Un anhelo por el Mesías
Débora de Rivera: En esta época navideña, probablemente escucharás mucho una de las citas del libro de Isaías. Él profetizó: «Una virgen concebirá». Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que este acontecimiento está lleno de maravillas.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¡Esto es maravilloso! ¡Esto es imposible! Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre… ¿qué nombre? … Emmanuel.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de diciembre de 2025.
Bueno, lo más probable es que has estado escuchando mucha música navideña en estas fechas. Quizás la escuchas por tu cuenta, o te la ponen en los restaurantes a los que vas o en las tiendas en las que compras. Pero, ¿cuándo fue la última vez que escuchaste un villancico y te detuviste a pensar en la letra?
Durante los …
Débora de Rivera: En esta época navideña, probablemente escucharás mucho una de las citas del libro de Isaías. Él profetizó: «Una virgen concebirá». Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que este acontecimiento está lleno de maravillas.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¡Esto es maravilloso! ¡Esto es imposible! Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre… ¿qué nombre? … Emmanuel.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de diciembre de 2025.
Bueno, lo más probable es que has estado escuchando mucha música navideña en estas fechas. Quizás la escuchas por tu cuenta, o te la ponen en los restaurantes a los que vas o en las tiendas en las que compras. Pero, ¿cuándo fue la última vez que escuchaste un villancico y te detuviste a pensar en la letra?
Durante los próximos días, Nancy nos va a mostrar algunos de sus villancicos favoritos y su significado. Esta serie te animará a centrarte en la verdad de la Navidad y aprovechar al máximo este tiempo de Adviento.
Con nosotras, Nancy.
Nancy: La palabra «Adviento» proviene de una palabra latina que significa «venida», «llegada» o «arribar».
Puede referirse a la llegada de una persona, una cosa o un acontecimiento importante. Por ejemplo, se puede escuchar a alguien hablar del advenimiento de la televisión (ya hace mucho tiempo): la llegada, la venida de algo importante.
Bueno, la temporada de Adviento, en el calendario cristiano, comienza cuatro domingos antes del día de Navidad y termina en la víspera de Navidad. Es una temporada que muchos cristianos de todo el mundo celebran, esperando con expectación, preparándose para celebrar el nacimiento de Cristo.
Ahora, sé que algunos de sus hijos están viviendo su propio Adviento. Ellos están esperando, están ansiosos, están emocionados, están deseosos de ver lo que van a poner debajo del árbol. ¡No pueden esperar a que llegue el día de Navidad! Ojalá todas nosotras, como cristianas maduras y adultas, pudiéramos tener ese tipo de anticipación, de emoción y de expectativa.
¡Se acerca la Navidad! ¡Cristo ha venido! Y eso es lo que celebramos durante esta temporada de Adviento. Así que hoy vamos a comenzar una serie especial, que tiene que ver con una de mis cosas favoritas de la temporada navideña, y es la música navideña.
Confieso que empiezo a poner música navideña tan pronto como llega el Día de Acción de Gracias. Y la escucho hasta Año Nuevo, o hasta que las personas que me rodean se cansan de escucharla. Me encanta la música navideña, y me gustan especialmente los villancicos tradicionales que todos conocemos.
Un villancico, por definición, es una canción alegre. Cuando pensamos en villancicos, normalmente pensamos en los que celebran el nacimiento de Cristo. Ahora, uno de los problemas de tener tantos villancicos navideños conocidos es que podemos cantarlos sin pensar.
Las escuchas cuando entras en una tienda y te pones a tararearlas. Muchas veces, en Navidad, escuchamos esta música, pero no pensamos en lo que realmente estamos cantando. Y es una pena, porque hay mucha verdad gloriosa, la verdad del evangelio, en algunos de nuestros villancicos favoritos.
Así que durante los próximos días, quiero dedicar un tiempo a destacar algunos de mis villancicos favoritos y a hablar de su fundamento bíblico. Muchos de estos villancicos contienen una teología y una enseñanza bíblica muy rica y profunda. Y luego, hablaremos de lo que estos villancicos y sus letras significan para nosotras y nuestras vidas hoy en día.
