A lo largo de mi vida, he atravesado diversas situaciones que me han dejado profundas heridas, cada una impactándome de maneras diferentes. Amar a alguien que nos ha lastimado puede parecer una tarea imposible, especialmente cuando las heridas son profundas y han dejado cicatrices en el corazón.
Para nosotras las mujeres, debido a los roles como esposas, madres, hijas o hermanas, a menudo enfrentamos heridas emocionales o relacionales más profundas y prolongadas. Estas heridas pueden surgir de relaciones cercanas (familia, pareja, amistades), y pueden estar vinculadas con expectativas no cumplidas, traiciones, abuso verbal o físico, o falta de valoración. El llamado a amar a quienes han herido no niega la realidad del dolor, pero sí enfatiza la restauración y transformación que Dios trae a través de Su Palabra y Su Espíritu.
Sin embargo, desde la perspectiva bíblica, este amor no es simplemente un sentimiento, sino una decisión consciente de obedecer a Dios, quien nos capacita a través de Su Palabra y Su Espíritu Santo.
A continuación, quiero compartir pasos prácticos diseñados especialmente para nosotras, las mujeres, basados en principios bíblicos. Estos pasos tienen en cuenta nuestras luchas particulares, nuestras emociones y los desafíos únicos que enfrentamos en los diferentes roles que desempeñamos en la vida.
1) Reconocer que Dios ama y valora profundamente a las mujeres.
Antes de poder perdonar o amar a quienes nos han causado dolor, es esencial recordar quiénes somos en Cristo: hijas profundamente amadas por Dios. Nuestro valor no lo define lo que otros nos han hecho ni las heridas que hemos sufrido, sino el amor perfecto de nuestro Padre celestial. Isaías 43:4 nos asegura: «Ya que eres precioso a Mis ojos, digno de honra, y Yo te amo, entregaré a otros hombres en lugar tuyo, y a otros pueblos por tu vida».
2) Entender el mandato de Dios de amar a los demás.
El amor que Dios nos pide no se basa en nuestras emociones o circunstancias, sino en Su ejemplo perfecto. Este amor es más profundo que cualquier sentimiento momentáneo y desafía nuestras reacciones humanas naturales.
«Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen». - Mateo 5:44
«El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». -1 Corintios 33:4-7
Este llamado al amor no significa que debamos ignorar el dolor o la injusticia que hemos experimentado, ni justificar el daño que otros nos han hecho. El amor hacia quienes nos han herido es un acto de obediencia a Dios, un reflejo de Su gracia, que no se basa en la justicia humana, sino en la misericordia divina. Amar de esta manera no significa reconciliación inmediata, sino más bien un ejercicio de compasión, perdón y oración por aquellos que nos han causado sufrimiento.
3) Reconocer que Dios conoce tu dolor.
Es importante recordar que Dios no es indiferente al sufrimiento que las mujeres enfrentamos cuando somos heridas. Él entiende nuestro dolor y se acerca a aquellos que están quebrantados de corazón. Su consuelo es real y profundo, y está dispuesto a restaurar nuestras heridas más profundas.
«Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu». -Salmo 34:18
«El Espíritu del Señor Dios está sobre mí…me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón». -Isaías 61:1
Dios no solo ve nuestro sufrimiento, sino que se acerca con compasión. Él no ignora las lágrimas que derramamos, sino que está dispuesto a consolarnos. A veces, en medio del dolor, es difícil ver más allá de la herida, pero podemos confiar en que Dios tiene un propósito redentor incluso en nuestros momentos de quebranto. Él quiere traer restauración a nuestra alma, darnos esperanza y mostrarnos Su amor inmenso.
4) Confiar en la justicia de Dios.
Cuando somos heridas por las acciones de otros, es natural sentir la tentación de tomar venganza. Sin embargo, como seguidoras de Cristo, Dios nos llama a confiar en Su justicia y a dejar que Él se encargue de las situaciones que nos lastiman.
