La causa de la ruina

En el municipio Habana Vieja de Ciudad de la Habana, la capital de Cuba; han ocurrido derrumbes de construcciones muy antiguas y no reparadas en temporales de lluvia intensa o ciclones tropicales. En ocasiones ha habido lesionados tanto por accidentes como por negligencias. Cada vez que veo una construcción agrietada y muy deteriorada, pienso que su ruina podría ocurrir en cualquier mal tiempo.

En Lucas 6:46-49 vemos cómo Jesús nos enseña en parábolas lo que sucede a dos tipos de personas: el que escucha y hace, y el que escucha y no hace, llevándonos a considerar cuán serio es quedarnos a la mitad solo en el oír y no en practicar; quedarnos en el ámbito de palabras y no de accionar.

Cuando digo y no hago, siempre voy a tener una pregunta de parte del Señor: «¿Por qué siguen llamándome Señor, Señor, cuando no hacen lo que digo?» (Lucas 6:46). Esta también es una reprensión amorosa Suya, como lo es propio de Su persona; porque Él no está enfocado en sus emociones sino en nuestro bienestar. Miremos cómo dicen los siguientes versos:

«Todo el que viene a Mí y oye Mis palabras y las pone en práctica, les mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente dio con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida. Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente dio con fuerza contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa».

¿Por qué el derrumbe? ¿Por qué la ruina en la vida de muchas personas que vienen a la iglesia, escuchan mensaje tras mensaje, confiesan a Cristo como Salvador y Señor y sus vidas anuncian grietas y derrumbes? La prueba golpeó sus vidas y les ha costado reconstruirse, simplemente adornan lo que les queda en pie aún, pero pasan los años y todavía viven en ruinas.

El contraste está marcado con tres acciones: el primero viene, escucha y pone en práctica; el otro escucha y no hace nada.

¿Lo notaste? ¿De quién es la culpa de la ruina? ¿De Dios? ¿De las circunstancias? ¡La Palabra es clara! No solo aquí, en el Salmo 1:2-3 también te muestra en detalle la foto de esa persona que se mantiene fiel a las enseñanzas de la Palabra orientada a la obediencia:

«Sino que en la ley del Señor está su deleite, y en Su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera» (Salmo 1:2-3)

El deleite no está separado del hacer. Buscamos lo que amamos y nos esforzamos por lo que queremos alcanzar. Nos movemos por lo que deseamos y está en nuestro corazón. La cuestión no es querer saber más, sino querer obrar más sobre la base de lo que sé. Es rendirnos al Señor y Él nos da Su gracia que nos capacita para hacer lo que es agradable delante de Dios.

«Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno, los haga aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Hebreos 13:20-21).

¿Qué más queremos? Todas las cosas que necesitamos para la vida y la piedad ya nos han sido dadas por Su divino poder. ¿Cuál es nuestra parte? Venir a Cristo, escucharlo y poner en práctica Su enseñanza. El cambio y la transformación no lo hacemos nosotras, es el poder que levantó de los muertos a Jesús, quien puede levantar nuestras vidas de las ruinas.

¡Qué pérdida de tiempo es la desobediencia! ¡Qué desperdicio! Es lo mismo que pasar trabajo sudando y desgastándote haciendo una casa sin cimiento; o una torre alta sin calcular primero. Al final todo el esfuerzo es en vano, todo se derrumba cuando venga el mal tiempo. «Pero el que oye y no obedece es como una persona que construye una casa sin cimientos. Cuando las aguas de la inundación azotan esa casa, se derrumbará en un montón de escombros» (Lucas 6:49, NTV).

Son esas soluciones de atajo y superficiales a conflictos serios y profundos, solo son cambios temporales, no verdaderos ni permanentes; porque no están orientados a la obediencia a Cristo. Él es la Roca viva. Si no edificamos en la Roca, tarde que temprano la ruina vendrá.

Esa es la causa de la ruina: venir, oír y no hacer. Si le llamamos Señor debemos vivir bajo Su señorío y esto es obediencia genuina.

¡Oh Señor! Perdona mi testarudo y autosuficiente corazón que cree que haciendo las cosas a mi manera y no a la Tuya van a salir mejor. Líbrame de levantar paredes ilusorias sin haber puesto la obediencia a Tu Palabra como punto de inicio en mi construcción de vida. Líbrame de adornar mi pozo en la comodidad de mi ego resistiéndome a hacer lo que me mandas, me guste o no. Ayúdame a descentralizarme, pon mis afectos en Ti. Que cada cosa que implique el accionar de mi voluntad sea orientado al deleite de Cristo, pues Él dijo que los que escuchan la Palabra de Dios y la obedecen, esos son mi madre y mis hermanos. Sé mi filtro y mi motivación. Solo Tú me puedes librar de la ruina. Quiero edificar mi vida en Ti. Obedeciendo tu voz puedo ver la razón de existir. Dame de Tu gracia para serte fiel.

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Sobre el autor

Yeiner Matos

Yeiner Matos

Yeiner vive en un pueblo costero del municipio de Mariel en la provincia Artemisa en Cuba. Está dedicada a su hogar y la crianza de sus dos hijas al lado de su esposo, quien está a cargo del ministerio pastoral … leer más …


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