La forma correcta de quejarse
Débora: Aquí hay algunas palabras de esperanza del pastor Mark Vroegop.
Pastor Mark Vroegop: En medio de mi dolor, escojo hablar con Dios sobre ello. Lo hermoso que hace el lamento es que abre nuestra voz para hablar con Dios otra vez acerca de las cosas que sentimos y de las preocupaciones de nuestra alma.
Nuestro mundo está terriblemente roto y, sin embargo, Dios es increíblemente glorioso. Pero, ¿cómo se concilian estas dos verdades?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 22 de julio de 2024.
En el episodio del viernes pasado, Nancy y el pastor Mark Vroegop hablaron sobre el lamento bíblico y por qué es importante hoy en día. En el episodio del día de hoy, ellos continúan esta conversación en la que explorarán las diferentes partes del lamento que encontramos en el libro de los Salmos. …
Débora: Aquí hay algunas palabras de esperanza del pastor Mark Vroegop.
Pastor Mark Vroegop: En medio de mi dolor, escojo hablar con Dios sobre ello. Lo hermoso que hace el lamento es que abre nuestra voz para hablar con Dios otra vez acerca de las cosas que sentimos y de las preocupaciones de nuestra alma.
Nuestro mundo está terriblemente roto y, sin embargo, Dios es increíblemente glorioso. Pero, ¿cómo se concilian estas dos verdades?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 22 de julio de 2024.
En el episodio del viernes pasado, Nancy y el pastor Mark Vroegop hablaron sobre el lamento bíblico y por qué es importante hoy en día. En el episodio del día de hoy, ellos continúan esta conversación en la que explorarán las diferentes partes del lamento que encontramos en el libro de los Salmos. Su conversación es parte de la serie titulada «Cielos oscuros, misericordias profundas».
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es probable que muchas de nuestras oyentes no están familiarizadas con el salmo 77. Este es un canto de lamento. No es un salmo que naturalmente cantamos en la iglesia o buscamos escuchar en el hogar. Normalmente, preferimos escuchar o leer algo diferente.
Mark: Sí. Tendemos a preferir la música positiva y alentadora o las canciones triunfales de los domingos que, en sí mismas, no tienen nada de malo.
Nancy: Y que ciertamente tienen su lugar.
Mark: Absolutamente. Sin embargo, al mismo tiempo, si no entendemos la otra parte de lo que significa adorar al Señor en medio de nuestro dolor, solo tenemos una parte de la idea.
Pienso que necesitamos abrazar la otra perspectiva, porque ciertamente la Biblia abraza ese tipo de lenguaje. Al principio es un lenguaje oscuro y triste, pero al final conduce a una luz brillante de esperanza.
Nancy: Y quiero animar a nuestras oyentes a que mientras escuchan esta conversación, si pueden, busquen el Salmo 77 en su Biblia, o en su dispositivo electrónico, porque iremos allá en un momento.
Así que Mark, escribiste un libro sobre el lamento titulado: «Nubes oscuras, misericordias profundas». Uno no piensa que estas dos cosas vayan necesariamente de la mano, pero como vamos a ver en el salmo de hoy, realmente es así. Hablas de descubrir la gracia del lamento.
Esto no es simplemente algo que escribiste como teólogo, aunque eres teólogo y pastor. Tú predicas la Palabra de Dios, la enseñas a otros, pastoreas a otros, y este estudio del lamento, este descubrimiento de la gracia del lamento comenzó de una manera mucho más personal para ti y para tu esposa Sarah.
Sarah Vroegop: Experimentar la pérdida de esos bebés fue definitivamente duro. Uno se lamenta de cómo habría sido tener ese hijo, pero lo dejas en manos del Señor con la certeza de que algún día lo volverás a ver. Es espiritualmente agotador tener que confiar en el Señor con Su tiempo para el siguiente embarazo. Y después de perder dos, me pregunté: Bueno, ¿significa esto que el Señor ya no nos va a bendecir con más hijos de esta manera?
Mark: Sí, hace unos quince años, el Señor, en Su difícil providencia, permitió que experimentáramos la muerte de nuestra hija, en el vientre de mi esposa, cuando le faltaban solo unos cuantos días para nacer. Su nombre era Sylvia. Ella es muy importante en nuestra familia, en nuestros corazones, y fue el medio por el que Dios nos envió a un largo viaje, no solo a través de su muerte, sino también de múltiples abortos espontáneos y de un embarazo falso/positivo. Estábamos luchando al preguntarnos: ¿Cómo confiamos en Dios? ¿Cómo atravesamos esta temporada?
