Más que un refrán: la esperanza que nunca se pierde

Dice una conocida frase: «La esperanza es lo último que se pierde». No sé el contexto de este dicho ni sus antecedentes; pero pensaba en por qué se ha popularizado esta idea. ¿Es cierto que lo último que perdemos es la esperanza? ¿Es verdad eso, aun en medio del sufrimiento más profundo y los momentos más difíciles? Si es así, ¿por qué siempre tenemos esperanza? ¿Cómo es posible tener esa esperanza permanente?

A pesar de las historias y explicaciones populares sobre esta idea, como creyentes, sabemos que todas las respuestas sabias y certeras se encuentran en la Palabra del Señor. Aunque no alcanzamos a comprender la obra que ha hecho Dios desde el principio, Él ha puesto eternidad en nuestros corazones (Ecl. 3:11). Cuando pienso en esto, definitivamente pienso en la esperanza. Por ese sentir eterno, deseamos algo más que lo que vemos y vivimos. No queremos conformarnos a que esto sea todo, a que sea el final. No aceptamos la idea de que todo se acabe. No recibimos con agrado el dolor ni la muerte. Deseamos nuevas oportunidades, posibilidades y amaneceres. Somos personas necesitadas de esperanza y que se aferran a ella.

Sin embargo, y a pesar de la fortaleza y resistencia que culturalmente tiene la esperanza, desde una perspectiva bíblica, no es la esperanza en sí misma la que prevalece. Es el objeto inmutable de nuestra esperanza: Dios. Él es quien nos sostiene; aun cuando sufrimos. Y amada hermana, es en esos momentos de gran angustia y dolor donde nuestra esperanza enfrenta las mayores pruebas y amenazas; cuando puede ser sacudida y tentada a perderse. Y si eso no pasa, es porque el Dios de toda esperanza es capaz de preservarnos e infundirnos nuevas fuerzas y aliento con Su esperanza (Ro. 15:13).

Si hoy estás atravesando un valle de sombra y sufrimiento, quiero recordarte que, aunque en realidad pudiera ser la esperanza la primera en querer huir, hay Alguien que en verdad puede retenerla y mantenerte confiada y segura. Llénate de gozo y de paz en el creer, que sí es posible tener esperanza en medio de tu sufrimiento y que ésta no se pierda; sino que permanezca firme hasta el final.

Pero, ¿cómo es posible eso? ¿Cómo tener esperanza constante en el sufrimiento? Cuando nos sentimos afligidas, parece que nuestro dolor nos consume. Nos hundimos en un pozo de desesperación y es difícil levantar la vista para ver más allá de la oscura y densa niebla de nuestras dudas y temores. La incertidumbre de millones de preguntas sin respuestas se avalancha sobre nuestras cabezas. El gozo pareciera hacer sus maletas y marcharse lejos. Podemos sumergirnos en quejas, amargura y frustración que nos carcome. Nos sentimos estancadas y heridas, y nos duele pensar siquiera en la posibilidad de un cambio y un consuelo. Hay momentos en los que francamente parece que no hay nada más, que no vemos salida ni escapatoria alguna.

¿Y si te dijera que es ahí, en ese punto, donde puede estar el comienzo de la mayor esperanza? Aparentemente, luce tan sombrío, desesperanzador y deprimente. Sin embargo, al mismo tiempo, es ese escenario de debilidad e insuficiencia el más propicio para que nos baste solo la gracia y el poder de Dios; para que vayamos y dependamos de Él; para que veamos a nuestro Dios Todopoderoso y esperemos completamente en Él (2 Co. 12:9). Como GK. Chesterton dijera: «La esperanza necesita situaciones desesperantes o no es esperanza. La fe necesita realidades increíbles o no es fe».

