¿Hay algo que pueda hacer?
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos comparte cómo no ser una sierva.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si estás enfocada en tus propios problemas, tus propios asuntos, tus propios retos, tu propia felicidad, tu propia comodidad, tu propia conveniencia, no vas a estar pendiente de las necesidades de los demás, ¡vas a estar pendiente solo de ti misma!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Adornadas», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de agosto de 2025.
Un buen mesero en un restaurante no se enfoca en sus propias necesidades. No se acerca a tu mesa y se queja de lo hambriento que está. En lugar de eso, se asegura de que tus necesidades estén cubiertas.
Lo mismo puede decirse de cualquier persona que quiera servir eficazmente en cualquier ámbito de la vida. Aquí está Nancy para …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos comparte cómo no ser una sierva.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si estás enfocada en tus propios problemas, tus propios asuntos, tus propios retos, tu propia felicidad, tu propia comodidad, tu propia conveniencia, no vas a estar pendiente de las necesidades de los demás, ¡vas a estar pendiente solo de ti misma!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Adornadas», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de agosto de 2025.
Un buen mesero en un restaurante no se enfoca en sus propias necesidades. No se acerca a tu mesa y se queja de lo hambriento que está. En lugar de eso, se asegura de que tus necesidades estén cubiertas.
Lo mismo puede decirse de cualquier persona que quiera servir eficazmente en cualquier ámbito de la vida. Aquí está Nancy para explicarlo en la serie titulada «Desarrolla un corazón de sierva».
Nancy: Hace varios meses, cuando supe que quería compartir algunas enseñanzas en Aviva Nuestros Corazones sobre el tema de una vida de servicio, sobre tener un corazón de sierva, cuando estaba empezando a explorar ese tema, decidimos poner un anuncio en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com, y le dimos oportunidad a las personas de escribirnos y dejarnos saber quién venía a su mente cuando pensaba en un siervo o una sierva, o a quién habían visto servir a los demás como Cristo lo hizo, y cómo eso les había bendecido y lo que significaba para ellas el servicio.
Y fue maravilloso recibir algunas de las respuestas y leer algunos ejemplos realmente inspiradores de esas personas siervas y del poder de una vida de servicio: el poder del ánimo y la gracia que nos ministramos unos a otros cuando nos servimos unos a otros.
Una mujer escribió:
«Mi hermana ha unido a todo nuestro vecindario. Le encanta hornear. Todos los días hornea algo para llevar a alguien. La mayoría de las veces lo hace para más de una familia. Mi hermana, Beverly, vino a vivir con nosotros cinco días después de que falleciera su esposo. [Así que, este es un servicio que una viuda está haciendo] El servir a otros ha transformado su tristeza en gozo. (¡¿No es este un gran principio?!)
Antes de que Beverly viniera a vivir con nosotros, [sigue diciendo esta mujer] no conocíamos a nuestros vecinos. Ahora nuestros vecinos están haciendo cosas por otros vecinos. ¡El corazón de sierva es realmente contagioso!».
¿Y no es esta una gran imagen del poder de un corazón de sierva? El poder de una mujer que, desde su propia necesidad y su propia soledad y pérdida, dijo: «No voy a hundirme en esta circunstancia. Voy a salir y atender las necesidades de otros a mi alrededor».
Dios ha traído gozo a esa hermana a través del servicio, y también ha traído gozo a otros. Ha conectado a las personas. ¡Ese es el poder de un corazón de sierva!
Y bueno, a lo largo de esta serie estaremos viendo a mi nuevo amigo que se menciona en la segunda carta de Timoteo: Onesíforo. ¿Has intentado deletrear el nombre?
En 2.ª Timoteo, capítulo 1, el apóstol Pablo dice en el versículo 16: «Conceda el Señor misericordia a la casa de Onesíforo». Onesíforo era un siervo contagioso porque Él llevaba gozo a los demás y, como resultado, fue bendecido.
