En casa, pero no sola: Dios en medio de la maternidad

¿Alguna vez pensaste que pasarías todo el día con tus hijos en casa? Y si lo pensaste, ¿ha sido como lo imaginaste?

Yo no recuerdo haber planeado, en el pasado, quedarme en casa todo el día atendiendo a mi esposo, a mis hijos y el hogar. En ese momento, mi visión del futuro era limitada. Me casé, y antes de cumplir dos meses de matrimonio, Samuel ya venía en camino, y mi visión sobre lo que venía seguía siendo corta. Sin embargo, Dios llevaba mucho tiempo preparándome, trayendo verdades bíblicas a mi vida a través del ministerio Aviva Nuestros Corazones y el estudio de los libros Mujer Verdadera 101 y 201, de Nancy DeMoss Wolgemuth y Mary Kassian. Y, a pesar de los desafíos que enseguida surgieron en mi mente al considerar renunciar a mi empleo para cuidar de Samuel, Dios me dio la convicción de que lo mejor era quedarme en casa. Comencé a ver cómo la bendición de estar con él superaría, con la ayuda de Dios, los desafíos económicos, emocionales y sociales.

Me quedé en casa, y los desafíos continuaron…

«¡Mamá, mamá, mamá! Hoy estás muy rara, ¿qué está pasando?». Esas fueron las palabras de mis hijos, de 8 y 5 años, un día cualquiera, cuando me vieron quejarme por los juguetes y el desorden en el piso de la sala. Sin darme cuenta, ellos observaban una actitud incoherente en mí y no dudaron en hacérmelo saber: «¿Por qué tiras los juguetes si nos enseñaste que no está bien hacerlo?» ¡Ups!

«Mamá, ¿por qué estás tan preocupada, con tantas cosas de aquí para allá? Te pareces a Marta y no a María. Te estoy esperando, ven a hacer el devocional».

¿Alguna vez te ha pasado que instruyes a tus hijos acerca de algo y luego fallas en ponerlo en práctica? ¡Quiero que sepas que te entiendo! Esta es solo una pequeña muestra de los desafíos que enfrento al estar con mis hijos todo el día, pero Dios es tan bueno, que en medio de esos desafíos, también trae muchas bendiciones, y en este caso, mi santificación.

Pensando en esto, recordé lo que estuve meditando recientemente en el libro de Números, cómo el pueblo de Israel, en su camino hacia Canaán, se quejaba y murmuraba contra Dios y Moisés. Pareciera que las muchas bendiciones recibidas de la mano de Dios no fueran suficientes para ellos, y cada vez que se enfrentaban a un desafío, preferían quejarse, recordando «las bendiciones» del pasado en lugar de valorar lo que Dios estaba poniendo en sus manos.


«El pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del Señor». -Números 11:1a

«Por qué, pues, has traído al pueblo del Señor a este desierto, para que nosotros y nuestros animales muramos aquí? ¿Y por qué nos hiciste subir de Egipto, para traernos a este miserable lugar? No es lugar de siembras, ni de higueras, ni de viñas, ni de granados, ni aun hay agua para beber». -Números 20:4-5

Todo esto me hizo ver mi corazón como en un espejo. Pude darme cuenta de cómo, al hacer el ejercicio de contar las bendiciones y desafíos de tener a mis hijos en casa todos los días, mi tendencia fue enfocarme más en los desafíos. Le pedí perdón a Dios y le oré para que me ayudara a ver más las bendiciones que hay, incluso en medio de los retos y dificultades.

Recordé cómo Dios utiliza este tiempo en casa con mis hijos para probar lo que hay en mi corazón, así como lo hizo con el pueblo de Israel (Dt. 8:2). Y aunque muchas veces no pase la prueba, Su presencia en mi vida, mientras camino junto a mis hijos, es la garantía de que, con los ojos puestos en Cristo, perseveraré en el camino hasta encontrarme con Él.

Sé muy bien que tus desafíos y los míos pueden variar, debido a nuestros diferentes contextos, circunstancias, familia, etc. Por eso, le pedí a un grupo de hermanas en la fe —tanto de dentro como de fuera de mi iglesia local— que anotaran en una hoja los desafíos y bendiciones que experimentan al tener a sus hijos en casa todo el día. Les pedí que se tomaran el tiempo de experimentarlo e ir tomando nota. 

Revisé todas sus respuestas y las uní con las mías. Escogí los desafíos y bendiciones en los que más coincidimos, para compartirlos contigo.

