
Palabras asombrosas: la enseñanza de Cristo
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Débora: Antes de comenzar este episodio, quiero compartirte sobre una oportunidad especial que tienes a tu disposición. Es la oportunidad de convertirte en una colaboradora mensual de nuestro ministerio. Un colaborador mensual contribuye con al menos 20 dólares al mes para ayudarnos a difundir el mensaje de libertad, plenitud y abundancia en todo el mundo.
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Tenemos conversaciones más personales. Hay diferentes cosas que puedo recordarles a nuestras colaboradoras como próximos eventos y recursos mensuales que pueden recibir sin hacer ninguna donación adicional.
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Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones, con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 27 de marzo de 2025.
¿Quién es el mejor maestro de todos los tiempos? Exploraremos esa pregunta mientras Nancy DeMoss Wolgemuth continúa en la serie «Incomparable: La Persona de Cristo».
Nancy DeMoss Wolgemuth: Algunas de ustedes quizás hayan escuchado hablar de un libro o un video llamado «Moldeador de Sueños». Es la historia de un maestro llamado Guy Doud. Él era un profesor de secundaria con un gran corazón para sus alumnos. Él encontró formas sorprendentes, innovadoras y creativas para motivar a sus alumnos a aprender. Se interesó personalmente por sus estudiantes y tuvo un impacto significativo como maestro en sus vidas.
Bueno, en 1986 Guy Doud fue invitado a la Casa Blanca, donde fue honrado por el presidente Reagan como el Maestro nacional del año.
¡Hoy queremos hablar sobre el Hombre que debería ser honrado como el mejor maestro de todos los tiempos!
El Cristo incomparable es de quien estamos hablando en esta serie. Hoy queremos hablar de él como maestro. Nunca ha habido ni habrá un maestro como Cristo.
De hecho, una noche, un hombre llamado Nicodemo, que era un maestro, erudito y respetado en Israel, buscó a Jesús y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro» (Jn. 3:2).
Nicodemo sabía que Jesús no era un maestro cualquiera. Él no era un rabino cualquiera. En realidad no había nadie como Él, porque había venido de Dios.
Los evangelios se refieren a Jesús como maestro más de cuarenta veces. Jesús siempre estaba enseñando. Ocasionalmente, enseñaba en entornos estructurados, pero más a menudo enseñaba en el contexto de la vida diaria y de las relaciones cotidianas. Él tenía la habilidad de tejer naturalmente la verdad eterna y esa perspectiva en los momentos y conversaciones cotidianas. Eso es lo que hace un buen profesor. Cristo siempre dirigía las conversaciones de tal manera que les daba a las personas el punto de vista de Dios sobre cualquier cosa de la que estuvieran hablando.
Jesús fue un maestro, y a diferencia de algunos maestros que pudimos haber tenido en el pasado, su enseñanza era convincente. Él llamaba la atención, y desde el principio su enseñanza atrajo a grandes multitudes. A medida que se difundía de boca en boca, la gente venía desde lejos solo para escuchar a Jesús enseñar.
Mateo capítulo 4, nos dice:
«Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino… Y lo siguieron grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea [miles y miles de kilómetros] y del otro lado del Jordán»(vv. 23-25).
Así que, aquí tenemos a Jesús enseñando en la región norte de Galilea, la gente lo escuchaba y la Palabra corría y venían personas desde todas partes para escuchar a este nuevo rabino enseñar. Ahora, las enseñanzas de Jesús no solo atrajeron a grandes multitudes, sino que su enseñanza también provocó y suscitó asombro. Esto se ve en los cuatro Evangelios.
En Mateo capítulo 5, en el versículo 1 dice: «Cuando Jesús vio a las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo…». Ahora, ¿qué sigue a continuación de ese versículo? Bueno, ahí comienza el Sermón del Monte.
Entonces Mateo capítulos 5, 6 y 7 fue lo que Jesús enseñó a los que vinieron a escucharle. Y al estudiar este pasaje, tienes la impresión de que comenzó como una reunión pequeña (Jesús y sus discípulos), pero luego otros se reunieron alrededor. Al final del Sermón del Monte, hay una gran multitud reunida allí en la ladera.
