Escritora invitada: Heather Cofer
Recientemente me encontré con un video en redes sociales de una mujer que no conozco, anunciando la bendición de concebir un hijo después de años de pérdidas y espera. Me conmoví profundamente al unirme a la celebración de estas personas desconocidas por esa nueva vida. (Es curioso cómo funcionan las redes sociales, ¿no?) En el video se citaba la segunda parte de Salmo 30:5: «El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría».
Ciertamente me identifiqué mucho al recordar cómo el Señor me ha bendecido bondadosamente con regalos inmerecidos después de largos períodos de dolor y tristeza. Sin embargo, después de ver el video, mi mente se desvió hacia mis seres queridos (e incluso situaciones de mi propia vida) que aún se encuentran en la fase de anhelo: el deseo de un cónyuge, abortos espontáneos o infertilidad, enfermedades crónicas, relaciones rotas, trabajos perdidos... sin garantía de sanidad, matrimonio, hijos o reconciliación en este lado del cielo.
Esta es la realidad que el pecado trajo a nuestro mundo. Y aun cuando recibimos aquello que tanto anhelábamos, nunca es perfecto. De una u otra forma, terminará decepcionándonos debido a la realidad del pecado y a sus efectos que alcanzan cada rincón de nuestra vida. Nuestros hermosos hijos pondrán a prueba nuestra paciencia, con el esposo que tanto deseábamos también habrá conflictos, una enfermedad puede reemplazar a otra, y oportunidades increíbles pierden su brillo con el tiempo. Nuestra primera reacción frente al dolor y la desilusión puede ser mirar al mundo con confusión y desesperanza, tal como lo expresó Salomón en Eclesiastés:
«Todas las cosas son fatigosas, el hombre no puede expresarlas. No se sacia el ojo de ver, ni se cansa el oído de oír». -Eclesiastés 1:8
y,
«Entonces me dije, “Ven ahora, te probaré con el placer; diviértete”. Y resultó que también esto era vanidad». -Eclesiastés 2:1
Pero después de esa desesperanza, añade:
«Alégrate en el día de la prosperidad, y en el día de la adversidad considera: Dios ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que suceda después de él». -Eclesiastés 7:14
La realidad es que cada destello de alegría que experimentamos en la tierra, así como cada valle de dificultad, debe llevarnos nuevamente a mirar al Señor.
Como cristianas, tenemos la esperanza firme de que un gozo eterno e inimaginable nos espera en la presencia de Dios gracias a Jesucristo. Por esa realidad, Dios puede y quiere usar cada circunstancia que atravesamos, buena o mala, como una herramienta para recordarnos que algo mucho mayor nos aguarda más allá de esta vida. Durante esta «noche» presente estamos siendo preparadas para un amanecer perfecto y sin fin, cuya luz es la misma gloria de Dios (Ap. 21:23). Así como la noche tiene estrellas brillantes y una luna resplandeciente, también esta vida contiene regalos de alegría que contrastan con la oscuridad, pero así como la luz de la luna es un reflejo del sol, esos momentos de alegría son un reflejo de algo mucho mayor y más radiante que está por venir.
¿Cómo podemos aferrarnos a esta esperanza cuando nuestras circunstancias parecen carecer de alegría o cuando vemos a otras recibir precisamente aquello que tanto anhelamos?
Mantengamos la mirada hacia adelante
Santiago 1:2-4 dice:
«Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia,y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte».
Cuando disciplinamos nuestro corazón para ver el dolor a la luz de la esperanza de la eternidad, toda nuestra perspectiva cambia. Cuando mantenemos los ojos en Cristo, en lugar de enfocarnos en la satisfacción de un deseo temporal, Él toma esa dificultad y la usa para desarrollar nuestra resistencia. Él utiliza la prueba como un cincel en nuestra vida personal, puliéndola y moldeándola con una precisión milimétrica, haciéndonos madurar y preparándonos para el gozo inimaginable que está por venir. Él sabe cómo usar las pruebas para soltarnos de nuestro apego a esta vida y ayudarnos a ver que algo mucho mejor está por delante.
