Cómo resuelven sus conflictos dos pecadores
Débora de Rivera: Tu esposo está lejos de ser perfecto, ¿verdad? Bueno, ¿adivina qué? ¡Tú también lo estás! Aquí está el pastor, escritor, y sí, esposo imperfecto, Crawford Loritts.
Crawford Loritts: La habilidad de pedir perdón, la habilidad de decir «lo siento», la habilidad de decir «me he equivocado», es muy importante. Estar casado significa que, por necesidad, vas a tener que perdonar.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge Perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 11 de diciembre de 2025.
Nancy ha estado conversando con Crawford y Karen Loritts acerca de edificar matrimonios que marquen la diferencia en las generaciones futuras. Si te perdiste los episodios anteriores, puedes visitar AvivaNuestrosCorazones.com y leer la transcripción o escuchar el audio. Aquí está Nancy para continuar la conversación. Escuchemos.
Nancy: Bueno, si nos has estado escuchando …
Débora de Rivera: Tu esposo está lejos de ser perfecto, ¿verdad? Bueno, ¿adivina qué? ¡Tú también lo estás! Aquí está el pastor, escritor, y sí, esposo imperfecto, Crawford Loritts.
Crawford Loritts: La habilidad de pedir perdón, la habilidad de decir «lo siento», la habilidad de decir «me he equivocado», es muy importante. Estar casado significa que, por necesidad, vas a tener que perdonar.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge Perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 11 de diciembre de 2025.
Nancy ha estado conversando con Crawford y Karen Loritts acerca de edificar matrimonios que marquen la diferencia en las generaciones futuras. Si te perdiste los episodios anteriores, puedes visitar AvivaNuestrosCorazones.com y leer la transcripción o escuchar el audio. Aquí está Nancy para continuar la conversación. Escuchemos.
Nancy: Bueno, si nos has estado escuchando durante los últimos días, habrás disfrutado tanto como yo de la conversación con Crawford y Karen Loritts. Ellos han estado hablando sobre el matrimonio y sobre el hecho de que tu matrimonio no solo puede marcar una diferencia en el mundo hoy, sino que también está sembrando las semillas del legado que dejarás para un futuro que aún no puedes ver.
También hemos estado conversando sobre la importancia de ser misioneros en el matrimonio y de algunos consejos prácticos sobre cómo edificar un matrimonio que honre al Señor. Y sin importar el trasfondo familiar del que vengas, o la carga o las disfunciones que hayas traído a tu matrimonio, hay esperanza. Ese es el mensaje que Crawford y Karen han estado transmitiendo durante estos días.
Crawford y Karen hemos amigos durante mucho tiempo. Y Crawford, tú has servido durante muchos años en lo que se llama Cruzada Estudiantil para Cristo (CRU).
Crawford: Sí, así es.
Nancy: Ahora se llama CRU. Has participado en el equipo de Familiy Life, en lo que se conoce como «Un fin de semana para recordar». Puede que hayas oído que Crawford y Karen son pastores en el área de Atlanta, Georgia. Nuestros caminos se han cruzado a lo largo de los años, y estoy muy agradecida por ellos, especialmente ahora que estoy casada. También doy gracias a Dios por el libro que ustedes han escrito, ya que es un recurso muy práctico para mí. Y no solo lo he leído una vez, ¡sino dos veces!
Crawford: ¡Wow, vaya!
Nancy: Así que, Crawford y Karen, muchas gracias por acompañarnos en Aviva Nuestros Corazones.
Karen Loritts: ¡Gracias por invitarnos!
Crawford: Sí, es maravilloso estar aquí, Nancy.
Nancy: Bueno, hoy vamos a hablar sobre los conflictos.
Karen: ¡Uy!
Nancy: Sé que es algo que ustedes nunca han experimentado. Pero todos sabemos que no existe un matrimonio sin conflictos.
Crawford: Así es.
Nancy: Y si todavía no has tenido conflictos en tu matrimonio, probablemente sea porque no has estado casado o casada por más de unas cuantas horas o días. Bueno, Crawford y Karen, ambos son personas muy diferentes.
Crawford: Así es.
