Con manos generosas y corazón limpio
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios tiene compasión por los pobres y los necesitados. Si yo tengo el corazón de Dios, entonces tendré compasión por los pobres y los necesitados.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Retrato bíblico de la mujer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de septiembre de 2025.
Durante los últimos días, Nancy nos ha estado ayudando como mujeres a dedicar nuestras manos al Señor, tomando como punto de partida Proverbios 31. Hemos visto cómo usar nuestras manos para trabajar con diligencia, para servir a Dios y a los demás.
Hoy continuaremos con el tema del trabajo, pero en lugar de centrarnos en nuestras manos, Nancy nos ayudará a examinar nuestros corazones. ¿Estamos trabajando con la actitud de un corazón puro?
Retomemos junto a Nancy …
Débora: Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios tiene compasión por los pobres y los necesitados. Si yo tengo el corazón de Dios, entonces tendré compasión por los pobres y los necesitados.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Retrato bíblico de la mujer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de septiembre de 2025.
Durante los últimos días, Nancy nos ha estado ayudando como mujeres a dedicar nuestras manos al Señor, tomando como punto de partida Proverbios 31. Hemos visto cómo usar nuestras manos para trabajar con diligencia, para servir a Dios y a los demás.
Hoy continuaremos con el tema del trabajo, pero en lugar de centrarnos en nuestras manos, Nancy nos ayudará a examinar nuestros corazones. ¿Estamos trabajando con la actitud de un corazón puro?
Retomemos junto a Nancy Proverbios 31.
Nancy: En Proverbios, capítulo 31, en el versículo 18, dice que esta mujer virtuosa y excelente: «Nota que su ganancia es buena».
La Nueva Versión Internacional dice que ella: «Se complace en la prosperidad de sus negocios». Ella ve que el trabajo de sus manos, las cosas en las que invierte su tiempo y esfuerzo, han producido buen fruto. Es consciente de la calidad y quiere asegurarse de que el trabajo que hace es un buen trabajo.
Ella no está simplemente pasando por la vida como esposa, como madre, como mujer, como ama de casa, sea cual sea la etapa de su vida, ni está haciendo las cosas de forma descuidada o al azar. La calidad es importante para esta mujer. Ella puede mirar atrás, puede dar un paso atrás y puede ver que el trabajo de sus manos ha sido bueno. Y algunas de ustedes viven según este versículo, pero a otras no les gusta en absoluto lo que sigue diciendo:
«No se apaga de noche su lámpara».
Algunas de ustedes son nocturnas y no apagan la luz por la noche, y otras se acuestan a las 9 de la noche. Pero lo importante aquí no es a qué hora se acuesta esta mujer. El énfasis aquí, al igual que en el versículo anterior, donde vimos que se levanta antes del amanecer, es que ella es una mujer diligente. Ella hace lo que sea necesario, a cualquier hora, para atender las necesidades de su familia.
Se levanta temprano si es necesario y se acuesta tarde si es necesario. Y durante las horas que está despierta, se dedica a tareas provechosas. En este pasaje no vemos a una mujer que se pasa las tardes viendo la televisión o que duerme hasta las 11 de la mañana cuando hay trabajo que hacer para su familia.
Y no te estoy diciendo a qué hora debes levantarte ni a qué hora debes acostarte, porque las Escrituras no nos dicen eso. Pero sí nos dicen que, como mujeres, debemos ser diligentes y aprovechar las horas, los momentos que el Señor nos da, de manera que les sean agradables.
Puede que te preguntes: «¿Eso significa que nunca puedo hacer una pausa y divertirme con mis hijos?». Sí, por supuesto, debes hacer una pausa y divertirte con tus hijos. Y cuando es el momento para hacerlo, eso es santo, eso es ser una mujer virtuosa también, eso es ser excelente. Pero también significa que no debemos desperdiciar los momentos valiosos, las horas y los días que Dios nos da, sino que debemos aprovecharlos de manera significativa, intencional y destinarlos a la gloria de Dios.
