Muéstrales esperanza en el sufrimiento: Cómo ayudar a las mujeres en dolor crónico

Ya es tiempo de poder registrarte para ver True Woman ’18: The Truth That Sets Us Free en la transmisión en vivo desde el 27 al 29 de septiembre… ¡sin ningún costo! Este evento del 10º aniversario anticipamos que la poderosa verdad de la Palabra será expuesta a través de enseñanzas retadoras, de adoración que nos inspira, y dramas que te sobrecogen. Como líder y mujer que influye en otras, esperamos que te unas a la transmisión en vivo y consideres reunir a un grupo para verlo juntas y que así ustedes puedan ser transformadas por la Palabra. En este enlace puedes encontrar más detalles: TrueWoman18.com/live, incluyendo la preconferencia en español.

Soy esposa, madre y miembro de nuestra iglesia y estoy involucrada en el ministerio de mujeres.

Pero también soy una mujer que lucha con dolor crónico, el cual afecta cada uno de mis roles.

Al menos 100 millones de estadounidenses padecen dolor crónico. Lo que significa que una de cada tres personas en tu iglesia enfrenta una batalla diaria con asuntos físicos que van desde una leve incomodidad a una aflicción debilitante.

Algunas luchan con ejercitarse y limpiar sus casas; a otras les resulta difícil realizar sus tareas en sus trabajos; otras ni siquiera pueden cargar a sus hijos o hacer las compras del supermercado; otras, están en cama y apenas pueden funcionar.

¿La realidad? La mayor parte del tiempo no conocerás sobre este dolor y sus implicaciones espirituales o emocionales – mucha gente con asuntos crónicos no luce enfermo ni débil, y nos resulta difícil pedir ayuda.

Por tanto ¿qué puedes hacer tú, como líder para ministrar a las mujeres que están en dolor en tu congregación? ¿Cómo puedes ayudarnos, tanto espiritual como físicamente?

3 maneras de ayudar a las mujeres que padecen dolor crónico

Ciertamente no tengo todas las respuestas, pero debido a que padezco de dolor crónico, estoy familiarizada con lo que nosotras que luchamos con esto, deseamos a menudo y necesitamos (¡aunque no lo admitamos!) Tres ayudas vienen a mi mente:

  1. Ora por nosotras . . .

Para que podamos abrirnos. Como dije antes, la mayoría de las mujeres no hablarán de su dolor crónico, por lo menos no para buscar ayuda. (¡quejarse del mismo es otra cosa!) Así que puedes empezar por orar que demos a conocer nuestras luchas y necesidades a ti y a los demás, con dependencia finalmente en Cristo. Ora que con humildad busquemos a la familia de la fe y a los líderes para que nos ayuden.

Para que perseveremos. El dolor crónico fácilmente puede robar nuestro gozo y matar nuestra esperanza cuando nuestros ojos no están fijos en Jesús. Somos tentadas a desanimarnos. Ora que “no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo, nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2 Co. 4:16), y que nuestro sufrimiento produzca perseverancia, carácter y esperanza (Ro. 5:3-4).

Por nuestra sanidad. Aunque no conocemos la voluntad de Dios respecto a nuestro dolor, podemos pedirte que ores por nuestra sanidad física. Porque Dios puede hacer más abundantemente de lo que pedimos o entendemos (Ef. 3:20), confiamos que Él puede sanarnos, si así lo decide; Él es más que capaz de hacerlo. En Cristo, Dios escucha tus oraciones a nuestro favor (2 Co. 1:11), así que pídele con fe que remueva nuestros aguijones en la carne. Créeme, a menudo ¡estamos haciendo esa misma oración!