Pablo sigue diciendo:
«…porque muchas veces me dio consuelo [me refrescó], y no se avergonzó de mis cadenas. Antes bien, cuando estuvo en Roma, me buscó con afán y me halló. El Señor le conceda que halle misericordia del Señor en aquel día. Además, [Timoteo] los servicios que prestó en Éfeso tú lo sabes mejor» (vv. 16-17).
Vamos a analizar este pasaje. Quiero que profundicemos y aprendamos más acerca de este hombre, de Onesíforo, y de cómo ministró como siervo.
Pablo dice en el versículo 17: «Antes bien, cuando estuvo en Roma, me buscó con afán y me halló». Ahora, en la última sesión dijimos que Pablo estaba en prisión en Roma. Este era su segundo encarcelamiento.
Pero esta vez, él estaba condenado a muerte. Esperaba su ejecución. No se alojaba en un hotel lujoso. No. Él se encontraba en las peores circunstancias y sabía que pronto vería al Señor.
Pablo había pasado más de tres años ministrando en Éfeso, donde Timoteo era ahora pastor. Y probablemente allí fue donde Pablo conoció a Onesíforo. Allí fue donde Onesíforo había ministrado a Pablo. Él fue un siervo y una bendición en la vida de Pablo.
Pero, ahora que Pablo estaba preso en Roma, a cientos de kilómetros de distancia, Onesíforo había hecho el viaje de Éfeso a Roma para ser una bendición para Pablo. Y fueron varios cientos de kilómetros por tierra y por mar. No fue un viaje fácil.
Y no sabemos con certeza por qué Onesíforo fue a Roma. Quizás con el propósito expreso de encontrar a Pablo, o tal vez tenía otra razón para estar allí, quizá negocios u otras diligencias.
Lo que sí sabemos es que cuando él llegó a Roma, se esforzó por buscar a Pablo, sabiendo que Pablo estaba en la cárcel. Y sabiendo que Pablo necesitaba ánimo, Onesíforo tomó la iniciativa.
«Cuando estuvo en Roma», dice Pablo, «me buscó con afán y me halló» (v. 17). Esto claramente me dice que Onesíforo no era un hombre egocéntrico, sino que él estaba enfocado en los demás. Él buscaba cuidar de los demás y velaba por los intereses de los demás.
Si tú quieres tener un corazón de sierva, no puedes vivir ensimismada. No puedes ser egocéntrica. Si estás enfocada en tus propios problemas, tus propios asuntos, tus propios retos, tu propia felicidad, tu propia comodidad, tu propia conveniencia, no vas a estar pendiente de las necesidades de los demás, ¡vas a estar pendiente solo de ti misma!
Onesíforo no era así. Él cuidaba de los demás, y el hecho de que él fue a Roma y buscó a Pablo con afán hasta encontrarlo, le tomó tiempo y un esfuerzo. Un tiempo y un esfuerzo considerables. En primer lugar, se tomó muchas molestias para hacer este viaje, y luego, cuando llegó a Roma, también batalló para encontrar a Pablo.
Todo esto requirió valor y determinación. El Imperio Romano en ese momento no era exactamente amigable con los cristianos y estoy segura de que encontrar a Pablo no fue un desafío menor.
Pablo estaba en la ciudad de Roma en el primer siglo d. C. (después de Cristo). Y en aquella época, Roma era la ciudad más grande de la tierra. Tenía una población de más de un millón de personas. Por cierto, solo para ponerlo en perspectiva, Roma fue la primera ciudad en alcanzar un millón de habitantes y no fue sino hasta 1800 cuando Londres alcanzó apenas esa población.
Así que, en aquella época, Roma era una ciudad enorme. Es decir, un millón no es una ciudad pequeña ahora. ¡Imagínate aquello, sin internet, sin medios de comunicación, sin tecnología, sin una Oficina de Personas Desaparecidas y obviamente sin asistencia gubernamental!
Onesíforo no podía simplemente preguntar: «¿Podrías ayudarme a encontrar a este prisionero del Imperio Romano que Nerón está tratando de matar?». De alguna manera y sin ningún tipo de asistencia, él se las arregló para encontrar a Pablo. Y en el versículo 17 dice que le costó trabajo. Pablo mismo dice: «Me buscó con afán y me halló».