Ahora llegamos al versículo 20, que es un hermoso versículo que nos muestra, al igual que los otros versículos de este capítulo, el corazón de Cristo. Ya hemos mencionado que estamos observando un retrato de Cristo, y en ningún lugar esto queda más claro que en el versículo 20 de Proverbios 31.
«Extiende su mano al pobre», dice la Escritura, «y alarga sus manos al necesitado».
Aquí tenemos a una mujer (y lo vemos a lo largo de todo este pasaje) que no es una persona que solo toma, sino que ella da. Ella tiene sus prioridades claras. Primero utilizó sus manos para atender las necesidades de su propia familia.
Y sé que pareciera que me estoy repitiendo, pero el pasaje sigue poniendo de manifiesto esta verdad: ella es una mujer que tiene prioridades. No atiende las necesidades de los demás antes de atender las de su propia familia. No descuida las necesidades de los pobres y de los hambrientos de su familia para atender a los pobres y hambrientos fuera de su hogar.
Pero una vez que ya ha atendido las necesidades de su familia, en el momento oportuno, y en la temporada adecuada, cuando Dios le brinda la oportunidad, ella va más allá del círculo de su familia y extiende sus manos. Y vemos que extiende sus manos a los pobres y extiende sus manos a los necesitados.
Me parece interesante que tanto el esposo como la mujer de Proverbios 31 se preocupan por los pobres y los necesitados. Si recuerdas el versículo 9, la madre del rey que escribió este pasaje, el rey Lemuel, su madre le dijo en el versículo 9: «[como hombre] Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y del necesitado».
Y antes le había dicho: «Vas a ser rey y vas a estar en una posición en la que podrás influir en las leyes del país. Puedes ayudar a que se haga justicia. Y cuando tengas esa oportunidad, utiliza tu influencia para defender y abogar por la causa de los pobres y los necesitados».
Entonces, este esposo aboga por la causa de los pobres y los necesitados. Juzga con justicia. Provoca cambios en el sistema y en las leyes. Y ahora llega el momento de la esposa. Esta madre le describe a su hijo lo que debe buscar en una esposa. Y una de las cualidades que debe buscar en una mujer es que ella tenga un corazón para los menos privilegiados, para los necesitados.
Ahora, ¿cómo aborda ella las necesidades de los pobres y los necesitados? Lo hace a través de actos prácticos y personales de misericordia y compasión.
Y déjame decirte que no quiero ser muy rígida al respecto, porque la Palabra no lo es en este punto. Esto no significa que los hombres no puedan tender la mano a los necesitados con actos prácticos y personales de misericordia y compasión. Y tampoco significa que las mujeres no puedan involucrarse, de las maneras que Dios les permita en su comunidad, para lograr que se cambien las leyes o que se aborden las causas de los necesitados y se haga justicia.
Pero sí vemos en esta imagen el equilibrio ideal, ordenado por Dios, entre el esposo y la esposa. Ambos se complementan mutuamente. Si ambos hicieran lo mismo, uno de ellos no sería necesario. Pero Dios ha ordenado que el hombre y la mujer se complementen en todos los aspectos, y este es solo un ejemplo de cómo sucede.
Ahora, cuando esta mujer extiende sus manos a los pobres y a los necesitados. Ella está realizando buenas obras. Hace buenas obras a favor de aquellos que necesitan ayuda, que necesitan gracia. Y quiero recordarte que, según el Nuevo Testamento, y toda la Palabra de Dios lo confirma, no somos salvas por nuestras buenas obras.
Nuestras buenas obras no pueden ganarnos la salvación. Nunca podríamos hacer suficientes buenas obras para equilibrar la balanza cuando se trata de nuestro pecado contra un Dios santo. Así que, no importa cuán buena seas, a cuántas personas ayudes, o por mucho trabajo voluntario que hagas, nunca conseguirás un lugar en el cielo.