Nancy: Son muy diferentes.
Crawford: Totalmente.
Nancy: Y esto también es cierto para Robert y para mí. Pienso que, de cierto modo, es verdad para la mayoría de las parejas.
Crawford: Correcto.
Nancy: Porque se trata de un pecador casado con una pecadora, y esa es la receta para las diferencias y los desacuerdos. Y a veces esas diferencias son sobre cosas que piensas que no son gran cosa, simplemente una opción, o una opinión frente a otra. Y es increíble cómo aún esas pequeñas cosas pueden escalar de algo pequeño a algo grande.
Podemos darnos cuenta de que «esto» es realmente importante para mí y que tengo razón. Ustedes han sido muy honestos al escribir y hablar sobre ese tema, porque han tenido conflictos durante sus más de cuarenta y siete años de matrimonio. Y aun si ustedes no lo admitieran, sé que sus hijos sí lo harían.
Crawford: Absolutamente.
Nancy: Y sus hijos podrían decirlo…
Crawford: Con todo detalle.
Nancy: Y también probablemente la forma en que ustedes abordan los conflictos en el matrimonio.
Crawford: Así es.
Nancy: Y puede ser diferente de cómo sus padres los resolvían, ¿verdad?
Crawford: Exactamente.
Nancy: Entonces, ¿cómo debemos pensar sobre el conflicto? Comencemos por ahí.
Crawford: Bueno, quiero decir un par de cosas fundamentales sobre el conflicto porque pienso que cuando escuchas la palabra «conflicto», todos se ponen a la defensiva. Conocemos el concepto, pero de alguna manera nos alejamos de él. La verdad es que no existe la intimidad sin conflicto.
Nancy: ¡Oh, guau!
Crawford: Si te detienes a pensar lo que es el conflicto… ¿Qué es lo que hace que una amistad se vuelva profunda y fructífera?
Nancy: Bueno, cuando dos personas se han enfrentado en una guerra.
Crawford: Exacto: cuando se han ofendido el uno al otro, pero luego se acercan, trabajan en eso y lo resuelven. Eso es precioso. Ahora, seguimos teniendo desacuerdos, discusiones y todas esas cosas, pero la razón por la que hoy no discutimos tanto es porque ya hemos pasado por esas cosas antes y las hemos resuelto, o las hemos puesto en perspectiva y ahora estamos más unidos.
Y sé que es difícil aceptar, o abrazar esto. Pienso en las parejas jóvenes que se sientan en mi oficina justo antes de casarse, y cuando les pregunto: «¿Cómo manejan los conflictos?», los ojos de ambos se entrecierran, porque ellos están en esa etapa de…
Nancy: «¿Conflictos? ¿De qué tú estás hablando? ¡Nosotros nos amamos!».
Crawford: «¡Todo va a salir bien!», pero no puede haber intimidad sin eso. Nuestro querido amigo, Dennis Rainey, ha dicho durante muchos años que el punto del conflicto no es si algo está bien o mal, sino que es un hecho.
Nancy: Siempre existirán.
Crawford: Siempre existirán. Entonces, rápidamente tienes que llegar al punto en que sepas lo que vas a hacer y cómo los vas a manejar cuando ocurran. Es el manejo del conflicto lo que lo hace constructivo o destructivo.
Karen: Permíteme volver atrás. Recuerdo que en los primeros días de nuestro matrimonio, Crawford y yo veníamos de dos entornos completamente diferentes. Su familia es pequeña, de cinco o seis miembros, contando a su tío. Ellos lo hablaban todo. Eran muy comunicativos entre ellos, y se querían mucho. Tenían opiniones muy diferentes, pero en la mesa hablaban mucho y conversaban sobre todo tipo de cosas.
Cuando estaba con ellos y me daba cuenta de esto, yo pensaba que estaban discutiendo y que no se querían, porque a diferencia de mi pequeña familia, con mi madre y mis dos hermanos, simplemente no hacíamos eso, sino que todo era: «Tú haz lo tuyo y yo haré lo mío». Así que cuando Crawford y yo nos casamos, él era «explosivo», alguien que se desahoga, pero no porque explotara, sino porque prefería hablarlo todo abiertamente.
