Día 269 | Zacarías 5 – 9
Hoy continuamos con el libro de Zacarías, quien dejó impregnada la esperanza del Mesías por venir. Veamos algunas lecciones que aprendemos de estos capítulos.
Dios mide el pecado
Nuestro Dios tres veces santo aborrece el pecado. Cuando leemos Su Palabra, vemos las distintas formas con las que nos lo describe. En el capítulo 5 encontramos dos visiones con referencias a la magnitud de Dios mismo.
En la primera visión, versículos 1 al 4, el profeta ve «un rollo que volaba», cuyas medidas en nuestros días serían entre los 45 a 53 centímetros. Si haces la multiplicación con ambas cantidades, el resultado será de 900 a 1,060 de largo y 450 a 530 centímetros de ancho.
Para la confección de los rollos se usaba el papiro o piel de animales. Tanto los profetas como los escribas hacían uso de ellos para plasmar los mensajes que Dios les …
Hoy continuamos con el libro de Zacarías, quien dejó impregnada la esperanza del Mesías por venir. Veamos algunas lecciones que aprendemos de estos capítulos.
Dios mide el pecado
Nuestro Dios tres veces santo aborrece el pecado. Cuando leemos Su Palabra, vemos las distintas formas con las que nos lo describe. En el capítulo 5 encontramos dos visiones con referencias a la magnitud de Dios mismo.
En la primera visión, versículos 1 al 4, el profeta ve «un rollo que volaba», cuyas medidas en nuestros días serían entre los 45 a 53 centímetros. Si haces la multiplicación con ambas cantidades, el resultado será de 900 a 1,060 de largo y 450 a 530 centímetros de ancho.
Para la confección de los rollos se usaba el papiro o piel de animales. Tanto los profetas como los escribas hacían uso de ellos para plasmar los mensajes que Dios les enviaba. Como este rollo era largo y ancho, no podía ser pasado por alto; el mismo contenía la maldición por el robo y el juramento falso hecho en nombre del Señor.
¿Fue Israel culpable de solo esos dos pecados? Por supuesto que no. Como nación, ellos hicieron lo que Santiago 2:10 nos señala: «Cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos».
La segunda visión era de un «efa con una mujer dentro», la cual contenía la iniquidad del pueblo. Un efa era una medida de capacidad equivalente a 22 litros. Esto nos indica que la iniquidad de Israel fue amplia y extensa. Con esas dos visiones, Dios quería que Su pueblo entendiese cómo era su pecado ante Sus ojos.
En los versículos 9 y 10 leemos que dos mujeres aladas tomaron el efa y la llevan a Sinar. Este es otro nombre para Babilonia, donde Judá sufrió su destierro.
El pecado ofende a Dios y acarrea amargas y tristes consecuencias. Judá es un vivo ejemplo de cuán lejos podríamos llegar por desobedecer. Vivimos con un enemigo dentro de nosotras mismas: el corazón. De este, Jesucristo nos dijo que salen todo tipo de pecados e iniquidades. ¿Vives apercibida de esto? ¿Ves el pecado cómo Dios lo ve?
En el capítulo 6:1-8, Zacarías recibe la visión de «cuatro carros». Estos, guiados por caballos, salen de delante del Señor como cuatro vientos, y simbolizan el juicio que vendría sobre las naciones que atacaron al pueblo de Dios. Este pasaje es muy similar al de Apocalipsis 6:1-8 y muchos estudiosos de la Biblia señalan que su significado apunta al juicio final.
Cualquiera que sea la interpretación, lo cierto es que el Señor de toda la tierra juzgó a las naciones enemigas de Israel, y en un futuro juzgará a los enemigos de Su Israel, la Iglesia.
En los versículos 9 al 15 del mismo capítulo, vemos que el Señor le ordena a Zacarías coronar simbólicamente al sumo sacerdote Josué, quién era una representación de Aquel cuyo sacerdocio sería inmutable y perpetuo, nuestro Señor Jesucristo.
Luego de la coronación encontramos otra mención del Renuevo de Isaí, esta vez mostrándonos algunas de las cosas que Él haría:
- Vendría a Su pueblo.
- Edificaría el templo.
- Estaría lleno de gloria.
- Gobernaría como rey y será sacerdote desde Su trono, haciendo «consejo» de paz entre ambos oficios, lo que significa que los cumpliría en perfecta armonía.
- Traería a los que están lejos, es decir, a los gentiles (dentro ellos, todas nosotras).
- Daría a conocer que fue el enviado por Dios.
- Requeriría la obediencia de los que le oirían.
¡Toma tu Biblia y constata por ti misma cómo estas cosas tuvieron cumplimiento en Jesús!
La obediencia y la justicia preceden al ayuno
El mensaje que contiene el capítulo 7 va dirigido a los que habían vuelto del cautiverio y ya llevaban un buen tiempo asentados en Jerusalén, a los que aún seguían desterrados y a todos los demás componentes de Su pueblo.
