Vigila la marcha de tu casa
Débora: Proverbios 31:27 dice que la mujer que teme al Señor «Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad». Nancy DeMoss Wolgemuth lo explica.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Esta es una mujer que, al vigilar la marcha de su casa, está atenta a los detalles de lo que pasa en su familia. Pero no para controlar a su familia, sino para ser una mejor sierva de su familia, y así poder atender mejor sus necesidades.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Retrato bíblico de la mujer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de septiembre de 2025.
Durante las últimas semanas, hemos estado recorriendo con Nancy el capítulo 31 del libro de Proverbios. A modo de repaso, permíteme leerte Proverbios 31:10-27. Dice la Palabra del Señor:
«Mujer hacendosa, ¿quién …
Débora: Proverbios 31:27 dice que la mujer que teme al Señor «Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad». Nancy DeMoss Wolgemuth lo explica.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Esta es una mujer que, al vigilar la marcha de su casa, está atenta a los detalles de lo que pasa en su familia. Pero no para controlar a su familia, sino para ser una mejor sierva de su familia, y así poder atender mejor sus necesidades.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Retrato bíblico de la mujer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de septiembre de 2025.
Durante las últimas semanas, hemos estado recorriendo con Nancy el capítulo 31 del libro de Proverbios. A modo de repaso, permíteme leerte Proverbios 31:10-27. Dice la Palabra del Señor:
«Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas.
En ella confía el corazón de su marido, y no carece de ganancias.
Ella trae bien y no mal todos los días de su vida.
Busca lana y lino, y con agrado trabaja con sus manos.
Es como las naves de mercader, trae su alimento de lejos.
También se levanta cuando aún es de noche, y da alimento a los de su casa
y tarea a sus doncellas.
Evalúa un campo y lo compra; con sus ganancias planta una viña.
Ella se ciñe de fuerza y fortalece sus brazos.
Nota que su ganancia es buena, no se apaga de noche su lámpara.
Extiende sus manos a la rueca, y sus manos toman el huso.
Extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado.
No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa escarlata.
Se hace mantos para sí; su ropa es de lino fino y púrpura.
Su marido es conocido en las puertas de la ciudad, cuando se sienta con los ancianos de la tierra.
Hace telas de lino y las vende, y provee cinturones a los mercaderes.
Fuerza y dignidad son su vestidura, y sonríe al futuro.
Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua.
Ella vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad».
Nancy está a punto de enseñar sobre el versículo 27. Pero antes de que ella comience, vamos a escuchar a un querido hermano y amigo de Aviva Nuestros Corazones, Bob Helvey. Hace varios años, cuando Nancy se preparaba para enseñar sobre Proverbios 31, Bob le dedicó este homenaje a su esposa, Kathy. Él quería que supiéramos cómo la vida de ella había ejemplificado el versículo que veremos el día de hoy. Escuchemos.
Bob Helvey: «Ella vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad». Eso está en Proverbios 31:27. A primera vista, el versículo 27 no parece especialmente halagador. No es uno de los versículos de Proverbios 31 que más destaca o que se cita con frecuencia. Pero, dice mucho en relación con mi esposa Kathy, la madre de mis tres hijos.
Hace más de diecisiete años, nuestra segunda hija, Stephanie, nació con autismo. En aquel entonces, no se nos dio un diagnóstico claro hasta que Steph tenía aproximadamente un año. Pero Kathy sintió que algo andaba mal desde el primer día. Sería deshonesto de mi parte decir que no nos sacudió como familia hasta lo más profundo.
Me encantaría decir que por fe nos armamos de valor y aceptamos esta prueba con sumo gozo, como dice Santiago 1:2. Sin embargo, francamente, estábamos devastados.
En ese tiempo estábamos en Australia participando en la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, a miles de kilómetros de nuestros padres y amigos cercanos. Estábamos confundidos, consternados e incluso asustados. Y, para ser sinceros, en esos primeros días hubo momentos en los que nos enojamos con Dios. Pero, con el tiempo, a través de la oración y el estudio de la Palabra, y con el apoyo de nuestros amigos y algunas lágrimas, comenzamos a aceptarlo poco a poco.