Permítanme decirles que todos estos villancicos provienen de un álbum musical titulado Come Adore (Ven y adoremos), que grabé hace varios años. Tengo un título en interpretación pianística. Después de salir de la universidad, prácticamente no toqué el piano durante unos treinta y cinco años. Entonces dije: «Me gustaría grabar algo». Así que conseguimos un arreglista y un productor, y ellos crearon diez arreglos navideños (creo que son diez), y los grabamos con algunos instrumentos en Nashville.
¡Qué alegría fue ofrecer estos villancicos como un regalo al Señor! Tienen como tema «venid y adoremos». Estos villancicos son una invitación a venir, a adorar, a adorar al Salvador que vino a esta tierra para liberarnos de nuestro pecado y reconciliarnos con Dios. De hecho, ese es uno de los villancicos de los que hablaremos estos días, se titula: «Venid, fieles todos», pero repite: «Venid y adoremos a Cristo el Señor».
Además, hay varios villancicos en esta colección (algunos de los cuales comentaremos esta semana) que expresan el anhelo y la esperanza que tenían los creyentes del Antiguo Testamento de ver algún día al Mesías prometido.
Por eso ellos clamaban y oraban: «¡Ven! ¡Ven!». Esto se refleja en muchos de nuestros villancicos navideños, como el villancico que se titula: «Ven, Jesús, muy esperado». Ellos esperaban, anhelaban. Y luego, el villancico con el que comenzaremos hoy, «Oh ven, oh ven, bendito Emmanuel».
Este era el anhelo de los creyentes del Antiguo Testamento: que viniera el Mesías, que se cumplieran las promesas de Dios y que sus esperanzas se hicieran realidad... tal y como sucedió cuando Cristo vino a la tierra.
Ahora, «Oh, ven, oh, ven, bendito Emmanuel» puede que sea el villancico más antiguo que se canta hoy en día. Su origen se remonta al siglo VIII o IX, no sabemos con certeza. Pero el texto proviene de un himno latino de siete estrofas. Cada una de esas estrofas destaca un nombre o título diferente del Mesías en el Antiguo Testamento.
Y esos nombres están tomados de diferentes profetas del Antiguo Testamento, la mayoría de ellos en el libro de Isaías. Un escritor ha dicho que estas estrofas, estos títulos, forman como un papel tapiz de los diferentes tipos de Cristo en el Antiguo Testamento. Voy a leerte los nombres de los títulos de estas siete estrofas, pero no hablaremos de todos ellos.
- El primero: Oh, ven, oh, ven, bendito Emmanuel; un título para Cristo (y ese es el que veremos hoy).
- El segundo: Oh, ven, Sabiduría celestial.
- El tercero: Oh, ven, oh, ven, glorioso Rey de Sión: Adonai, el Señor. Un nombre del Antiguo Testamento para el Mesías.
- El cuarto: Oh, ven, Mesías victorioso (y en la letra original dice «Vástago del tronco de Isaí», y hablaremos de ese mañana).
- El quinto: Oh, ven, Llave de la casa de David (otro nombre que vemos en el libro de Isaías, en el capítulo 22. Hablaremos de este nombre esta semana).
- El sexto: Oh, ven, Amanecer (o Aurora celestial).
- Y finalmente, el séptimo: Oh, ven, Rey de las naciones (o El deseado de las naciones).
Todos estos son nombres, títulos, del Antiguo Testamento para el Mesías, que se cumplieron en Cristo. En este poema, todas las estrofas comienzan con la palabra «Oh». Ahora, el trasfondo, antes incluso de que esto fuera un poema, es que estos siete títulos con la palabra «Oh» delante de cada uno se llaman «antífonas».
«Antífona» significa «decir en respuesta». Entonces, en la semana previa a la Navidad, había servicios nocturnos en los que las personas se reunían y se leían partes de las Escrituras, por ejemplo, el Magnificat de María. Luego, en respuesta («antífona», «responder»), las personas decían: «Oh...», y luego uno de estos nombres: «Oh Emmanuel», «Oh Adonai», «Oh Sabiduría celestial».
Y había uno diferente que era el tema central de cada uno de estos servicios nocturnos durante la semana previa a la Navidad. Esto creaba un espíritu de anhelo y expectación que se iba acumulando a lo largo de la semana y que culminaba el día de Navidad.
Ahora bien, esto es algo interesante que aprendí mientras estudiaba los antecedentes de este himno durante los últimos días. En el texto original en latín, las iniciales de estos siete títulos forman un acróstico que, cuando las lees de atrás hacia delante, dice: «ERO CRAS», que significa «Mañana vendré».
