Una mujer firme en su fe
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Se necesita valentía para ser una mujer de Dios. Se necesita fuerza para ir contra la corriente del pensamiento de este mundo y rechazar las formas de pensar erróneas y engañosas que este mundo nos ha impuesto para decir: «Voy a amar a mi esposo. Voy a amar a mis hijos. Voy a ser una buena ama de casa». Eso requiere fuerza y valentía.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Adornadas: Viviendo juntas la belleza del evangelio», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de septiembre de 2025.
Durante las últimas semanas, hemos estado escuchando sobre una mujer que trabaja duro. Tiene buen sentido para los negocios. Proporciona ropa apropiada a su familia y los prepara para el futuro. Esta mujer se describe en Proverbios 31, y …
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Se necesita valentía para ser una mujer de Dios. Se necesita fuerza para ir contra la corriente del pensamiento de este mundo y rechazar las formas de pensar erróneas y engañosas que este mundo nos ha impuesto para decir: «Voy a amar a mi esposo. Voy a amar a mis hijos. Voy a ser una buena ama de casa». Eso requiere fuerza y valentía.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Adornadas: Viviendo juntas la belleza del evangelio», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 23 de septiembre de 2025.
Durante las últimas semanas, hemos estado escuchando sobre una mujer que trabaja duro. Tiene buen sentido para los negocios. Proporciona ropa apropiada a su familia y los prepara para el futuro. Esta mujer se describe en Proverbios 31, y Nancy ha estado analizando este pasaje. No olvides que puedes escuchar cualquier episodio que te hayas perdido en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones, o en nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com.
Al estudiar este capítulo de las Escrituras, tú puedes llegar a ser cada vez más como la mujer de la que se habla, sin importar lo débil y desanimada que te puedas llegar a sentir. En el episodio de hoy, Nancy te explicará cómo.
Nancy: Estoy muy agradecida por quienes se toman el tiempo de escribir a Aviva Nuestros Corazones, y nos cuentan cómo Dios está usando este ministerio en sus vidas, y cómo están creciendo.
También estoy muy agradecida por quienes nos escriben y comparten con nosotras sus luchas porque me ayuda a saber cómo orar por aquellas personas que escuchan este programa y que escuchan este ministerio, y también puedo conocer cuáles son algunas de las áreas sensibles.
Sé que si una mujer escribe y dice: «Estoy luchando con esto», probablemente representa a muchas más que quizás estén lidiando con algunos de los mismos problemas. Y mi corazón late con las mujeres que escriben y comparten algunos de los problemas principales que enfrentan en su caminar con el Señor.
Y, por cierto, cuando leo estas historias en Aviva Nuestros Corazones, quiero que sepas que tenemos el permiso para hacerlo. Pedimos permiso antes de leer algo como lo que te voy a compartir de una mujer que escribió recientemente. Ella escribió:
«Anoche no pude dormir. Llevo despierta desde las 2 a. m. y ya son las 3: 45 a. m. Mi mente no para de pensar en todos mis problemas. Mi casa es como un pozo sin fondo, con gastos interminables: los autos, las finanzas, los niños. Pareciera que la preocupación, el cansancio, la presión, no tienen fin.
Pero hay una voz dentro de mí, del Espíritu Santo, que me dice: “No dejes que la preocupación te domine. Puedes confiar en Mí”. [El Señor está hablando a su corazón] Pero me cuesta acercarme a Él y contarle mis problemas, aunque sé que ya los conoce. Se siente tan lejano. Sé que debería acudir al Señor, pero no puedo superar mi miseria y mi forma de vivir».
Sigue diciendo: «Soy una cristiana tan horrible que apenas siento que puedo llamarme como tal. No paso tiempo con Dios; más bien, huyo de Él. Estoy esclavizada por comer en exceso y por los hábitos que he permitido en mi vida, como quedarme despierta hasta tarde y sentirme muy cansada todo el tiempo. Me siento abrumada por todo lo que la vida me ha echado encima. Sé que no puedo con todo. Mi esclavitud me mantiene derrotada. No veo que pueda liberarme de esto ni ahora, ni nunca.
A veces he tenido éxito, me he acercado más al Señor, pero luego vuelvo a caer en el lugar donde odio estar. No doy los pasos que sé que debo dar para cambiar, y me siento impotente para hacerlo».