Desafíos

De manera general, diríamos que el mayor desafío es mostrar a Cristo y Su evangelio durante todo el día. Pero, de manera específica, podríamos mencionar lo siguiente:

  • Tener como prioridad llenar nuestro corazón de la Palabra diligentemente, es decir, que la Palabra de Dios habite en nosotras siempre (Col. 3:16; Dt. 6:6).
  • Administración del tiempo. Encontrar un balance entre todas las tareas por hacer.
  • El deseo de tener «todo bajo control»: casa limpia y en orden, comidas a tiempo, clases de los niños al día…
  • Enfocarnos más en la conducta externa de nuestros hijos que en lo que realmente importa: su corazón. Es decir, exigirles un cambio de comportamiento sin abordar el problema del pecado en sus corazones con el evangelio. 
  • Mantener coherencia entre lo que les enseñamos y cómo vivimos (Mt. 23:3). No ser hipócritas. Por ejemplo, pedirles con aspereza que no deben ser ásperos con sus hermanos.
  • No desplazar el servicio a nuestros esposos por enfocarnos exclusivamente en servir a nuestros hijos. Somos una sola carne con nuestros esposos, no con nuestros hijos (Gn. 2:24).
  • Estar presentes física y emocionalmente para nuestros hijos. Podemos estar en casa todo el día, pero desconectadas de ellos. Podemos enfocarnos en las cosas y olvidarnos de las personas.
  • La distracción. En los momentos en que creemos merecer un «tiempito libre», podemos desconectarnos de nuestros hijos al conectarnos a las redes sociales, al punto de hablarles sin mirarlos a los ojos.
  • La queja y la falta de gratitud. La queja revela que no estamos contentas con lo que Dios ha puesto en nuestras manos. (Col. 3:13,17).
  • El agotamiento físico y mental. La ausencia de un sueño continuo puede ser agotador (Is. 40:29). 
  • La presión de personas que no comparten nuestra decisión de quedarnos en casa. (Col. 3:23-24). Elegir responder con sabiduría cuando somos animadas a buscar un empleo para que «vivamos mejor».

Bendiciones

Hay una bendición especial que podría parecer contradictoria: estar todo el día con nuestros hijos en casa revela mucho del pecado en nuestros corazones, que de otro modo tal vez no saldría a la luz. Esto nos lleva al final de nosotras mismas y nos impulsa a correr a Dios, a los pies de Cristo, con desesperación.

Y aunque el siguiente listado parezca breve, es tan poderoso que, con la ayuda de Dios superaremos cualquier desafío:

  • Dios está con nosotras todo el día en esta misión sagrada de la maternidad (Mt. 28:20).
  • Podemos vivir el evangelio 24/7 (Col. 3:12-13), y podemos practicar el perdón unos a otros. 
  • Dios forma nuestro carácter mientras ayudamos a nuestros hijos a ver a Cristo para que el suyo sea formado.
  • Podemos poner en práctica Deuteronomio 6:6-9: enseñar la Palabra en el camino, al acostarse, al levantarse…
  • Tenemos la oportunidad de responder a sus inquietudes cuando surgen y protegerlos de las ideologías actuales a través de la instrucción bíblica.
  • Aprovechamos cada conversación para conocer sus corazones y dirigirlos a Dios.
  • Lidiamos con su pecado oportunamente, en lugar de postergar o delegar esa tarea.
  • Aprendemos que no tenemos el control y dependemos en todo del Señor, «porque separados de Mí nada pueden hacer» (Jn. 15:5).
  • Ellos participan en las actividades del hogar, asumiendo responsabilidades de acuerdo con sus capacidades.
  • Se fortalece la unidad que trae el amor según Dios (Col. 3:14).

Quiero que sepas que escribir este blog fue un desafío para mí. Escogí una semana para dedicarme a poner todas las ideas en orden, días en los que, soberanamente, me quedé sola en casa porque mi esposo estuvo fuera de la ciudad; días en los que estuve en la clínica con mi hija menor, mientras que mi otro hijo se quedaba en casa de unos hermanos en la fe.

Hoy mi casa luce un poco desordenada. Tengo ropa por doblar sobre la cama y mucha por lavar, pero tengo la bendición de recibir cada día el alimento de la Palabra, que me ayuda a poner en perspectiva todas las cosas. Y también tengo a mi esposo, que siempre me recuerda dar gracias por todo cuando me ve frustrada o a punto de estarlo.

Mientras finalizo este escrito, mi hijo mayor me ha interrumpido varias veces con muchas preguntas. Pero ¡qué bendición es que me esté preguntando a mí y no tenga que ir a ChatGPT para resolver todas sus inquietudes! Y qué bendición es para mi alma escribir, mientras recuerdo verdades bíblicas que santifican mi vida.

¡Identifica tus desafíos y pon tus ojos en las bendiciones que vienen con ellos! Dios es fiel, y así como estuvo con el pueblo de Israel en todo su peregrinar, gracias a Cristo, Su Santo Espíritu nos guía a toda verdad cuando comenzamos a desviarnos del camino, enfocándonos más en nosotras mismas que en el propósito de Dios al permitirnos disfrutar de la presencia de nuestros hijos 24/7.

¡Que nuestro buen Dios nos ayude a filtrar todo a la luz de lo eterno, cerrando nuestros oídos al mundo y abrazando con fe este llamado hermoso de la maternidad, aunque nadie afuera nos vea! ¡Es a Cristo, el Señor, a quien servimos!


 

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Sobre el autor

Yuliana Fragozo Bermúdez

La gracia y la misericordia de Dios la alcanzó cuando se encontraba sedienta buscando agua en un pozo. Esa misma gracia inmerecida le permitió casarse con Andrés Aguilar, quien es uno de los pastores fundadores de la Iglesia Cristiana Vida … leer más …


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