Mitos sobre la mentoría: lo que sí dice la Biblia

¿Alguna vez te han pedido ser mentora? ¿O te has preguntado si deberías conectarte con una creyente más joven, pero no estás segura si eres apta para serlo? ¿Buscas una mentora y te preguntas qué edad debería tener?

Hay muchas preguntas alrededor de la mentoría, así que tomemos unos minutos para desmentir algunos de los mitos más comunes.

Mito #1: La mentoría es para la gente mayor de la iglesia.

El texto clave para la mentoría bíblica viene de Tito 2 en donde Pablo exhorta a los hombres y a las mujeres mayores a enseñar a los hombres jóvenes y a las mujeres jóvenes respectivamente. Dice esto específicamente a las mujeres:

«Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos,a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada».  -Tito 2:3-5 

Fíjate, no dice que son las «ancianas», «santas mayores» o «las de edad de oro» las que tengan que hacer esto; llama a las que son mayores. «¿Mayores que quién?», te preguntarás, simplemente mayores: la estudiante de bachillerato es mayor que la estudiante de secundaria, la madre joven es mayor que la estudiante universitaria, la mujer con el nido vacío es mayor que la madre joven. No creas el mito de que tienes que alcanzar una determinada edad para ser mentora. 

Mito #2: Estoy calificada para ser mentora solo porque soy mayor.

Un segundo mito es que la edad equivale de alguna manera a la madurez. No tienes que pasar mucho tiempo en la iglesia para darte cuenta que el crecimiento espiritual de una creyente requiere mucho más que simplemente el paso del tiempo. Haber vivido más años en esta tierra puede significar que eres apta para mentorear y animar a otra creyente, pero no necesariamente. 

El principio bíblico es este: no puedes guiar a alguien a un lugar donde tú misma no has estado. Observa que en Tito 2:3, Pablo da primero un modelo de cómo debe ser la vida de una mujer mayor; esto tiene que establecerse antes de que ella se ponga a enseñar algo a alguien. Una mujer indisciplinada, irreverente y chismosa -independientemente de su edad- no será una buena mentora. Por otro lado, una joven de dieciséis años que arde por Dios y crece en la gracia y el conocimiento de Jesucristo, puede ser una gran primera mentora para la tímida preadolescente del grupo de jóvenes. 

Vale la pena notar que luchar con el pecado no te descalifica automáticamente (ni te absuelve) de ser mentora. Si así fuera, no habría mentoras. La intención de Pablo es que la mentora sea una cristiana espiritualmente madura que desea hablar la verdad y vivir la verdad en su rol como mentora. 

Mito #3: No tengo que ser mentora si no quiero.

Quizás pienses que no tengo suficientes argumentos: «¿Cómo va a refutarlo? ¡Nadie puede obligarme a ser mentora!». Cierto… nadie te va a obligar a programar una cita con esa joven de tu iglesia para invitarla a tu casa o a tomar un café regularmente. Si no quieres, no tienes que hacerlo, pero eso no significa que no estás siendo una mentora. Te guste o no, tu vida le está enseñando a alguien. 

Por un lado, eso es alentador; quizás no ves cómo podrías incluir una relación formal de mentoría en tu agenda; ya estás completamente agobiada. Puedes animarte porque probablemente alguien esté observando tu fidelidad día a día; quizás tu hija esté observando cómo respondes a tu esposo, a ella y a sus hermanos, quizás tu nuera esté observando cómo interactúas con su esposo (tu hijo) pues ella está aprendiendo a amarlo mejor. Tu vida es enseñar a alguien.

Por otro lado, quizás el curriculum que enseñas con tu vida no se parece mucho al currículum que Pablo estableció en Tito 2:4. Estás ocupada, sí, pero también eres iracunda, materialista y egoísta; esas cosas también se notan. Tu vida enseña a alguien; eres una mentora, para bien o para mal, te guste o no.

Mito #4: Mi vida enseña, así que no necesito una relación formal de mentoría.

