Buscando a Dios en medio de la prueba

Por: Marilin Oliva de Torres

Durante los últimos meses hemos pasado por algunas dificultades económicas como familia, pero el Señor ha sido bueno, nos ha sostenido de incontables maneras. Luché mucho por sentirme agradecida, uno de mis versos favoritos que solía leer constantemente es 1º de Timoteo 6: 6-8

Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos.”

Trataba de enumerar las muchas bendiciones que Dios nos da cada día y que dejamos de valorar, me esforzaba para no quejarme o afanarme por la situación y creía que mi respuesta ante la prueba era buena. Estaba esperando “mi recompensa” por ser una hija agradecida; sin embargo, al comenzar este año, Dios permitió una prueba aún mayor, teníamos que mudarnos de manera inminente ya que los dueños de la casa que rentábamos, cesaron imprevistamente el acuerdo, y  la verdad es que no contábamos con el dinero para enfrentar esta inesperada situación. Al comienzo creía que mi reacción sería buena, Dios está al control, puedo con esto…

No obstante, al pasar los días Dios comenzó a sacar lo que realmente había en mi corazón y que había tratado de ocultar inclusive a Él mismo, me vi como mi hija cuando se porta bien delante mío esperando una recompensa por ser tan buena hija, ahí pude advertir que mi contentamiento era superficial.

Durante ese tiempo, Dios me guió a meditar en el salmo 73:3:

Porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos

El Señor me mostró la hipocresía de mi corazón, el resentimiento por sentir que Dios bendecía más a los incrédulos que a mí, que era Su hija. Fue un tiempo de quebrantamiento y dolor. Me arrepentí y le pedí perdón a Dios por mi orgullo y la soberbia de mi corazón, al mismo tiempo que oraba por la casa, pues debido a la situación económica, necesitábamos un milagro.

Para poder enfocarme mejor me hice estas preguntas por varios días:

¿Tengo una casa donde habitar hoy?  Sí.

¿Tengo alimentos hoy?  Sí.

¿Tengo abrigo hoy? Sí.

Entonces ¡No necesito más nada! Y si no tuviera nada de eso y Dios decidiera no responder mi oración, con todo Dios aún sigue siendo bueno porque me perdonó, me salvó y me dio vida eterna que es más importante y valioso que cualquier otra cosa.

En Su inagotable gracia, Dios no solo puso un real gozo en mi corazón, sino que nos concedió la casa que tanto necesitábamos a un costo aún más bajo de lo que podíamos pagar. Dios nos sorprendió, nos dio más de lo que esperábamos y sin dudas más de lo que merecíamos.

Como hijas de Dios deberíamos vivir satisfechas sin sentir necesidad de buscar más de lo que Dios ya nos ha dado.

Él es la fuente del verdadero contentamiento.

Dad gracias al Dios del cielo,

porque para siempre es su misericordia.

Salmos 136:26

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