Y te pregunto: ¿sientes que tú podrías haber escrito al menos una parte de este correo electrónico? Yo sí. Ella continúa diciendo:
«Me siento horrible y deprimida por el mal ejemplo que le estoy dando a mis hijos. Les exijo a ellos más de lo que les doy. Llevo años estancada así. Me pregunto si alguna vez podré salir de esto. Creo que “derrotada” es la palabra que define mi vida en este momento. Me siento vacía, desgastada y agotada. Parece que no tengo fuerzas. Siento que el camino es demasiado largo para mí. Empecé este camino con Dios hace veintidós años con mis pies firmemente plantados y ahora siento como si me estuviera hundiendo en arena movediza».
Mientras leía el correo de esta mujer, me di cuenta de que ella representa a tantas mujeres hoy, para quienes la palabra que las describen sería «derrotada», desanimadas, vacías, frustradas; intentan salir de ese pozo y a veces sienten que se hunden aún más.
Entonces, al escuchar a esta mujer y sentir que todo se derrumba a su alrededor, ¿cómo pasamos de sentirnos, como ella, derrotadas, frustradas, abrumadas y estancadas en la vida por nuestra casa, por nuestras finanzas, por nuestros hijos? ¿Cómo pasamos de sentirnos así y cómo salimos de esos momentos, de esos días, de esas etapas de la vida, para convertirnos en la mujer de la que hemos estado leyendo en Proverbios 31?
Hoy llegamos al versículo 25, que nos presenta la imagen de una mujer muy diferente a la que acabo de leer en ese correo electrónico. El versículo 25 nos dice:
«Fuerza y dignidad [o fuerza y honor] son su vestidura [la vestidura de esta mujer noble, virtuosa, que teme al Señor] y sonríe al futuro».
Aquí tenemos la descripción de la vestimenta de esta mujer. En el pasaje no se dice mucho sobre lo que ella lleva puesto, pero hay algo muy claro sobre las prendas más importantes de su armario. Si entras en el armario de esta mujer y le preguntas: «¿Cuáles son las prendas más importantes que tienes?», ella te responderá que son la fuerza y dignidad; el honor.
Ahora, la palabra «fuerza» a veces se traduce en el Antiguo Testamento como «audacia, poder, poderío». ¿Alguna vez has cometido el error de pensar que una mujer piadosa es una mujer débil y cobarde? ¿Una mujer débil?
¿No es esa la caricatura que el movimiento feminista les ha dado a las mujeres cristianas? Sin embargo, cuando leo este pasaje, ese no me parece ser el caso. De hecho, sabes que se necesita valentía para ser una mujer de Dios. Se necesita fuerza para ir contra la corriente del pensamiento de este mundo y rechazar las formas de pensar erróneas y engañosas que este mundo nos ha impuesto para decir: «Voy a amar a mi esposo. Voy a amar a mis hijos. Voy a ser una buena ama de casa». Eso requiere fuerza y valentía. Poder, valor.
La fuerza y la dignidad son su vestidura. Ella no es una mujer débil, sino una mujer valiente. Es una mujer audaz. Ella es fuerte en el Señor. La fuerza, la dignidad, el honor, son su vestidura.
La palabra «dignidad» (honor), a veces se traduce como «majestad, excelencia, gloria». Ella es una mujer de honor y dignidad. De hecho, permíteme leerte este versículo en la versión Amplificada en inglés. Dice: «Fuerza y dignidad son su vestimenta, y su posición es firme y segura; ¡ella se regocija por el futuro [los últimos días o el tiempo por venir, sabiendo que ella y su familia están preparados para eso]!».
Esto habla del carácter interior de una mujer. Esa es su vestimenta. Eso es lo que más le importa. Esta es una mujer que no es débil ni quejumbrosa. No es una persona que consume energía, sino que da energía. Ella no se deja controlar por las circunstancias.
Sabemos que nuestro esposo, por muy piadoso que sea, y por muy gran hombre que sea, es solo un hombre. Tiene debilidades y limitaciones, y ella tiene que vivir con él. Ella vive con sus hijos que no son ejemplares, porque los niños también son pecadores, y necesitan ser educados. Necesitan disciplina y ser instruidos en los caminos del Señor.
