Apenas tenía la edad suficiente para entender el significado de la palabra «mentoría» cuando la experimenté por primera vez de manera «oficial».
Desde que era niña, había tenido un corazón para el Señor y sentía Su llamado en mi vida hacia el ministerio de tiempo completo. Siempre buscaba oportunidades para crecer en mi relación con el Señor y convertirme en una sierva eficaz para Él.
Cuando tenía trece años, mi familia participó en la plantación de una nueva iglesia. La iglesia estaba en sus primeros pasos cuando el Dr. Ron Jenson fue invitado a unirse al equipo pastoral como ministro de educación cristiana.
No recuerdo exactamente qué me impulsó a hacerlo, pero recuerdo claramente que Ron nos visitó en casa poco después de su llegada, y yo le pregunté: «¿Estarías dispuesto a enseñarme todo lo que sabes sobre el ministerio y la educación cristiana?». Estos eran intereses que el Señor ya había puesto en mi corazón y yo estaba deseosa de aprender más. También recuerdo hablarle asegurando a Ron: «Todo lo que me enseñes, algún día lo transmitiré a otros» (una promesa que he cumplido).
En retrospectiva, no puedo imaginar lo que Ron debió pensar cuando una joven adolescente le hizo esa pregunta. ¡Lo sorprendente es que él me tomó en serio!
Transmitiendo una filosofía bíblica del ministerio
Durante los siguientes seis años, Ron, junto con su esposa Mary, invirtieron en mi vida, edificando sobre el fundamento que mis padres, pastores y otras personas ya habían puesto, entrenándome y equipándome para un ministerio eficaz. Este programa informal de mentoría tomó diversas formas.
Cuando nos reuníamos periódicamente en mi casa, Ron me ayudaba a reflexionar sobre una filosofía bíblica del ministerio. Han pasado más de cincuenta años desde entonces, pero aquí están algunas de las enseñanzas que aún recuerdo de esas conversaciones:
- El objetivo del discipulado: desarrollar «portadores del mensaje del evangelio espiritualmente comprometidos».
- El proceso del discipulado: «Diles cómo hacerlo (educación); muéstrales cómo hacerlo (demostración); ayúdalas a comenzar (delegación); anímalas a continuar (evaluación)». Ese proceso en cuatro pasos describe lo que Ron hizo por mí durante todos esos años.
- «Busca discípulos: fieles, accesibles (disponibles) y enseñables».
- «Ámalas a todas, ora por todas, y enfócate en aquellas que son espiritualmente receptivas».
- Principios básicos del estudio bíblico: Observación - ¿Qué dice? Interpretación - ¿Qué significa? Aplicación - ¿Qué debo hacer?
- El modelo de Lawrence Richards para enseñar la Palabra a otros: captar su atención; luego compartir las observaciones, la interpretación y la aplicación.
- Habilidades prácticas como la gestión del tiempo personal. (¡He repasado frecuentemente este punto!).
Como parte de un programa de doctorado en el seminario que Ron terminó justo antes de llegar a nuestra iglesia, él y Mary pasaron seis meses viajando por todo el país estudiando ministerios de iglesias locales. Cuando llegaron a Filadelfia para integrarse al equipo pastoral de nuestra iglesia, entre sus pertenencias traían decenas de cajas con recursos que habían recogido de las iglesias que visitaron. Ron me asignó la tarea de organizar todo ese material y desarrollar un sistema de archivo que terminé usando yo misma cuando me uní al equipo de una iglesia local después de la universidad. En el proceso de revisar todos esos documentos, me familiaricé con varios aspectos del ministerio en la iglesia local y desarrollé un profundo interés por ellos.