Y así llegamos al final del sermón del Monte, Mateo 7, y dice: «Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza» (v. 28). Otra versión dice que estaban «asombrados de su enseñanza». Esa palabra traducida como «asombrados», en griego es ekplesso. La palabra literalmente significa que estaban «pasmados». Ellos quedaron estupefactos. Quedaron asombrados. Quedaron atónitos.
Esta no fue la única vez. En Mateo capítulo 13, versículo 53, dice:
«Sucedió que cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí, y llegando a su pueblo, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban [ekplesso, estupefactos] y decían: “¿Dónde obtuvo este tal sabiduría y estos poderes milagrosos? ¿No es el hijo del carpintero?”» (vv. 53–55)
Ves, la enseñanza de Jesús no se parecía a nada que hubieran escuchado antes. Él era simplemente el «hijo del carpintero». Ellos no esperaban que un artesano tuviera este tipo de sabiduría. Después de todo, Jesús no obtuvo su formación en un seminario; Él no tenía ningún título avanzado. Él obtuvo su sabiduría de Dios. Era un estudiante de la Palabra de Dios. Y ellos no estaban acostumbrados a escuchar maestros que obtenían su sabiduría directamente de Dios.
Y a medida que continúas en ese pasaje de Mateo 13, llegas al versículo 57 y te das cuenta de que la reacción, aunque era de asombro, no siempre fue positiva. Dice: «Y se escandalizaban a causa de Él».
Y ¿No es cierto que hoy muchos se ofenden con Jesús y rechazan sus enseñanzas? Quizás no lo encuentran lo suficientemente sofisticado para los oídos modernos. Porque las enseñanzas de Jesús no concuerdan con la sabiduría convencional; muchas veces es contraria a nuestra cultura.
Mira otro ejemplo en Marcos capítulo 1, donde la gente estaba asombrada por las enseñanzas de Jesús.
«Entraron en Capernaúm, y enseguida, en el día de reposo, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Y se admiraban [ekplesso, estupefactos] de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (vv. 21-22).
Ahora, en algunas de sus traducciones a los escribas a veces se les llama «abogados». Estos eran hombres expertos en la ley mosaica. Pasaban sus vidas estudiando los detalles minuciosos de la ley mosaica. Y luego enseñaban la ley y la interpretaban para otros. Ellos eran expertos en la ley. La gente decía que Jesús les enseñaba como quien tenía autoridad, no como los escribas.
Versículo 27:«Y todos se asombraron». Aquí se utiliza una palabra griega diferente. Es una palabra que significa «estupefacto y atónito». «De modo que se preguntaban entre sí, diciendo: “¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad!”».
La enseñanza de Jesús contrastaba en muchos sentidos con la enseñanza que estaban acostumbrados a escuchar de los escribas, maestros y líderes religiosos. Veamos algunas de las formas en que las enseñanzas de Jesús eran diferentes.
Por ejemplo, los rabinos, escribas y maestros religiosos a menudo citaban a otros rabinos y maestros. Tomaban prestado de fuentes humanas. Exponían sobre la tradición. Pero la palabra que aquí se usa para referirse a las palabras de Jesús se refiere a que Jesús tenía autoridad propia, de Sí mismo, no autoridad derivada de otros. Su mensaje vino de Su Padre. Él llevaba autoridad divina.
Los escribas y maestros de la ley a menudo se centraban en las minucias, en los detalles minuciosos de la ley. Dijo Jesús que ellos colaban el mosquito y se tragaban el camello (ver Mateo 23:24). Pero Jesús se centraba en asuntos de importancia eterna. Él enseñaba cosas que realmente importaban. Siempre daba énfasis al mismo mensaje central sobre el reino de Dios, el Rey de ese reino, y lo que significaba ser súbdito de ese reino.