Ahora, el dar gracias a Dios, no llegó hasta muchos años después, cuando empezamos a entender por qué Dios permite que estas cosas les sucedan a aquellos que confían en Él. Pero una vez que Kathy estuvo dispuesta a aceptar el autismo de Stephanie como un regalo de un Dios que ella sabía que era soberano y amoroso, se volcó de lleno en eso, como dicen en Australia.
En un año, Kathy leyó todo lo que pudo encontrar sobre el autismo. En poco tiempo, sabía más que nuestros pediatras. No solo se puso en contacto con las organizaciones estadounidenses que se ocupaban del autismo, sino que fue directamente a lo más alto. Habló con los presidentes y los fundadores. Cuando regresamos a Estados Unidos por un permiso laboral, cuando Steph tenía unos dos años, ya Kathy tenía citas médicas con los doctores y terapeutas más destacados en este campo.
No exagero cuando digo que creo que, en aquellos primeros días, Kathy se convirtió en una de las personas sin formación específica más informadas sobre el autismo de todo el país, en serio. Pero lo más sorprendente es que no se ha cansado, ni ha postergado sus esfuerzos, ni se ha rendido en los diecisiete años de vida de Stephanie.
Como resultado, Stephanie está integrada en la escuela secundaria pública y tiene un alto nivel de funcionamiento para ser una joven con autismo. Y Kathy hacía todo esto mientras criaba a otros dos hijos y era la mejor esposa que un hombre podría pedir.
Kathy ha vigilado muy bien la marcha de su casa, sin amargura, autocompasión ni vacilaciones. Me siento bendecido y honrado de ser el esposo de una mujer tan maravillosa.
Débora: Después de que Bob grabara este homenaje a Kathy Helvey, ella luchó contra la leucemia y se fue a casa para estar con el Señor. ¡Qué gran recordatorio para todas nosotras de la importancia de lo que hemos estado estudiando en Proverbios 31! El tiempo es corto, cuidemos bien de nuestros hogares. Aquí está Nancy para ayudarnos a hacerlo.
Nancy: Cuando eras una niña, ¿alguna vez sentiste que tu mamá tenía ojos en la nuca? Pensabas: ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo lo vio?
Bueno, según el capítulo 31 del libro de Proverbios, se supone que las mamás tienen ojos en la nuca. Ahora, no lo dice exactamente así, pero vamos a ver un versículo que me hace pensar en esa frase.
Proverbios, capítulo 31, versículo 27, las Escrituras nos dicen que esta mujer virtuosa, esta mujer de carácter noble: «Vigila la marcha [o los caminos] de su casa, y no come el pan de la ociosidad».
Fíjate en la frase «ella vigila». Esta es una mujer vigilante. Sabe lo que está pasando. Está alerta, atenta a lo que ocurre a su alrededor. No se limita a dejar que su familia crezca, sino que ella la observa mientras crece. Observa lo que sucede a su alrededor. Es como un centinela.
Si un hombre tiene un trabajo como guardia nocturno en una empresa, en un edificio o en una casa grande, su trabajo es asegurarse de que nadie entre o salga por esas puertas sin que él se entere de lo que está pasando. Su trabajo es vigilar. Su trabajo es mantener los ojos abiertos. No debe dormirse en el trabajo.
Puede que digas: «Es cierto, cuando eres madre, no puedes dormir nunca, ¿verdad?». Bueno, eso no es exactamente lo que dice este pasaje. Lo que dice es que ella está atenta. «Ella vigila la marcha [los caminos] de su casa». Está atenta al estado de su hogar. Sabe lo que está pasando; conoce las necesidades de su familia. Conoce la temperatura y el clima de su hogar.
Ella está atenta a los cambios en la vida de sus hijos y, por cierto, mamás, esta es una de las cosas en las que pueden ayudar a sus esposos, porque son cosas de las que ustedes se darán cuenta antes que ellos. Las mujeres, que suelen ser más sensibles a las relaciones, pueden percibir algunas de estas cosas o algún tipo de problema que ven en la vida de uno de sus hijos, una semilla que ven germinar y que les preocupa. Parte de ser la ayuda idónea de su esposo puede ser que tú le hagas notar esto.