Y nos preguntamos en cuántos lugares buscó Onesíforo. Y mientras meditaba sobre este pasaje durante las últimas dos semanas, intentaba ponerme en esta escena, en esta imagen y en esta historia.
¿En cuántos lugares buscó? ¿A cuántas personas les preguntó? ¿Tuvo miedo de preguntarle a la persona equivocada, pensando: «¿Quizás me van a entregar? ¿Acabaré yo mismo en la cárcel?». ¿Cuánto tiempo le tomó? ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no paró hasta encontrar a Pablo.
Así que, Onesíforo no solo tenía buenas intenciones, «Me gustaría servir a Pablo. Me siento mal por él», sino que él las llevó a cabo, las cumplió. Él no solo tenía eso en el pensamiento, o el deseo de servir a Pablo. Él realmente fue con esfuerzo y determinación a hacerlo.
¿Y puedes imaginarte lo que debe haber sido para el apóstol Pablo en prisión ver esa cara? ¡Increíble! Decir con honestidad: «¡Qué gusto verte!»! Y con eso me refiero a que este era un viejo amigo, alguien que había servido con él y que le había servido en Éfeso. Ellos tenían estos recuerdos juntos de cómo Dios había edificado esa iglesia, de cómo Dios había vencido a los falsos dioses en esa ciudad, y de los primeros días cuando el evangelio estaba echando raíces. ¡Tenían mucho de qué hablar! Compartían una historia juntos.
Imagínate lo que debió sentir Pablo en aquella celda cuando Onesíforo se asomó a buscarlo, cuando Onesíforo entró allí. ¡Me imagino que una enorme sonrisa se apoderó del rostro de Pablo!
«¡Hermano, me alegro tanto de verte!». Tú también te alegrarías, ¿verdad? Onesíforo buscó con afán a Pablo y lo encontró, y cuando llegó, consoló y refrescó al siervo del Señor.
Ahora, esta no es la primera vez que Onesíforo había ministrado a Pablo. Como vimos en la última sesión, años antes, cuando Pablo estaba en Éfeso, Onesíforo había prestado servicio al apóstol Pablo.
Pablo escribe, en el versículo 18, a Timoteo: «Además, los servicios que prestó en Éfeso, tú lo sabes mejor». Eso me dice que ser un siervo era un patrón de vida para este hombre. Era una forma de vida. Él estaba comprometido con esto por el resto de su vida.
Onesíforo era leal y aparentemente había servido a Pablo de muchas maneras diferentes. Si estás usando la versión Nueva Versión Internacional, ese versículo dice: «Tú conoces muy bien los muchos servicios que me prestó en Éfeso» o en la versión Reina Valera 60, dice: «Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor».
Al parecer, Onesíforo había prestado diferentes servicios. Fue un ministerio variado. Él sirvió a Pablo de muchas maneras diferentes. Lo cierto es que, hay muchas maneras de servir, y Onesíforo había encontrado muchas formas y había servido al apóstol Pablo dependiendo de la necesidad del momento.
En la versión que estoy leyendo, en la Reina Valera Contemporánea, hay otra pequeña frase que se destaca en este versículo que dice: «Tú mejor que nadie sabes cuánto nos ayudó en Éfeso». El apóstol Pablo dice: «Este hombre me ministró».
Eso me dice que servir, que el servicio es personal. No es simplemente hacer cosas, no es solo hacer ciertas tareas, es ministrar a las personas. Personas reales con necesidades reales a quienes podemos servirles de formas tangibles.
Pablo recordaba cómo Onesíforo le había ministrado. Y él no era el único que lo sabía, sino que aparentemente Timoteo también lo sabía. Pablo dice: «Recuerdas bastante bien cómo me sirvió cuando estuve en Éfeso».
Y es probable que otros lo supieran. Este hombre tenía un corazón de siervo. Y cuando vas a algunas iglesias o estás con algunos grupos de creyentes, la gente sabe quiénes son los siervos; saben quiénes son los que animan y alientan; saben quiénes son las personas que consuelan. Y ese es el poder de la reputación: cuando amas a otros, la palabra se esparce.