Crawford: Exacto, yo no perdía los estribos, es decir, no estallaba.
Karen: No, para nada, solo decías lo que tenías que decir.
Nancy: Una persona directa.
Karen: A diferencia de Crawford, yo me guardaba las cosas. Recuerdo el primer día que tuvimos lo que llamamos un «tiempo de ajuste matrimonial». No fue una discusión, simplemente lo llamamos así: «tiempo de ajuste matrimonial».
Crawford: Bueno, al final sí fue toda una discusión.
Karen: ¡Fue un caos!
Nancy: Bueno, hablaremos de eso en otro momento.
Karen: Estábamos listos para irnos a dormir, pero había un problema que Crawford quería que resolver esa noche. Yo pensé: ¿Por qué estamos hablando sobre esto ahora? Yo entendía que ese problema podía solucionarse solo. Pero él es el tipo de persona que dice: «Vamos a resolver esto y a hablar del problema, porque no se va a resolver solo». Pero yo realmente pensaba que todo se arreglaría, porque estaba acostumbrada a guardarme las cosas; no las hablaba. Definitivamente, éramos de dos mundos distintos.
Crawford: Debo decir que Karen me está haciendo parecer más noble de lo que era en realidad. La verdad es que soy impaciente.
Karen: Bueno, sí.
Crawford: Entonces…
Nancy: Querías resolverlo en ese momento.
Crawford: Sí, quería hacerlo en ese momento, lo que probablemente no fue muy maduro de mi parte.
Karen: Y yo pensaba que simplemente se resolvería solo.
Crawford: Sí, y eso tampoco fue una actitud de madurez.
Karen: No, no lo fue para nada. Con los años hemos tenido que aprender que las personas que lo hablan todo, necesitan ser pacientes para expresarse y que no es necesario resolverlo todo en ese mismo momento; y, de igual manera, las personas como yo que se guardan las cosas, necesitan abrirse, confiar en la conversación, y abordar un problema a la vez para evitar llegar al punto en que estalla.
Crawford: Y yo añadiría que las personas que lo hablan todo deben comprender que con muchas palabras pueden lastimar a alguien.
Nancy: Así es.
Crawford: Se puede agravar el problema hablando demasiado, presionando demasiado y yendo demasiado rápido, y eso no es bueno. No termina bien. Y la otra cara de la moneda es que, los que no dicen nada, deben comprender que los problemas no se resuelven por sí solos simplemente porque uno se quede callado.
Karen: Eso es muy cierto.
Crawford: A veces, un poco de conflicto pone nerviosas a las personas. Seamos realistas, todo el mundo debería estar un poco nervioso. A mí me pone un poco nervioso alguien que quiere pelear todo el tiempo. Pero debemos comprender que los problemas no solo no se resuelven solos, sino que no abordarlos agrava la situación. Puedes volverte más pasivo-agresivo. Todo el mundo enfrenta conflictos, así que no existe tal cosa como no enfrentarse a ellos.
Nancy: Sí, eso es verdad.
Crawford: Tendrás que enfrentar los conflictos.
Nancy: De una manera u otra.
Crawford: De una manera u otra. Absolutamente.
Karen: Se nos ocurrió tener un plan que consistía en reservar un momento específico en nuestro calendario para hablar de un tema concreto y discutirlo a fondo. Esto me ayudó a hablar de esas cosas en lugar de acumular problema sobre problema. Tratábamos una cosa a la vez. Así que tener esos momentos de discusión me ayudó a aprender a hablar de esos temas en lugar de reprimirlos.
Y, Crawford, tú dejaste de ser «explosivo» y tú aprendiste a escucharme. Tener un calendario para esas cosas nos ayudó mucho.
Crawford: Nos ayudó a tener una comunicación constante.
Karen: Sí, eso también fue algo muy bueno.
Crawford: Fue maravilloso apartar un tiempo cada día, cada semana, y ese tipo de cosas.
Karen: Ya fuera para hablar sobre nuestros hijos o sobre las finanzas o … Bueno, debo decir que las finanzas siempre me ponían un poco nerviosa.