Nunca podrás ganarte el favor de Dios, no importa lo buena que seas. Hay personas en todo el mundo, de diversas religiones, incluyendo personas que se llaman cristianas y personas que están en nuestras iglesias domingo tras domingo, que piensan que irán al cielo porque han vivido una vida haciendo buenas obras.
De hecho, esas personas a veces son las más difíciles de convencer de que necesitan un Salvador, precisamente porque se consideran buenas personas. Incluso algunas de ellas hacen muchas más obras buenas que personas que son verdaderamente cristianas, que son hijos de Dios.
Pero permíteme recordarte que si estás contando con cualquier cantidad de esfuerzo o trabajo que hayas realizado, no importa cuánto bien hayas hecho en tu comunidad, no importa cuánto hayas ayudado a los pobres y necesitados, no importa cuánto hayas tendido la mano a los desfavorecidos; si no tienes una relación personal con Cristo y no confías en lo que Él hizo en la cruz por tu salvación, tu única esperanza de salvación, entonces puedes vivir toda una vida haciendo buenas obras y, aun así, pasar la eternidad en el infierno.
Este es un lenguaje bastante fuerte. Las Escrituras hablan de esto en Mateo, capítulo 7, sobre aquellos que llegarán al final de su vida y dirán: «Señor, deberías dejarme entrar al cielo, hice todas estas buenas obras. ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Pero Dios les dirá a algunos de ellos: «Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad» (vv. 22-23).
Escucha, si no tenemos una relación salvadora con Jesucristo, entonces todas nuestras «buenas obras» son en realidad una abominación para Dios. Son más bien iniquidad, maldad, si provienen de un corazón y unas manos que no han sido redimidas y justificadas por la sangre salvadora de Cristo.
Puede que en este momento me esté dirigiendo a algunas mujeres que están llenas de buenas obras. Han vivido una vida haciendo buenas obras. Pero quizá Dios les ha hablado al corazón en este episodio y se han dado cuenta de que nunca han nacido de nuevo. Nunca han sido justificadas por poner su fe en Jesucristo, reconociendo que son Sus obras, las de Cristo, y no las tuyas, las que te hacen justa delante de Dios.
Si ese es el caso, me gustaría invitarte ahora mismo a unirte a mí en oración. Voy a orar y te daré la oportunidad de expresar tu deseo de confiar en Cristo y en Sus obras para salvarte. Así que vamos a inclinar nuestros corazones ahora mismo. Si esto expresa el deseo de tu corazón, haz tuya esta oración al Señor.
Oh, Padre, sé que no puedo salvarme a mí misma y que todas mis buenas obras nunca me ganarán un lugar en el cielo ni una relación correcta contigo. Confieso que he pecado contra ti y, a pesar de todas mis buenas obras, la tendencia de mi corazón es contra Ti.
Soy una pecadora separada de ti. Gracias por enviar a Jesucristo a esta tierra. Reconozco que Él es el único que ha vivido una vida sin pecado. Y a través de Su vida sin pecado y de Su muerte en la cruz por los pecadores, me doy cuenta de que Él ha hecho una provisión para que yo sea salva, para que yo sea reconciliada contigo.
Así que ahora, por fe, dejo de confiar en mis propias buenas obras y confío en la justicia de Cristo. Por favor, toma mi vida, Señor Jesús. Sálvame de mi pecado, y dame la gracia para hacer las buenas obras para las que me has salvado, pues no me has salvado por esas buenas obras.
Y si acabas de hacer esta oración en estos últimos momentos y ha salido de tu corazón, entonces puedes estar segura, por la garantía de la Palabra de Dios, de que Él te ha salvado y de que estás bien con Dios, en una relación personal con Él. Has sido reconciliada con Dios, no por nada bueno que hayas hecho, sino por Su justicia. Y ahora, cuando Dios te mira, te ve revestida de la justicia de Cristo.