Y mientras leía este pasaje, pensé en algunos versículos en el libro de Rut que nos hablan acerca de la reputación que ella tenía en su pueblo por ser una sierva, por ser una persona que consolaba, que refrescaba, por ser alguien que ayudaba.
Y la primera vez que Rut se encontró con Booz, allí en el campo de Booz, ella estaba trabajando como una jornalera común. Y en Rut capítulo 2, en el versículo 11, Booz le dice: «Todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu esposo me ha sido informado en detalle».
Se había corrido la voz acerca de «cómo dejaste a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, y viniste a un pueblo que antes no conocías.Que el Señor recompense tu obra y que tu pago sea completo de parte del Señor» (vv. 11-12).
Luego, en el capítulo 3, Booz le dice a Rut: «Todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa». La reputación se extiende. Ahora, si somos egoístas, eso también se propaga. Si somos difíciles de tratar, si desanimamos a las personas, esa reputación también se esparce.
Yo quiero ser la clase de persona de la que otros puedan decir: «¿Necesitas ser animada? ¿Quieres sentirte refrescada? Ella será una bendición para ti». Esa es la clase de persona que era Onesíforo.
Entonces, ¿cómo se ve un Onesíforo, es decir, un siervo? ¿Cómo podemos vivir así? Probablemente, no conozcamos a ningún apóstol en prisión al que podamos ir a visitar. Entonces, ¿cómo practicamos ese servicio, ese corazón de sierva, ese corazón de Onesíforo, para consolar, para refrescar a los demás?
Bueno, hay muchos diferentes contextos en los que podemos hacerlo, empezando en casa, dentro de nuestras cuatro paredes. Necesitamos personas que tengan un «corazón de Onesíforo», que sean una fuente de estímulo y de aliento.
Cuando tu familia piensa en ti, dentro de tu casa, ¿pueden ellos decir: «Ella me anima, me consuela, refresca, me sirve, ella es una bendición»?
Ese es un punto de partida para el servicio, el servir a nuestras familias. Luego, también la iglesia, en el contexto de nuestra iglesia local. Necesitamos usar nuestros dones espirituales para servir al cuerpo de Cristo. Necesitamos Onesíforos en nuestras iglesias. Los necesitamos en nuestras comunidades. Los necesitamos en nuestros lugares de trabajo, personas que tengan un corazón de siervo. Hay tantas maneras en las que podemos servir a otros.
Pablo dice: «Además, los servicios que prestó en Éfeso, tú lo sabes mejor» (2.ª Tim. 1:18). Encontrar esas formas de servir requiere tiempo, esfuerzo, creatividad y amor, pero hay muchas maneras en las que podemos servirnos unos a otros en estos diferentes entornos: en la casa, en la iglesia, en nuestro lugar de trabajo, en la comunidad.
Una de esas maneras es la hospitalidad. Es algo escaso hoy día recibir a alguien en tu casa para una comida o para compartir. Y recuerdo que fue maravilloso ver, después de algunos huracanes, cuántos cristianos, cuántas iglesias, abrieron sus puertas, abrieron sus casas. Otros también lo hicieron. ¡Y qué gran oportunidad fue de expresar el amor de Cristo!
Envié un correo electrónico a nuestro personal mientras trabajaba en esta serie, y les pregunté: «¿En quién puedes pensar que haya sido un siervo o sierva que te haya bendecido? ¿Cómo te han bendecido?». Sus respuestas fueron interesantes.
Dos de las personas que respondieron al correo electrónico hablaron de alguien que, cuando estaban en una situación física particularmente difícil, esta persona vino y les dio un masaje en los pies. Fue algo que realmente les ministró. Eso fue lo primero que vino a sus mentes cuando pensaron en un siervo.
Una de estas jóvenes dijo que acababa de salir de una operación y esta persona vino a visitarla: «Ella era nueva en el ministerio, y cuando entró en mi apartamento, tan pronto entró, ya me estaba dando un masaje en los pies».