Crawford: Ah, sí. Al principio, no teníamos mucho de qué hablar.
Karen: Es verdad.
Nancy: Y Karen, tú viste muchos conflictos en tu familia.
Karen: Oh, sí.
Nancy: Y eso era algo que no querías que describiera tu matrimonio.
Karen: Había muchos problemas entre mi madre y mi padrastro. Había noches en las que ni siquiera podía dormir porque estaban discutiendo en el piso de abajo. Yo me mantuve alejada de las discusiones para que todo fuera tranquilo, pacífico y que todos se llevaran bien, porque así me habían educado. Cuando me convertí y me casé con Crawford, entendí que esa no era la mejor forma de manejar las cosas.
Nancy: Y es interesante que las cosas que generan conflictos sean nuestras diferencias.
Crawford y Karen: Sí, eso es cierto.
Nancy: Y al mismo tiempo, esas son las cosas que a menudo nos atraen al otro, las cosas que nos fascinan cuando nos estamos conociendo. Pero luego, nos casamos y decimos: «Bueno, es que tú eres tan diferente a mí», pero eso fue precisamente lo que nos atrajo mutuamente en primer lugar.
Crawford: Exactamente. Lo que era bonito y encantador es ahora una molestia porque tienes que vivir con eso y no puedes evitarlo. Y esto nos lleva a uno de los principios sobre el conflicto, y es que: lo diferente no es necesariamente malo, solo es diferente. Hay una distinción entre las diferencias y las debilidades. Tenemos que trabajar en nuestras debilidades, pero debemos tener cuidado, porque esas debilidades solo se superan en el contexto de la gracia, el amor y la aceptación mutua. Entonces, hay que tener cuidado con eso.
Nancy: Y si continúas señalando las debilidades de tu cónyuge, lo más probable es que empeore en lugar de que mejore.
Crawford: Así es. Y las diferencias no son necesariamente debilidades, solo son diferencias: pequeñas cosas que hacemos que nos irritan.
Me encanta lo que el Dr. Gary Chapman dice en su libro de «Los cinco lenguajes del amor». Él habla sobre cuando él y su esposa Carolyn se casaron. Ella tenía la terrible costumbre de no cerrar las puertas de los gabinetes, las dejaba abiertas, y él se frustraba mucho por eso. Finalmente, a él se le ocurrió una solución y dijo: «Voy a cerrarlas cuando ella las deje abiertas. No me preocuparé por eso». Y así lo hizo.
Nancy: Cuando nos frustramos con las debilidades de nuestro cónyuge, es como si nos provocáramos úlceras.
Crawford: Exactamente. Y pienso que esto probablemente suena extraño porque vivimos en una cultura en la que lo que sientes es universal y es la norma. Pero lo que Karen y yo hemos aprendido a lo largo de estos años es que tienes que escoger lo que te ofende.
Nancy: Eso es muy cierto.
Crawford: En otras palabras, hay asuntos que, sin duda, pueden fortalecer o romper la relación. Pero tienes que aprender a clasificar ciertas ofensas. Tienes que detenerte y pensar: ¿Esto está afectando nuestra unidad como pareja?
Nancy: ¿Es algo por lo que vale discutir y perder la paz?
Crawford: Exacto, o es simplemente algo pequeño que no me gusta. Y si es algo que no me gusta, trataré de resolverlo más tarde, pero no voy a invertir toda mi energía emocional en eso, así que, simplemente digo: «Olvídalo. La vida es demasiado corta para discutir por esto».
Nancy: Déjalo pasar.
Crawford: Déjalo pasar. Hay personas que dicen: «No puedo hacerlo». Pero yo te reto a que lo hagas todos los días, porque si no, no podrás sobrevivir. En tu trabajo hay problemas, y si gastas toda tu energía emocional en cada pequeña cosa, acabarás siendo un desastre. En el matrimonio pasa lo mismo. Tienes que decir: «Está bien, voy a dejarlo pasar».
Esto me resulta muy gracioso, porque antes de que termine el día, si hago algo que a Karen le molesta o la irrite, ella probablemente me dirá: «Bueno, eso es Crawford siendo Crawford».
