La batalla por el control
Débora: Shannon Popkin reconoce que se siente tentada cuando trata con otras personas.
Shannon Popkin: He intentado controlar cientos, quizás miles, de situaciones. Pero te puedo asegurar que nunca he sido capaz de mantener el control. Simplemente no puedo, y cuando lo intento, solo provoco dolor y siembro conflicto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Rendición», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de julio de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Me encanta cómo el Señor une relaciones y amistades a través de Aviva Nuestros Corazones y de Mujer Verdadera. Shannon, he oído hablar de ti por años y años a través de nuestra buena amiga en común, Debra Fehsenfeld. Ella era, ese tiempo, Deb Showers cuando la conociste en la universidad, así que ustedes se conocen desde hace mucho.
En realidad, yo la conozco también desde …
Débora: Shannon Popkin reconoce que se siente tentada cuando trata con otras personas.
Shannon Popkin: He intentado controlar cientos, quizás miles, de situaciones. Pero te puedo asegurar que nunca he sido capaz de mantener el control. Simplemente no puedo, y cuando lo intento, solo provoco dolor y siembro conflicto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Rendición», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de julio de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Me encanta cómo el Señor une relaciones y amistades a través de Aviva Nuestros Corazones y de Mujer Verdadera. Shannon, he oído hablar de ti por años y años a través de nuestra buena amiga en común, Debra Fehsenfeld. Ella era, ese tiempo, Deb Showers cuando la conociste en la universidad, así que ustedes se conocen desde hace mucho.
En realidad, yo la conozco también desde hace mucho. Y durante años ella me ha estado diciendo: «Tienes que conocer a Shannon Popkin. Ella escribe, le encanta estudiar la Biblia, y es muy talentosa».
Y Shannon, llevas varios años escribiendo para el blog de Mujer Verdadera y muchas de nuestras oyentes han leído lo que has escrito allí; y si no lo han hecho, ¡deberían hacerlo! Me encanta la forma en que cuentas una historia. Me encanta cómo la entrelazas con las Escrituras. Así que, ya era hora de que te invitáramos para hablar de un libro que escribiste titulado ¡No seas una mujer controladora!
Pero antes de hablar del libro, quiero darte la bienvenida a Aviva Nuestros Corazones.
Shannon: ¡Muchas gracias, Nancy, estoy muy contenta de estar aquí!
Nancy: Si nuestras oyentes han leído alguna de tus publicaciones en el blog de Mujer Verdadera, sabrán que eres una mujer enérgica, vivaz, extrovertida, divertida y con mucho que contar. Creo que las personas realmente experimentarán y disfrutarán de esto mientras hablamos durante los próximos tres días.
Has escrito ese libro titulado: «¡No seas una mujer controladora!». Y antes de decir cuál es el subtítulo, hablemos un poco sobre ese título. Tu esposo estuvo bromeando contigo sobre el hecho de que él debería estar en los agradecimientos. ¿Por qué?
Shannon: Bueno, me dijo que sin él yo hubiera seguido pensando que era una mujer dócil, enseñable…, ¡sin siquiera darme cuenta de que era una mujer controladora!
Nancy: Entonces, eras una mujer controladora, por lo que tu libro es una autobiografía en algunas partes, ¿verdad? ¿Este libro ha surgido de tu propia experiencia?
Shannon: Así es. Casi siento que el título es una confesión. Entonces sí, definitivamente proviene de mi historia.
Nancy: Recuerdo haber escuchado a un editor con el que conversé, mencionar que alguien estaba pensando en publicar sobre este tema del control en las mujeres. Y una persona en esa editorial (no en la tuya) respondió: «No creo que este sea un problema tan común entre las mujeres».
Cuando escuché eso, me reí y pensé: ¿A cuántas mujeres conocerá? Pero la verdad es que esto no es solo un tema de las mujeres. Creo que es la condición humana y pienso que has dado en el clavo con este libro. Mientras lo leía, no podía dejar de pensar: ¡Ay, sí!... Exacto… ¿Cómo lo supo?