Eso es lo que esta joven recordaba que la había refrescado y bendecido, algo que fue tan práctico. ¿Tú recuerdas en Hechos capítulo 9 cuando Dorcas murió? Pedro la resucitó de entre los muertos por el poder de Cristo (ver los vv. 40-41).
La gente a la que Dorcas había servido estaba allí en el funeral, llorando su muerte. La Biblia dice que ella había hecho ropa para las viudas, y las viudas estaban allí para mostrarle al apóstol Pedro la ropa que Dorcas había confeccionado para ellas (v. 39). Ella les había servido. Ella había ayudado a esas viudas.
Otra manera de servir es cuidar de las necesidades de tu familia. Ya lo he mencionado, pero permíteme destacar esto aquí: no subestimes la importancia y el poder de servir a los que están dentro de las cuatro paredes de tu propia casa.
De hecho, necesito dar una pequeña advertencia aquí. En el próximo episodio, quiero dar algunas advertencias más sobre el servicio, algunas trampas potenciales del servicio. Pero, permíteme aquí darte la primera.
Existe el peligro de ser una mujer que sirve a todos los demás en el mundo, pero que descuida a su propia familia. Recuerdo que cuando era niña era más fácil lavar los platos en casa de otra persona que hacerlo en la mía.
Algunos de los padres se preguntan: «¿Pero, por qué mis hijos, cuando van a casa de sus amigos o novias, están encantados de cortar el césped o lavar las ventanas? ¡Cuando ellos están en casa, no consigo ni que se levanten de la cama! No consigo que hagan nada».
Bueno, déjame decirte que no son solo los jóvenes, también pasa con los adultos. Es tan fácil estar corriendo de un lado a otro, y atender las necesidades de todos los que nos rodean, y luego ministrar a regañadientes las necesidades de aquellos que están dentro de nuestras propias casas.
Una de las razones es que es más probable que nos agradezcan, que nos aprecien, que nos aplaudan o que se fijen en nosotras si hacemos algo por ellos, por nuestros vecinos, por nuestros prójimos, que si hacemos algo por nuestros hijos.
Pero ahí es donde descubrimos si tenemos un verdadero corazón de sierva. Si servimos donde no recibimos ningún aplauso, ningún aprecio, ninguna recompensa necesariamente, probablemente tus hijos no te van a reconocer inmediatamente por el servicio que les prestaste, ¡pero tu casa es uno de los lugares más importantes! Ese es el punto de partida para tener el corazón de Onesíforo, el corazón de una sierva.
Hay formas en las que podemos atender las necesidades prácticas de las personas, necesidades de comida o de ropa, o de un lugar donde quedarse. Puede que conozcas a una madre con un recién nacido, o a una madre con muchos niños pequeños. Hay maneras prácticas en las que puedes consolarla, ayudarla y animarla, refrescarla.
A veces es con apoyo o ayuda financiera, económica. Alguien tiene una necesidad particular, y si tú conoces esa necesidad, esa es una oportunidad para ser un Onesíforo, para animar, para reconfortar.
También podemos refrescar a otros orando por ellos. No saben lo que significa para mí recibir cartas de nuestras oyentes, como ocurre a menudo, en las que me dicen: «No me conoces, pero estoy orando ti. Oro por el personal de Aviva Nuestros Corazones. Oro por Aviva Nuestros Corazones».
¡Eso es un vaso de agua fría! ¡Un soplo de aire fresco! ¡Eso es tan alentador! Esto me ocurrió hace una semana, más o menos, mientras hablaba con alguien por teléfono y discutíamos sobre algunos asuntos que debían tratarse y algunas tareas que debían realizarse.
Y antes de que terminara la llamada, esa persona dijo: «¿Puedo orar por ti?». De hecho, eso ocurrió la semana pasada, pero difícilmente pasa una semana sin que me ocurra, a veces me pasa muchas veces en una semana. Siempre hay alguien que me dice: «¿Puedo orar por ti?».