En Dios tenemos una maravillosa y eterna fuente de esperanza, que no solo puede permanecer, sino crecer en medio del dolor. Aquí te comparto algunos recordatorios bíblicos para avivar tu esperanza en el sufrimiento:

La esperanza es un resultado de la prueba

«Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado». -Romanos 5:3-5

Tener esperanza en medio del sufrimiento no solo es una probabilidad; es un hecho. Las tribulaciones producen paciencia. Esa paciencia fortalece nuestro carácter y esto aumenta nuestra esperanza y seguridad de salvación; pues crecemos y maduramos en la fe. Aprendemos a soportar y a perseverar bajo los pesares de la aflicción, anticipando y anhelando la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5:2). Esta esperanza es firme y estable. No seremos defraudadas ni avergonzadas. Su Espíritu nos recuerda continuamente la verdad de Jesús y las abundantes bendiciones celestiales que hemos recibido por Su amor y misericordia (Jn. 14:26; Ef. 1:3; 2:6). Aunque ahora tengamos que ser afligidas en diversas pruebas, para esto Dios nos ha hecho renacer: para una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos. Esta esperanza no puede ser dañada por nada ni nadie, ni los sufrimientos más crueles de este mundo caído (1 Pd. 1:3-9).

Recuerda los propósitos divinos

«Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito». -Romanos 8:28 

Como oí decir al pastor Sugel Michelén: «Que la familiaridad del texto no nos haga perder su bendición». Aunque bien conocido, este versículo contiene una verdad magistral. Podemos tener esperanza, aun mientras sufrimos, porque el sufrimiento tiene una misión divina. Nuestro dolor no está en manos de la suerte o la casualidad; sino que ha sido perfectamente orquestado por nuestro buen Dios y el pastor de nuestros corazones, justo a nuestra medida. Aunque el sufrimiento en sí no sea bueno, todo lo que vivamos sí tendrá un buen, sabio y amoroso propósito. Nada está siendo desperdiciado. Dios redime y aprovecha todo lo que Él envía y permite en nuestras vidas para cumplir Sus planes de bien. ¡Qué gran consuelo y esperanza!

Como sigue en Romanos 8:29, el propósito del Señor es que seamos conformados a la imagen de Cristo. La angustia nos permite participar de Sus padecimientos y asemejarnos al varón de dolores en Su vida y muerte; Aquel que fue experimentado en quebranto y que en silencio y sumisión soportó la cruz por quienes salvó (Flp. 2:5-8; 3:10; Is. 53:3-12).

Tienes vida eterna

Aunque el sufrimiento cambie todo lo conocido, cómodo y seguro; no puede cambiar lo que somos en Cristo y la gloriosa provisión del evangelio a través de Su Persona y obra. Tenemos la esperanza segura de la vida eterna. Es Cristo en nosotras, la esperanza de gloria y ya nada nos podrá separar de su amor (Col. 1:27). Las pruebas nos despojan de las falsas y pasajeras esperanzas mundanas; para que alcemos nuestros ojos y deseemos más el cielo. Nos invitan a poner nuestra mirada solo en Jesús, nuestra roca inconmovible (Heb. 12:1-2). El sufrimiento pasará y tendremos una eternidad sin llanto ni dolor para siempre (Ap. 21:1-5). 

Te comparto una frase que leí de Matthew Henry: «La cruz la llevaremos solo por un tiempo; la corona por la eternidad».

Eres libre

En Cristo somos libres tanto del castigo como del poder del pecado. Uno de los propósitos del Señor en el sufrimiento puede ser disciplinarnos; pero nunca como un castigo de Su ira, la cual cayó sobre Jesús. Su disciplina es la corrección amorosa de un padre hacia su hijo (Heb. 12:3-11). El fuego de la prueba revela mucho del pecado que hay aún en nuestros corazones; pero nos limpia y refina para quitar esas impurezas. Sin embargo, ya no seremos condenados por nuestro pecado (Ro. 8:1-4). Si éste nos acusa, Su gracia aún nos acepta. En Cristo tenemos un refugio y el poder para caminar cada vez más en libertad y santidad. 

Recuerda las promesas de Dios en Cristo

Las promesas de Dios a través de Jesús, son fieles y verdaderas en todo tiempo. De hecho, es en los momentos turbulentos del dolor, cuando más necesitamos recordarlas. Su Palabra es la que alimenta nuestra esperanza; la que nos consuela con la verdad en medio de lo cambiante y desconocido.

