¿Por qué no soy como ella? La mentira de la comparación

«Quisiera que mi cuerpo se viera tan atlético como el suyo», «Ojalá pudiera cambiar mi celular y tener uno como el de mi amiga», «Si tan solo tuviera un carro como todas mis amigas…», «Cuánto me encantaría tener una vida espiritual rebosante como la de esa hermana…».

Hace un tiempo me encontré a mí misma comparando muchas cosas en mi vida con la vida de mis amigas y de otras personas. Me di cuenta de que constantemente vivo deseando lo que no tengo con lo que otros tienen, comparando mi físico con el de otras mujeres que van al gimnasio y anhelando que mi vida espiritual sea tan fructífera como la de otras personas en la iglesia, y mucho más.

Confieso que lucho con la comparación más de lo que estaría dispuesta a admitir. Hay días en los que termino emocionalmente agotada, enojada, amargada y triste, y días en los que no logro entender qué me sucede, y cuando lo pienso detenidamente, me doy cuenta de que he pasado mucho tiempo comparándome con otras personas.

Hoy quiero compartir 3 áreas con las que he luchado, y tal vez te sientas identificada. También algunos versículos en la Biblia que me han ayudado a hacerle guerra a esta constante necesidad pecaminosa de tener lo que otros tienen, de verme físicamente como se ven otras mujeres, y de desear que mi vida espiritual sea como la de otros cristianos.

  • Cuando comparo lo que tengo, o no tengo, con lo que otros tienen.

«…he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad».-Filipenses 4:11-12

Creo que hay una enseñanza particular que podemos sacar de estas palabras que Pablo les escribió a los cristianos en Filipos. Básicamente, lo que él les estaba diciendo era que había aprendido a conformarse con lo que tenía, independientemente de la situación en la que se encontrara. ¿Podemos decir nosotras lo mismo? Creo que muchas veces no, precisamente porque perdemos el tiempo comparando lo que nuestras amigas tienen y nosotras no, lo que ellas han conseguido y nosotras no, lo que a ellas les han dado y a nosotras no.

Esto solo refleja y pone de manifiesto un corazón ingrato y amargado con lo que Dios nos ha provisto y dado en este tiempo. Quiero invitarte a reflexionar en estas preguntas que Dios trajo a mi mente: ¿Piensas que si pudieras tener aquello que tanto quisieras, solo porque otros lo tienen, tendrás más valor o las personas te amarán más? ¿Crees que si Dios te diera o cambiara algunas cosas por otras que consideras como mejores, eso te hará sentir satisfecha y plena? ¿Qué es eso que tanto anhelas y piensas que podrá llenarte más que Dios mismo?

  • Cuando comparo mi físico con el de otras mujeres.

«Porque Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias porque asombrosa y maravillosamente he sido [hecha]; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien». -Salmo 139:13-14

Toda mujer tiene un ideal, un estándar de cómo debería verse físicamente. Creo que todas, en algún punto de nuestras vidas, hemos luchado con vernos físicamente de cierta manera. El problema de esto es el siguiente: nuestro ideal, nuestro estándar en cuanto a nuestro físico, generalmente está basado en otro cuerpo que hemos visto, ya sea en una película, en las redes sociales o en la televisión. Decimos: «¡Ojalá me viera tan delgada como ella!», «Si tan solo mi estómago fuera más plano», «Si tan solo mis caderas fueran más anchas y mi cintura más pequeña», «Cuánto quisiera tener piernas más largas para poder lucir esas zapatillas»

¡DETENTE! ¡Has sido maravillosamente formada! Si bien es cierto que por causa del pecado hoy existen un sinnúmero de enfermedades que afectan nuestro físico en distintos aspectos, no es menos cierto que Dios no nos ha llamado a revolcarnos en el lodo de la comparación. Más bien, Él nos recuerda que somos templo del Espíritu Santo y que por eso debemos tener un cuidado especial con nuestro cuerpo. Pero ten cuidado de que el cuidado de tu cuerpo se convierta en un ejercicio constante de comparación solo porque quieres verte de cierta manera.

Recuerda que fuiste hecha de una manera especial: la densidad de tus huesos, tu estatura, el color de tu piel, y todo lo demás en tu cuerpo, nunca será igual que el de otras mujeres. Dios te hizo físicamente única.

Permíteme hacerte esta pregunta: ¿Piensas que si logras verte físicamente de cierta manera eso hará que seas más valiosa como mujer?

  • Cuando comparo mi vida espiritual con la de otros cristianos.

«…ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento». -1 Corintios 3:7

Este versículo es parte de la carta de Pablo a los hermanos en la iglesia de Corintio. La idea y enseñanza de Pablo con estas palabras es que el único que se lleva el mérito por hacer que la Palabra dé fruto en nuestros corazones es Dios, no es el pastor, tu maestro o maestra de escuela dominical, tu mentora o tu consejera. Si bien todos ellos son herramientas en las manos del Señor para la edificación y el crecimiento de Su iglesia, es Dios mismo quien se encarga de hacernos florecer y crecer espiritualmente.

