Las hijas de Zelofehad: un ejemplo de feminidad que confía en Dios

Existe una gran diferencia entre solicitar y demandar. 

  • Solicitar es un verbo que implica pedir algo de manera educada, sin intervenciones legales. 
  • Demandar es un verbo que implica exigir y hacerlo legalmente, ante una corte. 

Estarás de acuerdo conmigo que nuestra sociedad está más propensa a demandar que a solicitar, sobre todo en las aguas feministas que, como un tsunami, está golpeando nuestros hogares. Con base en lo que una mujer considera su derecho, con un corazón vengativo, soberbio y muchas veces irracional, el feminismo enseña a demandar: ¡Queremos lo que es nuestro! A costas de manipular y controlar a quien sea.

Sin embargo, la Biblia nos enseña un mejor camino en la historia de las hijas de Zelofehad. De hecho, el camino que rinde gloria a Su nombre y trae verdadera paz, libertad y propósito eterno a nuestras vidas. En el evangelio de Cristo tenemos una perspectiva verdadera de quiénes somos y lo que significa ser sujetas y, al mismo tiempo, en cómo alzar la voz en nombre de lo que es justo ante los ojos de Dios. Más que demandar derechos, estas mujeres nos enseñan a pedir a Dios sobre la base de quién somos en el Señor. 

¿Quiénes son las hijas de Zelofehad?

En los últimos días, en el desierto, el pueblo de Dios, escucha Sus instrucciones por boca de Moisés en cómo se llevará a cabo la división de tierras una vez que conquisten la tierra prometida. Moisés dijo a todas las tribus: «Recibirán su heredad según los nombres de sus padres» (Num. 26:55). Entre los nombres de padres se encontraba Zelofehad, que no tuvo hijos, solo cinco hijas: Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa (Num. 26:33).

Estas cinco hermanas se presentan delante de Moisés, del sacerdote Eleazar, de los jefes y de toda la congregación a la entrada de la tienda de reunión y dijeron: «Nuestro padre murió en el desierto, aunque no estuvo entre el grupo de los que se juntaron contra el Señor, en el grupo de Coré, sino que murió por su pecado y no tuvo hijos. ¿Por qué ha de desaparecer el nombre de nuestro padre de entre su familia solo porque no tuvo hijo? Dennos herencia entre los hermanos de nuestro padre». 

Ahora bien, una lectura rápida intuye que ellas están demandando, ¿no te parece? Pero, entendamos brevemente el contexto. ¿Qué significaba la herencia de una tierra? Las promesas de bendición de Dios sobre ellos y la continuidad de su tribu. Es decir, ellas no están solicitando herencia para sus propósitos, sino para que continúe el propósito de Dios y ellas tengan un lugar donde vivir. ¿Qué hace Moisés? Consulta a Dios. Y ¿qué responde Dios? «Las hijas de Zelofehad tienen razón en lo que dicen. Ciertamente les darás herencia entre los hermanos de su padre, y pasarás a ellas la herencia de su padre» (Num. 27:6). ¿Por qué Dios hizo esto? Porque ellas también eran israelitas.

Y mira lo que sucede en el último capítulo de Números. Los hombres de la tribu de Manasés, a la que Zelofehad y sus hijas pertenecían, traen un punto importante a tomar en cuenta: ¿Qué pasa si las hijas se casan con alguien de los hijos de las otras tribus? Su heredad será quitada de la herencia de sus padres. Y Dios respondió nuevamente: «La tribu de los hijos de José tiene razón en lo que dice […] a las hijas de Zelofehad: “Cásense con el que bien les parezca; pero deben casarse dentro de la familia de la tribu de su padre. Así, ninguna heredad de los israelitas será traspasada de tribu a tribu [...]. Y toda hija que entre en posesión de una heredad en alguna de las tribus de los israelitas, se casará con alguien de la familia de la tribu de su padre [...]. De esta manera, las tribus de los israelitas retendrán cada uno su propia heredad”» (Num. 36:5-9).

Y ¿cómo respondieron las hijas?: «…hicieron tal como el Señor había ordenado a Moisés, pues Maala, Tirsa, Hogla, Milca y Noa, las hijas de Zelofehad, se casaron con los hijos de sus tíos. Y su heredad permaneció con la tribu de la familia de su padre» (Num. 36:10, 12). Lo cual Josué obedeció e hizo una vez instalados en la tierra prometida (Jos. 17:3).

Las hijas de Zelofehad: un ejemplo de feminidad bíblica

No hay nada de feminismo aquí, ¿lo notaste? Ellas se acercan con respeto a las autoridades, ponen delante de ellos su caso, y hablan bien de su padre al decir que él no fue parte de la rebelión de Coré. Ellas no deseaban que el nombre de su padre desapareciera. Lo que vemos es honra hacia los líderes y hacia su padre. 

¿Cuál fue la respuesta de Dios? Escucharlas y reconocer su valor. Tuvo compasión por ellas al no dejarlas desamparadas y en pobreza, sin tierra, pues las promesas de Dios también eran para ellas. Y a través de estas mujeres, Dios hizo provisión por medio de Su ley para otras mujeres, entre ellas Rut. Pues recordarás: «Si su padre no tiene hermanos, entonces darán su herencia al pariente más cercano de su familia, y él la poseerá. Y será norma de derecho para los israelitas, tal como el Señor ordenó a Moisés» (Num. 27:11). 

