Sé como Cristo
Débora: El mensaje de la Biblia no es «Esfuérzate más». Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que el mensaje de la Biblia es «Cristo hizo lo que nosotras nunca podríamos hacer».
Nancy DeMoss Wolgemuth: El momento en que te das cuenta de que no puedes hacer lo que Dios te ha llamado a hacer, es uno de los descubrimientos más inportantes de tu vida. Ese es el punto de partida hacia la victoria.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora del libro «El Lugar Apacible» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 30 de septiembre de 2025.
Durante más de tres semanas, hemos estado explorando a la mujer virtuosa, la mujer hacendosa, descrita en el capítulo 31 de Proverbios. Hemos hablado de muchos temas importantes y hemos descubierto muchas maneras en las que podemos caminar en sabiduría. Hoy, Nancy concluirá la serie …
Débora: El mensaje de la Biblia no es «Esfuérzate más». Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que el mensaje de la Biblia es «Cristo hizo lo que nosotras nunca podríamos hacer».
Nancy DeMoss Wolgemuth: El momento en que te das cuenta de que no puedes hacer lo que Dios te ha llamado a hacer, es uno de los descubrimientos más inportantes de tu vida. Ese es el punto de partida hacia la victoria.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora del libro «El Lugar Apacible» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 30 de septiembre de 2025.
Durante más de tres semanas, hemos estado explorando a la mujer virtuosa, la mujer hacendosa, descrita en el capítulo 31 de Proverbios. Hemos hablado de muchos temas importantes y hemos descubierto muchas maneras en las que podemos caminar en sabiduría. Hoy, Nancy concluirá la serie recordándonos que, en última instancia, no podemos ser como esta mujer, pero sí podemos ser como Cristo. Nancy comienza hablando de la apariencia de esta mujer.
Nancy: ¿Alguna vez te has preguntado cómo era la mujer virtuosa, la mujer excelente? ¿Tienes una imagen de ella en tu mente? Creo que si lo pensamos bien, probablemente todas tengamos la imagen de una mujer físicamente hermosa. Y puede que lo fuera.
Pero, ¿sabes qué? No lo sabemos. De hecho, lo que realmente estamos hablando aquí no es necesariamente de una mujer en particular, sino de una mujer que personifica y encarna la combinación de rasgos y cualidades de carácter de lo que significa ser una mujer que camina con Dios. Y creo que es por eso que no hay nada en Proverbios 31 que nos diga qué aspecto tenía esta mujer.
No hay nada que describa sus características físicas. No sabemos si ella era alta o baja. No sabemos si era delgada o rellenita. No sabemos qué aspecto tenía.
Puede que fuera una mujer que apareciera en la portada de una revista. Pero lo dudo, porque hay muy, muy pocas mujeres que tengan ese aspecto. Y no hay ninguna que tenga ese aspecto sin mucho trabajo, sin mucha ayuda y quizá también algunos retoques de edición en la computadora.
Así que no se trata de una mujer conocida por sus características físicas y su belleza. Ella es conocida por una belleza interior que el mundo no puede dar y que no se puede plasmar en la portada de una revista.
Así que en todo este pasaje, Proverbios 31, que hemos estado estudiando durante las últimas semanas, nunca se menciona la apariencia física de esta mujer virtuosa. Su atractivo y su belleza provienen completamente de su corazón y de su carácter.
Y, bueno, hoy llegamos al versículo 30, que sí habla sobre el tema de la belleza. Pero no lo hace de la misma manera en que el mundo habla de la belleza.
Lee conmigo el versículo 30 de Proverbios, capítulo 31. Dice:«Engañosa es la gracia y vana la belleza». Busqué la palabra «engañosa» en uno de mis libros de referencia y algunos de los sinónimos son: «Es una farsa», «Es un fraude», «No tiene valor», «Es falso».
El encanto por sí solo, sin un carácter piadoso, es una farsa. Es un fraude. Es solo una fachada, como un disfraz. Me recuerda a ese versículo de Proverbios 11, que dice: «Como anillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa que carece de discreción» (v. 22).
Ella es una farsa. Tiene encanto físico, una forma exterior de belleza. Pero es un fraude. No es real. Como solo tiene belleza exterior, es como poner una joya en el hocico de un cerdo. Sigue siendo un cerdo. No importa cómo sea el disfraz, por dentro sigue siendo un cerdo. Y no importa lo que le hagas a una mujer que es bella por fuera, si por dentro tiene el corazón de un cerdo, entonces no es verdaderamente bella.