Los comentaristas dicen que si lees el Talmud, donde los escribas registraron sus dichos, a menudo es difícil seguir las complejas divagaciones y razonamientos de los líderes religiosos de esa época. Sin embargo, las enseñanzas de Jesús, por el contrario, en realidad tenían sentido. Eran ordenadas. Iban al grano. La gente común podía entenderlo.
Aquí hay otro contraste. Los sermones de los escribas eran a menudo vagos y engañosos (Mt. 5:21). Pero Jesús era directo y hablaba la verdad pura y simple.
La enseñanza de los escribas era a menudo seca y aburrida. No estaba destinada a conectarse con la gente común; ellos básicamente hablaban solos. Pero la enseñanza de Jesús era atractiva. Captaba la atención de la multitud, incluyendo los niños. Recuerden que no había guarderías para los más pequeños.
Jesús despertaba el interés de sus oyentes con historias, ilustraciones, imágenes verbales y parábolas.
Su enseñanza no era sofocante, ni formal, y no estaba por encima de la comprensión de las personas. No abrumaba ni confundía a los oyentes con grandes palabras y argumentos eruditos. Él usaba ejemplos cotidianos y lecciones objetivas. Conectaba con los hombres comunes y con el corazón de la gente. Era un gran narrador.
Su enseñanza era lo suficientemente simple para que la comprendieran los niños pequeños o las personas con poca educación. Sin embargo, era lo suficientemente profunda como para desafiar a personas como Nicodemo, que había estudiado las Escrituras durante años.
Aquí hay otro contraste. Los escribas y otros líderes religiosos a menudo estaban motivados por la codicia y por mantener las apariencias. Ellos tenían deseo de la alabanza de los hombres. Querían que otras personas los alabaran y dijeran los grandes maestros que eran. Muchos de ellos no estaban motivados por el amor genuino hacia las personas a las que enseñaban.
¡Pero Jesús realmente amaba a la gente! Estaba motivado por la compasión. Estaba preocupado por el bienestar eterno de sus oyentes. Recuerdas ese pasaje en Marcos 6, donde dice: «Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor». Ellos estaban deambulando, sin rumbo, indefensos y desprotegidos. Entonces, ¿qué hizo Él? Él fue movido por la compasión. «Y comenzó a enseñarles muchas cosas» (v. 34). Él fue el gran Pastor. Él guió a Sus ovejas y las cuidó mediante Su enseñanza.
Hubo otras cosas que hicieron de Jesús un gran maestro. Él conocía a sus alumnos. Él conocía sus corazones. No hay maestro en el reino humano que pueda conocer el corazón de sus alumnos. Sin embargo, Jesús conocía sus corazones y no solo hablaba a sus mentes, sino que pronunciaba palabras que penetraban, traspasaban y cambiaban sus corazones.
Él no solo conocía a Sus alumnos, sino que sabía lo que sus alumnos necesitaban escuchar, y eso era lo que les daba, sin importar si eso era lo que querían escuchar o no. Independientemente de su respuesta, Él sabía lo que realmente necesitaban y eso era lo que les daba.
Hablaba palabras a su debido tiempo, palabras que satisfacían las necesidades de los oyentes. A veces esas palabras eran difíciles de escuchar. Él dijo en Mateo 6 versículo 25 que no se preocuparan por nada. Habló en contra de la ansiedad, la codicia, la hipocresía, el divorcio. Habló de personas que pensaban que estaban sirviendo a Dios, pero que un día se presentarían ante Dios y Él les diría: «Jamás los conocí. Apártense de mí, los que practican iniquidad»(Mt. 7:23).
Si quieres ser una maestra popular, ese no es exactamente el camino a seguir, especialmente cuando hablas con líderes religiosos. Pero Jesús habló lo que sus oyentes necesitaban oír. Ya fueran niños o padres, paralíticos o fariseos, lo que fueran, Él les habló lo que necesitaban escuchar.
