas que les pueden ayudar. Y hablando de mujeres reales...
- Solicita la participación de otras mujeres de tu iglesia.
Tus compañeras «mujeres mayores» de todos los grupos de edad pueden ser de gran ayuda mientras trabajas para entrenar a la próxima generación. Considera invitar a una mujer cada semana para que hable sobre las maneras en las que ella implementa los principios de la feminidad bíblica en su vida diaria o en la temporada de vida en la que está.
Una forma en la que nos esforzamos por conseguir que más mujeres participaran en nuestro estudio fue pedir a las damas de nuestra iglesia que donaran pequeños premios o artículos de regalo para que los obsequiáramos en cada clase. Esto sirvió al doble propósito de despertar cierto entusiasmo entre las damas de nuestra iglesia y animar a las adolescentes a participar verbalmente, ya que pedimos a cada una de ellas que eligiera un regalo después de responder a las preguntas de discusión grupal.
- Que tu semana esté empapada en oración.
Finalmente, y lo más importante, empapa de oración las semanas y meses previos a tu estudio. Pide al personal de tu iglesia y a las otras mujeres de tu iglesia que oren por ti, para que hagas más visible a Cristo mientras proclamas la verdad de Su Palabra a las mujeres más jóvenes.
Al final…
El hecho de que dije «sí» a enseñar a un grupo de adolescentes fue la primera sorpresa de mi camino, pero no fue la última. Aunque la clase solo debería durar seis semanas, debido a distintas circunstancias, tuve el privilegio de pasar nueve semanas con las hermosas adolescentes que son el futuro del cuerpo de Cristo. Futuras maestras, futuras madres, futuras esposas. Tuvimos la oportunidad de orar por sus necesidades y por sus amigos varones, que estaban aprendiendo los fundamentos de la masculinidad bíblica en otra aula. Fue un tiempo dulce y enriquecedor. Me han dicho que las chicas se entristecieron cuando terminó. Y (¡sorpresa!) yo también.
¿Cómo puedes ayudar a entrenar a la próxima generación de mujeres piadosas en tu iglesia? ¿Existe alguna necesidad que deba ser satisfecha y que sea factible en la temporada de vida en la que estás? ¿Dirás «sí» a la enseñanza, incluso si la enseñanza no es lo tuyo?

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