«Mañana vendré» es una sutil imagen de la esperanza de la llegada del día de Navidad. Ahora, no sabemos quién escribió este poema, pero es obvio que fue alguien que conocía muy bien, realmente bien, las Escrituras del Antiguo Testamento.
Cada una de estas estrofas sigue un patrón similar. Primero, le pide al Mesías prometido, llamado por estos diferentes títulos, que venga. Es una invitación, una súplica, un llamamiento para que venga. Y luego le alaba por uno de sus títulos o nombres, y en la mayoría de las estrofas hay una petición relacionada con ese nombre, y en muchas de ellas termina con otro clamor para que venga.
¡Ven! ¡Ven! ¡Ven a visitarnos! Sabemos que cada uno de estos nombres se cumplió cuando Cristo vino a la tierra. Estos títulos expresan quién es Jesús y por qué vino a la tierra. Y, de hecho, al escuchar estos diferentes villancicos durante los próximos días, verás que ese es el tema de muchos de nuestros villancicos navideños más queridos: ¿quién es este Cristo que vino a la tierra y por qué vino?
Ahora, permíteme decir esto: estamos familiarizadas con estos himnos, los conocemos, los amamos y despiertan algo en nuestros corazones. Si conocemos las Escrituras, decimos: «¡Oh, sí! Eso está prometido en el Antiguo Testamento». «¡Oh, sí! ¡Así es Cristo!». «¡Oh, sí! Por eso vino».
Pero hay mucha gente en todo el mundo que canta estos villancicos durante esta época del año, o los escucha (porque es la única época del año en la que se puede hacer referencia a Cristo en algunos lugares públicos), pero la mayoría de estas personas que escuchan y cantan estas canciones no tienen ni idea de lo que significan, ni quién es este Cristo y por qué vino.
Los cantan sin pensar, o los escuchan sin prestar atención. Y qué gran oportunidad, si estuviéramos un poco más familiarizadas con estos villancicos, estos himnos navideños, para estar preparadas para conversar con las personas durante esta temporada sobre quién es Jesús y por qué vino.
Así que espero que al mirar las primeras cuatro estrofas de «Oh ven, oh ven, bendito Emanuel», y luego varios otros villancicos durante los próximos días, tengamos una nueva visión de nuestro Salvador, que Dios encienda en nuestros corazones un nuevo asombro, admiración y amor por Él.
Y que Dios nos dé un nuevo deseo y una nueva carga para compartirlo con aquellos en nuestro lugar de trabajo, con aquellos en nuestras familias, aquellos en nuestros vecindarios, y con aquellos en nuestro mundo que necesitan conocer a Cristo.
Por cierto, hace unos días leí un estudio que decía que un gran número de personas encuestadas en Estados Unidos dijeron que nadie les había dicho nunca lo que significaba ser cristiano, cómo convertirse en cristiano o los beneficios de ser cristiano. Dos tercios o más de los encuestados dijeron: «¡Nadie me lo ha dicho nunca!». Bueno, quizás eso pueda cambiar en los próximos días.
Quizás tú das por sentado que las personas que te rodean ya saben estas cosas. Tal vez tú creciste en la iglesia, pero ellos no. Por eso, pídele a Dios que te muestre a las personas con las que debes compartir la alegría y la maravilla de esta temporada navideña.
Ahora, veamos la primera estrofa, la más conocida, de este himno:
¡Oh, ven, oh, ven, Emmanuel!
De la maldad rescata a Israel,
que llora en triste desolación
y espera ansioso su liberación.
Hablemos de eso durante los próximos minutos. Esta estrofa describe a los hijos de Israel en cautiverio. Ellos estaban cautivos en Babilonia y anhelaban la llegada de un Mesías, un salvador, un libertador que los liberara. Estaban cautivos, estaban en el exilio. Leemos sobre esto en el Antiguo Testamento.
Estaban lejos de su patria, lejos del templo, lejos de su lugar de adoración, lejos de lo que les era familiar. Vivían en un lugar al que realmente no pertenecían. Estaban en una cultura extranjera que no conocía a su Dios, a Yahweh, Jehová, ni honraba a su Dios.