  • El Señor proveerá una salida victoriosa para cada tentación o prueba (1 Cor. 10:13-14). 
  • Nos guiará (Prov. 3:5-6; 16:1, 3, 9, 20, 33). 
  • Perfeccionará su obra en nosotras (Flp. 1:6). 
  • Oirá nuestro clamor y lamento (Jn. 16:24; Sal. 34:15). 
  • Nos fortalecerá y afirmará (Flp. 4:13; 1 Pd. 5:10). 
  • No nos negará ninguna cosa buena (Sal. 34:10). 
  • Nos guardará del mal (Sal. 121:7-8; Ro. 8:31-32).
  • Nos recibirá en Su gloria (1 Tes. 4:15-18).

El Señor está presente

No hay nada que nos conforte más, que la presencia del Señor en nuestro sufrimiento; y el conocerlo de un modo más cercano y profundo. Cuánta esperanza para nuestras almas, recordar y creer que el Dios soberano, Quien controla nuestras vidas y dolores, está con nosotras mientras sufrimos. Nos lleva a lugares de verdes pastos y aguas frescas para darnos descanso y restauración. Podemos acercarnos con confianza al trono de Su gracia para hallar misericordia. El Sumo Sacerdote nos comprende y acompaña en nuestras luchas; conoce nuestras necesidades y sufrió el dolor más grande por nosotras. Él no solo está presente, sino que tiene todo el deseo y el poder de ayudarnos. Nunca nos dejará ni desamparará. No estamos solas. El Dios que calma tormentas está en nuestra barca. Solo Él puede decirle a los vientos enfurecidos en nuestros corazones: ¡Callen, enmudezcan! Y a Su voz, estos se callarán. Pero mientras no lo haga, nos acompañará hasta que los haga cesar. Confiemos en Él. Él está en control y podemos entregarle todo sin temor.

Hay paz y gozo a pesar del dolor 

La paz y el gozo que Jesús nos da permanecen, con independencia de nuestras circunstancias. Su paz no es como la de este mundo; sino que supera nuestro entendimiento. Es inexplicable. Su gozo no es una risa superficial que niega lo que duele. Nuestra fe no es ciega. El gozo del Señor es uno que nos hace fuertes y que sentimos aun entre lágrimas; no porque todo esté bien, sino porque conocemos a nuestro Rey y somos cuidadas por nuestro Padre y amigo. Jesús ha vencido al mundo. Podemos rendirnos a Su Espíritu y andar en Su poder. Te animo a leer las siguientes citas bíblicas: Juan 16:33, Gálatas 5:22-25 y Apocalipsis 3:21.

Seamos fieles y vivamos para Su gloria

Nuestra responsabilidad no es cambiar nuestras circunstancias dolorosas o a las personas que nos han hecho sufrir; nuestro llamado es ser fieles y vivir para Su gloria. Eso incluye la forma en la que vemos y recibimos el sufrimiento que Dios trae a nuestras vidas. ¿Viviremos nuestros sufrimientos con esperanza y valor? ¿Entenderemos que éstos no son enemigos de nuestra esperanza, sino que incluso pueden avivarla? ¿Veremos el propósito esperanzador de Dios en medio de nuestro quebranto?

Quizás, de forma popular, se piensa que la esperanza es lo último que se pierde. Pero si la esperanza no está en Cristo y en las verdades bíblicas que hemos recordado, esa esperanza seguramente va a desaparecer. No se trata de una esperanza hueca que se esfuerza por ser optimista y ver el lado positivo de las cosas. No es la esperanza en la esperanza; ni en nuestros sueños o deseos. La esperanza no es una emoción ni una ilusión. Es una Persona. La esperanza es Jesús, nuestra ancla (Heb. 6:11-20). Es la esperanza en Su Palabra, en Su poder y en Su gracia, en Su Espíritu, en Su carácter y en Sus promesas. Esa es la verdadera esperanza. Así que, mi hermana, aun si duele tu alma hoy, recibe ánimo y esperanza fiel; porque la esperanza en Jesús es la que nunca se pierde.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

No Photo Avaible for Escritora Invitada

Escritora Invitada

En Aviva Nuestros Corazones contamos con algunos invitados especiales para compartir sobre temas de la vida cristiana y lo que Dios está haciendo en sus vidas.

Únete a la conversación