Karen: Sí, tendré que dejarlo pasar. Y aquí viene la historia de la maleta.
Crawford: ¡Oh, no, aquí vamos! Sabía que no me iba a escapar de esta.
Karen: La Sra. Ponder, mi madre espiritual y la mujer que me amó en la iglesia, era la Elizabeth de mi vida. Ella oraba por mí, me animaba con sus palabras y me guiaba para que yo pudiera ser una esposa piadosa. Ella oraba por mí para asegurarse de que yo fuera una buena esposa piadosa y todas esas cosas. Estábamos procurando que yo fuera más allá de lo que quería hacer en casa y sirviera a mi esposo, y Dios me dio una lección sobre eso.
Cuando Crawford regresaba de un viaje con Cru, él siempre dejaba sus maletas en cualquier lado de la casa o de nuestra habitación. Al parecer, él pensaba que la ropa sucia saldría sola de la maleta y que se iba a lavar por sí misma.
Crawford: No exactamente.
Karen: ¡Admítelo, sabes que sí! Eso realmente me irritaba mucho, y sucedió un par de veces más. Luego, llegaba el momento en que tenía que viajar de nuevo y él no entendía por qué sus cosas no estaban listas dentro de la maleta. Tuvimos un «momento de hacer un ajuste matrimonial», en este caso sobre las maletas.
Crawford: Fue una discusión.
Karen: La Sra. Ponder, que no conocía todos los detalles, quería asegurarse de que yo estaba sirviendo bien a mi esposo. En ese momento, teníamos cuatro hijos pequeños y tres de ellos estaban en la escuela. Yo me encargaba de la casa mientras Crawford se iba de viaje durante varios días. Así que cuando él volvía con sus maletas y las dejaba en cualquier lado, eso hacía que yo me irritara con él.
Crawford: Karen, por favor… ¡Las oyentes van a pensar que yo soy un perezoso!
Karen: ¡No! ¡Por supuesto que no lo eres! Pero tengo que decir que la manera en que la Sra. Ponder me ayudaba a servirte y ayudarte era sacando tu ropa de las maletas y poniéndolas en la lavadora.
Crawford: ¿Puedo contarles ahora cómo me servías en eso? ¿Puedo terminar por ti la historia?
Karen: De acuerdo.
Crawford: Bueno, este es el resto de la historia: Karen realmente me sirvió. Yo realmente no ponía las maletas donde debían estar, así que Karen se exasperaba conmigo, aunque no me lo decía. En una ocasión, simplemente no dijo nada y las dejó todas en la puerta…
Karen: De nuestra habitación.
Crawford: Correcto.
Karen: ¿Y qué hiciste después?
Crawford: Pasé por encima de las maletas, porque…
Karen: ¡Pasó por ENCIMA de las maletas!
Crawford: Sí, pero no pasó demasiado tiempo porque…
Karen: Bueno, tú…
Crawford: Al tú hacer eso, me animaste a encargarme yo mismo de mis maletas.
Karen: Pero esa fue la última vez que lo hice porque estaba siendo mala y desagradable contigo y no te estaba sirviendo.
Crawford: Sí.
Karen: Necesitaba aprender cómo…
Crawford: Pienso que las oyentes están escuchando más de lo que realmente necesitan saber.
Karen: Yo necesitaba aprender cómo servir a mi esposo en esa situación, aunque fuera algo pequeño. La señora Ponder me señaló que era una falta de humildad en el servicio a mi esposo, al pensar que yo necesitaba más atención de la que yo quería darle a él. Ese momento de ajuste matrimonial funcionó porque seguí adelante y serví a mi esposo moviendo la maleta y no dejando que se convirtiera en una fuente de tensión en el matrimonio.
Nancy: Entonces, en realidad, fuiste tú quien tuviste que aprender a escoger tus batallas.
Karen: Exacto, a escoger mis batallas.
Nancy: Te haces la pregunta: «¿Esto es algo que puedo dejar pasar?». Y pienso en el versículo del que hablamos anteriormente en esta serie de 1.ª Corintios, capítulo 13, que dice que «el amor no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido» (v. 5).
Karen: Sí, así es.