Y la vida era dura. Se encontraban en una existencia secular. ¿Y no se parece eso a lo que vivimos hoy en día? ¿En el exilio? Las Escrituras nos dicen que somos peregrinos, extranjeros, forasteros. No pertenecemos aquí, en esta tierra.
No encajamos. ¿Alguna vez te has sentido así, en tu casa, en tu entorno, como si no encajaras? Este escritor abordó este tema hace siglos, expresando el duelo, el dolor, la tristeza y el anhelo de ser liberados y puestos en libertad.
Podríamos decir que esto también se aplicaba a los judíos cuando eran cautivos en Egipto, cuando eran esclavos en Egipto. Durante 400 años trabajaron, se afanaron, fueron esclavizados, estuvieron bajo el dominio del faraón, estuvieron en cautiverio, estuvieron en el exilio. Clamaron. ¡Anhelaban ser liberados!
Y Dios finalmente les envió un libertador, y cada libertador del Antiguo Testamento que Dios envió era un tipo, una imagen, de ese Libertador final, definitivo, que vendría a rescatar al pueblo de Dios de su cautiverio.
Entonces, el Mesías Prometido era a quien ellos esperaban, aquel que rescataría al pueblo de Dios, que lo redimiría, y que lo liberaría de su cautiverio. Por eso oraban, desde su cautiverio, desde su duelo, desde su exilio solitario: «¡Oh, ven, oh ven, Emmanuel!».
Emmanuel. Este es uno de los títulos del Mesías que encontramos en el Antiguo Testamento. Lo vemos en Isaías, capítulo 7, versículo 14. Permítanme darles un poco de contexto. Seguramente conoces el versículo (lo voy a citar en un momento), pero quizá no conozcas el trasfondo. ¿De dónde proviene este versículo?
Bueno, Acaz era el rey de Judá. El pueblo de Dios estaba siendo amenazado por una alianza de dos ejércitos del norte, Siria e Israel. Y el pueblo de Dios, liderado por el rey Acaz, estaba aterrorizado. El profeta Isaías se presentó ante el rey con una promesa de Dios. Esta era la promesa. Isaías capítulo 7, versículo 14, dice: «Miren, una virgen concebirá».
Ahora, ¡impensable! ¡Imposible! Estamos tan familiarizadas con este versículo que lo decimos como si no tuviera nada de especial. ¡Es maravilloso! ¡Es imposible! «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre [¿cómo le pondrá?] Emmanuel».
«Emmanuel» en hebreo significa «Dios con nosotros». Ahora, imagina lo que esta palabra le habría parecido a un rey aterrorizado por dos naciones poderosas que amenazaban con aniquilarlo. El profeta dice: «Se dará una señal... un milagro, una señal maravillosa… y el nombre de este niño que nacerá será: “Dios está con nosotros”».
Ahora, si Dios está contigo, ¿crees que debes temer a estos dos ejércitos? Esto te da perspectiva. Tienes la certeza de que Dios está contigo. Así que esta promesa del libro de Isaías tuvo un cumplimiento histórico inmediato: porque nació un Niño.
Para ese tiempo, no se sabía exactamente quién era ese niño ni cuáles eran las circunstancias, pero había algo especial e inusual en su nacimiento. Isaías decía que antes de que el niño tuviera edad para razonar, cuando aún fuera pequeño, la alianza entre estas dos potencias amenazantes, se rompería.
Esta señal que Dios dio en los días de Isaías, en los días de Acaz, aseguró al pueblo la presencia de Dios y la liberación venidera.
Pero ahora avancemos setecientos años. Después de la época de Isaías, un ángel se le aparece a una joven virgen en Nazaret y le dice que va a tener un hijo, Mateo 1 dice: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado [setecientos años antes] por medio del profeta: “Miren, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre [¿cuál?] Emmanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”» (vv. 22-23).
Entonces, Dios estaba con Su pueblo en los días de Isaías, y envió una señal para demostrarlo. Dios estaba con Su pueblo en los días de María de Nazaret, cuando el pueblo estaba bajo el yugo del Imperio Romano, y Dios envió a Emmanuel para estar con Su pueblo.
