Entre el llamado y el resultado: aprendiendo a soltar o aprendiendo a confiar en Dios

Mi esposo, Jason, y yo acogimos en casa a un hijo adoptivo de trece años llamado Daniel, con la esperanza de adoptarlo. Llegamos a quererlo, orar con él, llevarlo al colegio y prepararle la cena durante casi un año. Luego... se fue. Algunas historias de adopción terminan con fotos de una familia sonriente. La nuestra no. Nuestro hijo pasó a vivir con otra familia. Ahora está en la universidad y lo saludamos una o dos veces al año.

Dios me ha llevado a través de niveles de aprendizaje a raíz de esa pérdida. Primero, Dios sanó suavemente mis heridas. Esa parte del proceso llevó años.

Pero, últimamente, Él me ha estado enseñando una lección más profunda acerca de esa temporada de intenso ministerio: no es mi trabajo controlar el fruto. Ese es el trabajo del Jardinero. Debo ser fiel para plantar, regar, nutrir y cosechar cuando Dios me lo diga, pero no es mi trabajo controlar el resultado de mis esfuerzos por el Reino. 

La historia de Jonás

Dios ha utilizado la historia de Jonás para recalcar este punto.

Todos conocemos a Jonás. En su libro, leemos que Dios lo llamó para predicar el mensaje de arrepentimiento al pueblo de Nínive (Jn. 1:2). A Jonás no le gustaban los ninivitas y trató de huir de Dios (Jn. 1:3). Como no se puede dejar atrás a Dios, el plan de Jonás lo llevó a ser el almuerzo de un gran pez, pasar tres días en las entrañas del pez para finalmente arrepentirse (Jn. 1:17-2:9). 

Jonás terminó haciendo la voluntad de Dios: llevando el mensaje que Dios le había confiado, pero se aferró con fuerza a las riendas. Quería controlar la respuesta de los ninivitas. Más grave aún, quería controlar la respuesta de Dios.

Me parezco a Jonás

A menudo hago lo mismo cuando amo a otras o busco ministrarlas en la Palabra de Dios. Quiero manipular a la gente para que responda de cierta manera, y quiero que Dios se mueva a mi señal. Específicamente, me gustaría que Él hiciera que las mujeres amen a Dios (y a mí) en mi tiempo. Quiero que amar a los demás funcione como un cajero automático. Yo les doy, y ellos me dan exactamente lo que les pido. En cambio, es más como una máquina tragamonedas. Nunca sé lo que voy a obtener a cambio, y a veces no obtengo más que «X» en todo el tablero.

No soy el Jardinero

Pero yo no soy el Jardinero. Mi trabajo es obedecer a Dios. Mi trabajo es amar a mi prójimo como a mí misma. Mi trabajo es tratar a las mujeres como quiero ser tratada y como Dios me ha tratado en Cristo. El trabajo de Dios es cambiar corazones y vidas. El legado del ministerio de Jonás es trágico. Toda la ciudad de Nínive se salva; sin embargo, la historia de Jonás termina con él quejándose de la compasión del Señor y lloriqueando por una planta (Jonás 4). Es una llamada de atención para revisar nuestros propios corazones y motivaciones para pedir a Dios que nos ayude a evitar cometer los errores de Jonás en el ministerio.

Luego de años de meditar en retrospectiva me han dado la claridad necesaria para saber que tener a Daniel en casa durante un año fue un regalo. Ahora que pienso en él, me aferro con fuerza a la promesa de Dios en Isaías 55:11:

«Así será Mi palabra que sale de Mi boca, No volverá a Mí vacía, sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié».

Dios trajo a Daniel a mi vida y me pidió que le enseñara y modelara la Palabra. Puedo aferrarme a la promesa de que esa Palabra no volverá vacía y que logrará lo que Dios determine, que no es necesariamente lo que yo me propuse para esa situación. Dios es justo siempre y todo es para Su gloria.

No tengo que manipular ni forzar el fruto de la obra de Dios en nadie. Solo tengo que ser fiel para ir adónde Él me llame, amar a quien Él me envíe y entregarle a Él mi propio corazón y mi vida. Vivir en obediencia es mi responsabilidad y adoración a mi Padre.

¿Y tú? ¿Ministras a otras con la expectativa de que Dios se mueva de cierta manera? ¿Amas a otras esperando que respondan a tu señal? ¿Confías en que Dios traerá fruto donde tú has sembrado y regado, o quieres controlar con tus fuerzas lo que Él hace? ¿Es tu obra o la obra del Señor? Sin embargo, mientras Dios obra, tú sigue obedeciendo lo que Él te ha mandado hacer, sigue sembrando las semillas del evangelio, pues a Su tiempo Él las hará florecer, si así lo ha determinado. El mero hecho de servirlo al compartir de Él con otras, es ya una bendición.

Lamentablemente, ningún vientre de pez o grito de arrepentimiento pudo enseñarle a Jonás sobre el amor de Dios. No quiero repetir los errores de Jonás. Buscaré amar bien a los demás y ministrar cuando Dios me llame a hacerlo y dejaré que Él se encargue a partir de ahí. ¿Y tú?

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos … leer más …

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