Marcos 12 dice: «Cuando ellos llegaron, le dijeron:“Maestro, sabemos que eres veraz y que no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial, y enseñas el camino de Dios con verdad”» (v. 14). Jesús no tenía temor a los hombres. Él amaba a Dios y no estaba tratando de ganar un concurso de popularidad. Amaba a la gente y sabía darles lo que necesitaban.
No solo conocía a sus estudiantes y lo que necesitaban oír, sino que conocía las Escrituras. Conocía las Escrituras del Antiguo Testamento. No tenía formación formal de un seminario ni títulos avanzados. Pero era un estudiante de la Palabra de Dios. De hecho, los Evangelios nos dicen que citó al menos veinticuatro libros del Antiguo Testamento. Me pregunto cuántas de nosotras podríamos hacer eso sin abrir nuestra Biblia. 24 libros del Antiguo Testamento.
Jesús no estaba enseñando para impresionar a la gente con lo mucho que sabía sobre el Antiguo Testamento, sino que usó la Palabra para señalar a las personas hacia Dios y Su reino, y les ayudaba a entender la Palabra. Les mostraba cómo se conectaba con sus vidas y con lo que Dios estaba haciendo en el mundo.
Jesús también fue un gran maestro por el poder transformador del mensaje en su vida. Su vida validaba su mensaje. Vivía lo que enseñaba. Su vida respaldaba Sus palabras y fue consistente con todo lo que Él enseñaba. Nunca hubo una contradicción entre lo que hacía y lo que decía.
Él dijo: «Bienaventurados los mansos», y luego dijo: «Yo soy manso y humilde de [corazón] espíritu».
¡No solo hablaba de la oración, sino que realmente oraba! Cuando dijo: «Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen», no estaba simplemente enseñando una teología teórica. Él modeló lo que era devolver bien por mal, perdonar a sus enemigos, amarlos y orar por ellos.
Y, por cierto, aquellas de nosotras que estamos involucradas en enseñar la Palabra a otras, ya seas una madre que educa en el hogar o tal vez enseñas en un grupo pequeño o en una relación de discipulado en la que estas involucradas, hay mucho poder en una vida transformada por el mensaje.
Una cosa es simplemente enseñar la verdad a través de este ministerio, pero el poder viene cuando digo: «Síganme así como yo sigo a Cristo», cuando transmito un mensaje a través de mi vida. No es que sea perfecta, sino que honestamente busco seguir a Cristo en las cosas que enseño a los demás. De ahí viene el poder. Hay poder en una vida transformada.
Jesús no siempre enseñó a grandes multitudes. A veces los maestros se preguntan: «¿Cuántos hay escuchándome enseñar?». Jesús pasó mucho tiempo concentrado en enseñar a un pequeño grupo de doce discípulos. Y luego un grupo aún más pequeño de tres de esos discípulos que pasaron mucho tiempo con Él.
¿Qué estaba haciendo Jesús? ¿Por qué se enfocaba en ese grupo más pequeño? Estaba entrenando y preparando a Sus discípulos para llevar a cabo Su misión después de Su muerte, Su resurrección y Su ascensión al cielo. Él fue intencional al invertir en ellos. Su intención era que cuando Él dejara esta tierra, ellos enseñaran a otros lo que Él les había enseñado. Entonces aquellos a quienes ellos enseñaron enseñarían a otros, y el legado de la verdad pasaría de una generación a otra.
Jesús enseñó a sus discípulos pasando tiempo con ellos. Ellos vieron cómo Él vivía y Su carácter cuando no había multitudes alrededor, a nadie a quien impresionar. Les dio libertad para hacer preguntas y luego respondió a esas preguntas. Usó las experiencias cotidianas como momentos enseñables.
Algunas de ustedes quizás estén familiarizadas con el nombre de Howard Hendricks. «El profe» fue el nombre con el que fue conocido durante los sesenta años que enseñó en el Seminario Teológico de Dallas. Se jubiló a los ochenta y dos años. El profe fue muy querido por toda una generación de estudiantes, y por muchos como yo, que no asistimos al Seminario de Dallas, pero escuchamos sus mensajes muchas veces a lo largo de los años. Sus enseñanzas y sus conferencias nunca fueron aburridas, y ningún profesor fue más citado.