Reflexionar en versículos como los anteriores y acudir al Señor en oración cuando nos sentimos abrumadas por nuestras emociones es imprescindible. Cuando lo hacemos, Él nos consuela y nos fortalece, momento a momento.
Gócense con los que se gozan
En Romanos 12:15 leemos: «Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran».
La primera parte de ese versículo puede ser sumamente difícil cuando se nos llama a alegrarnos con alguien que ha recibido aquello que nuestro corazón anhela, pero debo decirte que es una de las maneras más poderosas y hermosas de recordarnos que nuestra historia está segura en Cristo. No elimina el dolor, pero sí deposita nuestro corazón en las manos de Aquel que ve el principio y el fin. Nuestra reacción natural suele ser aislarnos, refugiarnos en la herida o incluso amargarnos. Sin embargo, cuando elegimos obedecer sin importar lo que sentimos, es otra forma de acumular gozo futuro en la eternidad. Y de alguna manera, Él usa milagrosamente esa obediencia para consolarnos también.
Jamás olvidaré que, al inicio de mi último embarazo, una querida amiga me preguntó si podía orar por mí y por el pequeño bebé que crecía en mi vientre. Apenas unas semanas antes, su propio precioso hijo había partido para estar con el Señor. Su impresionante acto de gozo sacrificial fue uno de los regalos más significativos que he recibido y sigue siendo un ejemplo para mi corazón cada vez que soy llamada a alegrarme con alguien que ha recibido algo que yo también anhelo.
Den gracias en todo
Regocijarse en Cristo y dar gracias en todo es una parte fundamental en la vida de toda creyente.
Filipenses 4:4 dice: «Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!».
Y dos versículos después: «Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios» (Flp. 4:6).
Estos no son mandamientos arbitrarios, vienen acompañados de una promesa: «y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús» (Flp. 4:7).
Cuando atravesamos temporadas de anhelo o sufrimiento, es muy fácil que nuestras circunstancias nos distorsionen y nos hagan creer que no tenemos nada por lo cual alegrarnos, pero eso no es verdad. Gracias a Jesús siempre tenemos un motivo para regocijarnos y cuando elegimos obedecer por la gracia de Su Espíritu, nuestros corazones y mentes son guardados con Su paz. No nos dejamos llevar peligrosamente por nuestras emociones. Recordamos que la presencia de Jesús—Dios con nosotras—es nuestro mayor gozo. Darle gracias a Dios es el lugar perfecto para comenzar.
Dios mismo es nuestro gozo
C. S. Lewis, uno de mis autores favoritos, habló mucho acerca del gozo verdadero. En su libro Mero cristianismo dice:
«Si quieres calentarte debes acercarte al fuego; si quieres mojarte debes entrar en el agua. Si quieres gozo, poder, paz, vida eterna, debes acercarte a, o incluso entrar en, aquello que lo tiene. No son una especie de premio que Dios podría, si lo deseara, entregar a cualquiera. Son una gran fuente de energía y belleza que brota en el mismo centro de la realidad. Si estás cerca, la brisa te empapará; si no lo estás, permanecerás seco». 1
Dios mismo es gozo. Y porque Él se nos ha dado, este gozo está disponible para nosotras de manera continua. Es nuestro, y un día, lo experimentaremos en plenitud y podremos decir junto con David:
«Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme. Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se regocija; también mi carne morará segura, porque Tú no abandonarás mi alma en el Seol, ni permitirás que Tu Santo sufra corrupción. Me darás a conocer la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre». -Salmo 16:8-11
1 C. S. Lewis, “Reflections: Catching the Good Infection of Christ,” C.S. Lewis Institute, May 3, 2022, https://www.cslewisinstitute.org/resources/reflections-may-2014/.
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