Y tengo la oportunidad de hacer lo mismo por otras personas. Tal vez en el pasillo después del servicio en la iglesia, donde me doy cuenta de una necesidad, en lugar de decir: «Oraré por ti», ¿qué tal si lo haces ahí mismo, pones tu mano en su hombro, tomas su mano, y le dices: «¿Podemos orar ahora mismo?».
Llévalos al trono de la gracia. Eso es refrescante; eso es alentador. Quizá algunas de ustedes enseñan la Palabra a otras mujeres, o dirigen un grupo pequeño, o enseñan en una clase de escuela dominical, o están involucradas en el discipulado una a una. Ese es un ministerio de servicio. Mientras te preparas, mientras estudias la Palabra para alimentar a otras, ese es un ministerio que también puede refrescar y animar.
Y algunos días el llamado de Dios para que yo sea un Onesíforo se ve muy diferente de lo que se ve otros días. Por eso, necesito estar atenta y ser sensible a lo que Dios está haciendo en mi vida, a cómo me está guiando, en cómo me ha equipado, pero también atenta a las oportunidades que están ahí fuera.
Cada día, cuando nos levantamos, no sabemos qué oportunidades habrá. Pero si estamos atentas a ellas, podremos servir, bendecir y animar a otros.
Recibí algunos correos electrónicos de personas mientras trabajaba en esta serie sobre el servicio. Una mujer escribió sobre la directora de la guardería de su iglesia. Y ese es realmente un lugar difícil para conseguir personas que estén dispuestas a trabajar allí en la mayoría de las iglesias. Pero aquellas que tienen un corazón para ministrar a esos niños pequeños les ayuda a estar más cerca del corazón de Dios.
Eso requiere a una sierva. Esta señora dijo acerca de la directora de la guardería en su iglesia:
«La posición en sí es una que se presta a ser desestimada, pero Shelly lleva el trabajo muchos pasos más allá. Ella busca activamente maneras de ayudar a los que la rodean e involucra a sus hijos en las actividades que realiza para los demás».
Puedes enseñar a tus hijos a servir, no solo dándoles el ejemplo, sino haciendo que participen contigo en formas prácticas de atender las necesidades de los demás. Ella sigue diciendo:
«Shelly, la directora de la guardería, hace esas cosas de las que nadie se entera. Cuidar de un anciano de nuestra congregación que no tiene familia, ni recursos propios, que no puede valerse por sí mismo; y acoger en su casa cada día a los niños de escasos recursos de su vecindario para darles una muestra de lo que es una familia.
Esta mujer bien podría decir: “Vivo en un vecindario de escasos recursos. Necesito que alguien venga a servirme”.
Pero en lugar de eso, ella se acerca a los niños de ese barrio, los lleva a su casa y les dice: “Así se vive en familia”. Ella los consuela, los refresca.
Se pone a disposición para lavar los platos, limpiar o realizar cualquier tarea tras bastidores que sea necesaria para cualquier función de la iglesia. Ni una sola vez he oído a esta amiga mía quejarse o desear reconocimiento por su trabajo. Ella simplemente ama a Dios y le encanta servir».
Esa es la motivación del verdadero servicio: el amor a Dios y el amor a los demás.
Hay una viuda en el personal de nuestro ministerio que tiene más o menos mi edad. Ella se casó joven y, seis semanas después de casarse, mataron a su esposo de un disparo. Ella ha estado sirviendo en nuestro ministerio durante años. Y ella me dijo:
«Creo que cuando me siento triste o sola [lo que, como viuda, puede ser bastante frecuente], lo mejor que puedo hacer es observar a los que me rodean y buscar formas de ministrarles.
Trato de escuchar lo que les gusta o lo que no les gusta cuando hablan en grupo, y hago una lista de ideas, de regalos o formas de sorprenderles o de servirles, y luego utilizo esa misma lista cuando surge alguna oportunidad.
Me doy cuenta de que no puedo satisfacer todas las necesidades, pero a veces, lo que puedo hacer es averiguar con qué dones o habilidades ha bendecido el Señor a los que me rodean, y entonces puedo combinar una necesidad de alguien con alguien más que esté dotado para satisfacer esa necesidad.
