Fructifica en la edad madura: una misión para las abuelas en la iglesia

Todo lo creado por nuestro Dios tiene belleza y propósito en su tiempo. Nuestras vidas, como las estaciones del año, son igualmente valiosas y fructíferas. Cada temporada nos regala enseñanzas, en especial en el otoño de la vida, cuando llega el tiempo de la cosecha espiritual y posiblemente de recoger los frutos de lo sembrado en las vidas de nuestros hijos. Pero este tiempo, también es para seguir sembrando con oraciones, y compartir con gratitud la bondad de Dios con nosotras.

Por eso, dentro de la iglesia, toda vida es especial, y las mujeres que ya criaron a sus hijos, que son más maduras en años, en fe y experiencia, tienen un valor precioso en la congregación, en especial en los grupos pequeños, cuando pueden compartir intencionalmente con las mujeres más jóvenes.

Las abuelas podemos ser el apoyo, el oído atento, la voz compasiva que aconseja desde la experiencia, la mirada amorosa y atenta a madres que están en una etapa intensa por la que ya nosotras pasamos y, por lo tanto, podemos dar consejos y palabras de ánimo.

Las abuelas son como pilares que Dios ha colocado en medio de Su pueblo para ser soporte a las madres más jóvenes. Su influencia no necesita una plataforma, sino corazones que busquen la sabiduría que da la experiencia y la fe en medio de la lucha diaria que trae la crianza.

Muchas mujeres jóvenes se encuentran en medio de etapas muy intensas en el matrimonio, la maternidad, el trabajo, las presiones sociales, y no siempre tienen quienes las escuchen y puedan darles dirección sin juzgarlas. Entonces, es aquí donde una abuela, en medio de un grupo pequeño de mujeres en esta etapa de la vida, puede traer consuelo, sabiduría, guía con la Palabra y sus vivencias como madre.

La sabiduría de los años es un tesoro que Dios valora en Su Palabra y Él quiere que esté presente de manera intergeneracional (Prov. 1:8-10). Esa sabiduría ha de ser compartida con humildad por aquellas que somos abuelas, ya que no se trata de imponer creencias o andar dando consejos a cada momento, sino de compartir cómo Dios ha obrado y ha estado presente en cada etapa de nuestras vidas. 

Cada mujer que ha caminado con Dios ha vivido momentos difíciles, decisiones que parecían imposibles de tomar, diferentes luchas con los hijos en las etapas de la crianza, y de ellas podemos compartir para animar, compartiendo cómo Dios nos sostuvo y caminó con nosotras en medio del fuego y las aguas profundas, o de los pastos verdes y aguas de reposo (Is. 43:2-5, Sal. 23:2). El propósito siempre debe ser apuntar a Cristo, ser fortalecidas y guiadas por la Palabra de nuestro Dios, aun si cuando criaste a tus hijos no conocías al Señor como lo conoces ahora.

Como abuela, puedes mencionar los versículos que fueron tu ancla y apoyo en tiempos muy difíciles, las promesas que alimentaban tu fe y esperanza. Y como cada vivencia tiene propósito para Dios, las enseñanzas aprendidas en esos tiempos son un tesoro a pasar. Como abuela, puedes orar con ellas y por ellas. Dios nos invita a sobrellevar las cargas las unas de las otras (Gál. 6:2), y no existe una manera más amorosa y compasiva que presentar las luchas de estas madres ante el Trono de nuestro Dios.

Alguien dijo una vez que «una abuela que ora es como una roca firme», porque sus oraciones y ejemplo mueven a la esperanza y siembran fe. ¡Que así pueda ser con cada una de nosotras junto a las madres que Dios ha puesto a nuestro lado!

Las mujeres más jóvenes necesitan ver que la fe no es solo para las primeras etapas de la vida, sino que, por medio de la fe, nos sostenemos y nos mantenemos firmes y vivas hasta el final de nuestros días. Así es como Dios nos permite compartir el impacto de Su grandeza en nuestro corazón con la próxima generación (Sal. 71:18).

Por eso, abuela querida, tu papel en medio de los grupos de tu iglesia o madres jóvenes a tu lado, es fundamental. Dios te ha dado un ministerio que no requiere un podio, sino que habla desde tu corazón, que ha sido enseñado y sostenido por Cristo mismo y Su Palabra. Un legado que estás llamada a pasar (Ti. 2:3-5), una compañía necesaria en medio de una época en que tantas mujeres se sienten solas, y un oído atento, amoroso en todo tiempo.

Quizás en ocasiones no podamos ver el fruto de este hermoso ministerio pero, sin duda alguna, estamos sembrando fe en estas madres e impactando las vidas de las generaciones por venir, confiando en que Dios obra en medio de nuestra labor.

Sea Dios mismo dándonos un corazón como el de Loida, para impactar las vidas de los Timoteos, desde su niñez, con las Escrituras, y para influenciar en el carácter de nuestras Marías, al enseñarles la Palabra y que ellas, desde su juventud, la hablen y la vivan para hacer la voluntad de Dios con sus vidas.

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Sobre el autor

Elba Ordeix de Reyes

Esposa de Roby y madre de tres hijos adultos: Gabriel, Anna Gabriela y Andrés. Abuela de Noël, Lucas, Olivia, Vera y Julia Ann.

Anhela vivir una vida Coram Deo o en Su presencia cada día. Tiene pasión porque las … leer más …


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