  1. Reúnete con nosotras . . .

Para consejería. Tratar diariamente con dolor crónico nos afecta no solo física sino también emocional y espiritualmente, mientras gemimos en nuestra morada terrenal (Ro. 8:22, 2 Co. 5:2). Nos duele haber perdido la salud, luchamos con preguntas de fe, y nuestras relaciones a menudo lucen diferentes debido al dolor. Haznos preguntas inquisidoras. Éstas nos pueden ayudar a ver nuestro pecado y luchas más claramente y el resultado puede ser que nos deleitemos más en la Verdad de Dios (y si consideras que necesitas más ayuda, con discernimiento apúntanos a un consejero bíblico, centrado en el evangelio).

Para animarnos. Al igual que cualquier otra mujer en tu iglesia, ¡necesitamos el estímulo de la Palabra! apúntanos al amor de Dios que echará fuera todos nuestros temores (1 Juan 4:18), ayúdanos a ver nuestro dolor crónico a través de los lentes de la eternidad (Col. 3:2), y recuérdanos que podemos perseverar a través de la fortaleza de Cristo (Flp. 4:13).

Comparte tus luchas con nosotras también y lo que Dios te está enseñando. Tu fe fortalece la nuestra también y tus luchas nos dan la oportunidad de animarte en retorno.

Para entendernos. Esperamos que nuestros momentos de reuniones juntas puedan ser útiles y de estímulo para ti también mientras ves cómo ejercitamos nuestra fe en el sufrimiento (Ro. 1:12). Debido a que el dolor crónico afecta a tantas personas, amaríamos ayudarte a tener un mejor entendimiento de la batalla continua que enfrentamos para que las mujeres en la iglesia puedan ser fortalecidas y lleven mucho fruto.

  1. Apóyanos . . .

Con ayuda práctica. Para las personas que sufren con dolor crónico pedir ayuda a veces resulta difícil debido a que con frecuencia estamos tan cansadas como para pensar en nuestras necesidades, y aun cuando lo hacemos se siente que buscar a alguien requiere hacer demasiado esfuerzo. Pero apreciamos tu cuidado proactivo para mover al Cuerpo de Cristo a la ayuda práctica (Hechos 4:32) como limpiar la casa, hacer las compras del supermercado, cuidar a los niños, hacer diligencias y llevarnos a las citas médicas. Estos actos de servicio nos bendicen grandemente.

Con el cuidado pastoral. Mientras buscas conocernos y mostrarnos el amor de Cristo, ¿podrías informar al liderazgo pastoral de esta batalla crónica que estamos luchando? Nos nutrimos con su predicación y amaríamos que se nos tenga presentes cuando preparen los puntos de aplicación del sermón especialmente en lo que respecta a los temas del sufrimiento.

Para aquellas que están en cama debido al dolor, las visitas pastorales y la oración corporativa significan mucho.

Muéstranos a Cristo

Finalmente, recuerda hermana, que el peso de nuestras luchas no recae completamente sobre ti. Al Señor podría agradarle usarte mientras oras y apoyas a Su iglesia, pero esta tarea no es tuya solamente. Por eso Dios nos da la hermosura y diversidad del cuerpo de Cristo.

Hay una ayuda que siempre puedes emplear: por mucho, la obra más importante de tu ministerio es apuntar continuamente a Cristo, nuestro Salvador sufriente, quien atravesó el dolor más fuerte y la batalla más oscura para que la nuestra eventualmente terminara (Is. 53:4-10). Muéstranos la belleza de Jesús, Quien se levantó de la tumba y se sentó a la diestra del Padre en el cielo, quien nos fortalece por Su Espíritu y recuérdanos que realmente somos hijas de Dios (Ro. 8:16-17).

Muéstranos cuán cerca Él está de los quebrantados de corazón, cómo salva a los contritos de espíritu (Sal. 34:18).

Él es nuestra esperanza, tanto para perseverar a través de los dolores diarios y para entrar a la gloria eterna donde seremos restauradas para siempre, en cuerpo y alma (Ap. 21) – y nosotras lo alabamos por usarte como Su instrumento para ministrar esas grandiosas y preciosas verdades a nosotras.

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