Esto es algo que había sido parte de tu vida por mucho tiempo, y aun así, no te dabas cuenta de que eras una mujer controladora. Así que, quiero comenzar preguntándote: ¿qué es una mujer controladora?
Shannon: Creo que una mujer controladora es alguien que quiere tener, conservar y mantener el control. Ella siente que puede tener el control, y siente que todo depende de ella para mantener el control de todas las cosas. Pero se le olvida que hay Alguien que ya tiene el control, y que Él no necesita de su ayuda.
Nancy: Wow, ¡bien dicho! Sin embargo, creo que cuando intentamos controlar todo, alguien desde afuera podría decir: «Estás siendo una mujer controladora», pero en mi mente (y quizá tú también lo has pensado), digo: Bueno, en realidad no estoy tratando de controlar nada. Solo quiero ayudar y asegurarme de que las cosas no se salgan del control.
Cuando actuamos así, tendemos a pensar que esos comportamientos son de ayuda, como si fueran útiles.
Shannon: Exacto. Tenemos muy buenas intenciones. Tratamos de tomar el control porque nos importa mucho. Amamos a esas personas, así que tratamos de intervenir en ellas y controlar los resultados. Pero, nos involucramos tanto en estas situaciones, que el hecho de tomar el control no lo vemos necesariamente como algo negativo.
Nancy: Y ahora que has estado reflexionando durante varios años sobre este tema de las mujeres controladoras, cuando miras atrás en tu vida (quizás desde tu niñez), ¿puedes ver en retrospectiva algunos momentos o situaciones en las que piensas: «Vaya, realmente fui una mujer controladora desde muy joven, pero no me daba cuenta»?
Shannon: ¡Absolutamente! Quería el control en mi relación con mis padres y no quería someterme a su autoridad. En las amistades quería manejar las cosas y manipularlas. También en las citas con chicos y en todas las etapas de la vida. Sin embargo, a pesar de eso, nunca me habría etiquetado a mí misma como controladora.
Nancy: Shannon, por curiosidad, ¿alguna vez te han llamado perfeccionista?
Shannon: Sí, lo han hecho.
Nancy: A mí también, y cuando alguien lo ha hecho, simplemente pienso: Bueno, ¿qué hay de malo en hacer las cosas bien?
Shannon: ¡Totalmente!
Nancy: Entonces, no pensabas que eras una mujer controladora, una «maniática del control». A veces puedo escuchar ese término. Y, por cierto, tengo el libro en la mano y quiero mencionarlo aquí para que la audiencia sepa de qué estamos hablando. Si quieres conseguir una copia de este libro para ti, o tal vez para alguien que conozcas que esté lidiando con este problema, te animo a hacerlo.
Bueno, entonces el título es: «No seas una mujer controladora», y el subtítulo es: «Siete mujeres de la Biblia que te enseñan a rendir el control a Dios» (y hablaremos de esto dentro de un momento).
Shannon, en tu libro, tomas a estas siete mujeres de la Biblia, que tienen más similitudes con nosotras de las que podríamos imaginar, y escoges algunas lecciones de ellas que te han ayudado, y que pueden ayudarnos, cuando se trata de renunciar a esta carga del control.
Shannon: Correcto. Incluso, podría haber escrito un libro llamado «Siete mujeres controladoras», porque nunca faltan, ¿verdad?
Creo que al observar a estas mujeres de la Biblia, tenemos la oportunidad de ver lo que pensó Dios de ellas mientras intentaban tomar el control, y qué pensaba Él de sus situaciones.
Al observar sus vidas desde la perspectiva que Dios nos da en la Biblia, podemos aprender algo sobre nosotras mismas, y al mismo tiempo, podemos obtener la perspectiva de Dios sobre nuestros propios problemas de control.
Nancy: Y antes de esta grabación, tú y yo estábamos hablando de que no hay escasez de mujeres para escoger en las Escrituras. Tú elegiste siete, y creo que todas ellas son mujeres del Antiguo Testamento, ¿verdad?