Ahora, eso no significa que le insistas sobre el tema; no significa que seas el Espíritu Santo en su vida. Piensa antes de hablar. Espera el momento de Dios para asegurarte de que estás percibiendo las cosas correctamente.
Al estar atenta, estás siendo una ayuda idónea para tu esposo. Estás siendo una ayuda para tu familia. Esta es una mujer que, al vigilar la marcha de su casa, no se le escapa nada. Ella está atenta a los detalles de lo que pasa en su familia. Pero no para controlarla, sino para servirla mejor, y así poder atender y ministrar mejor las necesidades de cada miembro.
Si no sabes cuáles son las necesidades de tu familia, ¿cómo podrás atenderlas? Ahora, vigilar la marcha de tu casa puede ser tan práctico como darte cuenta de que los pantalones de tu hijo de ocho años le quedan casi por las rodillas. Él está creciendo, así que necesita pantalones más largos. Esa es una forma práctica de vigilar la marcha de tu hogar.
También puede significar vigilar lo que comen y asegurarte de que si tus hijos consumen demasiado azúcar, ya esto afecta su comportamiento, además de estar atenta al hecho de que algunos niños simplemente no toleran tanta azúcar. Por lo que debes vigilar su dieta, su ingesta y la marcha de tu hogar.
Pero es mucho más fácil vigilar los aspectos físicos de tu casa que vigilar los aspectos espirituales y estar atenta a lo que ocurre en el corazón de tus hijos.
A veces les pregunto a los padres de niños, y especialmente a medida que estos se hacen mayores y se acercan a la adolescencia: «¿Conservas tú aún el corazón de tu hijo? ¿Tiene tu hijo tu corazón guardado en el suyo? ¿Qué está pasando con el corazón de tu hijo?».
Como madre, debes estar atenta y alerta a lo que ocurre en el corazón de tu hijo. Ahora, hay cosas que no puedes saber con solo mirar. Sin embargo, déjame decirte algo: mientras oras por tus hijos y si estás en la Palabra, el Espíritu Santo te ayudará a saber lo que de otra manera no podrías saber. Dios te dará sabiduría. Dios te dará una visión de lo que está pasando en la vida de tus hijos. Te mostrará a qué debes prestar atención. Por eso, como madre, no puedes hacerlo sola.
Ser madre y esposa, ser una mujer virtuosa, es algo que se logra caminando en el poder del Espíritu Santo. Él es quien te da la capacidad para hacerlo.
Entonces, y pensando especialmente en una esposa y una madre, ella está atenta a quiénes son los amigos de sus hijos. El otro día le pregunté a una madre: «¿Estás contenta con los amigos que escogen tus hijos?». Y esta madre sabía la respuesta. Sabía quiénes eran los amigos de sus hijos y sabía qué tipo de influencia tenían esos amigos en las vidas de sus hijos. Esta es una madre que vigila bien la marcha de su casa.
Mamá, debes saber qué leen tus hijos y qué ven en la televisión. Alguien me dijo el otro día (estaban en casa de otra persona): «La televisión está encendida demasiado tiempo en esa casa. Me pregunto si esa madre se da cuenta de la influencia que esto tiene en la vida de sus hijos».
Vigila bien lo que ven, lo que escuchan y lo que visten tus hijos. Y, madres, tengo que decir que a veces me sorprende mucho la forma en que algunos padres permiten que sus hijos se vistan cuando salen de casa. Mamás, ¿están vigilando bien lo que ocurre en su hogar? ¿Están vigilando lo que visten sus hijos?
«Bueno», y quizás me dirán ustedes, «es lo único que se ponen». Escucha, tú eres la mamá. Dios les ha dado esa responsabilidad. Mientras esos niños estén bajo su autoridad, bajo su techo, Dios te ha dado la responsabilidad de vigilar bien sus costumbres, de saber cuándo entran, cuándo salen y qué hacen.
Probablemente, a cierta edad, tus hijos llegarán a un punto en el que no les gustará que sepas todo lo que hacen, o dónde están y con quién están, pero ese es tu trabajo.