Este pasaje dice: «Engañosa es la gracia y vana la belleza». Y ya que estamos hablando de esa belleza exterior, es bueno recordar que ese tipo de belleza no perdura. Y si tienes más de cuarenta años, lo sabes con certeza. Por la mañana intento arreglarme, pero a esta hora del día ya me siento desaliñada y ese arreglo pasa, ni siquiera dura. Si consigues arreglarte a primera hora de la mañana, no puedes mantenerlo durante todo el día.
Y me refiero a que, sin importar la cantidad de fijador que pongas en el pelo o el maquillaje que uses, todo se va, y sin duda se va con el paso de los años. Esa es la belleza exterior. La belleza externa. Pero la mujer que teme al Señor, esa será alabada.
¿Puedes ver el contraste? El encanto. La apariencia exterior. La belleza exterior. El encanto es engañoso. Esa belleza es pasajera. Pero, este es el contraste: «… La mujer que teme al Señor…», y eso me dice que puedes ser una mujer que tiene una relación reverencial con Dios sin necesariamente tener belleza exterior.
Entonces, si tuvieras que escoger, ¿qué es más importante para ti? Bueno, puede que digas: «Quiero ambas cosas». Bueno, eso es lo que nos dice el mundo. Pero tú sabes que si te enfocas en alcanzar la belleza exterior, estarás invirtiendo en algo que no dura, en algo que en sí mismo no tiene un significado especial.
Ahora, Dios creó la belleza. No hay nada pecaminoso en ser bella ni en que una mujer se vista de manera que resulte atractiva para su esposo.
Pero recuerda que, si te enfocas en eso, estás invirtiendo en algo que no dura. Y no importa cuán bien te vaya en esto de la belleza externa, si no has estado trabajando en tu corazón, en tus actitudes, en tu espíritu, en tu carácter, entonces no has invertido en lo que realmente es valioso, has invertido mal tu tiempo y tus recursos. Has fracasado.
Una mujer que teme al Señor, ese tipo de mujer, tiene algo que es duradero, algo que es verdadero, algo que tiene un gran valor y no desaparecerá.
Creo que la segunda parte de este versículo es la clave de todo el capítulo. «La mujer que teme al Señor». Por cierto, ¿recuerdas dónde comienza el libro de Proverbios?
Estamos en el último capítulo de Proverbios, el capítulo 31. ¿Recuerdas lo que nos dice Proverbios, capítulo 1, versículo 7? «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». Ese es el punto de partida.
Proverbios es el libro sobre la sabiduría: sobre cómo vivir la vida con sabiduría, cómo ver toda la vida desde la perspectiva de Dios, cómo lidiar con todos los aspectos prácticos de la vida de una manera sabia. ¿Dónde comienza? Comienza con el temor del Señor.
¿Quieres saber cómo criar a tus hijos? ¿Quieres saber cómo amar a ese esposo difícil? ¿Quieres saber cómo ordenar tus prioridades? ¿Quieres saber cómo lidiar con los temas de salud? ¿Quieres saber cómo lidiar con el dinero, cómo lidiar con las amistades? ¿Quieres saber cómo lidiar con los hábitos pecaminosos? ¿Quieres saber cómo desarrollar buenos hábitos? Proverbios habla de todo eso. Pero, ¿dónde comienza todo? Con el temor del Señor.
Si no eres una mujer que teme al Señor, entonces, en última instancia, tus esfuerzos por ser una mujer piadosa serán como los de alguien que toma un palo, lo clava en la tierra, toma una fruta, digamos un durazno, lo pega en ese árbol y dice: «Aquí tengo un árbol de duraznos».
No tienes un árbol de duraznos. Tienes un palo clavado en la tierra con algunos duraznos pegados. Y algunas de nosotras, como mujeres cristianas, somos como ese palo clavado en el suelo con algunos comportamientos cristianos pegados.
Verás, si no tienes una relación con Dios que sea verdaderamente espiritual, vital y creciente, y si tus raíces no están arraigadas en una relación con Dios y no tienes el amor de Dios y la reverencia a Dios corriendo por tus venas, entonces el fruto que salga no será un fruto espiritual.