Y Dios está con nosotros hoy. Él ha enviado a Emmanuel, Dios mismo, con nosotros. La venida de Emmanuel a la tierra, la venida de Dios a la tierra, hace toda la diferencia, lo cambia todo en el mundo. No solo para los judíos en el exilio (ya fuera en Egipto o en Babilonia) o los judíos bajo el Imperio Romano, sino para el pueblo de Dios hoy en día. «Dios con nosotros» lo cambia todo.
Por eso, dice el himno: «Oh ven, oh ven, bendito Emmanuel, de la maldad, rescata a Israel, que llora en triste desolación, y espera ansioso su liberación». Hasta que apareció el Hijo de Dios, estábamos en cautiverio, en esclavitud, sometidas a Satanás, al pecado, a nosotras mismas.
La llegada de Emmanuel significa el fin del cautiverio. ¡Hemos sido liberadas! ¡Hemos sido rescatadas, hemos sido redimidas, hemos sido salvadas! Hasta que apareció el Hijo de Dios, estábamos en el exilio. Esa palabra significa «desterrar o expulsar de su propio país u hogar; ahuyentar». ¡Estábamos en el exilio!
Y puede que te preguntes: «Bueno, ¿de dónde fuimos exiliadas?». Bueno, Alfred Lord Tennyson, en su poema «El palacio del arte», dice: «Fuimos exiliados del Dios eterno». Desterrados. Expulsados del corazón y del hogar de Dios, expulsados por nuestro pecado. Eso nos llevó al exilio del Dios eterno. Hasta que apareció el Hijo de Dios, estábamos en el exilio.
Sin embargo, la llegada de Emmanuel significa el fin del exilio. Ya no estamos distanciadas. Ya no estamos separadas de Dios. Ya no estamos separadas unos de otros. Efesios 2:19 dice: «Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios».
A través de Emmanuel, hemos sido traídas de vuelta a casa desde el exilio, ¡de vuelta al corazón y hogar de Dios!
Hasta que apareció el Hijo de Dios, como nos dice esta estrofa, estábamos solas: «Llorábamos en triste desolación». Estábamos separadas, alejadas de Dios y de los demás. Pero la llegada de Emmanuel significa el fin de la soledad.
Puede que seas una madre soltera, una viuda, una mujer de cincuenta años que nunca se ha casado y que anhela compañía, anhela que alguien esté a tu lado. Puede que vivas en una casa enorme llena de gente y sigas sintiéndote sola y alienada porque, tal vez, las personas con las que compartes tu hogar no comparten tu fe ni tu amor por Cristo.
Te sientes alejada, separada, sola. Hay muchas personas solas durante las fiestas, ¿verdad? Algunas de ellas están sentadas hoy escuchando mi voz. Pero la llegada de Emmanuel significa el fin de la soledad. ¡Dios está con nosotros!
Y como dijo Cristo, el mismo Emmanuel, cuando ascendió al cielo, Él les aseguró a sus discípulos, que estaban aterrorizados, angustiados, afligidos y no querían estar sin Él, Él les dijo: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
¡Emmanuel, Dios con nosotros! Él vive en ese hogar contigo. Vive en ese asilo contigo, o en ese centro de asistencia, o en esa residencia universitaria donde sientes que estás nadando contra corriente sola con tu fe en el Señor. ¡Dios está contigo! Emmanuel está contigo hasta el fin de los tiempos.
Hasta que apareció el Hijo de Dios, teníamos motivos para llorar. Israel lloraba en triste desolación. Éramos miserables; nuestra situación era desesperada. Pero la llegada de Emmanuel significa que podemos regocijarnos. No lloramos como los que no tienen esperanza.
Sí, vivimos con tristeza, enfermedad y dolor en este mundo. Lo veremos una y otra vez como tema recurrente en estos villancicos durante los próximos días. Pero en medio del dolor, en medio de la enfermedad, en medio de la tristeza, tenemos una seguridad. ¡Tenemos fe en que Emmanuel ha venido!
El estribillo, o el coro, de este gran villancico dice: «¡Cantad! ¡Cantad! Pues vuestro Emmanuel vendrá a ti muy pronto, Israel». Ahora, cuando los judíos del Antiguo Testamento oraban, esto era una declaración de fe: Emmanuel vendrá; Dios estará contigo; Dios vendrá, oh Israel. Los creyentes del Antiguo Testamento esperaban con ansias la venida del Mesías para liberarlos del cautiverio.