Nancy: Y entonces, eso se convierte en la vara con la que medimos si estamos amando bien. Y pudiéramos preguntarnos: «¿Eso significa que tengo que hacer todo lo que mi esposo no hace?». No. Eso no es lo que estamos diciendo. A lo que me refiero aquí es que cuando ambos tratan de humillarse y amarse como Dios manda, eso permitirá que puedan servirse bien el uno al otro.
Entonces, Crawford: ¿en algún momento cambiaste tu comportamiento en cuanto a las maletas?
Crawford: Sí, las guardaba donde debían estar. Así que, una esposa feliz, es una vida feliz.
Nancy: Entonces,ambos hicieron algo al respecto.
Crawford: Lo hicimos. Karen me ha ayudado bastante en eso.
Karen: Tú te encargas de tus propias maletas, y lo haces muy bien. En cuanto a mí, el caso era que yo tenía que escoger qué era lo que me ofendía. Solo necesitaba madurar y hacer lo correcto con mi esposo.
Crawford: Bueno, la verdad es que los dos necesitábamos crecer y dejar de reaccionar a todo lo que el otro hacía, y empezar a responder de la manera correcta.
Karen: Así es, totalmente.
Crawford: Quisiera decir esto: las personas casadas necesitamos ser tal y como somos el uno con el otro. No hay que fingir. Cuando en Génesis 2:25 dice: «estaban desnudos y no se avergonzaban», eso es parte del principio de la transparencia entre nosotros como matrimonio. Ahora, habiendo dicho eso, no debemos ser personas quisquillosas.
Nancy: Exacto, no ser frágiles ni fáciles de ofender.
Crawford: No ser fáciles de ofender ni criticarnos entre nosotros. Cuanto más maduras, entonces serás más tolerante con las cosas.
Nancy: Sí, y también comienzas a tener perspectiva sobre la diferencia que esto marcará dentro de un año o diez años.
Y, Crawford, mientras te escucho, pienso en lo diferente que tratamos a las personas con las que no tenemos una relación cercana, las cosas que toleraríamos o asumiríamos como positivas de alguien en el trabajo o de otro miembro de la iglesia.
No dejaríamos que eso nos afectara ni exigiríamos que lo vieran como nosotros lo vemos. Pero, de alguna manera, nos tomamos la libertad de no extender la misma gracia a las personas que están dentro de las cuatro paredes de nuestro hogar, cuando es allí donde deberíamos mostrar más gracia.
Crawford: Nancy, eso que acabas de decir me recordó algo. No recuerdo exactamente cuándo, pero fue probablemente hace unos veinticinco o treinta años cuando me di cuenta de que nadie debería tratar a mi esposa mejor que yo, ¡nadie! Nadie debería honrarla más que yo. Nadie debería invertir en ella más que yo. La excusa de «yo soy así», no me da permiso para ser mezquino, desagradable, irritante y todas esas cosas. No. Yo tengo que bendecirla con mis acciones y mis palabras.
Nancy: En ambos sentidos.
Crawford: Esto funciona en ambos sentidos, y sinceramente creo que si tienes esa forma de pensar, eso se convierte en uno de los principios clave para resolver conflictos. Ayuda a crear confianza y transparencia, lo cual fortalece la relación. No estás dudando si tienes o no el corazón de la otra persona; ese no es el tema a discutir. Lo que está sobre la mesa son los problemas o los hechos, no el amor que se tienen.
Pero si empiezan a tratarse con sarcasmo o a reaccionar de forma exagerada, entonces se está perdiendo el equilibrio para llevar la discusión, y se está respondiendo de manera desproporcionada a los conflictos.
Nancy: Y asumiendo lo peor el uno del otro en lugar de lo mejor.
Karen: Pienso que muchas veces me irritaba contigo por inseguridad, porque realmente no confiaba en ti ni era sincera contigo. Incluso me preguntaba si realmente podía hablarte sobre cómo me sentía.
Crawford: Esa inseguridad era mutua, porque yo también me sentía inseguro y amenazado. A veces, las personas con este tipo de personalidad, cuando se sienten inseguras, su tendencia es volverse autoritarias. Pero eso no es más que un camuflaje para ocultar la inseguridad. Es, por ejemplo, como cuando un niño pequeño se vuelve exigente cuando las cosas no le salen como él quiere.
