Reunidas con propósito: Cristo, nuestra mayor celebración

Ya estamos por iniciar la temporada del año más ajetreada: eventos, reuniones, cenas especiales, villancicos, presentaciones teatrales, tiempos largos en la cocina horneando postres y, puedes, sin duda alguna, ayudarme a terminar esta lista. 

Y tú, además, como maestra del ministerio en tu iglesia local, tienes esta tradición de hacer una celebración navideña con las hermanas de la iglesia, pues es la última reunión del año, ¡y hay que hacerla especial! Pero mientras piensas una vez más en qué hacer y cómo hacerlo de tal manera que no se sienta repetitivo como los años anteriores, quiero dejarte aquí algunas preguntas que te puedes hacer para que, como en todo lo que hacemos, Cristo siempre sea el centro y Él se lleve toda la gloria, y que al final te ayude a realizar un convivio o reunión de edificación.

¿Cuál es el propósito de reunirnos?

La primera pregunta que debes hacerte es cuál es el propósito que deseas ver cumplido en esta reunión. Aunque el propósito pudiera parecer evidente porque es una actividad dentro de la iglesia, es muy fácil que nuestros corazones pierdan el propósito del evangelio en lo que hacemos aun en medio del compañerismo con nuestras hermanas en la fe. A veces, la costumbre de hacer los eventos nos lleva a planificar sin detenernos a pensar si lo que hacemos realmente está edificando los corazones.

Así que, ora al Señor y pide la guía del Espíritu Santo para cada decisión. No permitas que la emoción de tener juegos, los intercambios o los platillos deliciosos te distraiga del propósito eterno: que Cristo sea exaltado y que cada hermana salga de allí con su corazón más enamorado del Salvador.

¿Cuál es la intención de tu corazón?

Sin duda alguna, es posible que conozcas a otras maestras del ministerio en otras iglesias locales con quienes compartir ideas de qué hacer en la reunión navideña especial con las mujeres. A algunas de esas mujeres Dios les ha guiado para hacer con sus hermanas según sus necesidades particulares y la instrucción de sus pastores. Mejor haz la labor de orar, hacerte acompañar de tus hermanas y consultar con tus pastores.

Haz una pausa y examina tu propio corazón. Pregúntate: ¿estoy planeando esto para impresionar a las demás o para glorificar a Cristo? ¿Estoy buscando reconocimiento, o verdaderamente deseo servir?

Recuerda cómo fue tu evento del año pasado. ¿Hubo más estrés que gozo? ¿Te encontraste más enfocada en capturar fotos perfectas que en disfrutar la comunión? No está mal tener recuerdos, pero que tu motivación no sea la autoexaltación, sino que Cristo sea proclamado. Ahora haz una pausa, este es el mejor momento para preguntarte cuál es la intención de tu corazón. No hay nada pecaminoso en tener fotografías de recuerdo de esta reunión y mostrarlas, solo deseo preguntarte: ¿Realmente tienes la intención de que Cristo sea proclamado y adorado, o estás buscando llevarte la gloria? 

Mi hermana, quiero afirmarlo nuevamente, no estoy diciendo que esa siempre es tu intención, no estoy buscando señalarte, más bien quiero animarte, (no sin antes haber orado sobre este tema, pues soy tu compañera de milicia), a que revises tu corazón de tal manera que entregues al Señor cualquier deseo de gloria para no ser estorbo a las hermanas y ser fiel en el ministerio que Él nos ha encomendado en este tiempo. 

¿Qué puedes hacer?

Ahora que hemos recordado el propósito y revisado las intenciones de nuestro corazón, no debemos desanimarnos, al contrario, hagamos de esta reunión una oportunidad y privilegio de que todo apunte a nuestro Salvador. Y ¿cómo hacemos eso? Proclamando a Cristo. Entonces, asegúrate de…

  • Meditar en el nacimiento de Cristo. Puedes comenzar por leer y escudriñar Isaías 9:6: «Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz». Pregúntate qué significa para ti que tu Salvador tenga cada uno de esos nombres, sobre todo, termina meditando en que Cristo es nuestra paz, nuestro medio de reconciliación con el Dios santo.
  • Orar por esta reunión. Ora para que tengas un corazón humilde y servicial en esta reunión. Ora por cada una de las hermanas que asistirán al evento, y por aquellas que posiblemente no son salvas. Trae al Señor tus planes para cada actividad de esta reunión. 
  • Compartir tus planes con los ancianos de tu iglesia. Platica con los líderes o ancianos de tu iglesia local para que ellos puedan dirigirte mejor y darte consejo.
  • Preparar un mensaje. Ya seas tú quien te encargues o lo delegues a alguna otra hermana madura en la fe, aparta un tiempo para hablar sobre Cristo y el significado de la celebración.
  • Planear un tiempo de oración en el evento. Aparta un tiempo de oración con las hermanas, para agradecer por Cristo y lo que el Señor les ha permitido crecer en Su conocimiento.
  • Organizarte con las hermanas para preparar un rico refrigerio. ¡Disfruten de la provisión y bendición de Dios compartiendo alimentos!
  • Llevar a cabo algunas actividades recreativas que apunten a la celebración de que el Salvador ha venido y vendrá, y disfruten de estar juntas como símbolo de que están unidas en Cristo.
  • Una cosa más… ¿Por qué no animas con anticipación a las hermanas a traer a una mujer no creyente como invitada a la reunión para que pueda escuchar el evangelio?

¿Qué no debes olvidar?

Para terminar este blog, vayamos a donde comenzamos y recordemos una vez más lo que dice la Palabra del Señor sobre cómo debemos hacer las cosas como Sus hijas. Dice 1 Corintios 10:31: «Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios». 

Finalmente, no quiero dejar de compartirte las tres verdades que el Señor trajo a mi mente al estar escribiendo este artículo, y espero que sean de bendición para ti también:

Cristo es nuestra mayor celebración. 

Su nacimiento es nuestro mayor regalo.

Su regreso al lado del Padre es nuestra mayor esperanza. 

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Sobre el autor

Mónica Valadez de Sandoval

Mónica es originaria de Monterrey, México. Su más grande anhelo es conocer cada día más a su Creador, amarle, adorarle y servirle. Tiene una pasión por la consejería bíblica y una profunda convicción del llamado de Dios a servir entre … leer más …


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