Una vez que desarrollas el temor del Señor en tu vida, descubrirás que no es tan difícil dar fruto. Es algo que llega, bueno, no quiero decir que vendrá naturalmente, sino sobrenaturalmente.
El fruto estará ahí si cuidas las raíces de tu relación con Dios. Esta es una mujer que teme al Señor. ¿Significa eso que le tiene miedo a Dios? Bueno, en cierto sentido, todos deberíamos temer a Dios.
Pero de acuerdo a Proverbios, el temor del Señor significa tener una confianza reverencial en Dios, es reverenciar a Dios, no tomar Su nombre en vano, no tomarlo a la ligera, sino tener esta reverencia, este asombro de Dios, hacia Dios, y con ese temor viene el repudiar el mal. Es una confianza reverencial con odio al mal.
Amar a Dios es odiar lo que Dios odia. Eso es lo que queremos decir con una mujer que teme al Señor. Es una mujer que vive con una conciencia constante de la presencia de Dios. Vive cada momento de su vida, cada aspecto de su vida con la conciencia de que Dios está aquí, que los ojos del Señor están en todos los lugares, contemplando el mal y el bien.
Pienso en cuántas cosas de mi vida serían diferentes si viviera todo el tiempo con el temor del Señor, con la conciencia de su presencia. ¡Cuántas cosas no diría! ¡A qué lugares no iría! ¡Cosas que no haría! ¡Qué cosas no comería, si comiera, viviera, caminara y viviera con la conciencia de la presencia de Dios!
Si quieres convertirte en una mujer virtuosa, cultiva el temor del Señor.
Ahora, eso no se puede desarrollar sin pasar tiempo con Dios en Su Palabra. Su Palabra te ayudará a desarrollar esa reverencia por Él, ese temor reverente hacia Él, esa confianza en Él y ese odio al mal. Y entonces todo en tu vida será ordenado en torno a esa conciencia de la presencia de Dios.
El encanto físico, la belleza física, esas cosas son una ilusión. Son fugaces. Son momentáneas. Pueden atraer, pero no duran. Lo que perdura es la relación con Dios. Ese debe ser el enfoque y la prioridad número uno de tu vida y de la mía si queremos ser las mujeres que Dios quiere que seamos.
Ahora, hay un pasaje en el Antiguo Testamento, en Isaías, capítulo 3, que nos ofrece un contraste, un tipo diferente de mujer. Es una imagen de mujeres que se centran en la belleza exterior en lugar de en el temor del Señor. Quiero leer este pasaje para que veamos el contraste.
Hemos visto la imagen de la mujer que teme al Señor y lo verdaderamente hermosa que es. Pero en Isaías, capítulo 3, a partir del versículo 16, dice: «Además, dijo el Señor: “Por cuando las hijas de Sión son orgullosas”…». Eso es lo interior, el corazón. Son orgullosas, arrogantes. Esa es la actitud de su corazón, y recuerda que, invariablemente, lo que hay en tu corazón es lo que se manifestará en tu comportamiento y en tu apariencia externos.
En la vida vamos a tratar con las personas exteriormente. Trataremos con las personas exteriormente de una manera que refleje lo que hay en nuestro corazón. La mujer que teme al Señor en su corazón tendrá un cierto tipo de comportamiento y belleza. Pero ahora estamos hablando de un tipo diferente de mujer: las mujeres con corazones orgullosos.
Las Escrituras dicen que caminan «con el cuello erguido, y con ojos seductores, dan pasitos cortos para hacer tintinear los adornos en sus pies. Entonces el Señor herirá con tiña los cráneos de las hijas de Sión, y el Señor desnudará sus frentes» (vv. 16-17)
¿Qué está diciendo? La belleza, esa belleza externa y mundana, se está desvaneciendo. No dura para siempre, y el Señor puede quitártela tan rápido como la obtuviste.
Versículo 18: «En aquel día el Señor les quitará los adornos; las ajorcas, los tocados y lunetas, los pendientes, brazaletes y velos, las redecillas, cadenillas de los pies, cintas, los frascos de perfume y amuletos, los anillos y aretes de nariz, las ropas de gala, túnicas, mantos y bolsas, los espejos, ropa interior, turbantes y velos» (vv. 18-23). ¿Todo eso te suena un poco moderno?