El Profe Hendricks dice:
«En mis años de formación en el aula aprendí que mis alumnos buscaban desesperadamente el “cómo” de poner la verdad cristiana en la vida activa, y decidí arriesgarme a encuentros lo suficientemente cercanos como para permitirme contagiarme de ellos, ser una guía, un facilitador, no para producir pecadores más inteligentes, sino para guiar a un hombre o una mujer a ser más como Jesucristo. Mi objetivo no era meramente informativo sino transformador».
Eso me recuerda las enseñanzas de Jesús. Su enseñanza no fue solo repartir información y llenar las cabezas y los cuadernos. Estaba enseñando para ver vidas cambiadas. Él dijo: «Las palabras que Yo les he hablado son vida» (ver Juan 6:53).
Por cierto, esa es mi carga a través de Aviva Nuestros Corazones. Es decir, que la gente no solo llene sus cabezas y sus cuadernos con más contenido, sino que la verdad les atrape, les capture, que la verdad les detenga, que respondan a ella, que luchen con ella y que sus corazones, vidas y mentes sean cambiadas por la verdad; que juntas seamos transformadas por la enseñanza de Jesús a la semejanza de Cristo.
Mientras pensamos en las enseñanzas de Cristo, permítanme sugerir otras dos conclusiones al considerar a Cristo como maestro. Primero que nada debemos recordar que Su enseñanza es la verdad absoluta. Tiene peso y autoridad absoluta. Cuando Cristo habla, Dios habla. Es poderosa, autoritaria y vinculante para nuestras vidas.
La enseñanza de Cristo es eterna. Nunca se vuelve obsoleta. Las cosas que nos enseñaron en las escuelas hace veinte, treinta o cuarenta años atrás, estaban equivocadas. Las nuevas evidencias y estudios lo demuestran. La enseñanza de Cristo nunca se vuelve obsoleta.Es eternamente relevante. Es relevante para cada persona en cada cultura y en cada período de la historia. Su enseñanza se aplica a tu vida hoy, a cada relación y a cada situación que encuentres. El desafío es escucharla y dejar que transforme tu vida.
Una persona de nuestro personal me dijo el otro día que ha estado siguiendo esta serie. Después de leer este capítulo sobre las enseñanzas de Cristo, dijo: «Ese capítulo me hizo querer ser una maestra en aprendizaje. Si el autor de este libro es el gran maestro de todos los tiempos, estaría loca si no lo leyera». Espero que eso sea lo que la enseñanza de Cristo provoque en ti.
Solo un pensamiento más. No solo debemos ser receptoras de las enseñanzas de Cristo, sino que debemos convertirnos en canales de sus enseñanzas, siempre aprendiendo y creciendo, pero siempre transmitiendo sus enseñanzas a los demás. Eso no es solo para gente como yo que tiene un micrófono, una plataforma, un programa de radio y que escribe libros. Eso es para gente como tú. Todas nosotras estamos llamadas, como Cristo, a ser maestras.
Jesús dijo mientras se preparaba para ascender al cielo: «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones…enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mt 28:19-20). Jesús nos dice a nosotras como sus discípulos que enseñemos a otras lo que Él nos ha enseñado.
Colosenses 3:16 dice: «Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes». ¿Y qué hacemos con esa Palabra? Enseñarnos unos a otros en toda sabiduría. Podemos hacerlo en la vida cotidiana y en las relaciones y los contactos e intercambios cotidianos, en Twitter, Facebook y el correo electrónico: enseñándonos unos a otros lo que Dios nos ha enseñado.
Hebreos capítulo 12, versículo 5, dice: «A estas alturas ya deben ser maestros». Esa es una evidencia de madurez espiritual, que estás reproduciendo en otros lo que Dios te ha enseñado a través de Su Palabra.
Tito capítulo 2. Particularmente como mujeres tenemos este mandato. Las ancianas «[deben enseñar] lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes…para que la palabra de Dios no sea blasfemada».