Entonces, ella vive en su hogar con los mismos problemas que tú vives en el tuyo, pero no se deja controlar por esas circunstancias, independientemente de cómo responda su esposo. Él llega a casa después de un día duro de trabajo y quiere que se satisfagan sus necesidades, y tal vez se muestra un poco egoísta porque ha estado trabajando todo el día y ahora quiere recibir algo a cambio. Me refiero a que el matrimonio de esta mujer, es un matrimonio real, igual que el tuyo.
Sin embargo, en medio de esas presiones y circunstancias, esta mujer está revestida de fuerza y dignidad, honor. Ella no está controlada por sus circunstancias, sino por el poder del Espíritu de Dios que hay en ella y que le da la fuerza para responder con amabilidad y gracia cuando sus hijos adolescentes se comportan como adolescentes, cuando su esposo se comporta como un adolescente, y cuando ella misma tiene ganas de comportarse como una adolescente. No importa en qué momento del mes se encuentre; no importa lo que esté sucediendo a su alrededor. Ella está revestida de fuerza y honor.
Ahora, eso no significa que no cometa errores. Tampoco significa que no falle. Ella lo hace, pero sabe cómo levantarse, confesar su pecado, apropiarse del perdón de Dios y seguir adelante.
Ella no se revuelca en su fracaso. Sí, cometió un error. Sí, dijo algo que no debió haber dicho. Pero vuelve atrás y lo corrige. Ella busca el perdón. Esa es una mujer revestida de fuerza y dignidad.
Cuando pienso en una mujer así, pienso en María, la madre de Jesús, la madre del Señor. Hay una pequeña descripción que se nos da en Juan, capítulo 19, en la cruz del Calvario, en la cruz de Cristo. Aquí tenemos a una mujer cuyo hijo, su primogénito, está siendo crucificado, que era la forma de ejecución más dolorosa conocida por el hombre en aquella época.
Ella sabe que Él es perfecto, que nunca ha hecho nada malo. Y, sin embargo, ahí está, expuesto, desnudo, avergonzado, humillado ante los ojos del mundo, muriendo como un delincuente común, y sin haber hecho nada para merecerlo. Y allí está su madre. Y podríamos esperar encontrar a una mujer sumida en un mar de lágrimas e histeria al pie de la cruz. Pero no es así.
Nosotras sabemos lo que nos dice Juan en el capítulo 19: «Junto a la cruz estaba su madre, María» (v. 25). Esa pequeña palabra «estaba», ella estaba allí, al pie de la cruz. Ahora, ¿está triste? ¡Sí! ¿Está afligida? Claro. ¿Está perpleja? ¡Por supuesto! ¿Entiende completamente lo que está sucediendo? Probablemente no. Pero, ¿está controlada por las circunstancias? No. ¿Está controlada por el poder del Espíritu de Dios? ¡Sí!
Por eso es capaz de permanecer firme, revestida de fuerza y dignidad, en medio de circunstancias que a muchas de nosotras, como mujeres, nos llevarían a un estado de histeria convulsiva. Ella no se sintió abrumada porque había un poder dentro de ella, como mujer virtuosa, un poder de fuerza, honor y dignidad.
También pienso en Rut. Rut perdió a su esposo, a su cuñado y a su suegro. Luego, ella y su amargada suegra se mudaron de Moab a Israel, donde ella sabía que enfrentaría prejuicios raciales, porque los judíos no simpatizaban con los moabitas. Ella sabía que enfrentaría un futuro incierto como viuda en una cultura que no tenía lugar para las viudas.
Ella era además una mujer pobre. El hecho de que trabajara en la cosecha de la cebada, que era el cultivo de los pobres, lo dice todo. No era más que una espigadora. Apenas podía subsistir, apenas ganaba lo necesario para vivir. Ella tenía que trabajar muy, muy duro.
Y nos imaginamos a alguien como Rut, un modelo de mujer, una mujer hermosa, pero tenía las manos ásperas y la piel áspera porque había trabajado duro en ese campo de cebada. Sin embargo, Rut era una mujer revestida de fuerza y honor, porque conocía a Jehová, al Señor, y sabía cómo era Él; sabía que se podía confiar en Él. Y esa es la clave de la segunda parte de este versículo: «Y sonríe al futuro».
«Fuerza y dignidad son su vestidura, y sonríe al futuro».
¿No te alegra saber que la risa es parte de ser una mujer virtuosa? Ser capaz de disfrutar de la vida, ser capaz de reírse de las cosas divertidas y agradables.