Ahora, no se trata de controlar cada detalle de la vida de tus hijos, porque uno de los retos a medida que crecen es aprender a ir dándoles cierta libertad. Pero si vigilaste bien la marcha de tu casa cuando tus hijos eran pequeños, verás que, a medida que crecen, te resultará más fácil darles ciertas libertades porque habrán adoptado la forma de pensar, vivir y de actuar de Dios.
Presta atención a sus hábitos, las actividades de los miembros de tu familia, al desarrollo espiritual de tus hijos, al ambiente de tu hogar. Quizás te des cuenta de que se está llegando a un punto en el que todos van en tantas direcciones diferentes, al punto que tu familia no tiene tiempo para hablar, para simplemente estar juntos.
Puede que tengas que decir: «Necesitamos sacar tiempo en familia. Necesitamos tiempo para cerrar la puerta, apagar la televisión y enviar a los amigos a sus casas». Hay un momento para abrir la puerta a la hospitalidad y hay un momento para decir: «Necesitamos pasar tiempo en familia. Hemos estado muy dispersos». Eso es vigilar la marcha de tu casa.
Y, por supuesto, no haces esto independientemente de tu esposo, hazlo en equipo con él, como su compañera, como su ayuda idónea. Y puede que tu esposo, en algún momento, no vea lo que tú ves. Cuando eso pase, no le insistas. Dile lo que piensas, y luego dale espacio. Si crees que debes volver a decirle lo mismo, díselo al Señor. Y deja que sea Él quien le muestre a tu esposo lo que tú ves, porque hay un equilibrio aquí.
Cuando empezamos a hablar de vigilar bien, sé que hay algunas madres que se vuelven ultra controladoras y se aferran tanto que hacen que su familia sienta que no tiene espacio para respirar. Así que debe haber un equilibrio, debe haber un balance.
Así que, cuando sea necesario, avísale a tu esposo. Pero no mantengas el dedo en el botón de alarma. Dale espacio. Deja que sea el Señor quien ponga eso en el corazón de él
Ahora, la segunda parte de este versículo nos dice algo también importante. Si vas a vigilar bien los caminos de tu casa, entonces tienes que observar la segunda parte, que dice: «No come el pan de la ociosidad».
Esta no es una mujer ociosa. Es una mujer trabajadora, una mujer diligente. Ser una mujer virtuosa requiere mucho trabajo. Es una tarea difícil. No es algo que se consigue fácilmente ni de forma natural. Requiere estar constantemente dispuesta, constantemente trabajando, constantemente alerta.
Es interesante que en 1.ª Timoteo, capítulo 5, el apóstol Pablo habla sobre este tema de la ociosidad. Lo contrasta, al igual que lo hace Proverbios, con el cuidado del hogar.
En el capítulo 5 de 1.ª Timoteo, Pablo habla en el contexto inmediato sobre las viudas jóvenes, y las anima a volver a casarse porque dice que, si no lo hacen, serán propensas a caer en la ociosidad.
El versículo 13 de 1.ª Timoteo 5, dice: «Y además, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa. Y no solo son ociosas, sino también charlatanas y entremetidas, hablando de cosas que no son dignas». Cuando no estás ocupada con las cosas para las que Dios te ha creado, cuando tienes tiempo libre que Dios quiere que uses para otra cosa, entonces vas a llenar ese tiempo con algo. Y a menudo lo llenamos con hablar. Y lo que sucede cuando tenemos mucho tiempo para hablar, es que nos convertimos en chismosas y entrometidas. Pablo continúa diciendo cosas que no deberíamos decir, versículo 14:
«Por tanto, quiero que las viudas más jóvenes se casen, que tengan hijos, que cuiden su casa y no den al adversario ocasión de reproche». Cuidar su casa. Cuando estás ociosa, no puedes cuidar de tu casa. No puedes vigilar la marcha de tu casa. Pero si eres diligente, podrás proporcionar el tipo de organización, administración y liderazgo que tu hogar necesita.
Si eres ociosa, las cosas en tu casa se saldrán de control. Si pasas tu tiempo haciendo cosas que no son propias de la etapa de la vida en que te encuentras, entonces encontrarás que tu casa se sale de control.