Ahora, no todas esas cosas son intrínsecamente malas. ¿Está mal llevar aretes, brazaletes o cintas, o tener frascos de perfume? No se dice que estas cosas sean malas, sino que habla del tipo de mujeres que tienen un corazón preocupado por lo externo, por la belleza física.
La Escritura dice que si ese es tu enfoque, que proviene de un corazón orgulloso en lugar de un corazón que teme al Señor, vas a fracasar. Dios te lo arrebatará y no durará.
Versículo 24, sigo en Isaías 3: «En vez de perfume aromático», este es un pasaje muy gráfico: «en vez de perfume aromático, habrá podredumbre. En vez de cinturón, cuerda; en vez de peinado artificioso, calvicie; en vez de ropa fina, ceñidor de cilicio; cicatriz en vez de hermosura».
Ahora, no creo que se refiera solo a lo físico. No creo que esté diciendo que todas las mujeres impías se quedarán calvas algún día. Ese no es el punto.
El punto es que, si te has enfocado en lo externo y tu exterior está influenciado por un corazón altivo u orgulloso, algún día todas las cosas que creías tan hermosas, preciosas y valiosas te serán quitadas, y no tendrás nada que mostrar después de toda una vida de esfuerzo.
Bueno, antes de llegar al último versículo, quiero hacer un pequeño paréntesis en esta sesión para hablar sobre cómo respondemos a un pasaje como Proverbios 31.
Lo que voy a decir aquí podría aplicarse a cualquier pasaje de la Palabra de Dios que sea desafiante, que nos dé convicción de pecado, y que establezca un estándar que está más allá de lo que podemos hacer naturalmente.
Hoy, mientras leía la Escritura, encontré otro pasaje en el que Dios habló a mi corazón sobre un asunto en particular. Sentí la convicción de que mi vida no estaba a la altura del estándar de lo que yo estaba leyendo.
Sentir convicción es incómodo. No puedo decir que me gusta sentir convicción. Soy una persona orientada al rendimiento y quiero cumplir con el estándar. No me gusta ver que no he cumplido con el estándar.
Pero eso es lo que vi esta mañana. «No estás a la altura». Eso es el Espíritu Santo en mí haciendo parte de su trabajo, que es mostrarme en qué aspectos no estoy a la altura del plan y los propósitos de Dios.
Cuando Dios nos da convicción, podemos tener diferentes respuestas. Quiero clasificarlas en tres categorías y relacionarlas con Proverbios 31. Luego, tú puedes aplicarlas a otras áreas en las que Dios te esté hablando.
La primera respuesta, y a menudo este es el caso con Proverbios 31, la mujer virtuosa que tiene todas estas cualidades de piedad, es una imagen increíble de lo que significa ser una mujer de Dios. Lo primero que podemos hacer cuando vemos esa imagen es rechazarla. Tengo que decir que esto es lo que la mayor parte del mundo y muchas personas, incluso en la iglesia, han hecho con esta imagen.
Supongo que el hecho de que hoy estés escuchando esta serie sobre Proverbios 31 significa que no estás dispuesta a rechazar esta imagen. Y si la has rechazado, déjame decirte que es una batalla perdida, porque si eres hija de Dios, en última instancia, este es el plan que Dios tiene para tu vida.
Pero aquí hay una segunda trampa en la que muchas de nosotras caemos. No rechazamos la imagen por completo. Lo que hacemos, es decir: «Voy a ser como esa mujer, aunque me cueste la vida». Empezamos a intentarlo, a luchar y a esforzarnos, y decimos: «Oh, quiero ser una buena cristiana; quiero ser una mujer piadosa». Déjame decirte que el momento en que te das cuenta de que no puedes hacer por ti misma lo que Dios te ha llamado a hacer, es uno de los mayores descubrimientos de tu vida. Estás en el punto de partida hacia la victoria.
Pero cuando nos esforzamos y luchamos, eso es realmente una imagen de ir al Monte Sinaí. ¿Recuerdas lo que sucedió en el Monte Sinaí en el Libro del Éxodo? ¿Qué fue lo que Dios dio allí? La Ley.
Dios dijo: «No podrán cumplirla»
Pero el pueblo respondió: «No, no, nosotros cumpliremos la Ley».