¡Y eres libre, y capaz de hacer las buenas obras para las que Dios te ha salvado!
Gracias, Señor, por tan gran salvación. Oro que aquellas de nosotras que hemos experimentado esa salvación, te mostremos nuestra gratitud mediante las buenas obras que hagamos. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy aún no ha terminado. Ella regresará con la segunda parte de este tema. Pero antes, quiero decirte que podemos ofrecerte enseñanzas prácticas como esta gracias a las oyentes que donan al ministerio de Aviva Nuestros Corazones.
Nuestra misión es ayudar a las mujeres de todo el mundo a florecer en Cristo viviendo el plan de Dios, y debes saber que no podríamos hacerlo sin tu apoyo. Así que, como agradecimiento por tu donación este mes de septiembre, nos gustaría enviarte una copia del recurso digital titulado Retrato bíblico de la mujer. Este es un folleto de Nancy que contiene algunas verdades fundamentales para vivir el plan de Dios para tu vida y que, de hecho, te ayudará a reforzar lo que has estado aprendiendo en esta serie.
Visita AvivaNuestrosCorazones.com para tener más información de este recurso.
Nancy ha vuelto para seguir ayudándonos a aprender que todo nuestro trabajo debemos hacerlo para el Señor.
Nancy: Uno de mis personajes favoritos del Nuevo Testamento es una mujer a la que solo se le dedica un párrafo. No sabemos mucho sobre ella. Pero pienso que lo que sí sabemos, es inspirador y reta mi vida como mujer de Dios.
Esa mujer se llama Tabita. Y como nos dice en Hechos, capítulo 9, el otro nombre por el que se le conoce es Dorcas. Ella vivía en un pueblo llamado Jope. Si puedes, acompáñame en tu Biblia a Hechos capítulo 9. Aquí se nos dice que ella era discípula, seguidora de Cristo, llamada Tabita o Dorcas. En el versículo 36, de Hechos 9, está la frase que describe a esta mujer. Voy a leerte desde la Nueva Versión Internacional:
«Esta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres».
Esto es casi todo lo que sabemos de ella. Ella era una discípula. Era una mujer, pero no sabemos si estaba casada o soltera. Quizás era viuda. No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que ella amaba a Cristo y que expresaba su amor por Él haciendo siempre el bien y ayudando a los pobres. Ella tenía fama de eso. Por eso era conocida.
«Háblame de Dorcas. Háblame de Tabita. Soy nueva en la ciudad y he escuchado hablar de esta mujer. ¿Es verdad lo que se dice sobre ella?».
«Sí, es verdad. Todo lo que has escuchado es cierto. Ella siempre está haciendo el bien. Siempre está ayudando a los pobres».
Y luego el versículo 37 nos dice:
«Y sucedió que en aquellos días se enfermó y murió; y lavado su cuerpo, lo pusieron en un aposento alto. Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: “No tarde usted en venir a nosotros”» (vv. 37-38)
Ahora, me pregunto qué pensaban que haría Pedro. Esta mujer estaba muerta. No sé si esperaban que la resucitara. Eso ciertamente no era algo habitual, ni siquiera para los apóstoles. No sé qué esperaban, pero esas personas sabían que allí había alguien que podía ayudar en esa situación de crisis.
Y es interesante que no llamaran a Pedro cada vez que alguien moría. Pero cuando murió esta mujer, la extrañaron mucho. Incluso enviaron hombres a buscar a Pedro. Los discípulos oyeron que Pedro estaba allí y enviaron a dos hombres a rogarle: «Por favor, ven enseguida».
Parecía que la vida de todos se había visto afectada por la pérdida de esta mujer. ¡Qué reputación! Ella no era apóstol. No era predicadora. No era pastora (y sabemos por las Escrituras que Dios ha llamado solo a los hombres a desempeñar esos roles en el cuerpo de Cristo). Ella tampoco era la cabeza de un hogar. No sabemos mucho sobre ella, excepto que era una mujer que siempre hacía el bien y se preocupaba por los necesitados. Y cuando esta mujer murió, la echaron de menos. La gente se vio afectada.