Shannon: Así es. Sí, llegué al libro de Números y me quedé sin espacio, pero la lista podría haber continuado.
Nancy: Y en el Nuevo Testamento, Dios dice que estas cosas fueron escritas en el Antiguo Testamento como ejemplo para nosotras, para que podamos aprender de ellas, para que no caigamos en algunas de las mismas trampas en las que ellas cayeron. Y la verdad es que se puede decir mucho más sobre cada una de estas mujeres. Incluso se podría escribir un libro entero sobre cada una de ellas.
Shannon: Absolutamente.
Nancy: Y abordas este tema desde la perspectiva de estas mujeres que, de diferentes maneras, trataron de controlar sus circunstancias, sus vidas y las personas a su alrededor. También hablas sobre algunas de las cosas con las que se toparon en el proceso.
Shannon: Sí. Al observar sus vidas, podemos ver que hay muchas advertencias y muchas lecciones. Pero, como dijiste Nancy, también hay muchos errores que evitar y nuevas perspectivas acerca de nosotras mismas, y sobre Dios, que podemos aprender al observar los problemas de control que tenían estas mujeres, incluso, considerar los nuestros.
Nancy: Además de las formas en que Dios redimió a esas mujeres, y las cambió y las llevó a un lugar de rendición, que, como vamos a ver, es el antídoto, la cura, para lidiar con estos problemas de control.
Y me encanta el ejemplo de estas mujeres. Me encanta enseñar, tomando como ejemplo a las mujeres de la Biblia. Y realmente disfruté la manera en que abordaste todo este tema en tu libro, porque comienzas con tu propia trayectoria, ya que eso fue lo que te hizo que te interesaras en explorar las vidas de estas mujeres.
Entonces, Shannon, cuéntanos cuándo y cómo, empezaste a darte cuenta de que, tal vez, el control era un problema en tu vida.
Shannon: Creo que, antes de casarme, aún no me había dado cuenta que tenía problemas de control, y probablemente era porque podía manejar mi pequeña vida como quería. Era profesora, llegaba a casa después del trabajo y tomaba una siesta (¡me encantaba tomar una pequeña siesta!). Luego cenaba algo y salía de nuevo.
Yo era muy, muy sociable. Participaba en estudios bíblicos, era líder juvenil y me reunía con amigas para tomar café. Y si necesitabas a alguien que se quedara hasta la una de la mañana y hablara contigo, yo era tu persona, porque, ¡tenía mi siesta al día siguiente!
Luego, cuando conocí a mi esposo, fue la primera vez que intenté renunciar a una parte de ese control. Programaba nuestras citas (o nuestros fines de semana) de arriba a abajo con actividades sociales. Él trabajaba fuera de la ciudad y solo estaba en la nuestra cada dos fines de semana. Así que, yo llenaba todo el calendario.
Un viernes por la noche, cuando él bajó del avión, yo ya tenía el lugar a donde íbamos a estar. También tenía planificado, el sábado por la mañana, reunirnos para comer con otros amigos. Después de un par de meses así, él me dijo: «Basta ya. Basta de socialización. Ya he tenido suficiente».
Y yo pensé: ¿¡Qué!? ¿Puede haber suficiente socialización? Entonces, él me propuso un calendario social de una noche por cada fin de semana; y eso fue nuevo para mí.
Nancy: Se pudiera decir que él era muy diferente a ti en ese sentido, y no le entusiasmaba tanto salir como a ti.
Shannon: Exacto. Salir tanto lo agotaba. Y aunque él estaba dispuesto a ceder, también me pedía que yo hiciera lo mismo.
Yo seguía enamorada de él con los ojos llenos de ilusión, así que simplemente decidí hacer más cosas sin él, socialmente hablando.
Pero cuando nos casamos, las cosas se complicaron. Como una esposa nueva, quería tener la cena puesta en la mesa, pero no podía tener la cena lista y a la vez tomar la siesta. ¡Así que tuve que renunciar a mi siesta!