Damas, no necesitan un salón de clases formal. No necesitas veintidós estudiantes sentados en sillas mirándote a los ojos. Tienes estudiantes.
- Son las personas que te rodean.
- Son tus hijos.
- Son las personas en tu lugar de trabajo.
- Son las personas con las que interactúas de diversas maneras en tu iglesia y en tu comunidad.
Busca maneras de dirigir la conversación hacia lo eterno y hacia las necesidades del corazón de los que te rodean.
Débora: Has estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth hablando de Jesús como el maestro más grande que jamás haya existido. Ella volverá en un momento para cerrar en oración. El estudio de hoy sobre las enseñanzas de Jesús es parte de una serie llamada «Incomparable». La serie forma la base del nuevo libro de Nancy el cual lleva el mismo título.
Y hoy nos acompaña nuevamente Randall Payleitner de Moody Publishers. Randall, he oído que eres fan de Incomparable, pero no solo por motivos profesionales. Randall, mientras leías el libro de Nancy, ¿hubo algún capítulo que te llamó especialmente la atención?
Randall Payleitner: Por supuesto que sí. A medida que avanza el libro, también avanza la vida de Jesús. Habla de Su nacimiento, Su niñez, el inicio de Su ministerio, Su llamado a los discípulos. Y luego, por supuesto, la última semana de Su vida rumbo a la crucifixión. Y ese libro crece como una pieza musical, honestamente, tal como lo hacen los evangelios, y el Evangelio de Juan en particular.
Pero el capítulo que más me resonó en el libro de Nancy es el día 39, donde habla de una de las últimas palabras de Cristo, «consumado es», tetelestai. Y está verdaderamente completado. Al sentir, ver y comprender la magnificencia y la tragedia de Cristo en la cruz, el capítulo de Nancy realmente me ayudó a ver cómo podemos regocijarnos; ha sido realmente completado.
El sufrimiento de Jesús había terminado, ¿no es cierto? Su sufrimiento en ese día y en la tierra había terminado. «Consumado es» significaba que el precio del pecado se ha pagado en su totalidad. «Consumado es» significaba que el plan eterno de redención ya estaba completo. «Consumado es» significaba que el antiguo pacto se había cumplido. «Consumado es» significaba que se había ganado la batalla contra Satanás y el pecado. Nuestro enemigo más feroz es ahora un enemigo derrotado; eso está allí en el libro.
Así que me detuve en ese capítulo, aunque ya había recorrido el 80 por ciento del libro. Tal vez me tomó una semana leer el libro completo; me tomó un día leer este capítulo. Y sí, así es todo el libro. Me imagino que diez personas diferentes podrían leerlo y tener un momento diferente de crescendo en un día que tal vez ese pasaje les impactó en el lugar donde se encontraban.
Débora: Sí. Creo que ese es el punto. Puede haber días en los que disminuyas el ritmo y realmente medites y te empapes de algo nuevo, de las enseñanzas del Señor, y otros días en los que simplemente recuerdes una verdad que te resulta muy familiar. Gracias por estar con nosotros, Randall.
El título completo del libro es Incomparable: 50 Días con Jesús. Si aún no has adquirido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com.
La persona más talentosa, inteligente y capaz que jamás haya existido fue también la más humilde. Hablaremos de ello mañana en Aviva Nuestros Corazones.
Nancy finalizó el mensaje de hoy sobre la importancia de enseñar a otros lo que hemos aprendido acerca de Jesús. Ella orará para que podamos vivir eso.
Nancy: Padre, oro para que así como Tú nos has enseñado, nos convirtamos en instrumentos, conductos, canales de tu enseñanza hacia las vidas de los demás. Gracias por la enseñanza de Cristo.
Gracias Señor, por enseñarnos por tu Espíritu Santo. Oro para que nuestros corazones, en este día, sean nuevamente cautivados por la enseñanza de Tu Palabra, que la recibamos, la abracemos, la estudiemos, la meditemos y nuestras vidas sean transformadas por ella. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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