Conoce al gran Yo Soy

¿Recuerdas cuando Jehová habló a Moisés en medio de la zarza? (Éx. 3). Él había elegido a este hombre para llevar a cabo su misión redentora debido a que Su pueblo estaba esclavizado en Egipto y había escuchado el clamor de ellos. Así que, Dios llamó a Moisés para que fuera ante Faraón y liberara a los israelitas de esta cruel opresión (v. 7-8). 

La forma en que Moisés respondió al llamado de Dios nos habla de su inseguridad, pues dijo: «¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los israelitas de Egipto?» (v. 11). Esta pregunta no era la correcta, quién era él no era lo importante. Lo que realmente importaba era quién iba con él. Dios le dijo: «Ciertamente yo estaré contigo» (v.12). 

Esta fue la primera de las cuatro ocasiones en las que Moisés cuestionó a Dios. Embargado por el temor y considerando sus incapacidades, se resiste a creer que oirían su voz y que sus palabras tendrían credibilidad. Todo esto ponía de manifiesto que Moisés realmente no reconocía quién estaba hablándole e incluso le dijo: «Tal vez me digan: “¿Cuál es Su nombre?”, ¿qué les responderé?» (v.13). 

Dios le dijo: «YO SOY EL QUE SOY» (v. 14). Dios se estaba revelando a Moisés para que conociera al YO SOY, a ese Dios que había establecido un pacto con Su pueblo para que confiara en Su plan. 

La libertad para el pueblo vendría por medio de Dios, Él estaba a cargo, tenía un plan para llevar a cabo y todo estaba determinado. Ese plan se lo anticipó a Moisés: 

«Pero Yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir, si no es por la fuerza. Pero Yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todos los prodigios que haré en medio de él, y después de esto, los dejará ir. Y haré que este pueblo halle gracia ante los ojos de los egipcios, y cuando ustedes se vayan, no se irán con las manos vacías» (v. 19-21). 

¿Acaso no son estas razones suficientes para confiar y obedecer a lo que Dios le estaba pidiendo? Él había dicho que el pueblo saldría y no se irían con las manos vacías. Además, Dios le indicó algunas señales que haría frente a Faraón para mostrarle Su poder. 

Aún con todo esto, Moisés nuevamente se resistió y seguía usando excusas como su falta de elocuencia y lo lento que era para hablar. Él se sentía inadecuado para desempeñar esta tarea y seguía sin entender y conocer al YO SOY. Y aquí es donde decimos: «¿¡De verdad Moisés?! ¡¿Acaso no te das cuenta?!». Pero luego reconocemos que tenemos esa misma tendencia de dudar y desconfiar de los planes de Dios. 

Pero Dios le enseña a Moisés que Él es suficiente y usará las cosas más sencillas como una simple vara para hacer maravillas. «Y el Señor le dijo: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿o quién hace al hombre mudo y al sordo, con vista o ciego? ¿No soy Yo, el Señor?”» (Éx. 4:11). 

Al igual que Moisés, en muchas ocasiones nos vemos embargadas por el temor y la incredulidad, y olvidamos quién va delante de nosotros. 

Puede ser que enfrentes situaciones difíciles con un esposo inconverso, un jefe prepotente, un hijo rebelde, un maestro exigente, una enfermedad o la pérdida de un ser querido. Es mi deseo compartir contigo algunas lecciones que podemos aprender de este pasaje y que alientan nuestro corazón con la verdad.

  1. Dios desea que le conozcas. Él nos encuentra en la debilidad para perfeccionar nuestro carácter. 

Si Dios hubiera querido solo liberar al pueblo de la esclavitud, Él lo habría hecho sin ningún obstáculo. Sin embargo, el propósito de Dios no era solo llevarlos a la Tierra Prometida, sino atraerlos hacia Él para que lo conocieran y lo adoraran. 

Seguramente lo que el pueblo esperaba de parte de Dios era que la opresión y el sufrimiento terminaran, pero eso no ocurrió. Dios los llevó por una serie de acontecimientos difíciles para que clamaran a Él y reconocieran que le necesitaban. Él sabía que lo que más necesitaban no era ser librados de la esclavitud, sino volverse al Señor, a esa fuente de vida para ellos. 

Cuando atravesamos por circunstancias adversas en nuestras vidas, solemos olvidar quién está a cargo y quien está orquestando cada cosa que sucede. Nuestra mirada se centra en nuestros escasos recursos y nos sentimos tan limitadas que el temor toma control y perdemos la esperanza. En ese momento recuerda que el gran YO SOY está obrando de maneras que nosotras no entendemos, pero que está llevando a cabo Su plan para atraernos hacia Él, para mostrarnos Su poder y para reflejar Su gloria. 

Él nos encuentra en medio del desierto para moldear nuestro carácter, nos despoja de nosotras mismas y nos reviste de Cristo. Gloria a Dios por el sufrimiento que nos lleva hacia Él porque ese es el mejor lugar en el que podemos estar. 

  1. Dios desea que confíes en Él. Si Él lo ha dicho, Él lo hará. 

Dios dijo a Moisés lo que pasaría: «Pero yo sé que el rey de Egipto no los dejará ir, si no es por la fuerza. Pero Yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todos los prodigios que haré en medio de él, y después de esto, los dejará ir» (Éx. 3:19-20). 

Todo lo que Dios dijo se cumplió tal y como lo dijo. Él es un Dios de toda verdad que cumple Sus promesas y no miente. Él nos dice en Su palabra que en este mundo tendremos aflicción, pero también dice: «Confíen, yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33). 

La aflicción y adversidad de este lado del cielo son una realidad. Él lo ha dicho y como creyentes, no podemos esperar que en esta vida no haya sufrimiento, pero lo maravilloso de estas palabras es que, aunque vendrán las pruebas, podemos confiar en que Dios ha vencido y Él está con nosotros. Él nos promete paz en medio de las pruebas, no nos dice que la aflicción terminará, pero sí que todo lo que necesitamos se encuentra en Él. Él está usando esa dificultad para Sus propósitos eternos.

Querida hermana, Dios se compadece de nuestro dolor, Él es un Dios cercano que no solo se revela, también se relaciona con nosotras. Él no está ajeno a nuestro sufrimiento, sino que oye nuestro clamor y obra para nuestro bien. El Dios de pacto es fiel a lo que ha prometido. Él sabe que nuestro mayor bien es Él. 

No solo esperamos la ciudad celestial, sino que mientras estamos de este lado de la eternidad, podemos vivir con libertad porque Él nos ha librado de la esclavitud del pecado y del temor. El Señor sigue conformando a Sus hijos cada vez más y más a Su imagen para que Su nombre se siga dando a conocer y otros sean testigos de Sus maravillas y de que no hay otro Dios en la tierra como Él. 

Conclusión 

El gran YO SOY está con nosotras, Su pacto es inquebrantable. Él permanecerá con nosotras hasta el final. Que estas verdades dirijan tu corazón para venir delante de Él en adoración y vivir toda la vida en reverencia a nuestro gran Rey. 

«Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra.El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob». -Salmo 46:10-11

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Sobre el autor

Berenice Montes

Berenice Montes

Es originaria de Monterrey México, está casada con Luis Berlay, pastor de la Iglesia Bautista Genezareth en Guadalupe, N.L.

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