Nancy: ¡Eso fue todo un reajuste!
Shannon: ¡Totalmente! Luego ya no podía salir y quedarme fuera hasta tarde, así que eso me limitaba mucho.
Nancy: Y a medida que hacías esos reajustes, eso comenzó a afectar tu actitud hacia tu esposo y a tener un efecto negativo en tu matrimonio.
Shannon: Correcto. Estaba resentida y frustrada. Ahora que estaba casada con él, lo amaba, pero intentaba «arreglar a mi esposo» porque pensaba que el problema era él.
En nuestros primeros años de matrimonio, hubo una noche en la que estaba muy frustrada con él y sentía que tenía que controlarlo. Unos vecinos nos habían invitado a cenar a su casa y yo estaba muy emocionada.
Nancy: Conseguiste tu dosis de vida social.
Shannon: Así es. Éramos nuevos en la zona y yo anhelaba hacer nuevos amigos. No conocíamos a nadie. Acabábamos de empezar en nuestra nueva iglesia. Así que fuimos a la casa de estos vecinos y disfrutamos de una cena maravillosa.
Antes de continuar, debo decir que en ese momento mi esposo estaba desarrollándose profesionalmente. Se levanta muy temprano, a las cuatro y media de la mañana.
Nancy: Bueno, mi esposo también se levanta a esa hora. ¡Y eso puede explicar por qué tu esposo no estaba tan entusiasmado con las salidas nocturnas con amigos!
Shannon: Eso es cierto. Estaba agotado los viernes por la noche. Había trabajado mucho esa semana, así que estaba listo para relajarse. Después de la cena, cuando fuimos a la sala de estar, estábamos teniendo una conversación maravillosa. Miré a mi esposo, y él estaba sentado en el suelo a mi lado, acariciando al perro de los vecinos.
Y cuando miré hacia abajo, me di cuenta de que su mano estaba como colgando sobre el lomo del perro. Me di cuenta de que su cabeza estaba en un ángulo extraño, y pensé: ¡Oh, no! Creo que se durmió. Así que traté de hablar más para animarme aún más y así mantener la atención de nuestros vecinos.
Pensé que tal vez le podrían echar un vistazo y pensar que mi esposo estaba mirando de forma extraña a su perro. Por eso intenté mantener toda la atención en mí. Pero entonces alguien le hizo una pregunta, y yo le di un pequeño empujón con el pie y, por supuesto, hizo un sonido y dijo algo que no se entendió.
Esta hermosa velada con nuestros nuevos vecinos se detuvo de golpe. Nos dijeron: «Deben de estar agotados» y nos acompañaron a la puerta. Desde su casa hasta la nuestra, había como cinco cuadras. Ya puedes imaginar todo lo que le dije a mi esposo.
Empecé a menospreciarlo y a criticarlo. Le dije: «¡Me has avergonzado! ¡No puedo creer que te quedaras dormido en la sala de estar de nuestros vecinos!». «Eso era importante para mí». Le dije: «¡De ahora en adelante vas a tomar café cada vez que salgamos por la puerta!».
En ese punto, yo tenía mucho que aprender, porque estaba tan obsesionada con sus defectos, o con lo que yo percibía como sus defectos, que creo que si hubiera dejado que Dios me hablara suavemente en ese momento de tranquilidad (y no fue para nada de tranquilidad calma, porque yo estaba gritando); pero si hubiera dejado que Dios me hablara, creo que me habría dicho: «Este hombre es un hombre bueno y piadoso, y va a proveer para tu familia y a guiarla. Pero enfoquémonos en ti por un momento, porque ese deseo que tienes de tomar el control de la gente y de las situaciones, y hacer que todo salga bien, de acuerdo a tu pequeña perspectiva de cómo debe ir la noche del viernes, es realmente el problema. Estoy trayendo circunstancias y situaciones a tu vida para ayudarte a trabajar en este problema que tienes con el control».