Si yo no puedo satisfacer la necesidad, entonces tal vez pueda encontrar a alguien que sí lo haga».
Y de nuevo, aquí tenemos una ilustración de un Onesíforo: «Porque muchas veces me dio consuelo». (v. 16) Pablo le dice a Timoteo: «Tú sabes de cuántas maneras me ministró [me sirvió] allí en Éfeso» (paráfrasis del v. 18).
Así que permíteme retarte. Mira a tu alrededor. Mantente alerta a las necesidades de los que te rodean. Permanece disponible para hacer lo que sea necesario, en tu casa, en tu iglesia. Si tan solo pudiéramos apartar la mirada de nosotras mismas y decir: «¿Quién tiene una necesidad? ¿Qué puedo hacer por ellos?».
Y aquí hay una pregunta importante que podrías intentar hacerte más a menudo: «¿Hay algo que pueda hacer por ti?».
¿Hay algo que pueda hacer por ti? A veces hay algo que puedes hacer sin ni siquiera preguntar. Solamente tienes que observar. Y en algunos casos, las personas no te dirán lo que puedes hacer por ellos.
A veces, solo tienes que hacerlo si detectas alguna necesidad. El simple hecho de preguntarnos unos a otros dentro del cuerpo de Cristo: «¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?». Ese es el corazón de un Onesíforo.
Débora: Ojalá todas desarrollemos un corazón como el de Onesíforo. Y quizás Onesíforo nunca fue uno de los personajes bíblicos que estudiaste en las clases de escuela dominical en tu iglesia. Así que espero que te haya gustado conocerlo esta semana.
Él es el protagonista de la serie de Nancy titulada «Desarrolla un corazón de sierva». Y Nancy, tener un corazón de siervo es algo contracultural.
Nancy: Así es. Nuestro mundo, nuestra propia naturaleza humana caída, se apresura a decirnos lo que merecemos o lo que no merecemos. Pero, ¿qué tal si nos oponemos a eso? En lugar de pensar en todas las cosas que merecemos, ¿qué pasaría si pensáramos en las formas en las que podemos servir?
En Aviva Nuestros Corazones, a través de nuestros recursos, podcasts y eventos, nuestro objetivo es servirte para que puedas servir a los demás. Pero no podemos hacerlo sin tu apoyo.
Entonces, ¿considerarías en oración servir a nuestro lado y hacer una donación a Aviva Nuestros Corazones? Sabemos que el Señor sabe exactamente lo que necesitamos, y confiamos en que Él proveerá a través de Su pueblo en Su tiempo. Y quiero que sepas lo agradecidos que estamos por tus oraciones y apoyo financiero.
Débora: Así es amada, realmente lo estamos.
Y quiero aprovechar el tema de esta serie para recordarte que tenemos un devocional de 30 días de Aviva Nuestros Corazones titulado: «Unos a otros». Este devocional de 30 días te guiará a poner en práctica el amor que Dios ha revelado, centrado en cuatro áreas específicas: actitud, presencia, comunicación y acciones. Cada día encontrarás un mandamiento de «unos a otros» para reflexionar, un devocional que profundiza en su significado, así como preguntas y pasos prácticos para hacerlo personal.
Ve a la transcripción de este episodio para encontrar el enlace de este recurso o búscalo en nuestra tienda en línea en AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Cómo saber si alguien es un verdadero siervo? A la mujer de la que Nancy hablará mañana no le importaba recibir crédito por lo que hacía. Tú también puedes servir así. Regresa con nosotras mañana aquí, a Aviva Nuestros Corazones.
Ahora, oremos con Nancy.
Nancy: Señor, te pido que nos ayudes a servir como lo hizo este gran hombre, Onesíforo. Ayúdanos a servir como él lo hizo, no solo haciendo lo mínimo requerido, sino yendo más allá, tomando la iniciativa y buscando maneras de ser una bendición para aquellos que Tú has puesto en nuestro camino. Y te damos las gracias, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
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