El problema con el tribalismo

Tribalismo - (sustantivo): 1) una conciencia o lealtad tribal, especialmente: exaltación de la tribu por sobre otros grupos. 2) fuerte lealtad dentro del grupo.1

Esta palabra, la cual ascendió a la popularidad en los años 60, actualmente está experimentando otro renacimiento, probablemente debido a la fragmentación de nuestra sociedad. Formamos grupos con personas quienes piensan, actúan, y creen como lo hacemos nosotras y asumimos que todos los demás están equivocados. Enciende las noticias de la noche o date la vuelta por la cobertura de tu red social favorita para ver esto en acción. O, tristemente, mira alrededor en tu iglesia el domingo por la mañana.

Las iglesias han estado luchando con el tribalismo, o las divisiones, desde el principio. El libro más antiguo del Nuevo Testamento (Santiago) trata este problema, y Pablo enseña ampliamente sobre este tema en la primera carta a la iglesia de Corinto, aunque surge de una u otra manera en la mayoría de sus epístolas.

Nada ha cambiado en los últimos dos mil años excepto con respecto a las cosas por las que nos dividimos. Nos hemos trasladado de discutir acerca de carne sacrificada a los ídolos hacía reñir sobre el gluten o las dietas entre otros temas de la actualidad. Pero los corazones detrás de las contiendas permanecen sin cambiar. El tribalismo - lealtad a un grupo - revela un corazón de inmadurez y orgullo, y se curará solamente al contemplar nuevamente la cruz.

Síntomas del tribalismo

«Pues habiendo celos y discusiones entre ustedes, ¿no son carnales y andan como hombres del mundo?» (1 Co. 3:3, énfasis añadido).

«Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala» (Santiago 3:16, énfasis añadido).

Envidia. La primera marca distintiva del tribalismo divisivo dentro de una iglesia es una cultura de envidia. Al principio esto podría parecer contradictorio. Después de todo, ¿por qué los envidaría a ellos? ¡Ellos son los que están en el grupo equivocado!

La palabra griega para envidia es zelos, de la cual obtenemos una palabra en español, tanto positiva como negativa: celoso. El erudito griego Spiros Zodhiates, al definir el sentido negativo de esta palabra, dice: «Zelos puede convertirse en un celo que se pone en guerra contra el bien que ve en el otro, perturbando y menguando así ese bien». Cuando ese desplazamiento toma lugar, un grupo ha pasado de tener opiniones diferentes (algo bueno) a manifestar un síntoma clásico de tribalismo contencioso. 

Se espera que los desacuerdos dentro de una iglesia (o la Iglesia) sucedan, ya sea sobre medicina, preferencias de adoración, la versión de la Biblia, prácticas de escolaridad, o simplemente acerca de cualquier tema que puedas imaginar. Encontrar una iglesia en la cual todos estén de acuerdo contigo en cada uno de esos asuntos preferenciales sería como encontrar una aguja microscópica en un pajar del tamaño del Monte Everest.

Y así es como Dios lo quiere.

Él nos permite tener preferencias y opiniones diferentes. Sin embargo, al enemigo le encanta tomar esas preferencias y torcerlas para convertirlas en armas que nosotras podamos usar en contra de otros. De repente mi decisión de a qué escuela envío a mis hijos o la comida que le doy a mi bebé se convierte en un club que puede intimidar a las personas en mi congregación. Estoy tan celosa de mi propia preferencia que te odio porque la tuya no es igual.

Sin duda, esta envidia dará lugar a un segundo síntoma.

Contienda. No cabe duda que la contienda, o como Santiago la llama, «conflictos» (Stg. 4:1), es el segundo paso para bajar la escalera. Cuando las preferencias causan división y se convierten en armas de asalto, inevitablemente las peleas estallan después.

Quizás estés pensando en tu iglesia y estás contenta porque no ves tal necedad allí. ¿Pero qué acerca de las cosas en línea?

Las redes sociales cristianas se han convertido en un refugio para este tipo de basura. Las envidias, las peleas, las divisiones, los comentarios sarcásticos y las réplicas cáusticas han abierto brechas dentro de la Iglesia que no han hecho nada por la causa de Cristo. Más bien, me temo que han dado al mundo incrédulo un sabor muy agrio del Salvador y de Su reino. 

Los conflictos y disensiones podrían no estar presentes visiblemente en tu iglesia, pero probablemente se están escabullendo dentro de tu congregación por medio del internet.

Un síntoma sorprendente del tribalismo

La envidia y la contienda son obvias cuando pensamos acerca de cómo diagnosticar una cultura de división dentro de una iglesia local. Pero Pablo, en su carta a los Corintios, presenta otro y quizás más sorprendente síntoma: el crecimiento espiritual estancado.

Hablando en el contexto de abordar estas divisiones que han surgido en Corinto, Pablo le dice a la iglesia:

«Así que yo, hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Les di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podían recibirlo. En verdad, ni aun ahora pueden» (1 Co. 3:1-2).

Las divisiones contenciosas estancan nuestro crecimiento espiritual.

Esto va a contracorriente porque desafía la lógica de nuestras disputas. Nos peleamos precisamente porque pensamos que somos nosotras las que estamos más avanzadas espiritualmente que las más débiles a las que reprendemos. No es así, dice Pablo. Cualquiera que participe en este tipo de inmadurez es un niño espiritual. El tribalismo pendenciero no revela nuestra madurez, sino nuestra inmadurez como creyentes.