Nancy: Y eso fue al principio de su matrimonio. Y cuando empezaron a tener hijos y más responsabilidades, se complicó aún más.
Shannon: Exacto. Cuando era soltera, solo tenía que controlar mi propia seguridad, mi propia apariencia, y mi propio comportamiento. Pero ahora intentaba controlar la seguridad, la apariencia y el comportamiento de cinco personas… ¡Y a todo el mundo! Mis problemas de control simplemente se estaban multiplicando bajo la tensión normal de la vida familiar.
Nancy: Y estoy segura de que solo querías que las cosas salieran bien, que salieran bien para ti, para tu familia, para tus hijos. Tú querías un «final feliz».
Shannon: Sí. Tenía un ideal de cómo debía ser mi familia: los niños debían portarse bien, todos debíamos estar bonitos y adorables. Yo quería agradarle a todo el mundo. Quería que encajáramos bien en los grupos en los que participábamos, en la iglesia o en los grupos de juego o donde fuera. Simplemente, intentaba controlar todo eso.
Nancy: ¿Y lo lograste?
Shannon: Bueno, he intentado controlar cientos, quizás miles, de situaciones. Pero te puedo asegurar que nunca he sido capaz de mantener el control. Nunca he sido capaz de crear este final feliz que tengo en mente.
Nunca soy capaz de mantener a todos a salvo y felices. Eso es imposible. Y la verdad es que, cuando intento tomar el control, solo provoco dolor y siembro conflicto. Traigo miseria y saboteo mi propia idea de un final feliz al intentar controlarlo.
Nancy: Y esa miseria probablemente va en dos direcciones: una es interna, lo que te hace a ti (y quiero hablar de eso en un momento), pero también, lo que hace a los que te rodean. Entonces, ¿qué está pasando dentro de ti cuando estás tratando de luchar por el control de tus circunstancias?
Shannon: Hay frustración, ira y tensión. Y, por supuesto, eso se alimenta de todas mis relaciones: con mis hijos y mi matrimonio. Ahora, para mí, esto solo sucedía internamente.
Yo no dejaba que esto se filtrara a otras relaciones; sino que lo mantenía bastante privado. Pero había mucha tensión en nuestra casa. Y estoy hablando como si esto fuera cosa del pasado, ¡pero soy una mujer controladora en recuperación!
Cuando hay tensión, cuando hay conflictos, cuando otras personas se alejan de las relaciones o cuando se sienten frustradas, creo que mi consejo sería: «Trata de darte cuenta y observa si estás intentando controlar donde no deberías estar controlando». En mi caso, ojalá me hubiera dado cuenta antes.
Nancy: Y le compraste un control para jugar a tu hijo, que en ese momento tenía dos años. ¿Cómo es que se le llama a eso?
Shannon: Un control de videojuegos.
Nancy: Un control de videojuegos, ¡gracias! Entonces se lo compraste cuando era pequeño…pero no funcionaba. ¿Por qué se lo compraste?
Shannon: No me di cuenta de que no funcionaba. Lo pude haber desechado, pero me quedé con él, porque solucionaba el problema que teníamos. Cuando los más grandes jugaban a los videojuegos, el pequeño Cade, que tenía unos dos años, siempre intentaba quitarles los controles de las manos, y los arañaba y mordía. Así que, aunque el control no funcionaba, ellos lo acomodaban en su sillita y se lo daban, y luego le decían: «Aquí tienes, hermanito. Aquí tienes tu control».
Nancy: «Tienes tu propio control».
Shannon: Así es. Lo podías ver apretando los botones y completamente contento mirando la pantalla.
Nancy: Él pensaba que estaba haciendo una diferencia.
Shannon: Sí, pensaba que tenía el control. ¿Y no es esa una buena imagen de nosotras a veces? Cuando vemos la vida como si fuera un juego en tres dimensiones a nuestro alrededor, sentimos que somos las que tenemos el control. Sentimos que podemos controlar. De hecho, sentimos que depende de nosotras tomar el control. Creemos que es lo correcto y lo que hay que hacer.
