De la amargura al perdón: lidiando con la amargura bíblicamente

Todas de alguna manera hemos sido afectadas por el pecado de otros, y esto, si no lo procesamos de la manera correcta, puede llevarnos a vivir con resentimiento y amargura en nuestro corazón. No está de más decir que no es así como Dios quiere que Sus hijas vivan, es por ello que quiero compartir contigo verdad de la Palabra de Dios para ser libres de la amargura y el resentimiento.

La amargura, y cómo esta se haga evidente en la vida de un creyente, puede acarrear consecuencias devastadoras cuando no se busca la reconciliación. Esta idea nos lleva a preguntar, ¿puede un cristiano «experimentar» amargura o «vivir» en ella? 

Debes saber que hay una gran diferencia entre «experimentar» amargura y «vivir» en amargura. Recuerda que estamos en un mundo caído, por lo tanto, es un hecho que todos de alguna manera seremos agredidos o lastimados, y a causa de ello, es probable que «experimentemos» amargura o resentimiento. Sin embargo, otra cosa es que, siendo conscientes de que nuestro corazón ha comenzado a almacenar amargura, «vivamos» voluntariamente en ella sin buscar ayuda para dar paso a la restauración. 

Aprendamos hoy juntas sobre lo que Pablo enseñaba a la iglesia en Efesios 4:31 y 32:

«Sea quitada de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia. Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo».

Pablo no parece tratar un problema en particular cuando escribe estas palabras, no menciona un caso específico de amargura. Entendemos entonces que la enseñanza que está por dar es una que debemos tomar en cuenta en todo momento. ¡Hablemos de esto!

«Sea quitada de ustedes toda...»

La idea de quitar, por definición, no es solo poner algo a un lado, sino hacer que ese algo deje de existir, que desaparezca. Igualmente, Pablo usa la palabra «toda», es decir, si hay algo en la lista que Pablo está por darnos de lo cual tenemos un poquito, la exhortación es a que ese «poquito» desaparezca completamente de nuestras vidas.

«...amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia».

Inicia diciendo que la primera cosa que nos debemos quitar es «toda amargura». Es interesante notar que las siguientes características que Pablo menciona en este pasaje después de la «amargura», son cosas que se producen en un corazón amargado y con resentimiento. La amargura nos lleva al enojo, a estar airados contra la persona que nos ha ofendido; en nuestro corazón podemos tener toda clase de palabras deshonestas/gritería o insultos, lo que finalmente nos llevará a la malicia.

Amada, hay cosas muy pequeñas que nos pueden llevar a la amargura o al resentimiento. Piensa en lo que sea: la hermana que no te saludo en la iglesia, la «recomendación» de tu suegra en cuanto a cómo deberías disciplinar a tus pequeños, que tu esposo haya pasado por alto darte un beso al llegar del trabajo, la exhortación de una amiga ante actitudes que últimamente has tomado, piensa en algo más. La realidad es que nos ofendemos fácilmente y ante la más mínima ofensa podemos albergar amargura o resentimiento en nuestro corazón. 

Ante la exhortación de Pablo a quitar todas estas cosas y mi tendencia natural a cometer pecado, yo digo: «¡Gracias a Dios por Cristo y Su perfecto ejemplo! Si no fuera por Él y Su vida en mí… ¡qué miserable soy!».

«Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo». 

El estándar que nos da la Palabra es alto, por ello, cuando ante la amargura y el resentimiento busques una motivación para otorgar el perdón para con aquel que te ha agredido, recuerda a Cristo y da a otros por gracia lo que por gracia recibiste. Si Cristo nos enseña qué es amar, qué es ser misericordiosos y perdonar, y ha aplicado estas 3 características para con nosotras sin merecerlas, ¿por qué nosotras no habríamos de hacerlo con otros? La identidad que ahora tenemos en Él como Sus hijas, nos llama a esto.

Realmente poner esto en práctica es algo difícil en nuestras fuerzas, es un reto ser amables con los que te agreden, es difícil extender misericordia a quien no ha sido misericordioso contigo y perdonar a quien te han ofendido. Más ahora que estamos en Cristo, tenemos un llamado a ser un medio de gracia y no de justicia para quienes nos rodean. Como creyentes, tenemos el gran privilegio de mostrar el amor de ese Dios que, pudiendo juzgarnos, decidió perdonarnos en Jesús, y ahora en Su gracia nos da la capacidad de ser más como Él a través del perdón. 

Si aún no estás segura de que lo tuyo sea amargura o no, te invito a leer el blog «Cuatro formas de detectar una raíz de amargura».

Si el Señor te ha mostrado que lo que ocurre en tu corazón es amargura o resentimiento, quiero darte un par de cosas prácticas que puedes considerar para caminar en dirección opuesta a la amargura y el resentimiento:

  1. Busca a una mujer temerosa del Señor en tu iglesia local con quien puedas hablar, confesar tu pecado y orar. 
  2. Sé intencional en buscar recursos que te recuerden el evangelio y las buenas nuevas del perdón del Señor para contigo. Por sobre todos los recursos, ¡lee tu Biblia!
  3. Cada que te encuentres alimentando el sentimiento de amargura o resentimiento en tu corazón, preséntate delante del Señor. Él conoce todo de ti, aun aquellas cosas de ti que tú desconoces. Él busca la santificación y restauración de los Suyos, puedes estar segura de que Él está obrando en el proceso. ¡Ven a Él!

Hermana, recuerda, nuestras vidas dejaron de tratarse de nosotras en el momento en el que decidimos rendir nuestra vida a Cristo. No queramos hacer de la «vida cristiana» solo una parte de nuestra vida, sino nuestra vida entera, porque nosotras ya hemos muerto, y ahora nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). Demos frutos que hablen de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas y pongamos en práctica el ejemplo de Cristo al otorgar el perdón ante quienes nos han agredido, dando así lugar al obrar del Espíritu Santo en nosotras.

Recursos recomendados:



 

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Débora Cázares de Rivera

Débora es originaria de Coahuila, México, pero actualmente reside en Nuevo Mexico, junto a su esposo Jordan Rivera y sus dos hijos.

Únete a la conversación