Pablo continúa haciendo la acusación un poco más grave, diciendo a los corintios que no pueden tomar alimentos sólidos debido a esta cuestión. Sin arrepentimiento, una iglesia desunida nunca crecerá espiritualmente. Aunque creo que esto se aplica a la iglesia local específicamente, también creo que en el grado en que yo albergue un espíritu resentido, envidioso y divisivo en mi corazón contra otro grupo de la verdadera Iglesia universal, en ese grado estaré estancado en mi propio crecimiento espiritual. 

El plan de tratamiento para el tribalismo

Todos necesitamos hacer un poco de investigación en nuestro corazón para encontrar áreas de faccionalismo contencioso que esté merodeando por dentro. Ya sea que tus ojos hayan sido abiertos y que sepas exactamente de qué eres culpable o estás preocupada y quieres estar vigilante, considera tres carriles en la carretera que conduce a la unidad.

  1. Entiende a quién le perteneces (1 Cor. 3:23)

Cuando Pablo concluye su discurso de tres capítulos acerca de este mismo tema, él le indica a los corintios esto: «y ustedes de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Co. 3:23).

Debido a que el tribalismo prospera con la lealtad a un subgrupo (ponerse mascarilla o no ponerse mascarilla, la versión correcta de las Escrituras, la manera correcta de educar a los hijos, etc.), nos ciega para no ver la unidad que deberíamos tener como un todo. El punto principal de Pablo es que ya fuera que los creyentes en Corinto fueran discipulados, bautizados, o enseñados por Pablo, Apolo, o Pedro, definitivamente no pertenecían a ese subgrupo. ¡Ellos le pertenecían a Cristo!

No estoy proponiendo que dejemos de lado doctrinas importantes, ni estoy diciendo que las diferencias teológicas no importan. Sí importan. Sin embargo, también estoy hablando acerca de personas que creen en las buenas nuevas de Jesucristo y que tienen la esperanza de la eternidad solamente por Su muerte expiatoria y Su resurrección. Es esa verdad que hace que morir en la montaña valga la pena.

Todas las otras montañas ( incluyendo las que no parecen tan altas) deben pasar al asiento trasero de la unidad que tenemos en el evangelio. ¿Podemos discutir? ¡Sí! ¿Podemos estar en desacuerdo? ¡Absolutamente! ¿Podemos morder y rasgar? ¡No lo permita Dios! Debemos recordar que le pertenecemos a Dios.

  1. Gloriémonos sólo en Cristo

«Tal como está escrito: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor”» (1 Co. 1:31). Sencillo, ¿verdad? Esto es exactamente lo opuesto a la envidia. No es envanecerse por mi posición o usar mis creencias como un arma en contra de tu posición. Es gloriarse en la única cosa en la que puedo hacerlo: el Señor Jesucristo. Una vez más, estamos de regreso frente a la cruz.

La próxima vez que tomes parte de la Cena del Señor en tu iglesia, mira alrededor mientras comes y bebes en memoria del sacrificio de Cristo. En ese momento, tú y tus hermanos y hermanas están unidos para gloriarse en Cristo y Su obra en el Calvario. Después, cuando sientas la urgencia de chismear acerca de otra persona o vires los ojos por la creencia «absurda» de otra persona en tu iglesia, recuerda esa imagen. Lo que te une con esa persona que no está de acuerdo contigo es mucho más importante que lo que les divide. La obra de Cristo es todo lo que cualquiera de nosotros tiene para gloriarse.

  1. Recibe la Palabra con humildad

«Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira…Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas» (Santiago 1:19, 21 énfasis añadido).

Al escribirle a un grupo de creyentes luchando con la parcialidad y la desunión en medio de ellos, Santiago aconseja a sus lectores a «recibir con humildad» la Palabra de Dios y a ser prontos para oír, tardos para hablar y tardos para la ira (v. 19). Frecuentemente citamos este versículo como un consejo para el manejo de la ira (y es un buen consejo), pero en el contexto de la carta de Santiago, es realmente acerca de nuestra actitud hacia la Palabra. Cuando arrogantemente nos aferramos a nuestra propia superioridad, asumiremos que el sermón, el devocional, o las preguntas de aplicación son para otras personas. Sin duda, esta es la causa principal de nuestro crecimiento espiritual estancado.

Si esperamos crecer en humildad y unidad, debemos humillar nuestros corazones y admitir nuestra necesidad de la verdad de la Escritura. Esto significa reconocer que no hemos llegado al pleno conocimiento y tenemos más que aprender y quizás necesitemos arrepentirnos. La Palabra nos lleva nuevamente de regreso a la cruz donde encontramos esperanza para nuestras fallas y perdón por nuestro pecado.

En el espejo de las Escrituras, nos vemos a nosotras mismas como realmente somos: débiles, necias, y quebrantadas. Y vemos al Salvador en quien nos gloriamos como lo que realmente es: poderoso, compasivo, y misericordioso.

Solamente al recordar el evangelio y gloriarnos en Cristo aceptando la Palabra de Dios, es que podemos destruir el tribalismo que acecha en nuestros corazones.

1 “Tribalismo Definición y Significado,” Diccionario Merriam-Webster (Merriam-Webster), accesado el 3 de Febrero de 2022, https://www.merriam-webster.com/dictionary/tribalism

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Sobre el autor

Cindy Matson

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Cindy Matson vive en un pequeño pueblo de Minnesota con su esposo, su hijo y su ridículo perro negro. Le gusta leer libros, tomar café y entrenar baloncesto. Puedes leer más de sus reflexiones sobre la Palabra de Dios en … leer más …


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