Sin embargo, hay momentos en la vida en los que Dios se inclina desde el cielo y nos pone delante el pequeño cable de ese control y nos dice: «¿Sabes qué, cariño? No estás conectada. No tienes tanto control como crees».
Nancy: Es una ilusión.
Shannon: Es una ilusión. No tenemos el control. Y cuando nos dan un diagnóstico de cáncer, o descubres la infidelidad de tu esposo, o encuentras una nota de suicidio de algún ser querido, o drogas, o lo que sea, todo eso es también una invitación a reconocer que no tienes el control.
Nancy: O un niño que se comporta de una manera que no puedes controlar.
Shannon: Exacto. En todas las etapas de la vida, nos encontramos con cosas que no podemos controlar.Y creo que esos encuentros son invitaciones de nuestro buen Padre, que nos dice: «¿Por qué te estás echando esta carga sobre los hombros? ¿Por qué intentas tomar el control? ¿No reconoces que Yo soy quien tiene el control?».
Una cosa es dejar que un niño pequeño siga con la ilusión de creer que tiene en sus manos un control de videojuegos que funciona, pero nuestro Dios es demasiado bondadoso y demasiado bueno para dejarnos continuar en esta ilusión, como si tuviéramos el control.
Dios ve el estrés, la ansiedad y la frustración en nuestros rostros, y se inclina para decirnos: «¡No estás conectada! ¿No me cederás el control a Mí, que siempre lo he tenido? ¿No pondrás esa carga sobre Mis hombros?».
Nancy: Y eso sí que es una carga: intentar controlar el mundo, o el mundo que nos rodea, ¿verdad? Tengo una amiga que he conocido por mucho tiempo; ella y yo hemos sido buenas amigas a lo largo de los años, y cuando yo me lamentaba por algo que estaba sucediendo, y que no era como yo pensaba que debía ser, yo simplemente me preguntaba: «¿Cómo puedo arreglar esto?». Pero ella se metía en la conversación y me decía: «Recuerda, Nancy, tú no eres Dios». ¡Todas necesitamos este tipo de amiga!
Tengo que recordarme una y otra vez: «¡Yo no soy Cristo! No es mi trabajo arreglar el mundo entero ni a las personas que me rodean. Ni siquiera puedo arreglarme a mí misma».
Shannon: ¡Eso es muy cierto!
Nancy: Me quedo atascada en las cosas que necesitan ser arregladas, y luego me doy cuenta de que soy incapaz de cambiar por mí misma, y mucho menos de cambiar a los demás sin la gracia de Dios. Sin embargo, teológicamente, aquellas de nosotras que llevamos mucho tiempo escuchando sobre esto, decimos: «Sé que Dios tiene el control. Sé que Dios está al mando y que Él es soberano» —y esa es una gran palabra teológica—. Entonces, si sabemos todo eso, ¿por qué vivimos como si tuviéramos que arreglarlo todo?
Shannon: En una ocasión en la iglesia compartí cuántas veces escuché, ya sea a una persona o desde la plataforma, el mensaje de: «¡Dios tiene el control!». Un pequeño grupo de amigas y yo, estábamos orando porque una de nosotras estaba en un proceso de adopción, así que una amiga oró: «Señor, sabemos que Tú tienes el control». Y entonces la mujer dijo: «Yo sé que no estoy en control de esto».
Y entonces cantamos canciones sobre el tema y lo escuchamos en el sermón. Luego ese día salí al estacionamiento y ¡empecé a tratar de controlar a mis hijos! Recuerdo que en el camino a casa desde la iglesia ese día, mi hijo estaba hablando sobre el hecho de que no quería ir a nuestro grupo de jóvenes nunca más. Quería ir a otro grupo juvenil.