¿Cómo reaccionarán las personas cuando tú mueras? ¿Habrá una sensación de crisis, no porque ocupabas un puesto importante y has dejado un vacío en tu trabajo, sino porque siempre hacías el bien y ayudabas a los demás, y te echarán de menos por tu compasión y misericordia?
Sigue diciendo el versículo: «Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó lo llevaron al aposento alto, [Escucha esta descripción] y todas las viudas lo rodearon llorando…» (v. 39).
En aquella época había muchas viudas porque, por lo general, las mujeres se casaban jóvenes y con hombres mucho mayores, por lo que a menudo quedaban viudas. Al parecer, una de las labores de Tabita era cuidar de las viudas. Ahora, no sabemos si eso era lo único que hacía, ya que también cuidaba de los pobres. Ella hacía el bien. Si tenía familia, sabemos que también cuidaba de ellos.
Pero aquí había viudas que se habían acercado a Pedro y estaban llorando. Le mostraron a Pedro las cosas que Dorcas les había hecho mientras aún vivía.
Estaban conmovidos. Al parecer, ella no solo había realizado estos actos de misericordia, sino que debía tener un corazón misericordioso. Era evidente que se sentían conectados con ella. No solo iban a extrañar la ropa, sino a la mujer que había detrás de ella.
Así vemos que, más allá de estos actos de misericordia, había una relación. Había corazón. Había compasión. Había ternura. Creo que no estoy malinterpretando el texto para decir que este fuera el caso. Así que, a medida que avanza el pasaje, vemos que:
«Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: “Tabita, levántate”. Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Él le dio la mano y la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor». (vv. 40-42).
Con su vida, con su muerte y con su resurrección, Dios utilizó a esta mujer como instrumento para llevar a muchos a la fe en Cristo.
Escucha, cuando las mujeres vivimos una vida de compasión, generosidad y misericordia hacia los necesitados, hacemos que el evangelio sea creíble. Una cosa es que los predicadores y maestros de la Biblia hablen del evangelio, y otra cosa muy distinta es tener en tu comunidad a una mujer que vive el evangelio, que lo hace visible, tangible y creíble mediante actos de misericordia y compasión, junto con un corazón misericordioso y compasivo.
Entonces, a medida que hemos estado leyendo y estudiando en Proverbios, capítulo 31, estamos hablando de esta mujer virtuosa y excelente, y vemos en el versículo 20 que ella «extiende su mano al pobre y alarga sus manos al necesitado». Esta mujer practica la misericordia y la compasión.
Primera de Timoteo capítulo 5, nos dice que cuando una mujer queda viuda, siendo una mujer mayor, si desea que la iglesia la cuide (y es responsabilidad de la iglesia cuidarla), y si desea participar en el servicio de la iglesia (que creo que es el contexto específico de Primera de Timoteo 5); si quiere ser incluida en la lista de viudas piadosas, hay algunas cosas que deben ser ciertas sobre ella antes de enviudar.
Algún día en Aviva Nuestros Corazones quizás hagamos una serie completa sobre esta lista, pero ahora solo quiero hacer mención de ella.
Debe haber sido «esposa de un solo marido; que tenga testimonio de buenas obras» (v. 10). Así que, si quieres ser una mujer, una anciana piadosa, una de las cosas que debes cumplir es ser reconocida por tus buenas obras.
Luego nos dice cuáles son algunas de esas buenas obras: «si ha criado hijos, si ha mostrado hospitalidad a extraños, si ha lavado los pies de los santos, si ha ayudado a los afligidos y si se ha consagrado a toda buena obra». Estas son maneras distintivamente femeninas de ponerle manos y pies al evangelio en las que hacemos que el evangelio sea creíble.