¿Sabes de qué trata el resto del Antiguo Testamento? Simplemente, demuestra que no pudieron cumplir la Ley, y que Dios tenía razón. La Ley fue dada sabiendo que no podríamos cumplirla, pero fue dada para mostrarnos que no podíamos cumplirla, y que no podíamos estar a la altura de los estándares de Dios.
El propósito de la Ley es que lleguemos a vernos a nosotras mismas como fracasadas (la palabra antigua para eso es «pecadoras») para que podamos ser dirigidas a Cristo, el único que puede cumplir la Ley.
Cristo es la única persona que ha vivido capaz de cumplir la justicia de la Ley de Dios. El propósito de la Ley es llevarnos a Cristo para ayudarnos a ver nuestra condición de impotencia.
Y el propósito de Proverbios 31 no es hacernos continuar con nuestro día y decir: «Voy a ser una mujer piadosa. Sé que puedo hacerlo. Sé que puedo hacerlo», y luego, a las 10 de la mañana, ya lo hemos echado todo a perder. ¡No! El propósito de esta imagen es, en parte, ayudarnos a ver que no podemos estar a la altura, que no podemos estar a la altura. Es un gran día cuando llegamos a la presencia del Señor y le decimos: «Señor, no puedo ser la mujer que tú quieres que sea. No puedo».
Pablo dijo en el Nuevo Testamento, en el capítulo 7 de Romanos:«Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno» (v. 18). No podemos ser esa persona en nuestras propias fuerzas.
Así que puedes rechazar la imagen o puedes luchar y esforzarte por cumplirla. Puedes ir al monte Sinaí y vivir allí, aguantar y apretar los dientes y decir: «Voy a ser esta mujer», pero te agotarás en el intento. Y, por cierto, también agotarás a los demás en el intento. Serás una cristiana tensa e inflexible.
Aquí está la tercera alternativa. No el monte Sinaí, sino el monte Calvario. Ve al lugar donde recibes la gracia de Dios. Ve al Calvario y di: «Señor, no puedo ser esta mujer. Pero sé que Tú vives en mí y que no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí; y la vida que ahora vivo, no la vivo yo, sino que la vivo por el poder de Cristo que vive en mí» (Gálatas 2:20, parafraseado).
Así que, Señor, sé Tú en mí lo que yo nunca podré ser sin Ti. Esta es una vida de fe.Es una vida de dependencia, no de esfuerzo ni de lucha, sino de decir: «No puedo hacer esto. Pero, Señor, que sea Cristo en mí».
«No puedo amar a mi esposo. No puedo amar a mis hijos. No puedo tener ese espíritu diligente, trabajador y laborioso. Voy a agotarme en este esfuerzo. No puedo decir palabras amables y sabias todo el tiempo. Si abro mi boca como quisiera, Señor, voy a ser una persona desagradable con la que convivir. Pero, Señor, yo sé que Tú vives en mí y que Tú puedes hacer esto en mí y a través de mí. Y por fe quiero dejarte vivir esa vida. Lléname de Tu Espíritu Santo y sé en mí, y a través de mí, lo que yo nunca podría ser».
Eso es lo que significa creer, recibir y vivir el evangelio. El evangelio no es solo algo que necesitabas cuando te salvaste hace veintitrés años. El evangelio es algo que necesito hoy para vivir como mujer de Dios.
Se trata de la suficiencia del sacrificio de Cristo en la cruz por mí. Significa que está consumado, que no tengo que esforzarme, que tengo que luchar. Él ha pagado el precio por mi pecado. Ahora Él vive en mí para cumplir la justicia de Su Ley. Así que este pasaje es un llamado, al igual que toda la Palabra de Dios, a caminar en dependencia del poder del Espíritu Santo.
Puede que digas: «¿Eso significa que nunca volveré a fallar?». No, porque somos muy propensas a volver al Monte Sinaí y tratar de hacerlo por nuestra cuenta o rechazar la imagen, pero cuando te encuentres rechazando la Ley de Dios, o te encuentres de nuevo en ese ciclo de esforzarte y actuar, simplemente detente.
Quédate en silencio ante el Señor y dile: «Señor, perdóname. Me arrepiento de haber intentado hacerlo por mi cuenta». Es tan pecaminoso intentar hacerlo por tu cuenta como rechazar la imagen, porque en ambos casos lo estás haciendo sin Cristo. Todo lo que no es de fe es pecado.