Y ahí es cuando encuentras mujeres que dicen: «Mi casa es un desastre; no puedo limpiarla. No puedo organizarla. Mi vida es un desastre; mi vida está fuera de control. Mis hijos están fuera de control». Estas suelen ser mujeres que están fuera de control porque han estado ociosas.
Entonces, ¿ves el contraste? Si estás ociosa, no podrás vigilar la marcha de tu casa. Por eso Proverbios dice: «Esta mujer sí vigila la marcha de su casa, porque no come el pan de la ociosidad».
Padre, te pido que nos ayudes en cualquier etapa de la vida en la que nos encontremos ahora mismo. Sé que hay algunas mujeres mayores, algunas con hijos que ya se han ido de casa, también algunas solteras, algunas en edad fértil y otras criando a sus hijos. Sea cual sea la etapa y el hogar en el que nos hayas puesto ahora, te pido que nos muestres cómo cuidar bien de nuestra familia, cómo estar alerta, cómo estar en sintonía y ser sensibles a lo que sucede a nuestro alrededor, y cómo ser diligentes.
Señor, no queremos estar ociosas, queremos hacer las cosas que Tú nos has encomendado en esta etapa de la vida, sean cuales sean, para que nuestros hogares reflejen el orden y la belleza de quién eres Tú. Lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado animando a vigilar la marcha de nuestro hogar. Esta enseñanza forma parte de una serie titulada «La mujer que teme al Señor, esa será alabada», basada en Proverbios 31. Si te has perdido alguno de los episodios anteriores de esta serie, puedes encontrarlos en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones o en AvivaNuestrosCorazones.com.
- Una de las formas más importantes en que las madres pueden vigilar la marcha de sus hogares es orando por sus familias. Nancy habló con dos mujeres sobre este tema y nos gustaría compartir contigo parte de esta conversación. Aquí está Nancy hablando con Fern Nichols, fundadora del ministerio Madres Unidas Para Orar Internacional, y Marlae Gritter, exdirectora de desarrollo global de Madres Unidas Para Orar.
Nancy: Fern, háblanos de cuando, en los años ochenta, tenías cuatro hijos. ¿Cómo comenzó Dios a dar forma a esta visión en tu corazón?
Fern Nichols: Era un día glorioso, pero no sabía que iba a ser tan glorioso cuando mis dos hijos mayores se dirigían al primer año de secundaria. Oré por ellos. Siempre he orado por ellos desde que estaban en mi vientre. Mi esposo y yo oramos por ellos, y estoy segura de que oré con otras personas por ellos.
Pero esa mañana en particular, mientras se dirigían a la escuela secundaria, sentí una carga increíble y enorme en mi alma por sus vidas. Era como si los estuviera enviando a la oscuridad, a madres y padres sustitutos que tal vez no conocían a mi Salvador.
Cuando piensas en la influencia de sus compañeros en sus vidas, como madre, tu mente se dispara. Si no estás centrada en Cristo y en la oración, de repente puedes sentirte preocupada y temerosa. Es como una liberación. Es liberar a nuestros hijos a un día en el que no sabemos lo que va a pasar ahí fuera.
Dije: «Señor, tiene que haber otra madre que sienta lo mismo que nosotras, que tenemos que orar por nuestros hijos en este colegio, por los profesores, por los entrenadores, por la bibliotecaria, por el director. Todo lo que toca la vida de nuestros hijos en ese colegio necesita oración».
Le dije a Dios: «Señor, ¿quién oraría conmigo?».
Conocía el poder de la oración colectiva: que cuando dos o tres se reúnen, no solo Dios está en medio (me refiero a que hay una presencia especial de Cristo cuando oramos juntos como Iglesia), sino que Él dice: «Oren en acuerdo y les responderé» (ver Mateo 18:19). Así que dije: «Señor, ¿quién es esa mujer que vendrá y se unirá a mí en oración por nuestros hijos y por la escuela?».
Dios puso en mi corazón a una madre, y su nombre era Linda. Llamé a Linda y le compartí mi preocupación, mi temor. Ella me dijo: «Fern, me encantaría reunirme contigo».