Porque creemos que Él es bueno y sabemos que Él usa todas las cosas para propósitos buenos y piadosos, pero, ¿cómo lo logramos? El lamento se convirtió en un lenguaje que, en ese momento, ni siquiera entendíamos realmente. Ahora, mirando hacia atrás, puedo ver qué regalo es entender este lenguaje de lamento para procesar nuestro dolor.
Nancy: Hubo una conversación que tú y tu esposa Sarah tuvieron algún tiempo después de la pérdida de Sylvia, cuando pensaron que Sarah estaba embarazada de nuevo. La ecografía dio ese día una noticia que no esperaban ni deseaban.
Mark: Sí. Fue uno de los momentos más oscuros de mi vida. Una de las cosas que produce más temor en el duelo es atreverse a tener esperanzas de nuevo. Nos habíamos atrevido a esperar que Sarah quedara embarazada. Luego fuimos a la consulta del médico y descubrimos que Sarah tenía lo que se llama un óvulo anembrionado, es decir, que tenía todo lo necesario para estar embarazada, excepto el bebé.
Y recuerdo que conversamos sobre esta realidad y oramos, y mi esposa oró esto: «Señor, sé que no eres malo, pero hoy se siente como si lo fueras».
En ese momento no lo sabía, pero eso es una queja. Es la queja del lamento. Fue la forma que ella usó para expresar: «Señor, confío en ti, pero esto no tiene sentido».
Y de todas las personas, los cristianos deberíamos entender eso porque sabemos cómo es Dios. Cuando el mundo no encaja con lo que Él es, debemos preguntarnos: ¿Por qué es así?
Y ahí es donde el lamento y, en particular, el lenguaje de la queja en el lamento, realmente nos ayuda.
Nancy: Yeste tipo de lenguaje lo encontramos, no solo en los Salmos, sino también en el libro de Job, que es otro libro de sabiduría del Antiguo Testamento.
Y pienso en cómo los amigos de Job realmente no entendieron esto. Hicieron algunas cosas bien: estuvieron a su lado, no empezaron a hablar de inmediato. Pero una vez que empezaron a hablar, rebosaron de respuestas, y presionaron a Job para que dijera: «Sí, he pecado y por eso me está pasando esto», o: «Dios es bueno, olvídate del dolor». Pero el trayecto de Job no fue así, sino que pasó por este proceso de descubrir la gracia del lamento.
Y pienso que a veces queremos ignorar, descartar ese proceso, ya sea en nuestras propias vidas o en la vida de otros. Pensamos: «¿Por qué esto es tan difícil para ellos? ¿Por qué les está tomando tanto tiempo?» O nos apresuramos a decir: «Pero Dios es bueno. Dios tiene propósitos buenos para esto».
Y todo eso es cierto, pero hay un camino para llegar allá. Y Mark, tú nos llevas por ese camino en el libro que escribiste sobre el lamento. Así que hoy quiero hablar de los cuatro componentes del lamento que explicas en el libro. Hoy lo veremos de manera general.
Bien, en la primera parte del salmo 77, encontramos el primer componente, en este camino del lamento. ¿De qué se trata?
Mark: El primer componente del lamento es recurrir a la oración, o lo que los teólogos llaman algunas veces: «dirigirse a Dios». Básicamente eso significa que en medio de mi dolor, escojo hablar con Dios acerca de ello. Eso es algo muy importante.
Esto contrasta con la situación en la que vive mucha gente, que es la tierra del silencio, donde o no saben qué decir, o no quieren hablar con Dios al respecto, o es arriesgado hablar con Dios porque no ha respondido como esperaban.
Lo hermoso que hace el lamento es que abre nuestra voz para hablar con Dios otra vez sobre las cosas que estamos sintiendo, sobre las preocupaciones de nuestra alma. Así que el lamento nos invita: «Hagas lo que hagas, no dejes de orar».
Nancy: Mientras dices eso, Mark, estoy pensando en una de temporada de mi vida, y es probablemente una de las temporadas más oscuras en mi vida, cuando el fundador de nuestro ministerio, Del Fehsenfeld, Jr., se fue a casa con el Señor. Se le diagnosticó un tumor cerebral y cinco meses después estábamos en su funeral.