Nancy: Empiezas a subir el tono de voz.
Crawford: Exacto, y piensas que hacer eso te justifica. Pero, lo repito, esto se trata de confianza y transparencia. El otro principio para resolver conflictos es que tenemos que ser capaces de perdonar, y no solo pedir perdón.
Nancy y Karen: Sí.
Crawford: Tienes que perdonar. Una de las preguntas que he aprendido a hacerles a las parejas jóvenes al comienzo de la consejería prematrimonial es: «¿Pueden hablarme sobre su disposición a perdonar?».
Nancy: Estar casados significa que necesariamente vas a tener que perdonar. Ahora, no estoy hablando de un perdón superficial o de confundir la reconciliación con el perdón, porque son dos cosas muy diferentes. Pero la capacidad de extender perdón, la capacidad de decir «lo siento, o perdóname», la capacidad de reconocer que «me equivoqué», sin justificaciones, sin excusas, sin suavizarlo ni intentar defenderse, es sumamente importante.
Crawford: Déjame dar un ejemplo de cómo se ve eso en un conflicto. Como esposo, debo procurar que Karen sienta la seguridad de acercarse a mí para pedirme perdón, sabiendo que yo seré cariñoso y que la perdonaré, porque un día será mi turno de tener que pedirle perdón a ella. En consecuencia, eso elimina la actitud de estar siempre a la defensiva y ayuda a que el conflicto se resuelva más fácilmente.
Muchas de las cosas relacionadas con la resolución de conflictos no se tratan de tener estrategias sobre cómo lidiar con ciertos problemas, a veces es necesario, pero se trata más bien de tu propia madurez personal.
Nancy: Y que reconozcamos nuestra propia pecaminosidad.
Crawford: Exactamente.
Nancy: Y el hecho de que necesitamos la gracia de Dios y su perdón cada día.
Crawford: Así es.
Nancy: Si yo necesito la gracia y el perdón del Señor cada día, ¿cómo puedo negarle ambas cosas a mi cónyuge?
Crawford: Así es. Los principios que aplicamos a otras personas deben aplicarse en casa. Eso significa no ver la paja en el ojo ajeno cuando tienes una viga en el tuyo.
Nancy: Pero tendemos a hacer lo contrario.
Crawford: Totalmente.
Nancy: Tomamos las imperfecciones de la otra persona y las ponemos debajo de un microscopio, y luego vemos las nuestras como con un telescopio.
Crawford: ¡Así es!
Karen: Crawford puede que tenga razón en un 98 %, pero es el 2 % restante que provocará el conflicto entre nosotros. Pero he tenido que aprender todo esto.
Y pienso que las personas que han sido criadas en un entorno disfuncional como el mío, en un hogar donde el padre o la madre están ausentes, en mi vocabulario no existían las palabras «Perdóname», o «¿Me perdonas?».
Nancy: Yo lo tuve que aprender.
Karen: Todavía lo estoy aprendiendo. Esas palabras no salen fácilmente de mi boca. En nuestro matrimonio hemos tenido que aprender a usar palabras piadosas. Necesito incorporarlas a mi vocabulario, porque eso ayudará a mi esposo y a nuestro matrimonio a ser todo lo que Dios quiere que sea.
Así que, haz una lista de las palabras correctas y luego vívelas.
Crawford: Y Nancy, una de las cosas que he aprendido también es que, ya sea un conflicto en nuestro matrimonio o en cualquier posición de liderazgo, que desafortunadamente es lo que pasa a menudo, es que tienes que confrontar a las personas en ciertas cosas. Hay tres palabras que el Señor siempre me susurra cuando reacciono de manera incorrecta, particularmente cuando estoy enojado sobre algo o realmente molesto por algo que me ha ofendido. He aprendido a dar un paso atrás porque, si hablo cuando estoy enojado, suelo decir mucho más de lo necesario.
Nancy: Cosas de las que luego te arrepentirás de haber dicho.
