«Pero yo soy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre. Te daré gracias para siempre por lo que has hecho, y esperaré en Tu nombre, porque es bueno delante de Tus santos». -Salmos 52:8-9
Si hay algo por lo cual estoy agradecida hoy es por el Libro de los Salmos. Este año pude recorrer cada uno de ellos un par de veces y meditar en medio de diferentes circunstancias que estaba experimentando. Cada vez que el Señor me mostraba algo a través de ellos, solo podía ir en oración para darle las gracias y pedirle que me ayudara a esperar en Él. Así como en repetidas ocasiones lo hacían los salmistas.
Y cuando estaba meditando esto parecía coincidencia, pero el libro de la Biblia en el que más veces se menciona la palabra gracias es en los Salmos. Los escritores de estos salmos daban gracias al Señor y cantaban alabanzas (7:17), le daban gracias y contaban Sus maravillas (26:7), le daban gracias y glorificaban Su nombre (86:12), le daban gracias y daban a conocer Sus obras (105:1), le daban gracias por Su salvación y por Su atento oído para responder a las súplicas (118:21). También se nos dice que daban gracias al Señor con todo el corazón (111:1), ¡inclusive la media noche también era un buen momento para dar gracias por Su Palabra (119:62)!
Los salmistas dieron gracias a Dios porque Él es bueno, por Su misericordia, por Sus maravillas (107:1, 15, 21), por Su fidelidad (138:2). Creo que nunca eran suficientes las palabras para expresar lo que Su corazón sentía al experimentar la presencia de Dios en sus vidas.
Por mi parte, reconozco que no tengo el don ni el hábito de escribir y a veces me cuesta trabajo expresar mis ideas, pero lo importante aquí no es lo que yo pueda expresar, sino lo que podemos encontrar en las Escrituras, que son suficientes. La Palabra de Dios realmente es viva y eficaz, que llega hasta lo más profundo de nuestro ser, no solo para analizar y confrontar nuestro corazón y discernir cada pensamiento e intención (Heb. 4:12), sino para consolar nuestros más profundos y confusos sentimientos, y todas aquellas lágrimas que no parecen ser comprendidas (Salmos 56:8).
Por eso el rey David decía: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Sí, más que la miel a mi boca» (Salmos 119:103).
Así que, quiero compartirte ahora brevemente algunas de las situaciones en las que los salmos fueron de bendición a mi vida, y espero que lo sean para ti también.
Cuando no encontré las palabras para expresar lo que sentía en medio de la angustia
Este salmo me ayudó a reconocer que a veces podemos clamar al Señor y traerle a Él nuestro sentir, siempre dirigiéndonos a Él con respeto y pidiendo que ilumine nuestros ojos para ver nuestra vida a través de Sus ojos. El Señor me recordó que siempre podemos confiar en Su misericordia que nunca termina, y que, en medio del dolor, podemos tener el gozo más grande que es suficiente para nuestras vidas: Su salvación.
«¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás de mí Tu rostro?
¿Hasta cuándo he de tomar consejo en mi alma,
Teniendo pesar en mi corazón todo el día?
¿Hasta cuándo mi enemigo se enaltecerá sobre mí?
Considera y respóndeme, oh Señor, Dios mío;
Ilumina mis ojos, no sea que duerma el sueño de la muerte;
No sea que mi enemigo diga: «Lo he vencido»;
Y mis adversarios se regocijen cuando yo sea sacudido.
Pero yo en Tu misericordia he confiado;
Mi corazón se regocijará en Tu salvación.
Cantaré al Señor,
Porque me ha llenado de bienes». -Salmo 13
Cuando tuve falta de fe en la bondad del Señor
Hubo repetidas ocasiones en este año, más de las que me gustaría admitir, que dudé de la bondad de Dios para mi vida. Así como lo expresó Asaf en el Salmo 72, lo que sucedía a mi alrededor era mi punto de referencia para definir mis sentimientos en cada circunstancia. Frente a este salmo, me vi igual que el salmista: torpe y sin entendimiento. Pero esta misma hermosa Palabra del Señor, que es confrontadora y me llevó cada vez al arrepentimiento, me recordó que la bondad de Dios no termina, porque a pesar de mi torpeza, Él decide tomarme de la mano, me da de Su consejo y me recuerda la hermosa promesa de verlo en gloria algún día.
«Ciertamente Dios es bueno para con Israel,
Para con los puros de corazón.
En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar,
Casi resbalaron mis pasos.
Porque tuve envidia de los arrogantes
Al ver la prosperidad de los impíos…
Cuando mi corazón se llenó de amargura,
Y en mi interior sentía punzadas,
Entonces era yo torpe y sin entendimiento;
Era como una bestia delante de Ti.
Sin embargo, yo siempre estoy contigo;
Tú me has tomado de la mano derecha.
Con Tu consejo me guiarás,
Y después me recibirás en gloria…».
-Salmos 72:1-4, 21-24
Cuando necesité descanso y parecía que no había fuerzas
El Salmo 144 es un hermoso recordatorio de la fortaleza y sostén que podemos encontrar en nuestro Señor. El rey David sabía que, aunque tenía un ejército poderoso, no se fiaba de él, su ayuda solo venía de quien era su escudo, su fuerza, su victoria. Podía reconocer que él no era nada y aun así Dios pensaba en él. Y Dios piensa en ti también. ¡Clama a Él, pídele que se incline hacia ti y que toque los montes para que lo veas tan cerca como Él se encuentra de ti!
Bendito sea el Señor, mi Roca,
Que adiestra mis manos para la guerra,
Y mis dedos para la batalla.
Misericordia mía y fortaleza mía,
Mi baluarte y mi libertador,
Escudo mío en quien me he refugiado,
El que sujeta a mi pueblo debajo de mí.
Oh Señor, ¿qué es el hombre para que Tú lo tengas en cuenta,
O el hijo del hombre para que pienses en él?
El hombre es semejante a un soplo;
Sus días son como una sombra que pasa.
Oh Señor, inclina Tus cielos y desciende;
Toca los montes para que humeen.
-Salmos 144:1-5
Querida amiga, quisiera seguir aquí escribiendo sobre cada salmo que impactó mi vida, pero quiero animarte mejor, a que vayas a este hermoso libro, y descubras por tu cuenta lo que el Señor te quiere enseñar y le des gracias por Su Palabra.
Bueno, creo que te diste cuenta de que cada uno de los subtítulos los escribí en tiempo pasado, pero no porque ya no los voy a necesitar; estoy muy pero muy lejos de haberme graduado de los salmos. Sé que en el resto de este año y en el que está por empezar, habrá una gran posibilidad de experimentar un nuevo reto, aflicción o alegría, pero mi oración para ti y para mí será que podamos ver la bondad del Señor a través de Su palabra y le podamos dar gracias cada día.
Y tú, ¿qué te ha provisto el Señor a través de Su Palabra por lo cual puedas estar agradecida hoy?
«Bueno es dar gracias al Señor, y cantar alabanzas a Tu nombre, oh Altísimo». -Salmos 92:1
«El Señor es mi fuerza y mi escudo; En Él confía mi corazón, y soy socorrido; Por tanto, mi corazón se regocija, Y le daré gracias con mi cántico». -Salmos 28:7
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