La Nueva Traducción Viviente dice: «Se ríe sin temor al futuro». Me gusta esa palabra: «reír». Y creo que necesitamos que nos lo recuerden. Como mujeres, nos vemos tan atrapadas en nuestras frustraciones diarias y las realidades que enfrentamos en la vida en las que tendemos a ponernos tensas.
Ahora, quizás debería hablar solo por mí misma. Quizás a lo mejor nunca te pasa. Pero me doy cuenta de que cuando tengo plazos que cumplir, cuando estoy bajo presión, y últimamente he estado trabajando en un libro y tengo que cumplir algunos plazos y prepararme para unas sesiones de grabación, me doy cuenta de que, cuando estoy bajo presión, a menudo no soy muy agradable.
Me pongo tensa y me obsesiono con mis circunstancias y con lo que sucede a mi alrededor. Creo que a veces, cuando la gente me mira y si no conocen al Señor, podrían pensar: «Bueno, si eso es lo que significa ser cristiana, no estoy seguro de querer serlo». Yo quisiera ser el tipo de mujer que hace que los demás piensen que conocer a Cristo y servirle es lo mejor del mundo. Pensar en este versículo me ha recordado lo importante que es eso.
Algunas de ustedes, como madres, tienen muchos hijos pequeños, otras tienen adolescentes, otras educan a sus hijos en casa, otras llevan una verdadera carga en su corazón por sus hijos mayores y su condición espiritual. Es correcto llevar esas cargas. Pero al hacerlo, asegúrate de estar bajo el yugo de Cristo y de dejar que Él lleve esa carga contigo, para que las personas no empiecen a mirarte y piensen que si eso es lo que significa ser madre, no quisieran serlo nunca.
Es importante que tu esposo y tus hijos tengan una esposa y una madre que ve la vida con alegría. Ahora, eso no significa que todo en la vida sea alegría, diversión o felicidad.
Hay muchas cosas en la vida que son tristes. Y hay muchas cosas en la vida que son difíciles. Todo tiene su equilibrio, pero creo que algunas de nosotras nos tomamos las cosas demasiado en serio y nos agobiamos mucho. Quizás estoy hablando desde mi propia tendencia, necesito recordar que la mujer que se viste con fuerza y dignidad puede regocijarse al mirar hacia el futuro. Puede estar alegre, reírse, al pensar en lo que está por venir.
Yo tiendo a preocuparme y a sentirme presionada por cosas que aún no han sucedido. Miro mi agenda para los próximos ocho o nueve meses y me pongo tensa, nerviosa, solo de pensar en lo que se avecina y que aún no ha llegado. Pero si estoy revestida de la fuerza, la dignidad y el honor que provienen de estar en la presencia del Señor, entonces puedo mirar al futuro con calma, con paz, con alegría y con anticipación.
Tu esposo y tus hijos necesitan una esposa y una madre alegre en casa. Ahora, no todos los momentos son momentos para estar alegres. Así que hay que encontrar el balance, porque algunas de nosotras rara vez estamos alegres.
Por eso me encantan las personas como mi amiga Suzanne, que me hace sonreír. Ella es una persona que anima a los demás. Es una mujer alegre. Sé que Suzanne y Don han pasado por momentos difíciles en su familia. Y, Suzanne, sé que hay cosas difíciles en tu vida, pero has encontrado en el Señor una alegría que admiro y envidio, y que yo también quiero. Deseo que esa alegría describa mi caminar con el Señor.
Entonces, tenemos aquí una mujer segura de sí misma. Está libre de miedo; está libre de temor por el futuro; está libre de ansiedad y de las preocupaciones.
Hace un tiempo recibí un correo electrónico de una mujer que decía:
«Soy una madre muy protectora… Mejor dicho, una madre sobreprotectora. Te escuché recientemente en Aviva Nuestros Corazones citar el Salmo 127:1, que dice: “Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia”. Explicabas que lo mismo se aplica a nuestros hijos.
¡Guau!, sentí como que una luz se encendió sobre mí. No le he confiado a Dios la seguridad de mis hijos y me he arrepentido de ese pecado. [¡Esta mujer lo llamó pecado! Lo reconoció por lo que era. Ella siguió diciendo:] Me siento mucho más tranquila, porque me di cuenta de que Dios es mucho más grande que yo y que Él puede proteger a mis hijos mucho más allá de lo que yo jamás podría».