Crawford: Así es, y no termina bien. Entonces, he aprendido a dar un paso atrás y estas son las tres palabras que Dios trae a mi mente: transparencia, empatía y compasión, y añadido a esas tres palabras está: decir la verdad. Nunca ayudas realmente a nadie si no dices el 100 % de la verdad. Pero, hay que hacerlo de tal manera que nos pongamos en el lugar de la persona que está escuchando esa verdad.
Nancy: Eso es empatía.
Crawford: Eso es empatía, y esa empatía entrenará a tu corazón para que seas compasivo. Pienso que eso me ha ayudado en nuestro matrimonio, y me ayudó con nuestros hijos mientras crecían. Da un paso atrás. Necesitas decir la verdad; necesitas ponerte en la situación de la otra persona y tienes que hacerlo de corazón. Si tomamos esto en cuenta, será de gran ayuda.
Nancy: Bueno, hay mucha sabiduría, mucha más sabiduría práctica en este libro que has escrito. No es algo complicado, sino sencillo. Pero se necesita humildad y la gracia de Dios, conectar con la gracia de Dios, reconocer que soy un pecador, que necesito perdón, y luego aplicar eso en lo que debería ser el lugar más natural de la tierra: nuestra relación matrimonial. Pero a veces ese es el lugar más difícil para aplicarlo.
Karen: Así es.
Crawford: Absolutamente.
Nancy: Y quiero darles las gracias por su transparencia y por permitirnos aprender de sus errores y también de su caminar con el Señor. Y en este pequeño libro: «Tu matrimonio hoy y mañana», ustedes brindan este rico contenido y esta ayuda para los matrimonios que se encuentran en cualquier etapa o situación. Sé que tenemos muchos oyentes que han estado sentados en el borde de sus asientos escuchando esta conversación y pensando: Necesitamos una dosis de esto. Necesitamos una dosis de la gracia de Dios en nuestro matrimonio.
Bueno, este libro no va a resolver todos tus problemas, Cristo es el único que te muestra lo que necesitas. Así que inclina tu corazón a Él y dile: «Señor, nuestro matrimonio ha estado tenso. Yo he estado tensa y enojada. He sido exigente y me he portado de manera irracional. Siento que existe una tensión constante en nuestro matrimonio. Así que, Señor, quiero que me cambies y que infundas Tu gracia en nuestro matrimonio y que nos ayudes. Te necesitamos y necesitamos Tu sabiduría».
Presenta tu matrimonio, tu corazón y tu pareja al Señor. Y dile: Señor, ayúdanos a detenernos en lo que hemos hecho. Y danos esa transparencia, esa empatía y esa compasión que solo se encuentran en Cristo.
Y cree realmente que Dios puede cambiar tu matrimonio por completo, darle un nuevo tono, un nuevo espíritu. No va a cambiar de la noche a la mañana, pero tal vez quieras empezar diciendo estas palabras: «Perdóname. Me equivoqué. ¿Me perdonas, por favor?». No esperes a que tu cónyuge diga esas palabras, dilas tú primero.
Robert y yo hablamos a menudo de correr hacia la cruz para ver quién puede llegar primero y juntos recordamos el pasaje de Romanos capítulo 12, que dice: «Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal» (v. 10). ¿Y cómo podemos ser afectuosos con el otro en lugar de ser ásperos? ¿Cómo podemos estimar al otro como mejor que a nosotros mismos?
Y si con todo esto que estoy diciendo te parece que yo soy una experta, por favor, créeme que no lo soy. Robert y yo estamos aprendiendo y creciendo en esto cada día. Pero hay gracia, hay ayuda y hay esperanza.
Así que, Señor, te pedimos misericordia y gracia, ayuda, esperanza y sanidad para muchos matrimonios. Puede que haya algún cónyuge que no esté escuchando y desearía que su pareja también estuviera escuchando. Pero Tú, Señor, has determinado cuál estaría escuchando, y ese es a quien Tú quieres hablarle primero. Haz tu voluntad y oramos para que hagas una obra nueva y fresca de gracia en muchos corazones y matrimonios. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
Crawford & Karen: Amén.
Débora: Anhelando que experimentes libertad a través del perdón, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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