Y entonces, la mujer controladora en mí se puso en marcha, a pesar de que había pasado toda la mañana afirmando que Dios tiene el control y yo no lo tengo. Ahora, ¿por qué hacemos eso? Creo que no estamos convencidas de que sea algo bueno. Pienso que tal vez lo creemos intelectualmente, pero no estamos convencidas de que sea bueno que Dios tenga el control y que sea bueno que nosotras no lo tengamos.
Entonces, eso es una prueba de que no creemos verdaderamente en la bondad de Dios ni en Su fidelidad. No estamos seguras de que nos cuida, de que nos ve, de que nos conoce y de que está íntimamente involucrado en los detalles de nuestras vidas.
Creo que esas son las cosas que necesitamos recordar para ceder el control.
Nancy: Y tal vez pensamos que Dios no lo resolvería de la manera que creemos que necesita ser resuelto. ¡Y cuán arrogante es pensar que nuestro camino será mejor que el de Dios!
Shannon: Absolutamente. Creo que a veces somos miopes espiritualmente. Queremos ocuparnos de nuestras pequeñas vidas, de nuestros pequeños finales felices, cuando Dios tiene una perspectiva más grande, más amplia, y más infinitamente gloriosa de nuestras vidas. Es una historia que Él está escribiendo, y todo se trata de Él. No se trata de nosotras.
Y cuando trato de apoderarme y hacer que todo se trate de mí, y mi pequeña historia, y mi final feliz, bueno, eso solo muestra que no estamos dispuestas a renunciar a las cosas a las que nos aferramos. No queremos entregarlas a los grandes propósitos de Dios. Entonces, como dices, Nancy, eso es arrogancia.
Nancy: Y «rendición» es una palabra muy importante, si vamos a tratar con nuestra inclinación a controlar.
Hace un momento hablamos de los hijos y la crianza de los hijos. No estás diciendo: «No eduques a tus hijos».
Shannon: No, no estoy diciendo eso.
Nancy: No estás diciendo: «Deja que los niños hagan lo que quieran, no tienes que educarlos», sino que hay un equilibrio, ¿verdad?
Shannon: Lo hay. Creo que las buenas madres controlan a sus hijos, pero a medida que los hijos crecen y avanzan hacia la edad adulta, tenemos que empezar a ceder el control, ¿no?
Nancy: Aunque, incluso cuando son pequeños, realmente no se puede controlar el resultado de sus vidas, su salud y su seguridad. Te das cuenta de que no eres Dios, ¿no es así?
Shannon: ¡Por supuesto! Y claro, puedes abrocharles el cinturón de seguridad, puedes mantenerlos libres de gérmenes, pero en última instancia, no tenemos el control. Creo que cuanto antes lo reconozcamos, mejor.
Nancy: Entonces, Shannon, ¿cómo la rendición nos libera de la carga de tratar de controlar el mundo entero?
Shannon: Creo que la rendición es el antídoto. Rendirse es simplemente reconocer que Dios tiene el control y que Él es mucho mejor que yo.
Nancy: Es en realidad andar por fe. Confío en que Dios está observando, que Él está ahí; que Él tiene el mundo entero en Sus manos; que Él sabe cómo lidiar con estos problemas y estos desafíos. Confío en que Él me mostrará cómo actuar y no actuar en esa situación, y luego estar dispuesta a esperar a que Dios haga algo en lo que creo que hay que arreglar o cambiar ahora. Pero puede que esa no sea la forma en que Él quiera escribir el guión.
Shannon: Absolutamente. Se trata de rendirme a Sus tiempos, a lo que Él dice que es bueno, a lo que Él está haciendo en el futuro que yo no puedo ver y que no conozco. Todas esas cosas son el antídoto para no convertirme en una mujer controladora.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado hablando con Shannon Popkin, autora del libro: «¡No seas una mujer controladora!».
El día de mañana, Shannon volverá para hablarnos de algunos momentos en los que le resultó difícil entregar el control al Señor. Te esperamos aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a decir: «Sí, Señor», Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
Únete a la conversación