Como ex profesora, yo ya había decidido que esa hora sería una hora de oración. No íbamos a hablar. No íbamos a tomar café. Lo sé. ¿Puedes creerlo? Si no que íbamos a luchar realmente y pararnos en la brecha por la vida de nuestros hijos. Satanás los quería, y nosotras íbamos a interceder con fuerza por ellos.
Pensamos en otras madres que podrían estar interesadas en venir y orar durante esa hora. A la semana siguiente, unas cinco madres se reunieron en mi casa y oramos durante esa hora siguiendo un formato de cuatro pasos. Desde ese humilde comienzo, que realmente fue egoísta, supongo que se podría decir, por mis hijos. En ese momento no pensaba realmente en todos los niños del mundo. Solo pensaba en mis dos hijos. Y Dios utilizó eso y sabía lo que quería hacer con eso, porque Él quería que se orara por todos los niños del mundo.
Hoy en día, hay casi 20,000 grupos en Estados Unidos y en 120 países de todo el mundo. Dios está levantando un poderoso ejército de madres que dicen: «Quizá no sea la mejor en orar del mundo, pero conozco al Jesús al que oro y sé que me escuchará y responderá mi oración». Así es como comenzó el ministerio.
Nancy: Entonces se conocieron en tu casa. ¿Al principio se reunían todas las semanas?
Fern: Sí. Nos reuníamos todas las semanas, excepto en vacaciones y cuando los niños no tenían colegio, aunque seguíamos orando por ellos desde nuestros armarios.
Nancy: Creo que las madres nunca dejan de orar.
Fern: Nunca, nunca dejamos de orar. Es algo constante. Lo digo en serio.
Nancy: Pero en este caso era algo más intencional y centrado.
Fern: Me encanta que digas eso, era intencional, porque necesitábamos rendir cuentas en este ámbito. No solo hay poder en la oración colectiva, sino también en la rendición de cuentas.
Sé que cuando corría con mi vecina, corríamos medio maratón solo porque nos exigíamos mutuamente, sabiendo que si yo no estaba allí a las 5 de la mañana, ella estaría allí sola.
Nancy: Ok, Fern. Puedes hablar sobre la responsabilidad de orar, pero no entremos en ese tema de correr un maratón, porque no quiero tener que rendir cuentas por eso. En realidad, necesito rendir cuentas por eso. Pero, ¿qué pasó?
Fern: Bueno, me volví más fuerte y estaba en mejor forma física. Necesitaba el apoyo de esa otra mujer. Y así, Dios amplió nuestra visión hacia los hijos de otras personas, los niños con los que jugaban, sus compañeros. Conseguimos una lista de todos los niños de esa escuela y de todos los profesores.
Creemos firmemente que nuestras escuelas cambiarán, sin importar si son públicas, privadas, cristianas o pequeñas escuelas en casa. Cambiarán cuando cambien las vidas. Durante esa hora, hacemos mucha evangelización, orando por la salvación de los niños, los maestros y el personal.
Nancy: Es interesante, Marlae, que digas que tus oraciones no solo han impactado a tus hijos, sino que, desde el principio, Dios utilizó tus oraciones para cambiar tu propio corazón.
Marlae Gritter: Muchísimo. Cuando tienes que rendir cuentas ante otra madre, o ante un grupo de madres, empiezas a orar. Empiezas a aprender a ser vulnerable. Aprendes que los hijos de los demás no son tan perfectos como crees. Empiezas a ver, semana tras semana, y oyes que Dios ha respondido a la oración de esa madre.
Mi vida de oración ha cambiado por completo. Ha sido revolucionario. Lo escuchamos una y otra vez. Ese es el gran beneficio adicional.
Nancy: Fern, estoy pensando en una ilustración que compartes, un incidente que cuentas en uno de los libros que escribiste. Tu esposo se fue de excursión en canoa con uno de tus hijos. En esa ocasión, viste claramente la importancia de ser receptiva y sensible al Señor cuando Él te impulsaba a orar.