Aquí tenemos a una madre que, cuando se fijó solo en ella misma y en sus circunstancias, se asustó, y al asustarse, se volvió sobreprotectora. Ahora, tú tienes un papel protector en las vidas de tus hijos. Pero hay un punto en el que puedes empezar a agobiarlos y a ser una controladora. Cuando tienes miedo, la tendencia es a convertirte en una persona controladora.
Pero la mujer de Dios, que es una mujer virtuosa, una mujer de carácter noble que teme al Señor, no tiene que temer al futuro. Ella está libre del miedo. Está libre de la ansiedad. Está libre de preocupaciones, así que no tiene que estar siempre arreglando todo y a todos a su alrededor. No tiene que controlar sus circunstancias porque sabe que Dios está en control de sus circunstancias.
Conozco a muchas mujeres que viven con miedo. Todas tenemos momentos en los que sentimos miedo, pero conozco a algunas mujeres que se caracterizan por el miedo. Le temen al clima, y siempre necesitan asegurarse de que no se avecina una tormenta, un tornado, un huracán o cualquier otra cosa. Le temen a la ruina financiera. Vivimos en una época de incertidumbre económica. Hay muchos despidos laborales. También hay mujeres que viven con el miedo de no saber si ellas y sus familias podrán llegar a fin de mes. Temen por la seguridad de sus hijos.
Esta mujer, la mujer revestida de fortaleza y dignidad que proviene de Dios, no tiene que vivir con esos temores. Ahora, eso no significa que no vayan a surgir problemas.Sin duda vendrán. Sin embargo, ella sabe que hay un Dios en el cielo que controla el clima, controla el medio ambiente, controla sus circunstancias, y que es más capaz que ella, de cuidar de ella, de su esposo y de sus hijos, y de satisfacer sus necesidades.
Entonces, como resultado, ella puede relajarse. Puede sonreír. Puede mirar con alegría hacia el futuro.
Oh, Señor, necesitamos confesarte que muchas veces vivimos con miedo, con pánico, con preocupación, en lugar de vivir con confianza, alegría y paz. Es una necedad pensar que podemos controlar nuestras circunstancias. No podemos controlar el clima; no podemos controlar a nuestros hijos; no podemos controlar nuestra salud; no podemos controlar nuestras finanzas en gran medida. Pero conocemos a Alguien que sí puede y que lo hace.
Gracias por ser digno de nuestra confianza. Podemos fijar nuestros ojos en Ti para que controles nuestro futuro y todo lo que nos preocupa. Señor, haznos mujeres que nos regocijamos, y que estamos llenas de alegría, que nos reímos cuando miramos al futuro. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Si te has sentido tentada por el miedo, espero que el mensaje de hoy, tomado de Proverbios 31, te haya animado a empezar a mirar hacia el futuro con esperanza.
Para ayudarte a recordar la verdad del buen plan de Dios para tu vida, puedes obtener una copia del folleto titulado Retrato Bíblico de la Mujer, de Nancy DeMoss Wolgemuth. En este folleto, ella habla sobre cómo fuiste diseñada para glorificar a Dios y cómo puedes abrazar la forma en que Dios te creó como mujer. El contenido de este folleto es una parte fundamental de nuestro mensaje aquí en Aviva Nuestros Corazones, ya que queremos ayudar a las mujeres de todo el mundo a prosperar en Cristo mientras se deleitan en Su diseño.
Con tu donación a este ministerio, puedes obtener una copia de «Retrato Bíblico de la Mujer». Está disponible este mes como agradecimiento por tu apoyo. Así que visítanos en Avivanuestrocorazones.com para adquirirlo.
Hoy hemos hablado un poco sobre ser mujeres valientes. Eso es muy importante, especialmente cuando nos vemos tentadas por el miedo en tantos aspectos. En el próximo episodio, Nancy hablará sobre mirar al futuro con alegría en lugar de hacerlo con miedo.
Terminemos nuestro tiempo con una última historia de Nancy, de la serie «Enfrenta el futuro con gozo». Puedes escuchar la serie completa visitando AvivaNuestrosCorazones.com
Nancy: Perpetua era una joven de veintidós años que fue martirizada a finales del siglo II en la ciudad de Cartago, en el norte de África. Tenemos un relato detallado de su martirio basado en el diario que llevó hasta el día de su ejecución, y luego tres relatos de testigos presenciales que se escribieron poco después de su muerte. Al leer estos relatos, se muestra a una mujer de fortaleza, dignidad y gozo, incluso frente a pruebas insoportables.