«Amados, nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios, porque escrito está: “Mía es la venganza, Yo pagaré”, dice el Señor». -Romanos 12:19
«Y quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia». -1 Pedro 2:23
Dios es justo y, aunque a menudo no entendemos cómo o cuándo actuará, podemos descansar en la certeza de que Él tiene el control. En lugar de buscar venganza, podemos entregar la situación a Él, sabiendo que Su juicio es perfecto y que Él sabrá cómo corregir y redimir tanto a nosotros como al ofensor.
5) Depender del Espíritu Santo para amar en obediencia.
El amor hacia quienes nos han herido no es algo que podamos lograr con nuestras propias fuerzas. Es un amor que solo Dios puede infundir en nosotros, a través del poder y la presencia del Espíritu Santo. Él nos capacita para amar de manera sobrenatural, mucho más allá de lo que nuestras emociones o capacidades humanas nos permiten.
«Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad,mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley». -Gálatas 5:22-23
«Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado». -Romanos 5:5
Es el Espíritu Santo quien derrama el amor de Dios en nuestro corazón, transformándonos y dándonos la capacidad de amar incluso a aquellos que nos han causado dolor. Este amor no es instantáneo, sino que es un proceso continuo en el que Dios trabaja en nuestra vida, perfeccionando Su carácter en nosotros.
6) Llevar el dolor a los pies de Jesús.
Sé que, como mujeres, muchas veces cargamos nuestras heridas en silencio, sintiendo que debemos ser fuertes o que no hay espacio para mostrar vulnerabilidad. Pero Jesús nos invita a descansar en Él, a llevarle nuestras cargas y confiar en que Él entiende cada lágrima y cada suspiro. Él nos ve, nos escucha y nos consuela.
Mateo 11:28-30 nos anima: «Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar». Y el Salmo 56:8 nos recuerda: «Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en Tu frasco; ¿acaso no están en Tu libro?».
7) Aprender a perdonar desde el corazón, no desde la negación.
Sé que para muchas de nosotras, especialmente cuando hemos sido profundamente heridas, el perdón puede parecer una montaña imposible de escalar. A veces, incluso el solo pensar en perdonar puede traer más dolor o confusión. Pero el perdón no es negar lo que pasó ni justificar el daño; es un acto de obediencia y confianza en Dios, que nos libera del peso de la amargura y nos permite experimentar Su paz.
Jesús nos recuerda en Marcos 11:25: «Y cuando estén orando, perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus transgresiones». Y Pablo nos anima en Efesios 4:31-32: «Sea quitada de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos… perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo».
8) Orar por quien causó el daño.
Sé que es una de las cosas más difíciles de hacer, pero Jesús nos llama a orar por quienes nos han herido. Al principio, puede parecer casi imposible, pero orar por aquellos que nos han causado dolor cambia nuestra perspectiva. Nos permite dejar que el amor de Dios fluya a través de nosotros, restaurando nuestra alma y liberándonos del resentimiento.
En Mateo 5:44, Jesús nos desafía: «Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen», y Romanos 12:20, nos recuerda: «Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber».
9) Establecer límites sanos: amar no significa tolerar el abuso.
El amor que Dios nos manda no ignora la justicia ni permite el abuso. Amar a alguien que nos ha herido no significa quedarnos en una relación que nos destruye. El amor bíblico también nos enseña a protegernos y a cuidar nuestra vida emocional, física y espiritual.
Proverbios 22:3 nos dice: «El prudente ve el mal y se esconde, pero los simples siguen adelante y son castigados». Y en Romanos 12:18: «Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres».
10) Restaurar, vive en libertad en Cristo.
Dios no quiere que vivamos atrapadas en nuestro dolor. Él nos ofrece libertad, gozo y esperanza en Cristo. No importa lo que hayas vivido, Él te llama a vivir una vida llena de Su paz.
Juan 8:36 nos promete: «Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres». Y en Isaías 61:1, Dios nos habla de Su deseo de sanar: «El Espíritu del Señor Dios, está sobre mí… me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón».
Querida hermana, amar a quien nos ha herido no es fácil, pero es posible cuando entendemos nuestra identidad en Cristo, llevamos nuestro dolor a Él y dependemos del Espíritu Santo. Este proceso no solo honra a Dios, sino que nos libera de la amargura y nos lleva a vivir en la plenitud que Él ha preparado para nosotras.
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