Tarea del alma y del corazón
Ron me animó a profundizar en mi comprensión del ministerio a través del estudio de la Palabra. La primera tarea que me asignó fue hacer una lista de las características de un ministro y un ministerio efectivos, basándome en 1 Tesalonicenses, capítulo uno y dos. Desde entonces, ese pasaje ha sido parte integral de mi vida. Me enseñó la importancia de vivir una vida coherente con el mensaje que proclamo, de entregar mi vida por aquellos a quienes sirvo, de amar genuinamente y depender del poder de Dios para transformar vidas. A lo largo de los años, en múltiples ocasiones, al compartir con mujeres involucradas en el ministerio de la Palabra, he abierto mi Biblia en esos dos capítulos y he recorrido los principios que conocí por primera vez hace tantas décadas.
Al igual que el apóstol Pablo con los tesalonicenses, Ron y Mary me integraron en sus vidas, abrieron su corazón y su hogar para mí, y me formaron más de lo que probablemente ellos mismos se dieron cuenta, en el contexto de circunstancias reales y una interacción cotidiana e informal. Me animaron en mi fe, y mostraron interés y cuidado por mi caminar personal con Dios, mi vida familiar y mis relaciones. Me brindaron perspectiva y consejo mientras atravesaba esos años de adolescencia (a veces turbulentos).
Al mirar atrás, estoy segura de que no siempre fui consciente de sus horarios; sospecho que hubo momentos en los que habrían agradecido un descanso de su entusiasta «sombra», pero si fue así, jamás lo demostraron.
Manos a la obra
Mientras me enseñaba, el enfoque de Rob hacia el discipulado incluía brindar oportunidades prácticas para el ministerio (delegar). Cuando pienso en esos años, me asombran algunos de los riesgos que tomó. Aún era una adolescente cuando me pidió que lo sustituyera una noche en la dirección de una clase de capacitación para maestros que él estaba impartiendo en la iglesia. Cuando tenía unos dieciséis años, me animó a desarrollar y dirigir mi propio curso de capacitación para maestros durante varias semanas, dirigido a adultos que servían en el ministerio infantil. (Hoy en día me cuesta trabajo imaginar confiar ese tipo de responsabilidad a una «niña»). Bajo la tutela de Ron, desarrollé «El club del pescador», un programa semanal de misiones para niños. (Llamamos a los tres grupos de diferentes edades: pececillos, truchas y ballenas. En retrospectiva, puede que no haya sido la mejor elección de nombres).
No tengo duda de que Ron, con su formación en el seminario, podría haber hecho un trabajo mucho mejor que yo en todos esos programas, pero, al parecer, él miraba más allá de los resultados inmediatos y a corto plazo, hacia el día en que su alumna sería independiente del maestro y podría compartir sobre el corazón del Señor Jesús en lugares y contextos a los que Ron jamás llegaría.
A través de todas estas experiencias, cultivé un profundo amor por el ministerio y desarrollé herramientas que he considerado invaluables durante más de cuarenta y cinco años de servicio.
Aunque desde mi adolescencia casi no he tenido contacto con Ron y Mary, ellos dejaron una huella significativa en mi vida y el deseo de influir en la vida de otras mujeres a lo largo de mi vida - mujeres que, a su vez, influyen en otras para que conozcan, amen y sirvan a Jesús. De muchas maneras, Aviva Nuestros Corazones es el fruto de la disposición de amigos como ellos a invertir en mi vida, desde la infancia hasta la adultez.
Tus experiencias de mentoría, por supuesto, serán distintas a las mías, tanto al dar como al recibir. Pero no por eso son menos significativas o vitales en el cuerpo de Cristo y en Su obra en el mundo. Así que mira a tu alrededor. ¿A quién ha puesto Dios en tu vida? ¿A quién ha preparado Él, para que puedas acercarte y «enseñar lo bueno» (Ti. 2:3)? Esta es una oportunidad para mujeres de cualquier edad. Pero quiero dirigirme especialmente a las «mujeres mayores» (tú decides si eso te describe), como hizo Pablo en Tito 2. Ya sea en contextos estructurados y programados, o en encuentros espontáneos y cotidianos, oro para que no te pierdas el gozo y el fruto de estar disponible para invertir en la vida de las mujeres que vienen detrás de ti.
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