¿Cuál fue la respuesta de ellas? Honra y obediencia; fe y firmeza. Ellas no querían independencia, no querían su derecho a la fuerza ni por manipulación; solicitaron por los medios que Dios proveyó para que Él les respondiera, y así fue. Estas mujeres mostraron fe, contrario a aquellos espías que no le creyeron a Dios y se perdieron la herencia. Ellas fueron al lugar correcto y fueron un medio de bendición para sus generaciones.

Si todo les parecía perdido después de la pérdida de su padre y no tener esposo, Dios les proveyó de Sus promesas a través de la herencia y de una familia. Por esto, ellas son un ejemplo de feminidad bíblica ante una circunstancia que parecía sin solución. No solo obtuvieron lo que pidieron, sino que tuvieron el derecho de escoger a sus propios esposos porque, aunque ellas eran las herederas de las tierras, los hombres estaban obligados a sustentar a las mujeres de su familia. 

Jesús y las hijas de Zelofehad

Dios mostró Su bondad en esta historia, se ocupó del sustento y protección de ellas y garantizó que ninguna tribu fuera reducida porque un hombre solo tuviera hijas. Y ese mismo Dios es nuestro Dios por la fe en Cristo. Él prometió: «Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Ro. 8:17a). Nuestra herencia está llena de bendiciones espirituales (Ef. 1:1-18; 1 Pe. 1:3-4; Col. 1:12-14), que son eternas para vivir en la mejor tierra prometida: en el cielo. Nuestra herencia es Cristo mismo (Sal. 2:7-8) y Su obra (1 Pe. 3:7).

Además, gracias a Cristo, sabemos que nuestras oraciones son escuchadas (1 Jn. 5:14). Cristo nos enseñó cómo ir a nuestro Padre (Mt. 6:9-13) para que, al orar, confiemos que Cristo lleva nuestras oraciones al Padre, como el intercesor fiel que es Él (Ro. 8:34). Las hijas de Zelofehad nos apuntan a Cristo, quien llevaba Sus peticiones a Su Padre en espera que Él respondiera, porque estaba seguro de Su amor y Su buena voluntad. Cristo honraba a Su Padre celestial, y ese es el modelo que nosotras también debemos seguir cuando tenemos peticiones personales, familiares y referentes a nuestro servicio dentro de la iglesia.

¿Cómo lo vives en tu iglesia?

Dios nos ha instruido en toda Su Palabra acerca del liderazgo masculino, y precisamente es Dios quien lo escoge según Su voluntad. De acuerdo con lo que hemos leído sobre las hijas de Zelofehad, ¿te acercas al liderazgo con tus peticiones? O, ¿murmuras de ellos porque no te parece cómo están llevando la iglesia? ¿Te quejas en secreto con otras por las esposas de los líderes porque consideras que tú puedes hacer mejor sus actividades? 

Y si te acercas al liderazgo, ¿cómo pides lo que quieres hacer? ¿Te molestas si te dicen que «no»? ¿Cuáles son tus motivaciones para pedirles lo que has orado sinceramente y consideras que bíblicamente es el mejor camino a tomar en cierta situación? O, ¿demandas tus derechos como hija de Dios? ¿Te unes al movimiento feminista de exigir según el espíritu de la época? 

Hermanas, nuestra manera de hacer y pensar es la de Cristo, no es la cultura de este mundo. Todas las mujeres, creyentes y no creyentes, padecemos de la mortal inclinación de demandar; desde Génesis 3, queremos nuestra voluntad a nuestra manera. No queremos solicitar, esperar y confiar en el liderazgo, queremos demandar que sea a nuestro tiempo y según nuestra sabiduría. El carácter de una mujer piadosa sabe que tiene todo lo que necesita en Cristo para transitar en este mundo y enfrentar las circunstancias apremiantes que puede vivir. Su sujeción es hermosa y distintiva de ser hija de Dios.

En vez de demandar, después de haber orado y presentado tu petición a Dios, acércate con respeto a tus líderes, y expone tu caso, tu sugerencia, tu idea o tu preocupación, de manera que honre a Dios y Su misión de redimir y santificar a Su pueblo. Y luego, así como las cinco hermanas, sigue sus instrucciones, confiando en que, aun en medio de la imperfección de todos, Dios está obrando en Su misión en medio de Su Iglesia. Las mujeres solicitan, oran, piden con humildad y respeto, por el bien de sus hermanas en mente, y Dios las escucha… de hecho, ya está obrando en favor de ti y de otras.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Maestra Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Susana de Cano

Susana vive en la Ciudad de Guatemala. Es esposa de Sergio Cano con quien tiene tres hijos, Sergio Alejandro, Daniela y Susi, quien recientemente esta casada con Esteban. Es apasionada por enseñar la Palabra de Dios a otras mujeres para … leer más …


Únete a la conversación