Miles de veces al ver a otros cristianos en la iglesia a la que asisto, envidio cuánto han crecido y la posición en la que se encuentran espiritualmente. Me digo a mí misma: «Yo también quisiera ser tan madura espiritualmente como esa hermana», «Yo también quiero llegar a ese punto en mi vida espiritual», «Ojalá pudiera tener ese mismo testimonio de vida», «Ojalá pudiera decir que he sobrepasado esa lucha como lo hizo ese hermano o esa hermana»... añade lo que quieras a esta lista… ¡Sería igual de interminable!

Cuando comparamos nuestro crecimiento y nuestra vida espiritual con la de otros cristianos, corremos el peligro de agitar nuestro puño en el rostro de nuestro Dios, como si le dijéramos: «¿Por qué te tardas tanto conmigo? ¿Cuándo vas a hacerme madurar como a esa hermana? ¿Cuándo pretendes que crezca? ¿Por qué mi proceso es más lento que el de ese cristiano?».

O, puede ser que te suceda como a mí y estés en el otro extremo con estas preguntas: «¿Por qué me toma tanto tiempo aprender?», «¿Por qué me cuesta tanto salir de esto?», «¿Por qué mi situación no puede ser otra?»...y las preguntas siguen, y siguen, y siguen…

Grábate esto: ¡DIOS TRABAJA CON CADA UNO DE SUS HIJOS DE MANERA INDIVIDUAL! Lo que Dios está obrando y trabajando en ti en cierta situación y de cierta manera, no será igual que con otro cristiano. Cada historia es distinta, y el crecimiento en la fe de cada creyente no sucede al mismo ritmo. Y, por supuesto, a veces nuestro crecimiento puede verse obstaculizado por algún pecado que no hemos reconocido o tratado bíblicamente, pero aun en eso hay gracia disponible para ti. Dios no se rinde con ninguno de Sus hijos. Él hará lo necesario para sacarte de donde estás y hacerte florecer en Su tiempo y de la manera que Él ya ha planificado para ti. Recuerda que el que comenzó la buena obra en ti, la perfeccionará hasta el día nuestro amado Cristo (Flp. 1:6). ¿Lo crees?

Querida joven, Dios te creó para que fueras única. ¡Solo puede haber una «tú»! Así que, no necesitas compararte en ningún aspecto con ninguna otra persona, no necesitas ser ni verte como otras personas, no necesitas tener lo que otros tienen, y tu crecimiento espiritual no tiene por qué ser tan rápido como el de otros cristianos. He aprendido a lo largo de mis años como cristiana que la comparación es la enemiga del gozo, porque cuando nos comparamos perdemos la maravilla y el asombro de la obra de Cristo y lo que Él ha hecho por nosotras y en nosotras.

¿Sabes lo que sí necesitamos? 

¡Necesitamos al Cristo Incomparable! 

Necesitamos a ese Jesús que vino y vivió la vida perfecta que tú y yo jamás podremos igualar. Necesitamos a ese Jesús que obedeció al Padre con una obediencia que jamás podremos alcanzar. Necesitamos a ese Jesús que glorificó al Padre en cada aspecto de Su vida para que hoy tú y yo jamás tengamos que librar una batalla con la comparación. 

Dios no te ama por lo que tengas o no tengas, ¡Él entregó a Su Hijo por ti!

Dios no te valora por cómo te veas, ¡Él te hizo!

Dios no te rechaza por cómo te encuentres espiritualmente, ¡Él te aprobó en Cristo!

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Joven Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Lyan Rojas

Lyan Rojas nació en la República Dominicana. Disfruta de un buen libro con una taza de café, una buena conversación y compartir con amigos. Es licenciada en Psicología Educativa y trabajó como maestra durante 8 años. Actualmente está sirviendo como … leer más …

¡Hey chicas! Nos encanta escuchar de ustedes, pero nos sentimos limitadas por las formas en que podemos ayudarlas.

Si buscas consejo te animamos a hablar primero con tu pastor o una mujer piadosa en tu vida, ya que ellos sabrán más detalles de ti y te darán seguimiento y ayuda.Lo publicado en la sección de comentarios no necesariamente refleja el punto de vista de Aviva Nuestros Corazones.

Nos reservamos el derecho de remover opiniones que puedan no ser de ayuda o inapropiadas. Puede ser que editemos o removamos tu comentario si: * Requiere o contiene información personal como emails, direcciones, teléfonos. *Ataca a otras lectoras. * Utiliza lenguaje vulgar o profano.


Únete a la conversación