En los años anteriores, hubo varias muertes en mi familia. Mi papá había muerto, uno de mis hermanos había muerto y varios familiares y personas cercanas a nuestra familia. Sentí que la muerte de Del fue la gota que derramó el vaso de mis emociones. Y durante los siguientes dieciocho meses, estuve batallando en un lugar realmente profundo y oscuro.
Y cuando miro hacia atrás, me perdí de este primer componente, durante mucho tiempo. No sabía cómo orar. Habíamos orado por la sanidad de Del. Habíamos orado para que Dios preservara su vida.
Él era un maravilloso siervo del Señor, un líder increíble del ministerio, y sentíamos que Dios sería honrado si le preservaba la vida; ¡como si Dios necesitara que le digamos cómo ser honrado! Teníamos fe. Habíamos esperado. Pero, una vez que él murió, sentí que no podía ni orar. No sabía cómo orar. No quería orar. Me sentía burlada y ridiculizada cuando intentaba orar.
Y mientras leía tu libro, recordé todo eso. Esto sucedió en el año 1989, así que fue hace muchos años, pero siento que mi propia travesía en esa temporada fue muy prolongada y no tan saludable y útil como podría haber sido si no me hubiera perdido este primer componente.
¿Piensas que a mucha gente le pasa lo mismo?
Mark: Sí, realmente pienso que la mayoría de la gente lucha con lo que acabas de describir. Y pienso que todo cristiano, si es sincero, se encuentra con momentos así, porque nuestro mundo está terriblemente roto. Sin embargo, Dios es increíblemente glorioso. Así que, ¿cómo se concilian estas dos verdades en momentos en los que parecieran estar, no solo en contraste, sino que tampoco podemos unirlas en nuestra mente? Eso puede convertirse en una crisis de fe para algunos, y para otros puede llevar a una profunda amargura o decepción.
Nancy: Lo segundo que mencionas, fue lo que me sucedió. Lo que hizo de mi proceso de sanidad un tiempo difícil porque no tuve la sabiduría y la madurez para volverme a Dios en oración con mi lamento sincero desde que mi travesía inició.
Mark: Sí. De alguna manera llegamos a creer que Dios no puede manejar nuestras preguntas difíciles. Y por ende, hay un cuestionamiento pecaminoso acerca de Dios. Hay una queja pecaminosa. Eso es posible. Sin embargo, los salmos están llenos de preguntas muy valientes.
Nancy: Sí.
Mark: Incluso Cristo mismo ora desde un lamento: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Así que, existe este lenguaje increíblemente útil mientras caminamos a través de temporadas difíciles que nos ayuda a permanecer en el camino de: «Voy a llegar a un punto en el que pueda confiar en Dios, y este lenguaje me ayuda a moverme hacia esa posición».
Nancy: Creo que esto es lo que hace la diferencia, desde el punto de vista humano, entre la desesperación, el duelo y la tristeza con el lamento cristiano, ya que este consiste en que no alejo mi corazón del Señor, aunque pueda sentirme decepcionado o abandonado por Él, sino que vuelvo mi corazón hacia Él, y empiezo a decirle qué es lo que estoy experimentando.
Mark: Sí. Hay algo particularmente refrescante en hablar con Dios sobre lo que nos pasa. Del mismo modo que la confesión de nuestros pecados es útil, también lo es la confesión de nuestra lucha y nuestra queja e incluso la sensación de: «Dios, ¿por qué me has abandonado?» (aunque sepamos que no lo ha hecho). Pero esos sentimientos, aunque sepamos que no son ciertos, la verdad es que, a pesar de todo, se sienten verdaderos.
¿Qué haces con sentimientos que no son verdaderos? ¿Niegas que existen? Bueno, según el lamento, lo que hay que hacer es afrontarlos y utilizar un lenguaje de oración que nos lleve a través de un proceso de comprensión, tanto de nuestro dolor como de quién es Dios, y que finalmente termine en una mayor confianza en Su bondad.
Nancy: Así que no es que esperes hasta haber superado todo el proceso de dolor antes de volverte a la oración. Se trata de que comiences el proceso levantando los ojos hacia arriba, aunque estén llenos de lágrimas y aunque las palabras se te atasquen en la garganta.