Como creyentes del Nuevo Testamento, miramos hacia atrás con fe y gratitud, porque Emmanuel ha venido. Él nos ha liberado de nuestro pecado. Y, sin embargo, en cierto sentido seguimos estando en el exilio. Este mundo no es nuestro hogar. Somos extranjeros, peregrinos, forasteros. Vivimos en un mundo caído y maldito por el pecado.
Las Escrituras dicen en Romanos capítulo 8, que la creación entera, gime y sufre dolores de parto, esperando nuestra redención final. Anhelamos que Emmanuel regrese a la tierra. Y por eso oramos y cantamos: «Oh ven, oh ven, bendito Emmanuel, de la maldad, rescata a Israel, que llora en triste desolación, y espera ansioso su liberación».
Pero lo cantamos con esperanza, con gratitud, con fe, con alabanza, porque Emmanuel ha venido y volverá por su pueblo.
Débora: Creo que después de este episodio, la próxima vez que escuches la canción «Oh, ven, oh, ven, bendito Emmanuel», sabrás mucho más sobre los antecedentes de este villancico. Durante toda esta semana y la próxima, ella nos enseñará los villancicos que grabó y compiló en un álbum musical titulado Come Adore (Venid y adoremos, en español).
¿Recuerdas lo que dijo Nancy antes?
Nancy: Un gran número de personas encuestadas en Estados Unidos dijeron que nadie les había dicho nunca lo que significaba ser cristiano, cómo convertirse en cristiano o los beneficios de ser cristiano. Dos tercios o más de los encuestados dijeron: «¡Nadie nos lo ha dicho nunca!».
Débora: En Aviva Nuestros Corazones, estamos tratando de hacer algo al respecto. Tenemos la misión de hablarles a las mujeres sobre la alegría de conocer a Cristo y cómo conocerlo. Queremos mostrarle al mundo la belleza de vivir el evangelio. Y, Nancy, es muy alentador escuchar sobre mujeres que están descubriendo eso.
Nancy: Permítanme darles un ejemplo: en un correo electrónico que recibí de una mujer llamada Virginia, ellas nos contaba que a los sesenta y siete años comenzó a asistir a una nueva iglesia con su esposo, una iglesia donde enseñan la Biblia y donde algunas personas le hablaron sobre Aviva Nuestros Corazones.
Ahora está leyendo libros de Revive Our Hearts, libros como: Las mentiras que las mujeres creen y Mujer Verdadera 101: Diseño Divino. Ella dice:
«El Señor está haciendo una obra maravillosa que nunca imaginé posible. Tengo sesenta y siete años. He cargado con mucho peso, he creído demasiadas mentiras y he pagado el precio por ello».
Pero ahora, Virginia está descubriendo lo que significa experimentar y vivir la belleza del evangelio. Y sesenta y siete años no es una edad demasiado avanzada para que Virginia sea utilizada por Dios para guiar a otras mujeres más jóvenes, para edificar el reino de Dios y para mostrar Su poder a través de su vida.
Estoy muy agradecida de que Aviva Nuestros Corazones haya podido ayudarla en este proceso. La razón por la que podemos invertir en mujeres como Virginia es gracias a oyentes como tú, que apoyan económicamente este ministerio.
Débora: Amén. Muchas gracias por disponer tu corazón a ofrendar y bendecir a muchas mujeres en el mundo.
Hay una frase muy interesante en el himno «Oh ven, oh ven, bendito Emmanuel». Habla de la llave de la casa de David. ¿Qué significa eso? Nancy nos dirá mañana aquí, en Aviva Nuestros Corazones. Aquí está ella para concluir el episodio de hoy en oración.
Nancy: Gracias, Señor, por la maravilla de este nombre, Emmanuel: ¡Dios con nosotros! Mientras cantamos esto durante estas semanas, que nuestros corazones clamen: «Oh Señor, gracias por haber venido a redimir y rescatar a Tu pueblo. ¡Nos regocijamos por eso! Y luego, danos esperanza y alabanza mientras clamamos: «Oh, Señor, ven. ¡Vuelve por Tu pueblo! Vuelve, y redímenos, y rescátanos de este mundo caído, para que seas alabado». En el nombre de Jesús, nuestro Emmanuel, amén.
Débora: Invitándote a «venir y adorar», y a encontrar libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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