El feminismo no ganó: una mentira antigua con nombres modernos

En un mundo que celebra la independencia, la autosuficiencia y la rebelión contra todo lo que suene a sumisión, el feminismo parece haber ganado la batalla. Durante años, incluso siendo creyente, yo creí sus mentiras y defendía ideas que chocaban con el diseño de Dios para nosotras. Pero hoy, después de experimentar la gracia transformadora del evangelio, puedo decirte con certeza: el feminismo no ganó.

Un cuento inofensivo

Mi historia comenzó con caricaturas aparentemente inocentes. Como muchas, crecí viendo las «Chicas Superpoderosas» y me identificaba con su espíritu independiente, rebelde y fuerte. Ellas humillaban a los chicos, se burlaban de ellos, y ser «poderosas» era el objetivo. Sin darme cuenta, esas ideas moldearon mi carácter: ruda, autoritaria, orgullosa. Y tengo que admitir que ahora que han vuelto a salir en una promoción, me he sentido tentada a ir a ver si me gano a la que era mi favorita 😁. 

Pero la Palabra de Dios expone lo que la cultura esconde: esa no es la imagen de una mujer conforme a Su corazón. 1 Pedro 3:3-4 nos llama a cultivar un espíritu tierno y sereno, precioso ante Dios. Yo estaba muy lejos de eso.

La mentira cultural: «tú eres tu propia autoridad»

Las feministas modernas no inventaron nada nuevo. Esa misma semilla de duda y rebelión que Eva escuchó en el huerto: «¿Conque Dios les ha dicho…?» (Gn. 3:1), ha sido repetida generación tras generación. Como Eva en el Edén, creemos la mentira de que podemos ser nuestra propia autoridad. Durante años, justificaba mis actitudes y rechazaba someterme a otros. El mundo me decía que eso era ser fuerte; Dios me mostró que era orgullo.

En la historia reciente, esta mentira tomó forma en los escritos de mujeres como Mary Wollstonecraft, que en el siglo XVIII, en Inglaterra, abogó por la «reivindicación de los derechos de la mujer», argumentando que su rol tradicional era injusto. Luego, en París, Olympe de Gouges proclamó «los derechos de la mujer» en un panfleto que encendió debates sobre igualdad y autonomía. En Estados Unidos, Judith Sargent Murray habló de «la igualdad de los sexos», planteando que las mujeres debían romper con lo que consideraban un molde opresivo.

Décadas después, figuras como la francesa Simone de Beauvoir y la estadounidense Betty Friedan intensificaron el mensaje. Beauvoir llamó al diseño de Dios para la mujer «la feminidad eterna», comparándola con una prisión y argumentando que el matrimonio la hacía «media persona». Friedan popularizó la idea del «malestar de las mujeres», pintando la maternidad y el hogar como opresivos y vacíos de propósito.

El resultado fue que miles de mujeres creyeron que la libertad y la plenitud se encontraban en abandonar el diseño de Dios, redefinir sus roles y vivir para sí mismas. Pero la mentira sigue siendo la misma: ser tu propia autoridad.

El feminismo no solo ha afectado a la sociedad, también se ha infiltrado en la Iglesia. Ha atacado el valor del matrimonio, la maternidad y los roles dados por Dios. Frases como «el matrimonio convierte a la mujer en media persona» o «la maternidad es una carga» son reflejo de un corazón insatisfecho con el plan divino. Ahora bien, el feminismo no es simplemente ideología política o social; es una actitud del corazón. No necesitas llevar un pañuelo verde ni marchar para ser feminista. Basta con vivir como si no necesitaras a nadie, como si someterte fuera indigno y como si tu valor dependiera solo de ti. W. Tozer dijo: «Ha surgido una generación de cristianos que cree que es posible aceptar a Cristo sin abandonar al mundo».

Esa era yo. Y esas ideas tenían consecuencias: relaciones dañadas, orgullo, incapacidad de recibir corrección y un espíritu contencioso.

La feminidad bíblica: un regalo, no una carga

Cuando Dios abrió mis ojos, entendí que la feminidad bíblica no es un molde rosado ni un cortador de galletitas (quizá me has escuchado decir esto antes). Es reflejar el carácter de Cristo en un espíritu humilde, piadoso y confiado en Él.

El feminismo dice: define tu propia verdad. La Biblia dice: rinde tu vida a la Verdad.

Hoy entiendo que no soy una heroína ni una superpoderosa. Necesito al Señor cada día. Y aunque sigo en proceso, he aprendido a deleitarme en Su diseño y a encontrar gozo y plenitud viviendo para Su gloria. Y quizá me preguntes cómo sé que gané la batalla y no el feminismo? ¡Pues realmente no la gane yo, Cristo la ganó por mí! Estos son algunos pasos prácticos que me ayudaron en el proceso:

  • Evaluar lo que veía y escuchaba, dejando que la Biblia me discipule más que la cultura.
  • Rodearme de mujeres piadosas que me confrontaron con amor.
  • Reconocer mi necesidad de Cristo y pedir perdón a quienes herí.
  • Recordar que fui creada mujer con un propósito precioso.

Y como dice mi amada Mary Kassian: «Dios desea que seas una magnolia de acero: suave y fuerte, delicada y perseverante».

El feminismo promete libertad, pero solo esclaviza. Cristo ofrece verdadera libertad, plenitud y abundancia. No necesitamos liberación del diseño de Dios; necesitamos salvación.

Querida hermana, no creas la mentira del enemigo. Tú no eres tu propia autoridad. Tú eres una hija amada de Dios, creada para reflejar Su gloria y Su carácter en el mundo.

El feminismo no ganó. Cristo venció. ¿Hay áreas en tu vida donde aún crees las mentiras del feminismo? Ora hoy y pídele a Dios que te ayude a abrazar Su diseño con gozo.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Yamell de Jaramillo

Yamell es originaria de la República Dominicana. Ama la Palabra de Dios, es firme en sus convicciones y vive apasionadamente la vida cristiana teniendo el deseo genuino en su corazón de poder vivir el señorío de Cristo. Tiene un especial … leer más …


Únete a la conversación