Primera de Timoteo, capítulo 2:9-10, apenas tres capítulos antes, nos dice que, como mujeres, debemos adornarnos, embellecernos. Y nuestro principal adorno no es la apariencia externa, sino un corazón que produce buenas obras.
Debemos estar adornadas, revestidas de buenas obras. Cuando lo estamos, ¿sabes qué sucede? Demostramos la belleza del evangelio. Cuando nos adornamos con buenas obras, adornamos el evangelio con ellas.
Así que vemos aquí a una mujer que es un ejemplo de generosidad: ella da dinero, da comida, da ropa, da cosas. Luego la vemos extendiendo sus manos, no solo para dar cosas a las personas, sino para entregarse a sí misma y su tiempo en actividades que requieren dos manos. Cosas como: cuidar a los enfermos, sostener a un bebé para una madre que tiene las manos ocupadas, extender las manos para cuidar a los niños, cuidar a los ancianos, usar las manos para el ministerio.
Susan Hunt dice que «los instintos femeninos santificados de una verdadera mujer la convierten en un canal de compasión para los afligidos y los oprimidos». Eso es ser femenina, eso es ser virtuosa, eso es ser una mujer excelente. Es ser un canal de compasión para los afligidos y los oprimidos. Y vemos este corazón a lo largo de toda la Escritura.
Deuteronomio 15 nos dice:
«Si hay un menesteroso contigo, uno de tus hermanos, en cualquiera de tus ciudades en la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades».
Cuando somos generosas, revelamos el corazón de Dios.Puede que seamos la única imagen que nuestros vecinos, nuestros amigos y nuestra comunidad tengan de cómo es Dios realmente.
El Salmo 72 nos dice que Dios «hace justicia a los afligidos del pueblo, [y salva] a los hijos de los pobres…» (v. 4). Y luego los versículos 12 y 13 dicen: «Él librará al necesitado cuando clame, también al afligido y al que no tiene quien lo auxilie.Tendrá compasión del pobre y del necesitado, y la vida de los necesitados salvará».
Dios tiene compasión por los pobres y los necesitados. Si tú y yo tenemos el corazón de Dios, entonces tendremos compasión por los pobres y los necesitados.
Padre, te pido que nos des un corazón lleno de amor, lleno de amor, porque Tú vives en nosotras. Danos corazones compasivos, tiernos, sensibles y atentos a las necesidades de las personas que nos rodean.
Señor, ayúdanos a reconocer cuándo eres Tú quien nos guía hacia estos ministerios de compasión, y a no sentir la responsabilidad de hacer todo lo que hay que hacer para satisfacer todas las necesidades de todas las personas, sino a buscarte a Ti y a saber cuándo Tú pones en nuestro corazón que es el momento de extender nuestras manos y cuál es la manera de hacerlo.
Cuando seamos obedientes y sensibles a Tu Espíritu, sabremos entonces que las necesidades que nos rodean serán atendidas.
Así que, Padre, danos el corazón de Cristo, que tomó en Sus brazos a los niños, a los enfermos, a los débiles, a los necesitados y a los pobres, y les tendió Sus manos. Tú mismo nos tendiste Tus manos cuando éramos pobres y necesitadas y no podíamos ayudarnos a nosotras mismos.
Que podamos extender a los demás la misericordia, la bondad y la gracia que Tú nos has prodigado. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth, invitándonos a tener el mismo corazón que Dios tiene para los necesitados.
La próxima semana, Nancy continuará con esta serie sobre Proverbios 31.
Toda madre sabe que preparar la ropa de la familia para la nueva temporada puede ser una tarea abrumadora. Nancy DeMoss Wolgemuth animará a las madres que están por entrar en esta tarea.
¡Amadas, que tengan un buen fin de semana junto al cuerpo de Cristo en su iglesia local y espero que regreses con nosotras el lunes para un episodio más de Aviva Nuestros Corazones!
Ayudándote a descubrir y abrazar el diseño de Dios para tu vida, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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