Fern: Me alegra mucho que hayas mencionado esa historia en particular. Creo que cuando oras con intención y por los demás, tu corazón realmente se sintoniza con el Espíritu Santo. Cuando confesamos todos los pecados conocidos, es el Espíritu Santo quien toma el control. El Espíritu Santo te enseña cosas que de otra manera no sabrías. Muchas veces confesaba mis pecados simplemente porque no sabía si mis hijos necesitaban mis oraciones en ese momento. Si estaba llena de mí misma, no escuchaba lo que ellos necesitaban.
A mi esposo y a mi hijo los invitaron a hacer un viaje en canoa. Esto fue en Canadá, en la temporada de inundaciones, pero un miembro de nuestra iglesia, que era experto en canoas, nos acompañó. Él había bajado el río Frasier muchas veces y pensó que no había peligro.
Cuando estaban subiendo a la canoa, un grupo de hombres que regresaba les dijo: «No salgan. No es nada bueno lo que hay ahí fuera. Están poniendo sus vidas en peligro».
Orley miró a nuestro amigo, sin culparlo, pero él era el experto. Se subieron a la canoa. Mientras bajaban, la canoa se volcó y todos cayeron al agua. En ese momento, yo estaba en casa, creo que limpiando el polvo.
Nancy: Y, por supuesto, no sabías a lo que se enfrentaban.
Fern: No, solo sabía que estaban disfrutando de un maravilloso paseo en canoa.
Tuve la fuerte impresión de que el Espíritu Santo me pedía que me detuviera y orara por la vida de mi hijo Troy, mi esposo, el otro padre y su hijo, con tanta intensidad que dejé todo lo que estaba haciendo.
Si me conocieras, sabrías que cuando voy a algún sitio o estoy limpiando algo, es como si tuviera que terminarlo. Pero dejé todo, tomé la Palabra de Dios, fui al libro de los Salmos y empecé a clamar por su seguridad, para que Dios los librara. No tenía ni idea de lo que estaba pasando.
Más tarde, esa misma noche, mi esposo me llamó y me contó lo que había pasado. Justo cuando el Espíritu Santo me impulsó a orar, la canoa volcó. Los dos salieron disparados de la canoa. El milagro de los milagros ocurrió mientras yo oraba. Creo que Dios envía ángeles para ministrar, porque Él lo dice. No sé dónde ni cómo, pero es algo espiritual y maravilloso que Dios dice que hace cuando clamamos a Él.
Creo que ese ángel mantuvo a mi hijo y a mi esposo juntos. De hecho, cuando Orley se dio cuenta de lo que estaba pasando, los pies de Troy estaban sobre sus hombros. Entonces pudo levantarse con Troy, y la canoa estaba justo allí. ¿Qué fue eso? ¡La canoa debería haber estado río abajo!
El otro hijo y su padre estaban un poco más lejos. Se unieron y todos llegaron al bote. Estaban en medio del río. Casualmente, había una pareja mirando desde la orilla, que vio todo lo que pasó y llamó al 911. Se acercaba un helicóptero de rescate, pero ellos no lo sabían en ese momento.
El milagro también es este: en medio del río Frasier, había un terreno elevado. Sus pies pisaron este terreno. El agua cubría la tierra. Pero pudieron levantarse y salir del agua. Fueron rescatados en cinco minutos.
Nunca sabré hasta que llegue al cielo cuánto habría cambiado la situación, si es que habría cambiado algo, si no hubiera orado, si no hubiera sentido la inspiración del Espíritu Santo y hubiera dejado lo que estaba haciendo. La salvación de esas cuatro personas fue el resultado de la oración, de la liberación. No fueron mis grandes oraciones. Intervenir en esa situación de la manera que Dios quiere, según Su voluntad y Sus propósitos, es un hermoso recordatorio de que nunca sabremos, cuando oramos por alguien, cuando intercedemos por alguien, cómo interviene Dios mismo, o envía a un ángel, o dos, o tres... No lo sé.
Quizás solo uno, porque en el Antiguo Testamento solo uno mató a 185,000 enemigos. No sé si se necesitan muchos. Son ángeles muy poderosos.
Es maravilloso ser parte del plan de Dios para la tierra, incluso en tu propia familia, en un río; Él quiere incluirnos. Así es como lo ha hecho soberanamente. Es un privilegio y un mandato.