Por eso, Señor, te pido que obres en nuestros corazones la justicia de Cristo. Que seamos mujeres que reciben y creen el evangelio y que caminan en dependencia de Ti.
Señor, no podemos vivir esta vida sin Ti. Gracias por darnos tu Espíritu Santo, que vive en nosotros para cumplir la justicia de esa Ley. Señor, ayúdanos a caminar por la fe, apoyándonos en Ti, mirándote a Ti, esperando en Ti, y dejando que Tú seas Jesús en nosotros.
Oh, Señor, que vivamos en el Calvario. Que vivamos como mujeres de gracia y que Tú, por el poder de Tu espíritu, nos hagas, nos moldees, nos formes y nos conformes a las mujeres que Tú quieres que seamos. Por amor a Jesús, te lo pido, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha concluido su enseñanza sobre Proverbios 31. Ella nos ha recordado que en nuestras fuerzas nunca podremos ser como la mujer virtuosa descrita en Proverbios 31. Por eso necesitamos la justicia perfecta de Cristo.
Hay un versículo más en Proverbios 31 que nos gustaría abordar y es el versículo 31. Este versículo dice así: «Denle el fruto de sus manos, y que sus obras la alaben en las puertas de la ciudad».
A lo largo de esta serie, hemos escuchado a mujeres y hombres, hijos y esposos, todos ellos expresando su gratitud por las mujeres virtuosas de sus vidas, dejando que estos invitados las alaben en las puertas, por así decirlo. Queremos terminar con un último homenaje de nuestra amiga Suzanne Dudgeon.
Suzanne Dudgeon: Todos los versículos me recuerdan a mi madre, pero el versículo 12, donde dice: «Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida», sin duda describe a mi madre con mi padre. Mi padre falleció hace unos dos años. Ella conducía su pequeño carro unos 8 kilómetros hasta la residencia de ancianos, y lo visitaba todos los días.
Cuando yo era pequeña, a mi padre le gustaba cazar mapaches y pescar. Ella se mantuvo a su lado y le permitió ser quien quería ser, y esperó pacientemente. Cuando tenía sesenta y cinco años, mi padre se cayó desde lo alto del granero, a doce metros de altura. Cuando pude hablar con él, le dije: «Papá, seguro que clamaste al Señor cuando caíste desde esa altura».
Él me respondió: «¿Por qué lo haría?». Mi papá seguía sin ir a la iglesia. Mi madre esperó mucho tiempo. Así que un año después, prácticamente el mismo día, mi madre tuvo que ser operada. Él estaba tan preocupado por perderla que fue entonces cuando oró para recibir a Cristo. Yo no estaba allí cuando la operaron, pero mis dos hermanas sí. Cuando recibieron la buena noticia de que todo había salido bien, dijeron: «Papá, vayamos a comer».
Y él respondió: «Bueno, ¿no tenemos que ir primero a la capilla a dar gracias a Dios?».
Débora: ¡Me encanta escuchar historias como esa! Al concluir esta serie sobre Proverbios 31, ¿le agradecerías a una mujer importante en tu vida? ¿Hay alguien que haya sido un ejemplo de la feminidad virtuosa que hemos estado estudiando en este capítulo? ¿Le agradecerías por su ejemplo?
Con la ayuda de Dios, tú también puedes ser ese tipo de mujer. Nancy habla más sobre este concepto en su folleto «Retrato bíblico de la mujer: Descubriendo y viviendo el plan de Dios para nuestras vidas». Fuiste creada para glorificar a Dios, y puedes hacerlo deleitándote en quién Él te creó para ser como mujer. Nos encantaría enviarte una copia de este recurso cuando hagas una donación a Aviva Nuestros Corazones el día de hoy.
Parece que cada vez que vemos las noticias, todo el mundo habla sobre el importante tema de la violencia doméstica, ¿no es así? En la serie a la que daremos inicio el día de mañana, el pastor Scott Patty nos ofrecerá una perspectiva sólida y bíblica sobre el abuso y el matrimonio, y sobre cómo el evangelio afecta a todas nuestras relaciones. Esta serie se titula «En el nombre del Señor Jesús». Te esperamos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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