Antes de continuar, debemos reconocer que el hecho de que tu vida sea observada a distancia no significa que nunca necesites una relación formal de mentoría. Si bien puedes ser una mentora involuntaria para alguien, eso no abarca del todo lo que Pablo quiere decir en Tito 2. Observa el versículo 4 de nuevo: «para que puedan instruir a las jóvenes».

Pablo usa un verbo en este versículo que no se usa en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, usa la palabra griega «sophronizo» que significa «obligar a alguien a cumplir con su deber» o «hacer que alguien recupere el juicio».¹ Este tipo de relación no se da con conversaciones superficiales o casuales; para cumplir verdaderamente con el espíritu de Tito 2, necesitarás profundizar en la relación con alguien, al menos por un tiempo. No es necesario que firmes un pacto de por vida con la otra persona, pero durante un período de tiempo acordado (quizás seis semanas o tal vez seis meses), deberán permitirse mutuamente entrar en las áreas personales de la vida: matrimonio, crianza de los hijos, luchas espirituales, dificultades relacionales.

Suena aterrador, ¿cierto? Les comparto un ejemplo de mi vida cuando ocurrió algo parecido. Mi objetivo al compartir esta historia es mostrar que la mentoría no tiene que ser ostentosa ni formal para ser influyente.

Hace varios años, era una joven maestra soltera en una escuela cristiana mientras cursaba una maestría en consejería bíblica. Una ex compañera de la escuela había obtenido una maestría en consejería varios años antes y me invitó a reunirme con ella una vez por semana después de la escuela para leer un libro sobre consejería. Acepté, leíamos un capítulo y lo comentábamos, también hablábamos de la familia, la escuela y la iglesia; a veces me quedaba a cenar; otras veces me iba a casa después de terminar nuestro tiempo. Si bien aprendí mucho sobre consejería de una consejera experimentada y una mujer sabia, también aprendí mucho simplemente estando en su casa. Vi cómo mi amiga interactuaba con su esposo, la escuché hablar de su familia y la observé mientras lidiaba con su sufrimiento personal. No estoy segura de si pretendía ser mi mentora en todo eso o no, pero lo hizo. Y le estaré eternamente agradecida.

Mito #5: No es para tanto si no soy mentora.

No quiero sonar alarmista, pero no ser mentora es un gran problema. Considera el final de Tito 2:5: «para que la palabra de Dios no sea blasfemada». Amiga mía, al decidir ser mentora o no, hay mucho más en juego que simplemente enseñarle a alguien a doblar una sábana ajustable (aunque si alguien quiere ser mi mentora en esa habilidad, ¡no duden en hacerlo!) o cómo enseñarle a un niño pequeño rebelde a ir al baño. Por muy útiles que sean estas habilidades para la vida, no son el fin que Pablo tenía en mente. El propósito de la mentoría es, en realidad, la gloria de Dios y Su Palabra. Dicho de otro modo, debemos ser mentoras por el bien del Reino.

Aquí te comparto seis principios fundamentales para la mentoría:

Principio #1: Ser mayor no significa ser una anciana. 

Principio #2: No puedes llevar a alguien a donde tú misma no has estado antes. 

Principio #3: La mentoría es parte de la madurez.

Principio #4: Nuestras vidas enseñan, para bien o para mal.

Principio #5: La mentoría requiere más que conversaciones superficiales.

Principio #6: Practicamos la mentoría por el bien del reino. 

Lleva estos principios contigo mientras buscas a alguien más joven para mentorear y a alguien mayor para que te mentoree.

1G4994 - Sōphronizō - Strong's Greek Lexicon (CSB), Blue Letter Bible, https://www.blueletterbible.org/lexicon/g4994/csb/mgnt/0-1/.

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Sobre el autor

Cindy Matson

Cindy Matson vive en un pequeño pueblo de Minnesota con su esposo, su hijo y su ridículo perro negro. Le gusta leer libros, tomar café y entrenar baloncesto. Puedes leer más de sus reflexiones sobre la Palabra de Dios en … leer más …


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