Puede que no sepas cómo sacarlas, pero levantas los ojos al cielo y dices: «Oh, Señor». Y en ese «Oh» puede haber todo tipo de sincero dolor; es una oración dirigida hacia Dios, el primer paso del lamento cristiano.
Mark: De hecho, el Salmo 77 en el versículo 2, dice algo que es muy refrescante:
«En el día de mi angustia busqué al Señor;
en la noche mi mano se extendía [esa es una posición de oración]
sin cansarse;
[Pero luego dice esto:] mi alma rehusaba ser consolada.
Me acuerdo de Dios, y me siento turbado;
me lamento, y mi espíritu desmaya» (vv. 2-3)
Es decir, lo que hace es clamar a Dios, aunque su oración parece no estar funcionando.
Nancy: Sí.
Mark: Se necesita fe para orar con lamento. Es un gran paso incluso pronunciar las palabras: «Dios, aquí estoy hoy, de nuevo, invocándote». Para algunas personas, el solo hecho de dar ese paso de fe, de orar, es el primero de muchos pasos a lo largo de la progresión para encontrar la sanación y la gracia que necesitan. Por eso digo que es «descubrir la gracia del lamento», porque aquí puedes descubrir algo que es increíblemente útil.
Nancy: Y no apresurar el proceso; no decir: «Tengo que llegar al final de este proceso de inmediato». Es una travesía en la que estás, y en medio de esa travesía de lamento, la profunda misericordia de Dios viene y sale a nuestro encuentro, al mismo tiempo que esas nubes oscuras pueden estar todavía cerniéndose sobre nosotros.
Mark: Así es.
Nancy: Mark, llévanos, por favor, al Salmo 10, que es otro salmo de lamento, y lee un par de versículos que nos ilustren el segundo paso en este proceso. El primer paso es: Acudir a Dios en oración. ¿Cuál es el segundo paso y cómo lo vemos en el Salmo 10?
Mark: El segundo paso es la queja. Debemos acudir a Dios en oración y, en segundo lugar, presentar nuestras quejas. La queja forma parte de todo lamento. Sin queja, no habría lamento.
Nancy: Ahora, para algunas personas, eso va a sonar como: «¿Me estás diciendo que debo quejarme con Dios?».
Mark: Sí, pero estoy diciendo que te quejes bíblicamente, lo que significa que vengas con humildad. No vengas con un corazón arrogante y exigente. Acércate bíblicamente. Incluso en algunos casos puedes acercarte usando las palabras que la Biblia utiliza y que están escritas en ella. Acércate con sinceridad, diciendo: «Esto es lo que estoy sintiendo y con lo que estoy luchando».
En el Salmo 10, él pregunta por qué:
«¿Por qué, oh, Señor, te mantienes alejado, [esa es una queja] y te escondes en tiempos de tribulación?» (v. 1).
Luego habla de los malvados, y los malvados persiguen ferozmente a los pobres. Así que hay una sensación de: «Dios, está ocurriendo una injusticia, y no se está resolviendo. Sé quién eres, y sé que Tú lo ves». Un cristiano, de todas las personas en la tierra, debería saber que eso no está bien, y que Dios podría hacer algo.
Nancy: Así que este lamento puede ser sobre circunstancias que estamos experimentando en nuestras vidas personales o en nuestra familia o en nuestro mundo personal, pero también podría ser un lamento sobre cosas que escuchamos en las noticias o que están sucediendo en nuestro mundo, como la injusticia, opresión, abuso. Estas cosas pueden evocar lamentos personales y colectivos en el pueblo de Dios.
Mark: Así es. Dentro de las categorías del lamento, existen lamentos por las veces que hemos pecado. Hay momentos en que la nación ha pecado. Hay dolor colectivo y hay dolor individual. Algunas veces el problema es solo las circunstancias individuales, y en otras ocasiones se trata de un sufrimiento mucho más amplio que necesita ser abordado en un grupo de personas que están luchando juntas.
El lamento no solo ayuda a los individuos, sino que también sirve de plataforma para que la Iglesia pueda instruir al mundo diciéndole: «Así es como los cristianos procesan el dolor colectivamente».
Nancy: Y parte de ese proceso consiste en ser sinceros sobre lo que estamos viviendo: lo que vemos, lo que nos parece injusto, lo que no tiene sentido para nosotros. No estamos hablando de reprimirlo, ocultarlo o negarlo, sino de ser honestas al respecto, como se ve aquí en el Salmo 10.
