«¿Por qué necesitamos lavar los platos? ¡Al final se van a ensuciar de nuevo!». Quizás tus hijos te han hecho esta pregunta. Recuerdo haberle preguntado esto a mi mamá (probablemente en una noche que me tocaba lavarlos). Por supuesto, entendemos que le parece inútil a un niño, lo que no lavarlos nos puede causar al protegernos de las enfermedades, pero a veces tenemos la misma pregunta sobre vivir de manera justa. «¿Cuál es el punto? De todas formas, no importa lo que haga».
A veces, la obediencia parece inútil, como quitar la nieve en medio de una tormenta. Los actos cotidianos de fidelidad muchas veces pasan desapercibidos y no son recompensados; si no son notados, al final no cambia nada en el mundo. Entonces, ¿cuál es el punto?
Si te sientes así, no estás sola; un par de salmistas libraron la misma batalla. El rey David luchó con la prosperidad de los impíos en el Salmo 37, al igual que Asaf en el Salmo 73, otro rey tan fiel como David, pero menos conocido, cuya historia puede ayudarnos cuando nuestra obediencia parece inútil.
Un ejemplo de fidelidad
Coronado a los ocho años, Josías heredó un reino devoto a la idolatría; su padre y su abuelo hicieron todo lo posible para que Judá pareciera una nación pagana: profanaron el templo, construyeron altares para todo tipo de ídolos e incluso sacrificaron niños en el fuego para apaciguar al dios Moloc, pero Josías cambiaría eso. Tal vez sepas que su reino fue conocido por hacer una reforma y traer avivamiento, hizo una limpieza nacional para restaurar el templo y erradicar la idolatría de Judá. Si eres como yo, te resulta difícil recordar qué rey gobernó y durante qué periodo de tiempo, pero en el caso de Josías es muy importante recordarlo.
Josías fue básicamente el último rey de Judá; los siguientes reyes serían marionetas del imperio egipcio y babilonio. Después de Josías, el reino llegó a su fin, y Josías lo sabía desde el principio porque Dios reveló explícitamente sus planes. Lo podemos leer en 2 Reyes22:17: «Por cuanto me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses para provocarme a ira con toda la obra de sus manos, por tanto Mi ira arde contra este lugar y no se apagará».
Gracias a la obediencia de Josías, Dios retrasó Su juicio hasta la muerte del rey; después, Judá sería destruido. Las ruedas de la destrucción estaban en movimiento y no se detendrían.
Si alguna vez existió un momento para rendirse, en hacer lo correcto porque parecía inútil, tenía que ser éste. Josías sabía que, sin importar lo que hiciera, sin importar cuán justo fuera, nunca podría liberar a Judá de la ira de Dios, pero aun así, fue fiel.
Olvida los resultados
La obediencia fiel parece inútil cuando nos enfocamos en los resultados. Los niños que crecen temiendo al Señor, un vecino que viene a Cristo, una relación que experimenta reconciliación, una iglesia que experimenta avivamiento; todos los resultados agradan y glorifican a Dios, pero son demasiado débiles para lograr la obediencia fiel.
Parece que Josías no se enfocó en los resultados, de hecho, él sabía que la nación estaría en cautividad a pesar de su obediencia. Aun así obedeció.
¿Obedecería aún si supiera que…
- mis hijos se apartarán de Dios?
- mi iglesia atravesará una división dolorosa?
- mi vecino cerrará su puerta en mi cara cuando mencione el nombre de Jesús?
- esa relación rota jamás sería restaurada?
- perderé mi trabajo a pesar de mi buen comportamiento y ética laboral?
La obediencia fiel debe fijar sus ojos en el único resultado seguro y firme, sin dejarse distraer por todo lo que sucederá en el inter: el Rey reinará por los siglos de los siglos.
«El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto». -Isaías 9:7
Pedro anima a los creyentes que sufrirían por su fe: «Por tanto, preparen su entendimiento para la acción. Sean sobrios en espíritu, pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo» (1 Pd. 1:13). Debemos obedecer con una perspectiva y resultado eterno, sabiendo que nuestra labor no es en vano, aunque hoy así lo parezca.
Quita tu mirada del resultado inmediato, y obedece con los ojos fijos en el Rey que gobierna hoy, mañana y siempre.
Teme a Dios y tiembla a Su voz
La obediencia fiel parece en vano cuando mi entendimiento de Dios es pequeño y Su palabra es débil. Fácilmente pierdo de vista Su inmensidad, trascendencia y santidad; aunque sostengo en mis manos las palabras exhaladas por el mismo Dios, el único libro verdaderamente vivo en todo el universo, mi respuesta ante Él se vuelve indiferente, y sin asombro.
No sé quién le enseñó a Josías sobre Yahweh, pero alguien hizo un muy buen trabajo porque ese rey temía a Dios y temblaba a su voz. Mientras se reparaba el templo, los trabajadores de Josías encontraron una copia de la ley. Aunque Josías sabía sobre Yahweh y Su ley, aparentemente nunca la había leído por sí mismo, cuando la escuchó por primera vez, su reacción fue todo menos indiferente; se rasgó las vestiduras e inmediatamente envió mensajeros para consultar a un profeta para saber si podía hacer algo para evitar que la ira de Dios cayera sobre ellos (2 R. 21:11-13).
Incluso después de enterarse de que la ira de Dios no podría ser aplacada, Josías continuó obedeciendo porque servía y temía al único Dios verdadero…
- El Dios que se ríe de los impíos.
- El Dios que tiene en Su mano los corazones de los reyes.
- El Dios que llama a cada estrella por su nombre.
- El Dios que cuenta cada copo de nieve que cae al suelo.
- El Dios que le dice al mar hasta dónde debe llegar.
- El Dios que conoce cada palabra que diré antes de que llegue a mi lengua.
- El Dios que nunca ha dejado de existir.
- El Dios que habla a la oscuridad y crea la luz.
- El Dios que sopla al polvo y crea a la humanidad.
La obediencia a ese Dios nunca es en vano, Él ve, Él sabe, Él se preocupa. Ningún acto de obediencia pasa desapercibido, de hecho, Él presta especial atención a aquellos que le temen a Él y a Su Palabra:
«“Todo esto lo hizo Mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser”, declara el Señor. “Pero a este miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra”». -Isaías 66:2
Quizás estés decepcionada por la simplicidad de este blog, no es ciencia espacial, ni una teología profunda o compleja. A menudo anhelamos una solución compleja para lo que parece una pregunta imposible, pero a veces, las respuestas más simples son las más difíciles.
Cuando la obediencia fiel parezca en vano, mira a la eternidad y teme a Dios, confía que Él sigue en Su trono.
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