Era la época del ayuno del mes quinto, en el cual se conmemoraba la destrucción de Jerusalén y del templo. Este era el más relevante, porque de manera especial recordaban el incendio del lugar donde moraba la presencia del Señor. Como faltaba poco para la construcción final del mismo, querían saber si debían ayunar o no. Ya estaban en su tierra. Faltaban solo dos años para que terminase el cautiverio y todos se reunieran de nuevo… ¿Realmente ese ayuno era necesario?
La respuesta de Dios no llegó con un sí o un no, sino con una pregunta: «¿Ayunaban en verdad por Mí?». Aunque el Señor, por medio de los profetas, había declarado a sus antepasados con qué actitud ayunar, estos procedieron de forma incorrecta, lo que les condujo a un mero ritualismo. Ahora, a esta nueva generación, Dios les exhorta a no hacer lo mismo que sus padres.
¿Qué le importaba e importa más a Dios? Un corazón obediente más que un ritual hecho en automático. Ellos debían juzgar conforme a la verdad, hacer misericordia y piedad con el prójimo, no oprimir a la viuda, al huérfano, extranjero o pobre, y no tramar mal en el corazón contra el hermano. Era, es y será lo que tiene verdadero valor. Nuevamente, se nos recuerda que estas cosas provocaron el desagrado divino, seguido por el destierro.
- ¿Cómo es tu adoración? ¿Cuál es la motivación de tu ayuno? ¿Qué hay de tu trato con el prójimo? ¿Procuras tratarlo como Dios requiere?
Promesa esperanzadora
La respuesta de Dios continúa en el capítulo 8 con estas palabras: «Volveré a Sión y en medio de Jerusalén moraré. Y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del Señor de los ejércitos, monte Santo». Con el fin del cautiverio y el regreso de los desterrados, Dios cumplió Sus promesas, las cuales fueron dadas a Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y otros profetas.
El pueblo volvió, se reconstruyó la ciudad de Jerusalén, se reedificó el templo, se reinstauró el culto, y Dios se hizo presente en la Ciudad de la Verdad llamada así «porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor», dice Isaías 2:3.
Por igual, vino a Su Monte de Santidad, al que todos los pueblos subirían «para que Él nos instruya en Sus caminos, y nosotros andemos en Sus sendas» (Miq. 4:2).
Pero aún hay más. Aunque la Jerusalén de ese entonces ya no existe, y, a lo largo de la historia, varios imperios se apoderaron de ella derribándola para luego reedificarla según les pareciera mejor, Dios ha prometido renovarla completamente, de forma tal que jamás será destruida.
En la Jerusalén de aquel entonces, Dios requería que sus habitantes se volvieran a Él de corazón y procuraran la rectitud de carácter y un estilo de vida santo. En el capítulo 9:16-17, dicha idea vuelve a repetirse, dándonos a entender que los habitantes de la futura Jerusalén deberían procurar las mismas cosas.
En la Sión celestial todo será perfecto y maravilloso; esto debería servirnos de estímulo durante nuestros días sobre la tierra. Así que, con esta esperanza, vivamos la vida con todos sus desafíos porque: somos Su pueblo, ¡Él es nuestro Dios en verdad y en justicia, y un precioso lugar nos espera!
Llegamos al capítulo 9:1-8, y de nuevo leemos el juicio sobre las naciones enemigas, lo cual se ha expuesto en esta y otras meditaciones. Pero al llegar al versículo 9, nos encontramos con otra gloriosa profecía:
«¡Regocíjate sobremanera, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Tu Rey viene a ti, justo y dotado de salvación, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna [...] Él hablará paz a las naciones, y su dominio será de mar a mar, y desde el Río hasta los confines de la tierra».
«En el cumplimiento de los tiempos», Cristo se vistió de carne, visitó la tierra y cumplió a nuestro favor todos los requisitos de la ley. Para hacer posible que hoy gocemos de salvación, afirmó Su rostro y entró a Jerusalén tal y como nos enseñan los evangelios. Fue a la cruz a morir en nuestro lugar, y allí pagó por nuestra paz con Dios, resucitó, y hoy está a la diestra del Padre, intercediendo por nosotras Sus ovejas.
Y, cuando lleguemos a la Sión celestial y le veamos reinar con toda majestad, ha prometido que nos pondrá como piedras que brillarán en Su corona. ¡Aleluya!
Resume con tus palabras el mensaje de estos capítulos.
¿Cómo hablan a tu vida hoy estas verdades?
«¡Regocíjate sobremanera, hija de Sión! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Tu Rey viene a ti, justo y dotado de salvación, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna [...] Él hablará paz a las naciones, y su dominio será de mar a mar, y desde el Río hasta los confines de la tierra». -Zacarías 9:9-10
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
Únete a la conversación