Y este punto trae a mi mente otra pérdida que no puedo olvidar. Mi hermano, que en ese tiempo tenía veintidós años, a mediados de los años 80, estaba cursando el tercer año de carrera en la Universidad Liberty, preparándose para el ministerio; él quería ser misionero y servir al Señor de alguna forma. Justo después de ese semestre en la universidad, tuvo un accidente automovilístico.
Nos llamaron del Hospital de la Universidad de Pennsylvania, donde estaba médicamente muerto. Rodeamos aquella cama durante la siguiente semana hasta que su corazón dejó de latir.
David era la persona favorita de todos aquellos que lo conocían, incluyendo nuestra familia. Él era una alegría y un deleite. Y todo eso fue una circunstancia tan inexplicable.
Pero recuerdo que en su funeral, uno de los pastores dijo algo que ha sido un regalo de por vida para mí. Dijo: «No está mal preguntarle a Dios “por qué”, siempre y cuando no lo hagas con el puño cerrado, sino con un corazón que busca respuestas».
Y eso me ayudó a decir: «Podemos preguntarle a Dios “por qué”, de una manera como diciendo: “Dios, has hecho mal,te has equivocado”. O podemos preguntarle a Dios “por qué” de una manera que diga: “Dios, no los entiendo. Ayúdame. Esto no tiene sentido para mí».
Mark: Correcto. Pienso que todos los padres entienden eso. Cuando un niño pregunta con el corazón y los ojos llenos de lágrimas: «¿Por qué?». Hay una ternura que no se opone a la propia autoridad.
Nancy: Es humildad.
Mark: Claro, y regresando al Salmo 77, hay seis preguntas o quejas en este salmo:
- ¿Rechazará el Señor para siempre? (v. 7).
- ¿No mostrará más Su favor? (v. 7).
- ¿Ha cesado para siempre Su misericordia? (v. 8).
- ¿Ha terminado para siempre Su promesa? (v. 8).
Imagina lo que haría la gente si alguien orara así en una reunión de oración. ¡Se asustarían!
- ¿Ha olvidado Dios tener piedad? (v. 9)
- ¿Ha retirado con Su ira Su compasión? (v. 9)
Ahora, seguramente, el salmista no cree que nada de eso sea verdad, pero este es el punto: Él lo siente. Entonces, ¿qué hace con el hecho de que lo siente? ¿Lo niega? ¿Lo deja en el fondo de su alma?
Bueno, el lamento dice: «No. Dile a Dios con lo que estás batallando como una forma de reconocerlo y lidiar con ello».
Entonces, la queja nunca debe ser un callejón sin salida de la tristeza donde nos quedamos sentados en nuestra queja. Debe ser un canal que nos haga avanzar. Y eso es muy importante. Eso es lo que tu pastor dijo en el funeral de tu hermano. Las preguntas del «por qué» no son inapropiadas siempre y cuando no te quedes allí y pases del «por qué» al «quién». Y eso es lo que el lamento nos ayuda a hacer.
Nancy: Y el siguiente paso en este proceso es pedir con valentía. Así que, nos dirigimos a Dios en oración. Le expresamos nuestra queja, y luego pedimos con valentía. Y vemos esto ilustrado en el Salmo 22, que de hecho es un salmo mesiánico que apunta a los sufrimientos de Cristo en la cruz, el salmo que Él conocía y en el que había meditado y oraba mientras se lamentaba en la cruz. ¿Cómo este salmo ilustra como debemos pedir?
Mark: Sí. El tercer paso; acudir, quejarse, y ahora pedir, que es apelar a Dios basándose en la naturaleza de Su carácter: quién es Dios y cómo podemos pedirle que actúe.
En el Salmo 22 se apela a Dios para que actúe de un modo que se ajuste a quien Él es. El salmista dice en el versículo 11 del Salmo 22: «No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, pues no hay quien me ayude».
Dice: «Libra mi alma de la espada» (Salmo 22:20).
Versículo 19: «Pero tú, Oh Señor, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme».
Así que, este es solo un ejemplo de las diferentes promesas que encontramos en los Salmos en las que creemos que Dios puede actuar. Creemos que Su carácter es suficiente para que podamos pedirle que actúe. Y al pedir con valentía, afirmamos nuestra fe.