Dios dice: «Clama a mí, y Yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles» (ver Jeremías 33:3). ¡Aleluya!
Nancy: Marlae, me parece interesante que, cuando Fern sintió la necesidad de orar, dijo que tomó su Biblia y se puso a orar. La Palabra de Dios realmente debe ser el centro de nuestras oraciones. ¿Cómo utilizas las Escrituras como madre, en tus momentos de oración y con las madres del grupo Madres Unidas Para Orar Internacional?
Marlae: Amén. Me encanta lo que dice la Palabra de Dios sobre que es viva y eficaz. Nos lo tomamos muy en serio y lo creemos de verdad. Como madres, hay muchas cosas por las que podemos orar.
Lo que hacemos es que cada semana, cuando nos reunimos y llega el momento de la intercesión, abrimos literalmente la Palabra de Dios y la tenemos delante de nosotras. Nos centramos en un versículo y ponemos el nombre de nuestro hijo en ese versículo.
Permítanme darles un ejemplo. Creo que es el más fácil. Teníamos una hija que pasó por unos años pródigos que fueron muy, muy duros. El versículo de la Escritura al que me aferré como madre, en los momentos en que no sabía qué iba a hacer Dios, fue Isaías 61:3. Así es como oraba con esas madres y, a menudo, también oraba yo misma.
Yo oraba así: «Señor, te pido que le des a mi hija diadema en vez de cenizas». Ella estaba en las cenizas. Necesitaba belleza. «Aceite de alegría en lugar de luto, un manto de alabanza en vez de espíritu abatido».
Ella estaba deprimida. Estaba sumida en la desesperación. Así que yo seguía orando: «Te ruego, Señor, que algún día Michelle se vea a sí misma como un roble de justicia, plantío Tuyo, Señor, para mostrar Tu esplendor» (parafraseado).
Eso es lo que significa orar con la Palabra de Dios: cuando no sabemos qué orar, está llena de promesas. La Palabra de Dios no vuelve vacía. Es lo que Él dice. Es la verdad de Su Palabra. La proclamamos una y otra vez para nuestros hijos. Simplemente, ponemos sus nombres en ella, y es lo más poderoso que hay.
Y no solo para que nosotras oremos, sino para escuchar a otra madre estar de acuerdo conmigo y decir el nombre de mi hija con ese versículo y estar de acuerdo en que Dios va a hacerlo. En mi Biblia, justo al lado de ese versículo, dice: «Oración contestada el 1.º de septiembre del año 2000», porque Dios respondió a esa misma oración, y hoy veo ante mí esas características por las que oré en ese versículo.
Orar con la Palabra de Dios ha cambiado mi forma de orar. Ya no es: «No sé muy bien qué orar, Señor. Tú sabes lo que necesita mi hijo». Él lo sabe porque Su Palabra está llena de ello.
Débora: ¡Qué gran recordatorio hemos tenido sobre la importancia de la oración mientras ejercemos nuestra maternidad!
Como mencionamos anteriormente, la oración es una parte importante de lo que significa ser una mujer que vigila la marcha de su casa. Si deseas conocer el retrato bíblico completo de la feminidad, tengo una recomendación para ti.
En un folleto escrito por Nancy titulado: «Retrato Bíblico de la mujer», ella enumera los pasajes de las Escrituras que hablan de cómo es ser una mujer tal y como Dios nos diseñó. Y, como Nancy suele hacer, ella plantea algunas preguntas que invitan a la reflexión para ayudarnos a aplicar esos pasajes a nuestras propias vidas.
Este mes de septiembre podrás adquirir este folleto como agradecimiento por tu donación al apoyar el ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Para hacer tu donación visita AvivaNuestrosCorazones.com
Bueno, hemos pasado tres semanas analizando el retrato que Dios hace de esta mujer que le teme. ¿Alguna vez te has preguntado: «¿Cuál es el beneficio de vivir así? ¿Cuál es la recompensa?» Eso es lo que Nancy abordará el próximo episodio. Espero que tengas un bendecido fin de semana y nos vemos el próximo lunes en Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a vigilar la marcha de tu casa, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
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