Escritora invitada: Patricia Pérez de Villa
«Se va terminando el año y yo no estoy al día con mi lectura de la Biblia».
Mucho se ha hablado sobre este tema de la lectura diaria de la Palabra de Dios. Y es porque es un tema importante, necesario y atemporal. Debemos recordar vez tras vez, que nuestra alma necesita nutrirse cada día, o se seca. Y que el único lugar donde realmente saciamos la sed es en Jesucristo, quien es la fuente de agua de vida y es nuestro Pan de Vida.
Las Escrituras proveen a nuestro ser esa frescura que revitaliza nuestro ánimo, transforma nuestro pensamiento, centra nuestros sentimientos y cambia nuestra conducta. La palabra viva y eficaz de nuestro Señor siempre trae enseñanza provechosa al alma. Al leerla, escuchamos la voz de verdad que obra en nuestro corazón y cala hondo para llevarnos a ver nuestro pecado y nuestra necesidad de Dios. Sucede algo maravilloso e increíble al leer la Palabra de Dios, pues Su Espíritu obra para que salten a la vista versículos para entender nuestra condición, que no solo es caída, sino también rebelde, necia y dura, y de este modo, quebrantar y martillar ese corazón duro (ver Jer. 23:29; Is. 48:17).
La Escritura nos confronta pero nos doblega, y aunque hay dolor en el proceso de entregar a Dios los ídolos que llevamos dentro, obedecer los mandatos del Señor nos ayudará a crecer en gracia, sabiduría y conocimiento de Cristo (2 Pd. 3:18).
Vivir en oscuridad o con tinieblas en la mente o en el corazón nos hace perder bendiciones y oportunidades de servir a Cristo y darle gloria. Y solo la luz que Cristo nos proporciona en Su Palabra, nos capacita y es fundamental, para andar la senda que nos trace cada día para no perder el rumbo. Necesitamos estar expuestas a la Palabra de Dios a diario, pues ¿dónde conoceríamos nuestro pecado de codicia, o cualquier pecado que tengamos, si no fuera por la Ley? (Ro. 7:7) ¿Y cómo vamos a saber qué quiere Dios, si no conocemos Su voluntad?
Sin importar el tiempo o la razón por la que has dejado tu lectura, ¡te animo a volver a la Palabra! Lo que hicimos mal, solo tiene oportunidad de mejorar y cambiar, si lo ponemos en las manos del Señor y oramos por Su ayuda. El pasado ya quedó atrás, y para avanzar a un futuro que dé fruto, tenemos que actuar en el presente.
Un día a la vez
¡Comienza de nuevo hoy! Retoma el lugar donde te quedaste. Ve en oración a Dios por dirección y por sabiduría para organizar tu tiempo, para dar prioridad a la lectura de tu Biblia. Vuelve a trazar un plan que sea factible para ti en la etapa en la que te encuentras, y que así puedas tomar tu porción energizante cada día.
Aviva Nuestros Corazones tiene 2 planes de lectura en un año con devocionales diarios de enseñanza y ánimo que son de mucha ayuda para caminar cada día y avanzar en este tema. A veces, necesitamos ese empujoncito, un recordatorio de alguien y saber que no caminamos solas.
Te invito a descargar e imprimir uno de estos planes y a que leas detenidamente las primeras hojas del porqué es necesario leer la Biblia de manera devocional cada día. De hecho, esa fue la forma en que por gracia de Dios, yo pude completar en el 2020 por primera vez mi lectura en un año y a partir de ahí, Dios me ha ayudado cada año a hacerlo.
He tenido días difíciles, días de desánimo donde confieso al Señor que no tengo ganas de leer, pero obligo a mi mente y cuerpo a hacerlo. Y después de hacerlo, doy gracias a Dios por ayudarme. De hecho, también he llorado pidiendo perdón por mi negligencia y pereza. Por ejemplo, muchas veces las genealogías me causan flojera y sueño, además de que no siempre comprendo lo que leo. Yo soy de esas que tienen que leer y leer; leer en voz alta, poner la Biblia en audio, ir y preguntar a mi esposo qué significa lo que leí. También acudo con hermanas para preguntar lo que entienden ellas o que me expliquen qué quiere decir. A veces nos reímos, porque era algo simple, pero mi cabeza no lo captaba. Me río con pena, pero prefiero pasar la vergüenza, que quedarme en ignorancia. Aunque ciertamente ignoro muchas cosas aún.
Obviamente la oración es básica. Pedir a Dios discernimiento de Su Palabra debe ser antes de cada lectura pues Él es el que abre nuestro entendimiento.
En medio de esta generación que nos ha tocado vivir por voluntad de Dios, es imperante ser mujeres comprometidas con Él. Mujeres que aman y viven la Palabra del Señor; mujeres fieles y obedientes, que caminan en debilidad, pero en dependencia de Su Espíritu. Nuestra carencia ha de ser transformada por Cristo, en un deseo de permanecer y perseverar en Su Palabra.
Meditemos un poco: ¿porqué no estoy pasando tiempo en la Palabra? ¿Qué es aquello que está robando mi afecto por Dios y cuál es el disfraz que usa? ¿En qué persona estoy invirtiendo más tiempo, que en la persona de Jesús? ¿Acaso es el afán diario, o mi esposo, mis hijos, mis amigas, las redes sociales o los múltiples compromisos en la congregación? ¿Es la ansiedad, la preocupación o el temor que me abruma, lo que me hace cautiva y me desenfoca? ¿Cuál es el deseo ardiente de mi corazón? Si después de meditar y orar, Dios ya nos mostró la razón de nuestro descuido o negligencia, pidamos perdón, tomemos cartas en el asunto, pongamos esfuerzo y voluntad, y tracemos la ruta, el ritmo personal, pero no dejemos de leer la Biblia.
Ojo. Es importante entender que por leer la Biblia no ganamos la salvación, ni un lugar en la mesa del Señor. Sino que la fe en Jesucristo, quien ganó para nosotras esa redención al morir en la cruz, tomando nuestro lugar, nos ha dado silla en Su mesa. Leer Su Palabra es resultado de Su amor recibido que debe generar gratitud en nosotras por habernos amado de tal manera que hoy disfrutamos vivir en libertad (Jn. 8:31-32).
Hoy, en el amor de Cristo, te hago un llamado urgente: ¡Volvamos a la obediencia rendida y fiel! ¡Volvamos a nuestro primer amor! ¡Volvamos a Cristo!
Vayamos al lugar de gracia que nos provee real y abundante gozo, plenitud, perdón, paciencia, misericordia y bondad, pues solo en Jesús tenemos descanso y paz. Solo Él nos provee con Su espíritu una guía segura y una esperanza cierta.
Hagamos de Cristo nuestro solaz. ¡Y que seamos halladas fieles por Él hasta el fin! Hasta ese día glorioso en que estemos ante Su rostro y enjugue nuestras lágrimas, nos rodee con Sus brazos de amor tierno, y diga con Su potente voz de trueno: «Bien, sierva buena y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de Tu Señor» (Mt. 25:21).
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