Y no pedimos solo por pedir. Pedimos para afirmar que Dios realmente es quien dice ser, y eso nos lleva al cuarto paso, que es confiar.
Nancy: Y ahí es donde queríamos llegar desde el principio. Aconsejamos nuestros corazones de acuerdo a la verdad de la Palabra de Dios y Su carácter, pero sin negar el dolor y la queja que hay en nuestros corazones. ¿Qué sucede cuando llegamos a ese punto de confianza?
Mark: En algún momento, tenemos que dar el paso o abrazar el giro que todo lamento tiene, que es la palabra «pero» en Él. Y ese giro dice: «Pero confiaré en tu misericordia». Así terminan todos los salmos. Ahora, no necesariamente todos los salmos terminan con esas afirmaciones en particular, pero todas están allí de una forma u otra.
Por ejemplo, el Salmo 13 dice:
«Pero yo en Tu misericordia he confiado; mi corazón se regocijará. . .
Cantaré al Señor, porque me ha llenado de bienes» (vv. 5-6).
Así que, la progresión es que el salmista descansa en quién es Dios.
En el Salmo 77, el salmista se remonta al acontecimiento redentor del Éxodo y a la forma en que Dios demostró ser fiel.
Así que el lamento me lleva a través de este proceso:
- Acudo a Dios
- Expongo mis quejas.
- Pido con valentía.
- Le recuerdo a mi corazón mientras escojo confiar y verbalizo mi confianza en que puedo confiar en Dios con mi dolor, y puedo vivir otro día descansando en la gracia que Él provee.
Nancy: Y descansar en la gracia que Él provee y en Sus promesas, aun cuando las cosas no tienen sentido para mí. No es que deba tener todo resuelto, porque para eso es la fe. Estoy confiando en lo que no puedo ver, pero sabiendo que, a pesar de todo, es verdad.
Y, Mark, ha sido una travesía para ti y Sarah en su propio lamento. Y luego, como pastor principal de College Park Church en Indianápolis, has pastoreado a mucha gente a través de mucho dolor personal y colectivo.
Ha sido algo hermoso ver en tu experiencia, cómo esto conduce a la confianza al conmemorar el aniversario de la pérdida de Sylvia. Marcas esos aniversarios de diferentes maneras. Estoy segura de que te golpea de diferentes formas en diferentes momentos. Escribiste un poema que refleja la sinceridad, de acudir a Dios, con tu queja, con tu petición y en confianza, y me encantaría que lo leyeras para nosotras.
Mark: Me encantaría.
Esta es la semana en la que la oscuridad se cernió mientras el silencio caía sobre un
vientre. Una niña hermosa, concebida a los nueve meses, pero que nació muerta.
Un pequeño ataúd, la tierra tan fría, la tumba dejando un dolor indecible.
Dolor persistente, una vida marcada, trece años, y a menudo difícil.
A lo largo de los años Su promesa verdadera de, «Nunca te abandonaré».
Sostenido por la gracia, mi alma está llena, asombrado, Él me ha mantenido confiado
todavía.
Mi corazón fue aplastado con pena feroz, pero aun en el dolor creí en el Nombre.
Mi Rey ha traído mi fe a la vista; Él compró el derecho de enmendar todas las cosas.
Y así, en memoria de la pérdida, la considero conquistada por la cruz.
Un pequeño latido que anhelaba oír se convirtió en un lugar donde Dios se acercó.
Soberano plan misterioso, sin embargo, mi camino escojo bendecir.
Lo difícil es difícil, lo difícil no es malo. Me he aferrado a la gracia con todo lo que tenía.
Una cuna vacía y una fecha dolorosa, la muerte es mi enemigo que todavía odio.
Pero a través de todo he visto la mano de un Dios amoroso con un plan soberano.
Nancy: ¡Amén! El libro que ha escrito el pastor Mark Vroegop se titula «Nubes oscuras, misericordias profundas: La gracia de Dios en el lamento. Y tal vez ahora no estés experimentando ese proceso de lamento en tu vida, pero lo más probable es que haya personas a tu alrededor que sí lo están pasando. Y es posible que llegue el momento en que tú misma necesites recorrer ese camino, si aún no lo has hecho.
Débora:El día de mañana veremos otro importante pasaje de lamento en el Antiguo Testamento en el que se contrastan esas nubes oscuras y la profunda misericordia de Dios. Asegúrate de unirte a nosotros mañana aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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