Perpetua provenía de una familia rica. Su padre era un noble. Él la amaba mucho, pero no era creyente, y eso le hizo la vida difícil en algunos momentos a Perpetua. Ella estaba casada y tenía un hijo pequeño. Perpetua y su hermano Sátiro fueron arrestados por su profesión de fe en Cristo.
Junto con ellos fue arrestada una esclava llamada Felicitas, quien estaba embarazada de ocho meses. Fueron encarcelados junto con otros y condenados a morir en la arena. Mientras esperaban la ejecución, dice la historia que Perpetua cuidó de los otros prisioneros y los animó a no tener miedo de sufrir por Cristo.
El padre de Perpetua venía a menudo a la prisión, y a veces, traía a su hijito en brazos. Él le suplicaba que renunciara a su fe para que su vida pudiera salvarse. Aquí hay una parte de su diario donde ella dice:
«Cuando estaba en manos de los perseguidores, mi padre, en su tierna solicitud, se esforzaba por disuadirme, por alejarme de la fe.
“Padre mío”, le dije, “mira este cántaro. ¿Podemos llamarlo por otro nombre que no sea cántaro?”.
“No”, me dijo.
“Tampoco yo puedo llamarme por otro nombre que no sea el de cristiana…”.
“Hija”, le dijo, “ten piedad de mis canas, ten piedad de tu padre. No me entregues a la desgracia. Mira a tus hermanos, a tu madre y a tu tía. Mira a tu hijo, que no puede vivir sin ti. No nos destruyas”.
Así habló mi padre besándome las manos y arrojándose a mis pies. Y lloré a causa de mi padre, porque él era el único de toda mi familia que no se regocijaría en mi martirio. Así que lo consolé, diciéndole: “En esta prueba se llevará a cabo lo que Dios determine. No estamos bajo nuestra propia custodia, sino bajo la de Dios”».¹
Dos días antes de la ejecución de los cristianos, Felicitas dio a luz a una niña. La última comida de los prisioneros juntos se celebró en la víspera del cumpleaños del emperador, ya que iban a ser sacrificados al día siguiente. Celebraron su última comida como una «fiesta de amor». El carcelero vio la fuerza espiritual y la dignidad de sus prisioneros y quedó tan impresionado por todo el asunto, que terminó entregando su corazón a Cristo.
El día siguiente, 7 de marzo del año 202, Perpetua y sus cuatro compañeros fueron conducidos a la arena. Se nos dice que esta joven lucía radiante y de espíritu animado. Sin dudarlo, entró en el estadio y se negó a usar los trajes paganos y religiosos con los que los funcionarios romanos intentaban vestir a los prisioneros condenados como símbolo de que estaban siendo ofrecidos como sacrificios a los dioses.
La multitud exigió que los cristianos fueran azotados. Entonces un jabalí, un oso y un leopardo fueron lanzados sobre los hombres, y las mujeres fueron atacadas por un toro salvaje. Perpetua fue arrojada, sacudida y luego corneada por el toro, pero de alguna manera logró sobrevivir. Llamó a los demás a mantenerse firmes en la fe y a amarse unos a otros.
En ese momento, un joven gladiador intentó matarla a puñaladas con su espada, pero su primer golpe falló. Entonces el relato del testigo presencial es que ella guió la mano temblorosa de este joven gladiador a su propia garganta para el segundo golpe fatal, y luego fue escrito: “Ella y sus compañeros fueron a la muerte con gozo y corazones ligeros”, gozo y corazones ligeros».¹, ²
«No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa escarlata… Fuerza y dignidad son su vestidura, y sonríe al futuro». «Se ríe del porvenir». Tiene gozo en el porvenir.
Débora: Animándote a confiar en Dios con tu vida, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 http://www.stfelicitas.com/patronaint.html
2 El relato de Perpetua aparece en Davis, William Stearns, Readings in Ancient History vol. II (1913); Duruy, Víctor, Historia de Roma y del Pueblo Romano (1883); Gibbon, Edward, La historia de la decadencia y caída del Imperio Romano (1896-1902). "Muerte de un mártir, 203 dC" EyeWitness to History, www.eyewitnesstohistory.com (2004).
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